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domingo, 14 de julio de 2013

RIRIMATO

- Autora: @askthewind 

- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol x fan, hetero



CAPÍTULO 12: EL ADIÓS MÁS DOLOROSO




Eunhee estaba jodida. No había otra forma de expresarlo, y así fue como pasó por su mente aquel pensamiento tan fugaz e intimidante. “Estoy jodida”.
            — ¿Qué… estás haciendo aquí? — palabreó con torpeza, mirando a Jongup una vez los tres habían entrado al salón. Jongup estaba de espaldas a todos, en una esquina de la habitación, con los brazos cruzados y un aura oscura a su alrededor. Yongguk se había sentado en uno de los mullidos sillones del centro de la sala y permanecía con una de sus manos acariciando su mentón, con la mirada perdida en el suelo.
            Eunhee permanecía de pie entre los dos, con las piernas temblorosas. Hacía frío. Quizá no había sido tan buena idea ponerse un pijama tan fino.
            — ¿Me utilizaste durante todo este tiempo, Eunhee? — el tono de voz de Jongup no se podía describir. Simplemente dejó fluir el dolor, y habló. Eunhee quería responderle, pero simplemente movía los labios con nerviosismo sin saber qué decir. Yongguk permaneció con la mirada perdida en quién sabe dónde, sin moverse un ápice.
            — ¿Qué estás diciendo?
            — A pesar de todo, tú… me utilizaste, ¿no?
            — Yo-…
            — Se lo he contado, Eunhee — la voz de Yongguk resonó suave y tranquila antes de permitirle decir nada — Tu amenaza. Todo esto se nos iba de las manos a pasos agigantados.
            Eunhee se sintió bloqueada cuando los rasgados y rencorosos ojos de Yongguk se deslizaron suave pero furiosamente hacia ella, rezumando resignación, quizá impaciencia por ver cómo reaccionaba.
            — No… No, ¡no! Yo nunca he querido utilizarte, Jongupie…
            — ¡No me llames así! — Jongup se giró de repente hacia ella, berreando nervioso. La señalaba con rencor, de forma acusadora, intentando mantener una calma que hacía rato ya lo había abandonado para no volver — ¡Ya basta de mentiras!
            — ¡Nunca he querido mentirte, Jongupie, sólo…! ¡Sólo estaba confundida! — Eunhee intentó acercarse a Jongup con pasitos suaves e intimidados, pero cada paso que avanzaba la hacía retroceder dos al acercarse al núcleo del volcán en erupción que era Jongup en aquel momento — Por favor, ¡entiéndeme…!
            — ¿Que te entienda? ¿Que te entienda? — alzó las cejas, incrédulo. Parecía enfadado, pero realmente lo único que estaba era… dolido. Profundamente dolido, y con una profunda sensación de traición que lo dominaba por completo — ¿De verdad me estás pidiendo que te entienda?
            Yongguk permanecía allí, con la mirada en el suelo. Estaba, y al mismo tiempo se había ido.
            — ¿No lo recuerdas, Jongup? ¡Tú fuiste el que decidiste terminarlo todo! — afirmó con rotundidad la chica — “Es mejor que todo termine aquí.” ¿Lo recuerdas? ¡Porque yo sí lo recuerdo!
            — Cómo no recordarlo… — susurró él, agachando la cabeza y cubriéndosela con una de sus manos entre gestos de negación resignada.
            — ¿Qué pretendías que hiciese en ese momento? ¿Qué llorase y te suplicase que no me abandonaras? ¡Lo habría hecho si al menos me hubieses dado una explicación de tu decisión! Pero no me dijiste nada… Ni una sola palabra — Eunhee negó, con los ojos bañados en lágrimas — Lo rompiste todo, te diste la vuelta y te fuiste, como si nunca hubiese ocurrido nada…
            — ¿Y nunca te has parado a pensar en por qué me fui, Eunhee? — Jongup volvió a alzar la cabeza, decepcionado — ¿Quizá porque habías decidido tontear con uno de mis compañeros? — Jongup alzó la mano vagamente señalando a un Yongguk ausente y despistado — ¿Y todo lo que hice por ti, Eunhee? ¿No valió de nada? ¿Todo lo que hice por ti perdió importancia en cuanto el atractivo físico de Yongguk apareció en medio?
            — ¡Sabes que las cosas no son así…!
            — Maldita sea, ¿quién te ayudó? — Jongup había vuelto a salirse de control de forma desesperada y dolida — ¿Habrías llegado a donde estás ahora de no ser por mí? ¡No! ¿Quién se arriesgó a perderlo todo por ti? ¿Quién sacó esas estúpidas fotografías a Daehyun y Youngjae?
            Ese fue el momento en que Yongguk despertó. Giró la cabeza hacia Jongup y lo atravesó duramente con la mirada, aunque él estaba demasiado alterado como para darse cuenta.
            — ¡Lo hice todo por ti, porque me pediste que te ayudase a participar en el concurso! ¿Recuerdas lo que me dijiste, Eunhee?
            — Jongupie, yo…
            — “Me haría tanta ilusión rodar ese videoclip contigo, Jongupie” — incluso Yongguk pudo sentir el dolor que le producía al menor recitar aquellas palabras, rescatando aquel que Jongup consideraba un precioso recuerdo, ahora convertido en la más dolorosa de las pesadillas. Eunhee lo miraba con los ojos llorosos, queriendo hablar y no pudiendo — Moví cielo y Tierra por ti… ¿Quién amañó el concurso para que fuese tu sobre uno de los premiados?
            Se hizo un breve silencio.
            — Yo, Eunhee, ¡fui yo! — Jongup se mordió los labios en medio de un profundo suspiro, volviendo a cubrirse la cara con una de sus manos — Lo hice todo por ti…
            — ¡No era fácil acercarme a ti cuando tenías los ojos puestos sobre esa extranjera todo el día!
            Ambos chicos dirigieron la mirada hacia ella al mismo tiempo, sin decir nada. Eunhee se sintió observaba y analizada, pero no se arrepintió de sus palabras. Jongup la miró a los ojos por última vez e, ignorando sus llamadas y súplicas, se fue de aquella casa dando un portazo y provocando uno de los silencios más incómodos jamás vividos.
            Yongguk seguía sentado en el sillón, totalmente ausente de la realidad. Aparentaba más tranquilidad de la que realmente sentía, como si estuviese demasiado cansado como para agitarse. Se levantó del sillón, y las hebillas de sus botas tintinearon entre el silencio en el corto trayecto del salón hasta la puerta. Escuchó un último sollozo, abrió la puerta, y se fue. Y al cerrarla comenzó el llanto.

……….


            Qué silencio tan incómodo el que dominaba aquel apartamento. Youngjae había desaparecido como una bala hacia su dormitorio y allí se había quedado, encerrado, sin dar más señal de vida. Desde el salón se oía el eco suave de la televisión que Zelo veía desde el sofá, aunque vagamente le hacía caso. Permanecía ovillado en una esquina, abrazando sus propias piernas con ambos brazos, y la mirada fija en el suelo, perdida. Daehyun ni siquiera había llegado a casa al terminar la grabación, y Jongup y Yongguk aún no habían vuelto de su repentina huída a medianoche. Himchan permanecía en su cama, con la espalda apoyada contra la pared, las rodillas flexionadas y los brazos sobre ellas, mirando al frente mientras pensaba. Bueno… ¿Pensaba? Hacía que pensaba. No era exactamente pensar. Reflexionaba, más bien.
            “¿Por  qué diablos ha vuelto?” Las palabras de su hermana se repetían una y otra vez en su mente, molestas e irritantes. No quería hablar con ella, no quería verla ni sentirla cerca. Pero en el fondo, alguien tan bueno como Himchan no podía negar una explicación a sangre de su sangre. Quizá era el momento de dar el brazo a torcer.
            Escuchó la puerta de la entrada abriéndose. Yongguk había vuelto a casa.

sábado, 23 de marzo de 2013

RIRIMATO

- Autora: @askthewind 

- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol x fan, hetero


CAPÍTULO 11: LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO




Yoori no era capaz de expresar ni con gestos las ganas que tenía de cogerla de los pelos y sacarla de allí a rastro. Pero algo en su interior se dio cuenta de que aquello sería un acto demasiado primitivo y simplemente se limitó a quedarse allí de pie, mirándola con una mueca oscilante entre el asco, el desprecio y la lástima, y sintiéndose terriblemente ignorada. Ella fijaba la mirada en los chicos, sonriendo y balanceando su cuerpecito hacia los lados con cierta coquetería.
            — Te he preguntado que qué estás haciendo aquí — le espetó sin pensar, acercándose un par de pasos. Yongguk la agarró con disimulo por la cintura, impidiendo que siguiese aproximándose. La posibilidad de que Yoori se saliese de control era casi nula, pero permanecía ahí, latente, incomodándolo.
            — ¿Por qué te pones así? — le respondió, tranquila — Que tú hayas ganado no quiere decir que yo haya perdido. He quedado la segunda, por lo que puedo estar presente durante la grabación del vídeo. Aunque no participe en él.
            Yongguk se giró hacia su mánager, que le devolvió la mirada y se encogió de hombros con mueca de resignación. Yongguk no podía sino evitar pensar que aquel ambiente no era bueno, nada bueno. Sin contar a Himchan, el cual seguía recluido en su asiento varios metros alejado del grupo, y a Jongup, que ni siquiera estaba presente –cosa que Yongguk agradecía-, el líder podía sentir la molestia, el enfado y la irritación de Yoori al ver a esa chica allí. Y bastó una mirada ladina para comprender que Daehyun y Youngjae también se encontraban de todo menos cómodos. Y Zelo, con su inagotable inocencia, seguía allí en medio, intercalando miradas entre todos.
            — ¿Por qué esas caras? — Eunhee rió, mirándolos a todos — Prometo no molestar, me quedaré sentada, observando…
            La coreana se giró hacia Yoori, que la miraba con el mismo resentimiento que al descubrir su llegada. No se había movido, permanecía con el ceño extrañamente fruncido, la nariz arrugada, y los labios en una mueca de desapruebo poco disimulada. Con pasitos de cisne se acercó a la extranjera, petrificándola aún más, y deteniéndose a escasos centímetros de ella.
            — Sé que no hemos empezado bien, pero… Seamos amigas, ¿de acuerdo? — la chica se lanzó encima de Yoori antes de que esta pudiese librarse del bloqueo que le suponía sentir aquella vocecilla envenenada tan cerca de ella y la apretó contra su pequeño pecho en un tímido abrazo que dejó boquiabiertos a todos los presentes. Yongguk y Daehyun intercambiaron una mirada que no se podría describir con palabras.
            — Tenemos que seguir grabando — la voz de Yongguk surgió de la nada, haciendo que Eunhee se separase de la extranjera con una velocidad felina.
            — A mí me han ofrecido ir a ver las instalaciones, así que… ya os veré más tarde.
            Eunhee miró a Yongguk y le dedicó una tímida y dulce sonrisilla que el líder evitó, mirando disimuladamente hacia otro lado. Bastó que la chica se girase y alejase un par de metros para que Yoori hiciese lo mismo hacia el lado contrario, con pasos fuertes, nerviosos y repletos de furia.
            — No me lo puedo creer — maldecía por lo bajo, ignorando las llamadas de todos.
            — ¡Yoori, espera! — Daehyun se levantó de su asiento tras intercambiar una segunda mirada con Yongguk. Lo que no esperaba era que un agarrón en su brazo detuviese sus pasos.
            — ¿A dónde vas? — cuestionó un inseguro Youngjae.
            — ¿Tu qué crees? A hablar con ella…
            Youngjae no le discutió nada. Simplemente lo soltó y se quedó quieto mientras veía como el vocalista salía corriendo y se perdía por el pasillo de los camerinos.
            — ¿Estás bien, hyung? — Zelo se acercó a Youngjae, pero no recibió respuesta alguna durante un buen rato.
            — Claro — le respondió, escueto y desganado — ¿Hay alguna razón por la cual no debería estarlo?
            Youngjae se quedó en silencio. “Espero que no la haya.”

sábado, 26 de enero de 2013

RIRIMATO

- Autora: @askthewind 

- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol x fan, hetero




CAPÍTULO 10: UNA DOSIS DE COBARDÍA Y OTRA DE VALOR


Cogió su mano. Cogió aquella mano fría y electrizada por el bofetón que le había propinado y la mimó como si de un tesoro se tratase, cobijándola entre las propias. Permaneció como una estatua, allí, frente a ella, cuidando de su mano en silencio. Yoori veía su rostro enrojecido por el impacto, y la culpa empezaba a pesar sobre ella como una gran roca.
            Él la observaba en silencio. Simulaba que no hacía caso a sus gestos, a su flagrante sentimiento de culpabilidad, pero en realidad lo notaba. Lo notaba fuertemente, en el interior de su pecho, como un calor incómodo, una llamarada intensamente dolorosa que necesitaba sofocar.
            — Eso te pasa por tener las manos tan largas — la sensación de culpabilidad de la chica subió como la espuma al escuchar aquella voz, tan suave, tan… impropia del Yongguk que creía conocer. A pesar de las ganas de hacerlo, no alzó la vista; no se atrevía. Frunció el ceño y permaneció mirando al suelo como si aquello fuese la decisión correcta, convenciéndose a sí misma de que lo era. Pero Yongguk podía leer sus pensamientos, sin necesidad de ser adivino; tan sólo viendo el brillo de sus ojos.
            Ambos escuchaban el murmullo de la otra habitación, donde el resto del grupo parecía estar. Que hiciesen oídos sordos de todo lo que ocurriese más allá de las paredes de aquella habitación no iba a bastar para cambiar la realidad. Todo aquello había sucedido, todos estaban pagando las consecuencias por sus malos actos. Cada uno sufría de una forma diferente, en silencio.
            Yongguk sabía que aquel era el momento idóneo para hablar. Para terminar conversaciones a medias. Pero antes de ello tenía que calmar el dolor que lo estaba matando por dentro. Un dolor punzante y filoso, envenenado, incesante, cuyo antídoto era la respuesta a una simple pregunta que dudó en hacer. Aquellas palabras fueron las más difíciles que sin duda pronunció nunca, en contra de la parálisis que sus labios parecían haber adquirido como defensa propia, en contra de la sequedad de su garganta y el temblor de sus manos. Yongguk habló a pesar de que todo su cuerpo le pedía que permaneciese callado. No podía soportarlo más.         
            — ¿Algo de lo que haya podido ocurrir… ha sido en contra de tu voluntad? — habló muy lento. Su cuerpo no le dio tiempo tan siquiera a recibir una respuesta antes de que el dolor se extendiese por todos sus músculos. Más que dolor, había sido una oleada de nervios imparable que viajaba de un lado a otro de su cuerpo, haciéndolo sentir como una botella bruscamente agitada ante la impaciencia de una contestación.
            Pero Yoori no parecía dispuesta a hablar. Había escondido la cabeza, como una tortuga asustada. Yongguk no podía ver su rostro, oculto entre su gran mata de cabello lacio cayendo frente a sus ojos, pero no le hacía falta verlo para preocuparse. El murmullo del exterior se hizo mayor, e inmediatamente todo pasó a ser silencio.
            — No.
            Se esperaba esa respuesta. Lo peor de todo es que se la esperaba. Pero quizá es cierto eso de que la esperanza es lo último que se pierde y un desesperado trozo de su corazón seguía esperando una respuesta que no hiciese tan doloroso aquel tormento. Aprovechó que ella no lo miraba para cerrar los ojos y permanecer quieto, dejando que todo su dolor y su rabia explotasen en su interior como bruscos petardos, como fuegos artificiales, como peligrosas bombas nucleares sin control, como carnívoros animales que parecían devorar su corazón a grandes dentelladas.
            Yoori se sentía como una auténtica mierda. Nunca se le había dado bien mentir.
            — No tengo por qué darte explicaciones.
            — Pero vas a hacerlo — bramó Yongguk con un tono que hizo temblar el suelo bajo a sus pies. Yoori no se sintió capaz de desestimar aquella orden indirecta.
            — So-… Sólo… Ocurrió, y ya está — musitó, con un hilo de voz, después de habérselo pensado muy bien.
            — ¿Te das cuenta los problemas que puede traernos esto?
            — ¿Por qué no aprendes a separar lo profesional de lo privado, Yongguk? — Yoori estaba siendo dominada por un ataque de pánico. O quizá era sólo la vergüenza de tener que hablar sobre aquel tema con él — Esto… ¡Esto no tiene nada que ver con el grupo!
            — ¿Sabes lo que pasará si sale al exterior? — al contrario que la chica, el líder parecía saber mantener la compostura bastante bien; al menos, exteriormente. Y eso le bastaba.
            — ¿Cómo diablos va a salir al exterior? ¡Sólo lo sabéis vosotros! — con cada palabra su rostro iba adoptando un color rojizo. Se daba cuenta de lo que realmente eso significaba y no podía terminar de creérselo — ¿Por qué… Por qué iríais a decir algo que os perjudicaría?
            Yoori soltó con un nervioso tirón su mano del agarre de Yongguk y entrelazó sus dedos. Aún sentía el calor que el líder había dejado en su piel y eso sólo lo empeoraba todo. Se separó con pasos torpes, dándole la espalda e intentando no echarse a llorar allí mismo, respirando con agitación. La estaticidad del chico que permanecía detrás de ella sin hacer o decir nada la helaba por dentro. Era capaz de escuchar su respiración, nasal, lenta; falsamente tranquila.
            — ¿Por qué sigues su juego? — hablo muy lentamente, intentando calar sus palabras en la chica. Entrecerró los ojos con suavidad, analizando cada uno de sus gestos.
            — ¿Juego?
            — Él no quiere nada contigo.
            A Yoori le costó unos segundos buscarle un sentido a lo que había dicho.

jueves, 3 de enero de 2013

RIRIMATO

- Autora: @askthewind 

- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol x fan, hetero


CAPÍTULO 9: UN ERROR TRAS OTRO



En aquel momento no importaba nada que pudiese ocurrir más allá de aquellas puertas que en ese momento batían furiosas tras haber dejado pasar a la fogosa parejita, que había irrumpido tan bruscamente en la sala. Los pasos de Jongup eran torpes, pero seguros. Yoori no podía respirar entre beso y beso, pero le daba igual. Si morir bajo la falta de oxígeno en medio de un beso como lo era aquel era su destino, estaba dispuesta a aceptarlo.
            No había nadie en la habitación, y por cada segundo que pasaba Yoori sentía que el calor se iba haciendo más y más insoportable. Le costaba respirar, le costaba seguir la lujuria de Jongup. Quizá era culpa de aquel pequeño resquicio de vergüenza que asomaba cada cierto tiempo entre cada suspiro, entre cada gemido ahogado que las manos de aquel chico le obligaban a emitir. “Esto no está bien”. Jongup la tocaba y sentía como si sus dedos estuviesen haciendo brotar esas palabras en su mente; pero él veía la inseguridad en sus ojos, la besaba, y todos los datos almacenados en la mente de la chica se borraban. Tan sólo quedaba esa necesidad de más.
            — Jongup… — Yoori alzó la mirada por primera vez cuando vio como ambos se internaban en una de las duchas. Esa debía ser una especial, no era como la que había usado la vez anterior –cuando Daehyun la había acompañado-. Era más grande y no tenía una cortina en su parte delantera, sino una puerta. Apenas tuvo tiempo de pararse a observar su alrededor antes de sentir los labios de Jongup adueñándose de su cuello.
            — Si no vas a decirme lo mucho que me deseas, no digas nada — susurró sin dudar, aún degustando la suave piel de la chica. La sujetaba en peso, pero nada más entrar en la ducha la había dejado en el suelo y empujado contra una pared, pegando su espalda a ella. La tenía presa entre su pecho y los azulejos, se sentía como un auténtico depredador disfrutando de una presa sin escapatoria. Aquello era tan absurdamente excitante que no pensaba poder controlar sus impulsos primitivos por mucho tiempo más.
            — No, es que… Quiero decir, sí, pero-… ¡J-Jongup…! — era imposible intentar mantener una conversación mínimamente civilizada en aquella situación. Jongup se la comía a bocados, tocaba cada parte de su cuerpo con unas ansias animales y difíciles de resistir y apenas parecía interesado por una conversación. Para él, todo lo que debía ocurrir en aquel momento no necesitaba de la más mínima palabra, y Yoori empezaba a darse cuenta de su forma de verlas cosas — E-Esto no-
            — Yoori — la chica se sintió intimidada en aquel momento. No era miedo, era una incomodidad excitante que hacía cosquillas en sus pies y su estómago. No había oído nunca aquella voz, nadie había pronunciado su nombre de aquella forma. Aquel susurro grave y brusco podría haber partido el suelo bajo sus pies en mil pedazos, al igual que toda su propia cordura. Alzó la cabeza, y vio como Jongup acercaba su rostro al propio, dejando sus labios a la distancia justa para susurrar sobre ellos — Mírame a los ojos y dime que no quieres que esto ocurra.
            Aquello fue lo peor que Jongup pudo decirle.
            — Vamos. Mírame.
            Su corazón se encogió. Bajó la mirada como si en un instante sus ojos se hubiesen convertido en un imán que repelía los de Jongup. Miraba a todos lados menos a sus ojos, nerviosa y exaltada ante una verdad inocultable. Yoori mentía muy mal, y lo sabía; y Jongup también. Aquella falta de respuesta fue todo lo que él necesitó para sonreír. Yoori sintió con el beso que recibió bruscamente que había perdido la última oportunidad de conseguir una explicación racional ante esa situación. Dejó que el lujurioso veneno de Jongup entrase en ella, y la pasión la convirtió en su títere.
            Para Jongup, aquel último silencio fue como la prueba que necesitaba para tomárselo todo con más calma. Ahora sabía que Yoori no tenía intención de huir, de escapar de aquella situación. Podía simplemente ir al grano, conseguir lo que él quería y darle lo que ella necesitaba, pero disfrutaba con cada mueca, con cada sonido de placer que conseguía arrancar del interior de Yoori con cada pequeño gesto. Las ganas de arrancarle aquella suave blusa blanca no eran precisamente pocas, y sin embargo se tomó el tiempo de desabrochar cada botón lenta y cruelmente, sin dejar de mirarla a los ojos. Yoori era capaz de interpretar cada una de sus intenciones sin hacerle pronunciar palabra alguna. “Mírate, Yoori. Míranos. Tú la oveja, y yo el lobo. Estás ahí, sin poder moverte, lejos de poder encontrar una escapatoria antes de que te haga mía. Sé que eres consciente de que estás a mi total merced y puedo ver en tus ojos que eso no te disgusta del todo. Sé lo que quieres, pero pienso hacerte sufrir hasta el último momento, hasta que no puedas más y termines suplicándome al oído que me necesitas. No pararé hasta sentir tu piel erizada, hasta que lo único que puedas llegar a decir sea que quieres más y más. Haré que sueñes con este momento cada noche y que vuelvas a mí sin tener que decir nada cuando la necesidad de sentirme no te deje vivir. Conseguiré que te des cuenta de que me deseas a todo momento, casi tanto como yo a ti.

viernes, 28 de diciembre de 2012

RIRIMATO


- Autora: @askthewind 

- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol x fan, hetero




Capítulo 8: Rendirse no formaba parte del trato.


— Vale, ¿me lo vas a contar ya? - Jongup se hacía de rogar. Sonreía de forma misteriosa y ausente a sabiendas de que su compañero Youngjae prestaba una atención casi infantil a sus palabras, como si no quisiese perderse detalle de lo que pudiese averiguar.

— ¿El qué? — no parecía dispuesto a dar el brazo a torcer. Rió y volvió a girarse hacia la mesa de aperitivos, picoteando de aquí y de allá. No en buen momento apareció junto a ellos un sonriente Daehyun que se extrañó de ver al cerebro del grupo revoloteando alrededor del segundo maknae del grupo de aquella forma.


— ¿Me he perdido algo? — inquirió, alzando una ceja sin quitar la mirada de Youngjae.


— Yo podría hacer la misma pregunta — Youngjae miró a Jongup con cierto rencor, a pesar de seguir sonriendo. Daehyun desvió la mirada hacia el bailarín como si esperase que él mismo le explicase qué estaba sucediendo, pero éste tan sólo le respondió con una tímida sonrisa que intentó ocultar girándose de nuevo hacia la montaña de aperitivos.

Daehyun dejó escapar una carcajada repleta de sorpresa.

— Oh, esa sonrisa… ¿Qué has hecho? — el vocalista sonreía ampliamente, señalando al implicado; Jongup sonrió y se encogió de hombros; Youngjae, por su parte, intercalaba miradas entre ambos, sintiéndose apartado de la conversación.


— ¿Siempre me entero el último de las cosas o qué? — protestó el cerebro,

cruzándose de brazos. Daehyun se giró hacia él con una mirada condescendiente ante su necesidad por saber qué ocurría.

— Nuestro bailarín está coladito por alguien — canturreó Daehyun, alzando las cejas.


— ¿Entonces es verdad? — Youngjae no parecía creérselo.


— Callaos de una vez — ante las risas picarescas de sus dos compañeros, Jongup les tiró un snack a cada uno y se alejó de donde estaban hacia su camerino, escuchando el eco de sus voces durante todo el trayecto.


— ¿Cómo es posible? ¡No me lo puedo creer! — Youngjae se veía realmente

incrédulo. Exaltado de emoción, como si acabase de bajarse de una montaña rusa.

— Oye, es un ser humano. Tiene derecho a sentir, igual que los demás…


— Ya, pero, estamos hablando de Jongup… ¡Jongupie! — a Daehyun le hacía gracia la inocente sorpresa de su compañero. Se reía en silencio mientras lo observaba gesticular bruscamente, con una sonrisa en el rostro — Y no solo eso… ¡Yoori! ¿Te lo imaginas?

Daehyun no quiso evidenciar que sus ganas de reír se cortaron inmediatamente.

— ¿Yoori? — inquirió, alzando las cejas con suavidad.


— ¿No los has visto? ¡Abrazados, aquí, en mitad del pabellón! Esto es increíble…

Daehyun creía saberse toda la historia, pero en ese momento, se dio cuenta de que no conocía ni la mitad de ella.

……….


domingo, 2 de diciembre de 2012

RIRIMATO

- Autora: @askthewind 

- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol (misterio) x fan, hetero




Capítulo 7 – Después de la tormenta llega más tormenta.

Desde luego que aquella habitación no era un palacio, pero era bastante acogedora.
La pared del fondo estaba cubierta por un tocador que la ocupaba en su totalidad, lleno de espejos, luces… Desperdigados por la sala se encontraban varios armatostes para cargar perchas que a Yoori no le traían muy buenos recuerdos y, en una esquina de la habitación, un pequeño sofá que más bien parecía una cama. Era agradable. Podía sentir que pasaría en aquel lugar mucho tiempo.
— Así que… ¿Este será mi camerino? — Yoori se encogió de hombros, intentando romper el hielo con una sonrisilla amigable. Tras un rato charlando con los chicos en la habitación donde se había elegido a la ganadora del concurso, Jongup la cogió de la mano y le ofreció enseñarle su camerino. Ella, como era obvio, no se veía capaz de rechazar la invitación.
— Es acogedor.
— ¿Lo crees? — le respondió, sonriente. Se apoyó de espaldas contra el tocador y se cruzó de brazos, mirándola — Me alegro de que te guste.
La chica asintió en silencio. “¿Qué debería decir ahora?”, pensaba, frunciendo los labios con incomodidad. No podía quitarse de la cabeza que el chico que tenía delante ni siquiera la había votado para que se quedase, por lo que no podía entender tanta amabilidad de repente.
— Quiero disculparme, Yoori — le dijo de repente, casi como si pudiese adivinar lo que
estaba pensando — por lo de antes.
— ¿Qué? ¿A qué te refieres?
— Yo quería votarte a ti, pero… Youngjae me lo suplicó. Por eso aún no acabo de entender por qué dijo tu nombre al final — la miró fijamente, frunciendo el ceño — Nos hizo quedar mal para nada.
— Oh, bueno… No pasa nada. Sus razones tendrá, ¿no?
— Deja de sonreír de ese modo — le espetó él con una sonrisa tranquila — No hace falta que pongas esa mueca. Sé que sabes más que yo, no soy idiota.
Ante el silencio culpabilizador de la chica, Jongup se impulsó con suavidad para alzarse de donde estaba y caminó con una parsimonia atractiva hacia ella, sin descruzarse de brazos hasta quedarse a pocos centímetros de su posición. “¿Todos son siempre tan altos o qué pasa?”, pensaba ella sin saber si debía mirarlo a los ojos; la estaba mirando fijamente, apretando los labios y balanceándose suavemente en el sitio, como si quisiese decir algo pero
no supiese exactamente el qué.
— Realmente me alegro de que Youngjae te haya elegido — dijo, bajando la mirada tímidamente — Quiero decir… ni siquiera aunque hubiese ganado la otra chica hubiese podido dejar de pensar en ti — se encogía de hombros vagamente mientras una oleada de palabras torpes salían de su boca — No, quiero decir… Me gusta que estés aquí con nosotros, eres especial, así que… — Emuló una mueca de shock cuando se dio cuenta de lo que estaba diciendo. Su intento apurado por retractarse era incluso dulce — ¡No, es que…!
Jongup detuvo sus intentos por disculparse cuando escuchó una risa siseante que escapó de repente de entre los labios de Yoori, y que intentó ocultar cubriéndoselos con una de sus manos. Permaneció en el sitio mirándolo a los ojos y temblando con suavidad por culpa de la risita tonta que intentaba ocultar. Jongup suspiró, avergonzado.
— ¿De qué te ríes?
— De ti, ¿no es obvio? — le espetó con tranquilidad, sin quitar la mano — No sabía que eras tan mono cuando te ponías nervioso…

— ¡Yah!
Jongup la agarró por la cintura antes de que ella pudiese pensar en escapar, y ambos empezaron un juego repleto de risas y cosquillas por toda la habitación. Yoori luchaba por liberarse de aquel agarre; Jongup, sin soltarla ni un momento, permanecía con aquel aire risueño y juguetón que no permitía a la chica dejar de reír. En medio de una huída repentina, Jongup sufrió un tropezón con su propio pie y, con un grito torpe y gracioso, se llevó a rastro a
la chica en una caída fortuita que los sentó a ambos de golpe en aquel extraño sofá-cama. El eco de ambas risas, que fue menguando lentamente, no les permitió darse cuenta hasta varios segundos más tarde de la postura en que ambos se encontraban. Yoori mantenía las manos pegadas a su pecho mientras que él la rodeaba por la cintura con ambos brazos, sentándola fijamente sobre su regazo; como un Papá Noel que escucha pacientemente la petición de uno de sus niños, pero con un grado más intimo de lo que se podría considerar en esa situación.
Yoori no podía levantarse, y tampoco veía en aquel chico intenciones de dejar que lo hiciese.
— Suéltame ya — le ordenó, con una sonrisa, revolviéndose sobre su cuerpo.
— ¿Las palabras mágicas?
— O te mato, inútil — Yoori se encogió cuando sintió unas inesperadas cosquillas en su cintura después de aquel comentario — ¡Para, para…!
— ¿Las palabras mágicas? — repitió Jongup, riendo.
— ¡Por favor, por favor!
Pareció satisfecho con aquella súplica. Poco a poco las cosquillas fueron disminuyendo y Yoori pudo volver a respirar con tranquilidad. Por un momento incluso olvidó con quién estaba y en qué situación, y se permitió el lujo de dejarse caer suavemente contra su pecho con los ojos cerrados, la respiración agitada y una sonrisa que no podía ocultar. En medio de las carcajadas de la chica, alzó una mano y le retiró con suavidad hacia un lado un mechón de pelo que caía despeinado por su rostro; Yoori dejó de reír inmediatamente cuando se dio cuenta de cómo la estaba mirando.
— ¿Qué ocurre? — preguntó, alzando las manos y peinándose suavemente, en un gesto inconscientemente coqueto.
Jongup se encogió de hombros y negó, sin dejar de sonreír.
— Nada.
“Este es un buen momento para salir de aquí”. Yoori dejó escapar una suave risa antes de impulsarse y ponerse de pie con disimulo, centrándose en alisarse y colocarse la ropa para no prestar atención a la mirada que sentía a sus espaldas. Por desgracia, a pesar de sus intentos por abandonar aquella habitación, el destino quiso mantenerla allí. Le bastó con sentir un ruido a sus espaldas para girarse instintivamente y ver que Jongup se estaba acercando a
ella, sin intención de detenerse a pesar de ver cómo se giraba. Todo pasó demasiado rápido.
Los pies de Yoori se movieron instintivamente hacia atrás, intentando aumentar la distancia entre ambos, intento que terminó frustrado por culpa del pequeño mueble contra el que chocó de espaldas cuando alcanzó la pared, momento justo que el cantante aprovechó para acercarse a ella e impedirle la huída por cualquier lugar antes posible. Yoori estaba ligeramente reclinada hacia atrás en el mueble, sintiendo como el peso del cuerpo de Jongup iba presionando cada vez más su abdomen y su pecho. Los musculosos brazos del chico, colocados uno a cada lado de su cuerpo, le impedían moverse más allá del hueco que quedaba entre ambos. Una vez Jongup se vio satisfecho con la cercanía entre ellos, sonrió, sin moverse. Ambos estaban en aquella pose extraña y casi acrobática que a él no parecía molestarle, de hecho, el rostro encendido de la chica lo embelesaba.
— Yoori… No puedo más — por su tono de voz… realmente estaba diciendo la verdad, sin entrar en detalles en cuanto a lo que se refería. Sentía que la estaba devorando con aquellos ojos rasgados tan expresivos que la postura no le permitía esquivar — Deja de esquivarme. Mírame.
— ¿Por qué? — respondió, con la voz entrecortada, sin saber qué hacer. Lo peor de todo era que aquella situación se escapaba de tal forma de su límite de entendimiento que se sentía al borde de un vergonzoso ataque de risa. Jongup no quiso responderle, simplemente la obligó a cumplir sus órdenes. Antes de que pudiese seguir hablando, la cálida mano del chico cubrió una de sus mejillas y la obligó a mirarlo directamente, cortándole la respiración — J-
Jong-

jueves, 4 de octubre de 2012

RIRIMATO

- Autora: @askthewind 

- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol (misterio) x fan, hetero 


CAPÍTULO 5: UNA RAZÓN PARA CONTINUAR



Tranquilízate, hyung, esto… ¡Hyung! — Zelo no era capaz de controlar los nervios de su líder. Yongguk caminaba de un lado a otro en el servicio de la planta baja, haciendo resonar sus pasos furiosos por el suelo de azulejo de la habitación. Su respiración se mezclaba con el suave vibrar el conducto de ventilación, violenta e irritada.
            Tras pasearse los servicios de un lado a otro decenas de veces, se apoyó en la barrera de lavabos con ambos brazos y agachó la cabeza, suspirando lentamente, de forma pausada y casi atemorizante. Zelo lamentó al instante haberle hablado de ese modo.
            — Cállate — la voz de Yongguk sonó débil, cansada; no alzó la cabeza ni se movió de su postura inicial cuando dejó salir aquel susurro frágil y desesperado. El maknae podía notar el dolor en la falta de ánimo de Yongguk, la inapetencia, la desgana de pelea o discusión en todas sus formas. Dejó escapar un suspiro tan profundo que incluso eclipsó el sonido del conducto del aire.
            — Hyung… Voy a buscar algo para que te tranquilices, ¿de acuerdo? — Zelo no recibió respuesta alguna. Esbozó una mueca de inseguridad — Espérame aquí.
            El maknae salió del lugar dejando a Yongguk sólo con su rabia y su decepción. Permaneció quieto, inmerso en su mundo, de forma que todo el ruido de su alrededor terminó por desaparecer y el volumen de sus pensamientos creció de forma desmesurada. Se podía oír a sí mismo preguntándose por qué, por qué todo había salido de ese modo. Y pensar que la idea del concurso… había sido suya. Ese maldito concurso lo había estropeado todo.
            “Podríamos estar grabando ya sin problemas. Saliendo a las cuatro de la mañana como de costumbre, llegar a casa y dormir hasta que sale el sol. Despertar y seguir grabando sin más preocupaciones que la de salir atractivo en la pantalla. Nunca habrían existido los proyectiles de café, ni las ensaladillas humanas. No habría llantos ni problemas, ni tantas discusiones. Al final será cierto… y toda la culpa ha sido mía.
            Podría haber seguido con su martirio personal, pero una voz le llamó la atención.

……….


            Yoori se limpiaba tímidamente, entre sollozos, intentando evitar la mirada de Youngjae, que permanecía apoyado en la barra de lavabos del servicio de mujeres de espaldas a los espejos, de brazos cruzados y con los ojos cerrados. El silencio se hacía realmente incómodo. Yoori nunca pensó que aquel chico llegaría arrastrarla de aquel modo a los servicios de señoras de la planta baja y que la obligaría a arreglarse un poco. “No pensarás mostrarte así ante los demás”, le había dicho, molesto.
            — Gracias — murmuró de repente, rompiendo bruscamente el silencio, mientras se arrancaba una espina de pescado del pelo — Por… enseñarme el camino a los baños.
            — No fue nada.
            La situación era demasiado tensa.
            — Yoori.
            — ¿M-Mmm?
            La chica desvió la mirada hacia él, viendo como echaba la cabeza hacia atrás sin abrir los ojos y se cubría la cara con una de sus manos después de exhalar un profundo suspiro nasal, pesado y lento. Yoori sentía por alguna razón que aquella mueca no podía augurar nada nuevo.
            — ¿Por qué has venido?
            — Pues-
            — Era una pregunta retórica. Ya sé a qué has venido — Youngjae parecía nervioso, ni él mismo se entendía — Pero no deberías estar aquí. Pensaba que habías renunciado.
            — He… venido a negociar mi renuncia.
            — ¿Negociar?
            — Me he dado cuenta de que ha sido una solución… precipitada. No… No quiero abandonar — a pesar del aún presente temblor en sus piernas, parecía segura.
            Youngjae la miró en silencio.
            — Yoori… No quería llegar a este punto. No contigo. Te aprecio — el chico empezó a acercarse a ella, obligándola a retroceder varios pasos hacia atrás inconscientemente. Su mueca de estupor parecía pasar desapercibida ante la mirada fija y vacía de Youngjae, segura ante todo. La espalda de Yoori chocó contra la pared bruscamente, y fue entonces cuando pudo empezar a notar como disminuía el espacio entre ambos, el aire. Disminuían sus posibilidades y oportunidades de escapar por cada paso que avanzaba, aunque realmente sus piernas tampoco le dejaban moverse. “Estoy jodida”, pensaba, sintiéndose sonrojada.
            Youngjae detuvo sus pasos una vez que el espacio entre ambos se redujo a cero. La chica podía sentir la hebilla de su pantalón rozando su cintura, la presión de ambos abdómenes, el uno contra el otro. Su aliento cálido y lento empezó a aproximarse cuando éste se agachó a su altura, colocando uno de sus brazos en la pared, a uno de los lados de su cabeza. “Muy cerca, muy cerca”, Yoori quería irse de allí. “Cabrón, demasiado cerca…
            — Vete, Yoori. Abandona. No voy a permitir que ganes este concurso.
            Todo el calor que Youngjae había conseguido hacer subir desde sus pies hasta sus mejillas con aquel acercamiento repentino se convirtió instantáneamente en un frío congelador que la heló, de la cabeza a los pies. Se sintió como un cubito de hielo partiéndose en mil pedazos al estallarse de bruces contra el suelo. Todo lo que pudo hacer fue alzar la mirada y fijarla en él, encogida con suavidad, pues sentía que en cualquier momento sus rostros se rozarían de lo cerca que estaban.
            No había llegado a entender del todo las palabras del cantante.
            — ¿Pe… Perdón? — susurró, vergonzosa, con la voz entrecortada.
            — Yoori… No puedes ganar este concurso. No. Se acabó. Esto se me está yendo de las manos — Youngjae cerró los ojos con apuro. Cuanto más veía sus muecas y reacciones, más se convencía Yoori de que estaba hablando en serio, y, consecuentemente, más miedo le daba lo que pudiese salir de aquella conversación — No… No puedes. No.
            — Youngjae… ¿Qué te pasa?
            — ¡No me pasa nada! ¡Me pasa que estás aquí, y no deberías estar! — Yoori pegó un brinco por culpa de aquel repentino berrido que el cantante dejó escapar junto con un golpe con el brazo al lado de su cabeza en plena pared, haciendo retumbar un eco bruto y vacío junto a su oreja. Una vez más tranquilo, suspiró — Vete. ¡Vete!
            — ¡Déjate de gritos y cuéntame qué es lo que ocurre!
            La chica ya no podía ver ni siquiera el lado bueno de la postura en la que ambos se encontraban, tan cerca. Se había enderezado sin miedo y había fruncido el ceño con la mirada bien fija en los ojos de Youngjae, obligándolo a alzarse y a empezar a pasear por el servicio de señoras como si le faltara espacio. Terminó quedándose quieto de espaldas a ella, suspirando nervioso.
            — No quiero que te ocurra nada más, Yoori.
            — No dejaré que me ocurra nada más.
            — Deja de halar de lo que no sabes.
            — ¿Qué es lo que no sé?
            — ¡Todo!
            — ¡Cuéntamelo de una maldita vez!
            — ¿Qué quieres que te cuente, eh? ¡¿Qué es lo que quieres?! — se veía que el chico era incapaz de mantener la calma durante aquella discusión. Se notaba al borde del colapso.
            — ¡¿Tú qué crees?! — aunque ella tampoco se quedaba atrás — ¡Que me expliques a qué viene todo esto!
            — ¡Intento ayudarte!
            — ¿Ayudarme? ¡¿Ayudarme a qué?!
            — ¡A alejarte de Eunhee, maldita sea! ¡¿No te das cuenta de que volverá a por ti?!
            Yoori entreabrió los labios con mala cara para contestarle pero entonces una duda inquietante punzó su nervio más sensible.
            “No recuerdo haberle contado a Youngjae nada sobre esa víbora.
            Y Youngjae también pareció entender al instante la mueca que se le quedó a Yoori tras pensar detenidamente en ese hecho.
            — ¿Cómo lo…? — susurró la chica, mirándolo fijamente, como un polígrafo humano.
            Youngjae frunció los labios y volvió a girarse de espaldas a ella. Blasfemaba por lo bajo sin quitarse una de las manos de la cara, ignorando ahora el hecho de que la lógica de Yoori había comenzado a funcionar. O realmente, eso intentaba. La chica pensaba y pensaba pero no era capaz de encontrar ese dato que le hacía falta para encontrar sentido a todo el embrollo. Pero entonces lo vio. Claro, conciso. Una chispa brotó en su interior y el mundo se le vino encima. Todo coincidía.
            — Fuiste tú… — el eco del susurro suave e incrédulo que dejó escapar resonó en el servicio vacío. Yoori alzó una de sus manos con suavidad y dejó que su índice señalase culpabilizador al cantante, sin un ápice de reparo. No podía creérselo. Se negaba a pensar que todo lo que su mente había conectado tenía sentido. Se sentía… traicionada — Tú le pasaste a ese bicho toda la información que quiso sobre mí… — La mirada de Yoori se perdió en el suelo, pensativa, mientras conectaba todas sus pistas — Mi dirección, mis redes sociales, mi teléfono móvil… Incluso podría saber todas las veces que me disponía a visitaros…
            Yoori alzó la cabeza, mirando a la espalda quieta y estática de Youngjae. Quería llorar pero las lágrimas no le salían.
            — Fuiste tú…

……….


            Casi sin darse cuenta, Daehyun se había quedado solo junto a la furgoneta, estático, aún incrédulo sobre lo que había visto hacía escasa media hora antes. Himchan y Jongup aparecieron al poco rato con Eunhee, sorprendidos ante la soledad que rodeaba a su compañero.
            — ¿Y los demás? — preguntó el visual del grupo, mirando a todos lados.
            Daehyun tardó en reaccionar ante las palabras de su compañero. Alzó la mirada con un aire perdido y se encogió de hombros sin palabras, sembrando la desconfianza en Himchan.
            — No lo sé — se limitó a decir.
            Minutos más tarde, las voces de Zelo y Yongguk empezaron a sonar a lo lejos, acercándose cada vez más. El maknae del grupo revoloteaba alrededor de su líder con una taza de infusión humeante en las manos, siendo totalmente ignorado por el mayor, que caminaba erguido y estático hacia el resto del grupo, como si realmente no estuviese sintiendo la presencia de Zelo alrededor de él.
            — Vamos, tómate esto, hyung, estás nervioso. ¿Hyung?
            — ¿Ya le habéis enseñado la sala de material? — Yongguk se giró hacia Jongup.
            — ¡Iah, hyung!
            Jongup desvió la mirada disimuladamente hacia Zelo, aguantándose una risilla de compasión.
            — Sí, aunque con tanta gente de un lado para otro ha sido difícil — le respondió.
            — Deberíamos irnos ya — Himchan alzó una de sus manos para ver su reloj de plata — ¿Dónde se ha metido Youngjae?
            Daehyun sintió una molestia opresora en el interior de su pecho, una punzada de dolor que duró una milésima de segundo pero que perduró en su cuerpo incluso cuando los demás siguieron hablando, ajenos a su sentimiento oculto.
            — No lo he visto por ningún lado. Y eso que me he paseado el edificio entero — Zelo se encogió de hombros, sujetando la taza humeante de infusión entre sus manos. Sin decir nada, Yongguk estiró la mano y cogió el asa de la taza, arrebatándosela sin tan siquiera girarse a mirarlo, y le dio un sorbo a su contenido. Se mantenía serio y relajado. Al menos, aparentemente.
            — Iré a buscarlo — dictó.
            — No, iré yo — Daehyun impulsó su espalda, dejando de apoyarse en la furgoneta, y se aproximó varios pasos al líder, con seguridad.
            — ¿Por qué? — inquirió, curioso.
            — ¿Y por qué no?
            Yongguk entrecerró los ojos, sospechoso.
            — ¿De qué habláis?
            Todos se giraron de repente ante aquella voz, viendo aparecer a Youngjae, tranquilo, que detuvo sus pasos al quedarse entre Zelo y Himchan.
            — ¿Dónde te habías metido? — el visual le dio un golpe suave en un brazo, bromeando.
            — Perdón, perdón. No me encontraba muy bien — le respondió, sonriendo.
            — ¿A dónde has ido?
            Youngjae se giró hacia la voz sin pensar, viendo la mueca de un serio Daehyun que para los demás podía simular igual de frío que de costumbre, pero que él podía sentir como un polígrafo que, dijese lo que dijese, detectaría su mentira. Dejó de mirarlo directamente, alzó una de sus manos y se rascó el cabello con parsimonia, menguando su sonrisa.
            — A por mis pastillas para el dolor de cabeza, no lo soportaba.
            — …Ya veo.
            “¿Qué diablos le pasa?” Daehyun se había quedado en silencio después de aquella conversación, oyendo el eco lejano de la animada charla del resto de sus compañeros con aquella chica, como si aquella contestación hubiese sido totalmente creíble. “¿Y qué les pasa a los demás?” Sus orbes castaños se desviaban disimuladamente hacia sus compañeros, uno a uno. Himchan, Zelo, Yongguk. Todos parecían conformes con aquella excusa que a él le ponía la piel de gallina. “Es cierto.” Sin embargo, él no podía dejar de darle vueltas a las cosas. “Ellos no lo saben. No la han visto llegar.” Youngjae se veía increíblemente tranquilo. Tan relajado, tan sonriente. Como si nada hubiese pasado.
            “Y si ha entrado acompañado… ¿Por qué ha salido sólo?

            Yongguk observaba a todos sus compañeros charlando con tranquilidad. A veces desviaba la mirada hacia Eunhee, a quien pillaba mirándolo con disimulo, pero siempre sonreía y seguía charlando con timidez, desviando la mirada. La veía tranquila. Tan tranquila que le daban ganas de escupirle.
            “No pienso ensuciar a B.A.P. con eso.
            — ¿Yongguk? ¿A dónde vas?
            El líder ignoró el grito de Himchan. Simplemente siguió corriendo y se perdió en el interior de aquel estudio otra vez.

…………

            Con una cierta inquietud, el líder empezó a mirar a todos lados, ignorando el revuelo del edificio. “Tiene que estar por aquí”, pensaba, incesante. “De haber salido la habríamos visto.”
            Yongguk se recorrió el edificio de arriba abajo, literalmente. No se dejó una sola habitación por revisar, ni una sola esquina por escudriñar. Y sin embargo, el resultado de su búsqueda desesperada había sido tan tristemente negativo que tenía ganas de golpearse a sí mismo. Ni una sola pista, ni un rastro de aquella chica.
            — ¿Dónde se habrá metido? — suspiró, susurrándose a sí mismo, agotado.
            “Quizá debería seguir el rastro de la desgracia”. Aquel pensamiento se le antojó curioso e inevitable en su mente. A fin de cuentas, el líder mantenía a aquella chica como una diosa de la mala fortuna. “Qué tontería.” En aquella situación no veía mal un poco de humor, y aquel comentario había bastado para hacerle reunir fuerzas de nuevo para empezar a buscar. Se dio la vuelta para rastrear la zona de camerinos pero, apenas anduvo un par de pasos, un gran estruendo y una hilera de voces estridentes y horrorizadas llamaron su atención.
            — ¡Que no escape, maldita sea, que no escape!
            — ¡¿Quién ha sido?!
            — ¡No lo sé, se ha ido corriendo!
            — ¡Dios Santo, el equipo! ¡El director nos va a comer vivos!
            No puede ser”, pensó Yongguk. Casi sin pensarlo, sus pies empezaron a correr en aquella dirección. Nada más cruzar la curva del pasillo pudo ver a uno de los ayudantes de equipo tirado en el suelo, con un par de grandes cámaras de grabación a su lado, desperdigadas por la moqueta roja en cientos de pedazos; los cristales rotos de los objetivos reflectaban la luz del techo, casi cegadora. Un carro metálico había volcado, y por el suelo se desperdigaban pantallas, cámaras, focos rotos y materiales varios que realmente podrían valer una fortuna. Múltiples miembros del staff se aglomeraban alrededor de aquel pobre hombre, murmurando nerviosos.
            — ¿Qué ha pasado? — Yongguk se acercó, con una mueca de horror que realmente haría dudar a cualquiera sobre si realmente quería saber sobre lo ocurrido o no.
            — ¡El equipo, el equipo! ¡Alguien se ha cargado el equipo! — uno de los ayudantes parecía histérico.
            — ¿Quién ha sido?
            — ¡No lo sé, y más le vale que siga sin saberlo…! ¡Se escapó corriendo!
            El hombre empezó a maldecir a gritos. Yongguk se acercó al hombre que estaba tirado en el suelo, haciéndose un sitio por entre todos los que intentaban ayudarlo.
            — ¿Qué ha pasado? — repitió, mirándolo fijamente.
            — No… No lo sé — tartamudeó el hombre, con una mano sobre su cabeza, dolorido — Esa… Esa chica — se mantenía con los ojos entrecerrados, adolorido por las luces del techo que impactaban directamente en sus pupilas — Yo… sólo quería ayudarla. Parecía nerviosa. Entonces me… resbalé.
            — ¿Te resbalaste?
            El hombre suspiró, apesadumbrado.
            — No… No vas a creerme. Un huevo. Me resbalé con un huevo crudo. Estaba tirado en el suelo, a varios pasos de esa chica. Se había sentado en medio del pasillo, y…
            Yongguk no le dio tiempo a terminar. Se impulsó con rapidez y echó a correr por el pasillo, incrédulo ante lo que acababa de oír. “Ha vuelto a hacerlo.” La sangre le hervía. Podía ver en su mente el recuerdo de la mueca sonriente y tímida de aquella víbora a pesar de todo lo que había hecho.
            Empezó a observar por todas las habitaciones que quedaban en aquella planta. Su lógica determinó que si aquel gran carro con material había volcado en mitad del pasillo, ella habría sido incapaz de huir en esa dirección, por lo que habría tenido que correr en dirección contraria. “Y este pasillo es un callejón sin salida.”, dictó el líder. Podía ver dos hileras de puertas a ambos lados del corredor. Tenía que estar en alguna de ellas.
            Pero los camerinos estaban vacíos. Las salas de vestuario tan sólo albergaban montones de ropa usada y por estrenar, esperando a algún photoshoot o al comienzo de la grabación. Sólo le quedaban cuatro puertas por inspeccionar. La sala de material, la sala de prácticas y los servicios de la planta. Empezaba a perder la esperanza. “Quizá y sí que fue capaz de escapar en la otra dirección…”
            Yongguk no se podía creer que estuviese a punto de hacer lo que tenía en mente. Desvió con disimulo la mirada hacia el cúmulo de personas del final del pasillo que levemente iba menguando, y de una zancada rápida se introdujo en el servicio de mujeres, rezando porque estuviese vacío. Sudaba sólo de pensar que podría no estarlo. Abrió la puerta y, efectivamente, el silencio se apoderó de la habitación. Tan sólo se oía el aire reverberando y el eco del ruido exterior del pasillo, ahora lejano. Yongguk sentía el eco del ruido de sus mocasines dos veces más fuerte de lo normal. Tenía que estar allí.
            — ¿Yo…-?
            No le dio tiempo a preguntar. ¿Cómo se podía definir ese sentimiento, esa sensación que siempre nace en el interior de uno mismo cuando siente que está en peligro? Reflejos, quizá. Sentirse alerta, como si se tratase de una presa a punto de ser capturada. Sin perder ni un segundo, se giró hacia atrás, momento en que vio salir a alguien de detrás de la puerta. Apenas tuvo tiempo para alzar los brazos y detener un golpe que probablemente lo habría dejado K.O. en un segundo.
            — ¡¿P-Pero que…?
            — ¡¡D-Dejadme, dejadme!! — Yoori empezó a gritar desesperadamente, con los ojos cerrados y zarandeando un bote de ambientador metálico –y probablemente bastante contundente- en alto, amenazando con golpear a Yongguk si no se apartaba de su camino — ¡¡Ha sido un accidente, y-yo sólo quería…-!!
            — ¡O-Oye, estate quieta! ¡Soy yo, soy yo! ¡¿Qué diablos haces?! — Yongguk no sabía qué hacer para hacerse notar. Aquel ataque lo tomó totalmente por sorpresa. Retrocedía sobre sus propios pasos de forma torpe intentando agarrar las manos de la chica para arrebatarle aquel objeto de las manos antes de que hiciese algo de lo que pudiese arrepentirse más tarde.
            — ¡S-Sólo quería marcharme, sólo quería marcharme! — ella no parecía estar haciéndole caso. Gritaba de forma desesperada, zarandeando aquel bote en alto, sin dejar de exculparse ni un segundo — ¡Nunca quise romper na-…!
            Pero la broma se le estaba haciendo muy larga a Yongguk. Una vez que por fin entendió la situación, dejó de dar manotazos al aire y esperó a poder capturar realmente las muñecas de la chica con sus manos, bloqueando sus dos brazos, arrebatándole finalmente aquella arma y consiguiendo que abriese los ojos; ambos se quedaron en silencio, mirándose mutuamente tras aquel incómodo momento. Respiraban de forma agitada, sin saber exactamente qué decir. Al menos, ella no sabía que decir.
            — ¡¿Intentabas matarme?! — Yongguk parecía ofendido.
            — ¡¿Q-Quien te manda entrar sin avisar?! — Yoori se defendía como podía, intentando soltarse del agarre del chico — O mejor dicho, ¡¿quién te manda entrar aquí?!
            — ¡Te estaba buscando! ¡Cállate, te van a oír! — Yongguk podía sentir el eco de aquella habitación y definitivamente la chica estaba gritando mucho. Y no era capaz de sosegarla. Ambos forcejeaban tontamente, entre gritos ahogados, hasta que nos pasos los hicieron guardar silencio. Yoori se giró hacia la puerta instantáneamente, esbozando una mueca de desesperación y la intención de gritar de forma escandalosa, una intención que Yongguk pudo ver y prevenir antes de que fuese demasiado tarde. “Ya están aquí”, susurró, nervioso, cuando sintió las voces de los miembros del equipo aproximándose a los servicios. “Mierda, mierda, mierda”.
            — Me van a matar, me van a matar — sollozaba tímidamente Yoori, aún forcejeando con Yongguk — ¡Suéltame, capullo, tengo que irme de aquí!
            — ¡No hay salida, mocosa! ¡Cállate!
            Viendo que no era capaz de hacerla callar, Yongguk la giró y la puso de espaldas a él, pegando la espalda de la chica a su propio cuerpo, la agarró con uno de sus brazos por la cintura para evitar que se alejase y con el otro le tapó la boca, impidiendo más gritos desesperados. Con un suave impulso la sostuvo en peso, momento en que la chica empezó a patalear tontamente en el aire buscando la libertad, y Yongguk aprovechó para caminar de espaldas hacia uno de los servicios que tenía tras él y cuya puerta abierta parecía llamarlo para servir de escondite perfecto. Justo cuando entró en él y cerró la puerta tras de sí, los miembros del equipo invadieron el servicio vacío, mirando a todos lados con curiosidad.
            — Que extraño. Pensaba que había escuchado voces.
            — Habrán sido los nervios del momento — inquirió otro, adentrándose en el servicio. Yongguk permanecía quieto en el interior de aquel pequeño cubículo, sujetando férreamente a la chica contra su cuerpo y tapándole la boca con fuerza. Ella giraba el rostro hacia atrás a veces y podía ver la mueca del líder de “si dices una palabra te arranco las cuerdas vocales”, aunque era más una súplica que una orden. Quizá era su mirada, quizá su aura atemorizante, o quizá era sentir el palpitar rápido y tembloroso de aquel hombre en su espalda, tan pegado a su cuerpo que casi lo sentía como un miedo propio… No sabía exactamente qué era, pero no se sentía capaz de gritar. Ambos siguieron mirándose fijamente entre respiraciones agitadas, sintiendo los pasos lentos y rastreadores de aquel ayudante que pasaron por delante de la puerta cerrada en varias veces, sembrando una semilla de intranquilidad a ambos — Aquí no hay nadie.
            — Supongo que no. Pues mejor vámonos, antes de que venga alguien de verdad.
            — No me importaría ver a alguien aquí.
            — Estúpido cerdo. Vámonos.
            Yongguk pudo sentir como los pasos se iban debilitando, junto con las risas de ambos compañeros de trabajo. Ninguno de los dos rompió el silencio que volvió a reinar en aquel pequeño cubículo en el que permanecían encerrados. Sin darse cuenta, se habían quedado mirándose fijamente en aquella extraña postura, pegados el uno al otro. Aunque el peligro ya había pasado, Yoori podía sentir el pecho de Yongguk moviéndose frenéticamente contra su espalda, debido a su respiración agitada, rítmico, fuerte. Su corazón seguía latiendo con fuerza y ninguno había apartado por un solo segundo la mirada de los ojos del otro. Yoori pestañeaba tímidamente. Aún sentía el agarre en su cintura, férreo y consistente, al igual que aquella mano que le impedía emular sonido alguno. Aunque realmente, en aquella situación, no habría sido capaz de mediar palabra incluso si Yongguk se lo hubiese permitido.
            — Suéltame — palabreó torpemente Yoori contra la mano del líder, sin moverse. Éste tardó un rato en reaccionar, dejándola libre al instante con movimientos torpes y apurados. La chica se separó de él, pero poco podía hacer en aquel espacio tan reducido. Ambos permanecían unidos aún sin querer, y el nerviosismo que cargaba el ambiente lo estaba inclinando todo hacia un nivel más torpe que nervioso.
            Los dos empezaron a pelearse tontamente para abrir la puerta y salir de aquel servicio, pero el espacio reducido no ayudaba a que la tarea fuese sencilla. Tras un forcejeo torpe ambos salieron a presión de aquel cubículo, dándose la espalda y sacudiéndose las ropas en silencio como si temiesen haber cogido un virus del otro por culpa de tan largo período de proximidad.
            — Ha faltado poco — susurró Yongguk de repente, alzando un brazo y revolviéndose el pelo con nerviosismo. Yoori no dijo nada. Permaneció de espaldas a él, abrazándose a sí misma y rezando para que aquella situación terminase pronto.
            — Siempre que te cruzas en mi camino me meto en problemas.
            — ¡¡Y tú eres la que dice eso!! — Yongguk estalló en rabia incrédula ante aquel comentario. Tan sólo veía la melena negra de Yoori, no podía ver la mueca que había esbozado la chica en aquel momento. “Igual me he pasado”, pensaba — ¡Me juego el pellejo por ayudarte y soy yo el que te mete en problemas!
            — Vale, lo… Lo siento.
            Yongguk se cubrió la cara con una de sus manos, suspiró profundamente y esperó a tranquilizarse antes de volver a mediar palabra. La chica ni se movía ni parecía tener la intención de moverse a no ser que la obligasen.
            — Da igual. Vámonos de aquí, no quiero más problemas — Yongguk empezó a caminar con paso apurado hacia el pasillo, ignorando la mirada de terror que la chica le dirigió instantáneamente al seguir sus pasos.
            — ¿Qué? ¿Qué? ¡No! ¡Oye! — Yoori lo persiguió y lo agarró por un brazo, reteniéndolo junto a la puerta sin dejarlo marchar. Lo miró con unos ojos de súplica que eran menos atemorizantes de lo que ella pretendía — No pensarás dejarme aquí sola, ¿no?
            — ¿Sola? Claro que no. Vamos fuera, los demás querrán verte también.
            — ¿Estás loco? — parecía nerviosa — ¡Si salgo ahí fuera esos energúmenos me atarán a una hoguera y bailarán la danza de la tortura alrededor de mí!
            Yongguk podía ver que la chica no fingía el pánico que sentía. Suspiró pesadamente, desviando la mirada de su rostro. No podía aguantar aquella mirada de cachorrito asustado.
            — ¿Y qué hacemos? Están por todo el pasillo.
            — Yo… Yo que sé. Piensa tú, eres el inteligente, al fin y al cabo.
            “Lo soy cuando te interesa”, pensaba Yongguk mirándola de reojo.
            Ambos se quedaron en silencio, pensativos. Yongguk, que estaba más próximo a la puerta que daba al pasillo, pudo sentir la voz de uno de los ayudantes de equipo que gritaba a todos sus demás compañeros.
            — ¡Recoged de una vez todo el material, no tenemos todo el día!
            Y entonces una chispa brotó en su interior. Miró rápidamente hacia Yoori, que sintió un frío de horror con aquella mirada que no auguraba nada bueno. Tenía un mal presentimiento; lo siguiente a mal presentimiento.

            — ¡¿Estás loco?!
            Yongguk consiguió deslizarse junto a Yoori hacia la sala de material, cuya puerta estaba entreabierta justo enfrente de los servicios de señoras. Muchas estanterías estaban ya vacías, teniendo en cuenta que la mayoría del equipo había sido trasladado, pero aún quedaban unas cuantas cajas repletas de cámaras y focos gigantes desperdigados por toda la sala. Una gran caja de cartón duro reposaba en el suelo, brillando con luz propia entre toda la oscuridad y augurando una esperanza en cuando a la necesidad de sacar a Yoori de allí sin ser vista. Yongguk creía que era una buena idea. Una muy buena idea.
            — No pienso meterme ahí — aunque para ella no parecía tan buena, quizá.
            — ¿Por qué no?
            — ¡¿Por qué iba a hacerlo?! ¡Es imposible que cuele!
            — No lo sabrás hasta que lo intentes.
            — ¿Quieres ofrecerme a los lobos como si fuese un cebo? Eres patético, Bang Yongguk — parecía ofendida.
            — Mira una cosa, señorita, si esto sale mal yo seré el que salga peor parado así que cierra la boca y entra en esa caja — el líder podría simplemente haber dicho “Sólo quiero ayudarte”, pero algo así le pareció más adecuado para él — Vamos, vamos — Yongguk se colocó detrás de la chica y empezó a empujarla hacia la caja, soportando sus quejas y sus berrinches incoherentes, sin dejar de animarla para hacerlo. A Yoori no le quedaban muchas más opciones que hacerle caso, pues tampoco era como que le dejase espacio para huir o negarse. Antes de darse cuenta estaba encogida fetalmente en una caja de cartón, tapándose el rostro vagamente para evitar que Yongguk la viese en aquel estado tan… realmente patético. Aquella situación era idiota. “No había apuntado en mi agenda de viaje esto de esconderme en una caja de cartón”, pensaba Yoori, lastimera.
            — ¿Cómo… piensas sacarme de aquí? — preguntó la chica, nerviosa.
            — Con eso — Yongguk señaló hacia atrás. Un gran carro metálico permanecía a un lado de la sala. Atrajo el carro hasta la caja y con un impulso rápido subió a Yoori sobre el pequeño transporte. El carro parecía uno de esos carritos del desayuno pero a gran escala. Al líder le bastó con cerrar la caja vagamente –abriendo unos cuantos agujeros en ella para que le entrase el aire a la chica- y salir de la sala arrastrando el armatoste como quien pasea a un perrito; sólo que esa vez pesaba un poco más.
            “No estoy haciendo nada malo. No estoy haciendo nada malo.” Yongguk paseaba estático y nervioso por el pasillo, arrastrando a la chica que se mantenía oculta en aquella gran caja, dejándose llevar por el líder; él mantenía la mirada fija en la nada, con una mueca que haría incitar a cualquier a la sospecha; quizá por eso todos decían que Yongguk mentía muy mal. Era consciente de que si algo salía mal podía meterse en serios problemas, por lo que a medida que se iba acercando al lugar del accidente su corazón se aceleraba, y lo único que pedía era que le dejasen pasar sin preguntar nada.
            — ¿Yongguk? ¿Qué haces? — una estilista se acercó a él, señalando la caja.
            “Mierda.”
            — Oh, ¿esto? Me han pedido ayuda para transportar la mercancía — sus gestos eran torpes y automáticos. No se sentía  capaz de mirar a aquella chica a los ojos sin empezar a gritar que era culpable y que estaba escondiendo a una chica en aquella caja de cartón. No sabía en qué momento las cosas se habían torcido tanto para tener que recurrir a eso — Supongo que… todo este alboroto ha ralentizado las cosas. Sólo intento ayudar.
            — ¿No quieres que te ayudemos? Esa caja parece bastante pesada.
            — ¡Oye!
            El mundo se le cayó encima a Yongguk cuando sintió venir aquel quejido del interior de la caja. Empezó a reírse bruscamente, momentos antes de empezar a toser, para disimular que había alzado una pierna y le había sacudido una pequeña patada a la caja. “¡Cierra la boca, Yoori!”
            — ¿Qué habrá sido eso? — la estilista empezó a mirar a todos lados.
            — Seguro que… en otro piso. No saben guardar silencio — Yongguk se reverenció levemente y siguió su camino, arrastrando la caja. Yoori sentía como el revuelo de aquella zona catastrófica se iba disipando con el paso de los segundos y, casi sin saber por qué, la sensación de peligro empezó a abandonar su cuerpo. Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro casi al mismo tiempo que Yongguk, que ya casi estaba a la altura de la puerta principal. Se sentía casi libre, casi a punto de dejar escapar aquella tensión que lo incordiaba. Podía ver el final de aquel acto extraño.
            — ¡Yongguk, Yongguk! — el líder detuvo sus pasos cuando escuchó unas voces llamándolo. Se giró y pudo ver a dos ayudantes al lado de una puerta, llamándolo y haciéndole señas para que se acercase — Menos mal que traes el transportín.
            — ¿Qué? — respondió, escueto.
            — Se nos ha roto una rueda del otro carro y necesitamos llevarnos todas estas cajas. ¿Podrías dejarnos tu carro?
            “Mierda. Mierda, mierda, mierda.
            — ¿Qué? — murmuró, nervioso — El… ¿El carro? ¿Este carro?
            — Sí, ese carro — los ayudantes compartieron una mirada, sospechosos.
            — Pero… No puedo, me han dicho que tengo que llevar esta caja a la furgoneta cuanto ant-
            — No te preocupes, nosotros nos haremos cargo.
            Ambos hombres se adelantaron hacia Yongguk, sonrientes, sin dar tiempo a una sola réplica. Uno de ellos le dio una palmada en el hombro y, junto a su compañero, alzó en peso la caja que Yongguk llevaba en el carro y la posaron en el suelo, pasando a cargar múltiples cajas que estaban tiradas en medio del pasillo. Un tercer hombre se llevó el carro y, después de hacer una suave reverencia, los ayudantes cogieron la caja cada uno por un lado y empezaron a caminar hacia la puerta.
            Yongguk permanecía quieto, con una mueca de perdición. No se estaba creyendo lo que estaba viendo. Aunque lo suyo no era nada comparado con lo que Yoori estaba sintiendo en aquel momento. Se habría echado a llorar de no ser porque sabía que entonces la descubrirían.
            — ¡P-Pero puedo llevar yo esa caja, de verdad! — Yongguk perseguía a los ayudantes, sin quitar el ojo a la caja.
            — No te preocupes, este es nuestro trabajo, al fin y al cabo.
            — Pero es que esa caja es muy, muy importante — insistió el líder, al borde de un ataque de nervios.
            — Debe serlo, debe serlo. ¿Qué diablos hay aquí dentro? ¡Esta caja pesa un diablo!
            Yongguk se cubrió la cara con una mano girándose de repente y dándoles la espalda a los ayudantes, aguantando una carcajada que se le antojó inevitable tras escuchar ese comentario. Por alguna razón pudo imaginarse la mueca de frustración de Yoori tras oír aquellas palabras y sus ansias por partirle el cráneo a aquel trabajador de tres al cuarto. “Por el amor de Dios, tengo que ayudarla. A este paso se la van a llevar al almacén.”
            Yongguk los acompañó al exterior del edificio. Los seguía de cerca buscando la oportunidad para distraerlos y entonces la vio, justo al lado del camión donde el resto del grupo parecía charlar sin darle importancia a su presencia. Una montaña de cajas que se apilaba al lado de Daehyun. Los dos ayudantes dejaron la caja en el suelo para abrir las puertas traseras de la furgoneta. El líder le hizo señas a su vocalista principal, llamando su atención.
            Realmente pasaban demasiado tiempo juntos como para no entenderse sin necesidad de palabras.
             Antes de poder evitarlo, la montaña de cajas cayó al suelo en medio de un estruendo brusco y doloroso para quien hubiese comprado todo aquel material. Trozos de focos y cámaras rotos empezaron a desperdigarse por el asfalto cuando las cajas se abrieron por culpa de la fuerza de la caída. Ambos ayudantes se echaron las manos a la cabeza, atónitos.
            — ¡P-Pero que…-!
            — ¡Habéis golpeado las cajas al pasar con esa! — Yongguk se echó las manos a la cabeza dramáticamente, señalando la caja en la que Yoori rezaba en silencio, con los ojos fuertemente cerrados.
            — ¡Dios mío!
            — ¡El director nos va a matar!
            — ¡Te… Tenemos que hacer algo! — ambos hombres se fueron corriendo al interior del edificio, dejando a los miembros del grupo incrédulos con aquel estropicio, aunque lo estaban más acerca del comportamiento de Yongguk. Cuando éste vio desaparecer a los ayudantes en el edificio, empezó a arrastrar la caja hacia el centro de los seis chicos, dejándola allí quieta. Con rapidez, cogió una de las cajas que se habían caído, que era idéntica a la anterior, y empezó a rellenarla con trozos de material roto y otras cajas más pequeñas, suplantando el peso. Una vez equilibrado la cerró, dejándola en el sitio donde antes había estado Yoori.
            Los ayudantes volvieron al poco rato.
            — ¿Y el material?
            — Está todo en esta caja — dijo Yongguk, antes de dejar que nadie dijese nada, señalando al centro del grupo, donde “la caja” reposaba tranquila y en silencio.
            — Para ahorraros una molestia — Daehyun intercedió, y pudo ver como el líder le agradecía su apoyo con tan solo una mirada.
            — Muchas gracias, chicos. Espero que nadie se dé cuenta.
            — No creo. Subamos esto, tenemos que irnos.
            Ambos cogieron la caja repleta de material roto y la subieron al camión. Los chicos del grupo permanecieron quietos, disimulando, sin mediar palabra, hasta que finalmente la furgoneta arrancó y sólo dejó tras de si una nube de polvo que hizo suspirar de alivio a Yongguk. Nunca pensó que se alegraría tanto de poder respirar una nube de humo como esa.
            — ¿Qué diablos te pasa, Yongguk? — dijo Himchan, extrañado.
            Yongguk suspiró, ignorando el comentario de su compañero. Se acercó a la caja y le dio varias pataditas en uno de sus lados, sin levantar la mirada del suelo.
            — Sal de ahí de una vez.
            Ninguno de los allí presentes entendía a su líder. O al menos no lo hicieron hasta que aquella caja empezó a moverse, arrebatándoles a todos un sobresalto infernal. Su parte superior empezó a abrirse y a los pocos segundos apareció una Yoori asfixiada, que permaneció sentada en la caja y respirando agitadamente, como si ya se hubiese olvidado de lo que era respirar aire fresco.
            Todos permanecían en silencio, con mueca de idiotas. Yoori se dio cuenta varios segundos más tarde de que estaba sentada sobre una caja, en el suelo de una acera en mitad de la calle, rodeada por los seis chicos de B.A.P. y… por ella. Empezó a sonrojarse, nerviosa, pero terminó sonriendo y alzando una de sus manos tímidamente, como si no pasase nada.
            — E…. Ey, chicos. Cuánto tiempo — rió, tímida.
            — ¡Vaya, así que tú eres la famosa Yoori! — todos se giraron de repente hacia Eunhee. Yoori seguía sonriendo en el exterior pero algo no estaba bien dentro de ella. Probablemente Yongguk fue el único en darse cuenta que sus ojos habían empezado a brillar, llorosos, aunque no parecía tener la intención de dejarse vencer por la debilidad del llanto. Ambas chicas permanecieron en silencio, mirándose. Yoori parecía esperar al momento justo en que se le deshiciese el nudo de la garganta, y Eunhee la miraba con una gran sonrisa y las manos entrecruzadas sobre su pecho. Como si nada hubiese pasado — Me han hablado muchísimo de ti — añadió, riendo.
            — Ah… Ya veo.

………..


            — ¿Qué ha pasado? — Daehyun caminaba junto a Yoori por los pasillos del edificio. Había notado la tensión en el ambiente y fue el único en atreverse a mediar una palabra entre tanto silencio incómodo. “Será mejor que vayamos a cambiarte esa ropa, apestas”, había dicho, como si nada. Cogió a Yoori del brazo y se la llevó sin dejar que los demás mediasen una sola palabra.
            — Nada. Soy torpe, supongo.
            — Esperaba que me contases algo nuevo — le espetó, tranquilo.
            — ¡Oye! — Yoori se giró hacia él, molesta, pero le bastó con ver su sonrisa para que el enfado se fuese disolviendo lentamente, como azúcar en agua. Emuló un puchero y se mantuvo en silencio, sin dejar de caminar.
            — Te echaba de menos.
            Las piernas de la chica dejaron de funcionar repentinamente. Daehyun dejó de caminar cuando se dio cuenta de este hecho, viendo a Yoori estática en el mismo sitio, mirándolo con una mueca que no escondía muy bien su estupor ante tal afirmación.
            — ¿A qué vino eso? — preguntó finalmente, apurando el paso.
            — Nada, solo quería que lo supieras — y siguió andando.
            Yoori tardó en reaccionar.
            — Ta… Tampoco quería saberlo, inútil. ¡Espérame! — empezó a correr torpemente tras él, con un puchero.
           
            Daehyun esperaba pacientemente fuera de los vestuarios tras brindarle un poco de ropa limpia a Yoori que, a pesar de todo, seguía impregnada con un hedor bastante insoportable. El vocalista se cercioró de vigilar la puerta para que nadie entrase a las duchas mientras ella estaba dentro y se limitó a escuchar el sonido del agua caer hasta que unos pequeños piececitos húmedos asomaron por detrás de él. Yoori había salido de los vestuarios secándose el pelo vagamente, vestida con un pantalón de chándal y una camiseta de tirantes dos veces más grande que ella. El cantante intentó aguantar una risotada que Yoori escuchó perfectamente.
            — ¿De qué diablos te ríes?
            — Nada, nada. Estás preciosa — rió, acercándose a ella — Vamos, estoy seguro de que los demás querrán apreciarte también — añadió, sin dejar de reír.
            — ¿E-Estás insinuando que voy a hacer el ridículo? ¡Oye! — Yoori se resistía vagamente, tan concentrada en intentar convencer a Daehyun que ni siquiera se dio cuenta de sus palabras — ¡No, joder! ¡Al menos no delante de… de ella!
            El chico, que hasta entonces había estado mostrando una compasiva sonrisa por aquella actitud tan adorable por parte de Yoori, empezó a reducir la fuerza que ejercía sobre ella y pronto se quedó mirándola, con expresión de curiosidad. Yoori se dio cuenta al instante de que había dicho algo indebido.
            — No… No, espera, no he dicho nada — aclaró entre susurros, agachando la cabeza. Sabía que tenía que arreglar aquello cuanto antes y las palabras se le atragantaban en la lengua — Es que… No, no sé. No es ella, ella. Es sólo que… O… Olvídalo.
            El vocalista se quedó mirándola en silencio y finalmente suspiró.
            — No tienes que comportarte así conmigo, Yoori. Yo lo sé todo.
            — ¿Qué? — preguntó, confusa.
            Daehyun suspiró.
            — ¿Te crees que he nacido ayer? — se cruzó de brazos, alzando una ceja. Intentaba parecer tranquilo pero realmente… no lo estaba — Yoori, yo…
            — ¿Qué? — repitió ella, insegura.
            — Necesito tu ayuda — la mirada que compartió con Daehyun le bastó para saber que realmente algo le preocupaba. Ladeó un poco el rostro, pidiendo más información, pero él se limitó a alzar la cabeza hacia atrás y dejar escapar un suspiro tan largo que enervó por momentos a la extranjera — Sé lo que pasa. Lo sé todo. Desde hace varios días.
            — ¿Qué estás diciendo?
            — Lo tuyo, Yoori. Lo tuyo con esa… — Daehyun frunció los labios y se quedó en silencio como si se estuviese forzando a sí mismo para no decir algo de lo que podría arrepentirse más tarde — esa… cosa. Eunhee.
            Ese nombre le sentó como una patada en el estómago.
            — Estoy harta de ese nombre — Yoori ya no parecía dispuesta a seguir disimulando. Arrimó la espalda contra la pared y se abrazó a sí misma, bajando la mirada.
            — Yo también — Daehyun esbozó una mueca de condescendencia y frustración, antes de suspirar de nuevo — Y Youngjae también.
            “¿Youngjae?
            — Lo tiene atado, Yoori. Atado de pies y manos. Tienes que ayudarlo.
            — ¿Por…? ¿Por qué debería? — las palabras salían solas de sus labios, fruto del rencor y del recuerdo de la charla que habían mantenido en su llegada. Nunca habría pensado que Youngjae fuese el culpable detrás de todas sus desgracias, al menos indirectamente.
            — ¿Cómo que por qué? ¡Él te aprecia!
            — ¡Todo esto es por su culpa! — le espetó Yoori, casi sin pensar.
            — ¡Eso no es verdad! — Daehyun parecía enfadado — ¡Todo es culpa de esa furcia!
            El eco de aquel grito resonó en los vestuarios durante varios segundos. Tras un buen rato en silencio, Daehyun se acercó a Yoori, agarró sus pequeñas manos entre las propias y la miró fijamente.
            Podía sentir que estaba a punto de escuchar algo que no le gustaría.
            — Ella, Yoori… sabe algo que no debería saber — susurró, muy lentamente. Yoori abrió los ojos, sin saber que pensar ante aquello. No sabía exactamente por qué, pero aunque aquella era una oración bastante inconcreta, estaba intranquila. Intranquila y preocupada — Está usando a Youngjae como… una marioneta. Puede que los demás no lo crean pero… yo lo sé. Yo sé que tú puedes ayudarlo — asintió vagamente, mirándola a los ojos — Tal y como me ayudaste a mí.
            Antes de darse cuenta, ambos rostros estaban a varios centímetros de distancia, el uno del otro. Yoori sentía una cálida respiración chocando contra su piel y no sabía qué era lo que debía decir. ¿Ayudar a quien había destrozado sus vacaciones? ¿Era eso correcto? Yoori estaba a punto de comunicarle su decisión pero Daehyun giró el rostro bruscamente hacia la puerta, rompiendo el fuerte contacto visual que los unía y, consecuentemente, forzando a la chica a desviar la mirada hacia el foco de atención, también.
            Se le hizo un violento nudo en la garganta, observando aquella violenta mirada que los juzgaba desde lejos, estática y fría.
            — Youngjae…