sábado, 26 de enero de 2013

RIRIMATO

- Autora: @askthewind 

- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol x fan, hetero




CAPÍTULO 10: UNA DOSIS DE COBARDÍA Y OTRA DE VALOR


Cogió su mano. Cogió aquella mano fría y electrizada por el bofetón que le había propinado y la mimó como si de un tesoro se tratase, cobijándola entre las propias. Permaneció como una estatua, allí, frente a ella, cuidando de su mano en silencio. Yoori veía su rostro enrojecido por el impacto, y la culpa empezaba a pesar sobre ella como una gran roca.
            Él la observaba en silencio. Simulaba que no hacía caso a sus gestos, a su flagrante sentimiento de culpabilidad, pero en realidad lo notaba. Lo notaba fuertemente, en el interior de su pecho, como un calor incómodo, una llamarada intensamente dolorosa que necesitaba sofocar.
            — Eso te pasa por tener las manos tan largas — la sensación de culpabilidad de la chica subió como la espuma al escuchar aquella voz, tan suave, tan… impropia del Yongguk que creía conocer. A pesar de las ganas de hacerlo, no alzó la vista; no se atrevía. Frunció el ceño y permaneció mirando al suelo como si aquello fuese la decisión correcta, convenciéndose a sí misma de que lo era. Pero Yongguk podía leer sus pensamientos, sin necesidad de ser adivino; tan sólo viendo el brillo de sus ojos.
            Ambos escuchaban el murmullo de la otra habitación, donde el resto del grupo parecía estar. Que hiciesen oídos sordos de todo lo que ocurriese más allá de las paredes de aquella habitación no iba a bastar para cambiar la realidad. Todo aquello había sucedido, todos estaban pagando las consecuencias por sus malos actos. Cada uno sufría de una forma diferente, en silencio.
            Yongguk sabía que aquel era el momento idóneo para hablar. Para terminar conversaciones a medias. Pero antes de ello tenía que calmar el dolor que lo estaba matando por dentro. Un dolor punzante y filoso, envenenado, incesante, cuyo antídoto era la respuesta a una simple pregunta que dudó en hacer. Aquellas palabras fueron las más difíciles que sin duda pronunció nunca, en contra de la parálisis que sus labios parecían haber adquirido como defensa propia, en contra de la sequedad de su garganta y el temblor de sus manos. Yongguk habló a pesar de que todo su cuerpo le pedía que permaneciese callado. No podía soportarlo más.         
            — ¿Algo de lo que haya podido ocurrir… ha sido en contra de tu voluntad? — habló muy lento. Su cuerpo no le dio tiempo tan siquiera a recibir una respuesta antes de que el dolor se extendiese por todos sus músculos. Más que dolor, había sido una oleada de nervios imparable que viajaba de un lado a otro de su cuerpo, haciéndolo sentir como una botella bruscamente agitada ante la impaciencia de una contestación.
            Pero Yoori no parecía dispuesta a hablar. Había escondido la cabeza, como una tortuga asustada. Yongguk no podía ver su rostro, oculto entre su gran mata de cabello lacio cayendo frente a sus ojos, pero no le hacía falta verlo para preocuparse. El murmullo del exterior se hizo mayor, e inmediatamente todo pasó a ser silencio.
            — No.
            Se esperaba esa respuesta. Lo peor de todo es que se la esperaba. Pero quizá es cierto eso de que la esperanza es lo último que se pierde y un desesperado trozo de su corazón seguía esperando una respuesta que no hiciese tan doloroso aquel tormento. Aprovechó que ella no lo miraba para cerrar los ojos y permanecer quieto, dejando que todo su dolor y su rabia explotasen en su interior como bruscos petardos, como fuegos artificiales, como peligrosas bombas nucleares sin control, como carnívoros animales que parecían devorar su corazón a grandes dentelladas.
            Yoori se sentía como una auténtica mierda. Nunca se le había dado bien mentir.
            — No tengo por qué darte explicaciones.
            — Pero vas a hacerlo — bramó Yongguk con un tono que hizo temblar el suelo bajo a sus pies. Yoori no se sintió capaz de desestimar aquella orden indirecta.
            — So-… Sólo… Ocurrió, y ya está — musitó, con un hilo de voz, después de habérselo pensado muy bien.
            — ¿Te das cuenta los problemas que puede traernos esto?
            — ¿Por qué no aprendes a separar lo profesional de lo privado, Yongguk? — Yoori estaba siendo dominada por un ataque de pánico. O quizá era sólo la vergüenza de tener que hablar sobre aquel tema con él — Esto… ¡Esto no tiene nada que ver con el grupo!
            — ¿Sabes lo que pasará si sale al exterior? — al contrario que la chica, el líder parecía saber mantener la compostura bastante bien; al menos, exteriormente. Y eso le bastaba.
            — ¿Cómo diablos va a salir al exterior? ¡Sólo lo sabéis vosotros! — con cada palabra su rostro iba adoptando un color rojizo. Se daba cuenta de lo que realmente eso significaba y no podía terminar de creérselo — ¿Por qué… Por qué iríais a decir algo que os perjudicaría?
            Yoori soltó con un nervioso tirón su mano del agarre de Yongguk y entrelazó sus dedos. Aún sentía el calor que el líder había dejado en su piel y eso sólo lo empeoraba todo. Se separó con pasos torpes, dándole la espalda e intentando no echarse a llorar allí mismo, respirando con agitación. La estaticidad del chico que permanecía detrás de ella sin hacer o decir nada la helaba por dentro. Era capaz de escuchar su respiración, nasal, lenta; falsamente tranquila.
            — ¿Por qué sigues su juego? — hablo muy lentamente, intentando calar sus palabras en la chica. Entrecerró los ojos con suavidad, analizando cada uno de sus gestos.
            — ¿Juego?
            — Él no quiere nada contigo.
            A Yoori le costó unos segundos buscarle un sentido a lo que había dicho.

            — ¿Qué estás diciendo? — respondió, sonriendo atónita.
            — Lo que oyes. ¿No me he expresado con suficiente claridad? — sonaba tan frío que… daba miedo — A él no le interesas. Nunca le interesaste. Lo único que quiere es-
            — ¡Por el amor de Dios, cállate! — Yoori se echó las manos a la cabeza, tapándose ambos oídos y encogiéndose con suavidad hacia delante, hecha una furia. En ese momento sí se giró, sí lo miró directamente. No podía creerse lo que estaba oyendo salir de sus labios. Caminó varios pasos hasta acercarse a Yongguk, y lo miró fijamente, con rencor — Jongup tenía razón… ¡Sólo piensas en tu propio beneficio!
            — ¿Mi propio beneficio? — el tono de Yongguk empezaba a alzarse peligrosamente. Arqueó ambas cejas con sorpresa ante esa contestación — ¿Intento alejarte de algo que puede hacerte daño y dices que actúo en base a “mi propio beneficio”? ¿Tienes los ojos abiertos, Yoori?
            — ¡Sólo te preocupa tu fama! ¡Tú! ¡Tú, tú, y tú! Si las cosas no van como a ti te gusta siempre estás metiéndote en medio para que todo siga el cauce que tú vas marcando. ¡Siempre tú! ¡Pues no, Yongguk! ¡No! — Yoori le dio un empujón en el pecho, alterada — La gente tiene sus propias vidas, su privacidad. ¡Tiene derecho a seguir su propio camino! Tú… Sigues desconfiando de mí, ¿verdad?
            Aquella vocecilla tan suplicante rompió a Yongguk por dentro.
            — ¿Qué estás diciendo?
            — Sigues creyendo que no soy más que una… aprovechada que intenta sacar el mejor beneficio de “tu grupo”… ¿Es eso? ¿Por eso te molesta que Jongup y yo-?
            — ¡Cállate! — bramó el líder, interrumpiéndola, en un grito que retumbó en su cabeza. Frunció el ceño y los labios, y dejó que todo su enfado saliese por sus ojos venenoso y burbujeante, empapando a Yoori.
            — ¿Acaso vas a decirme que hay otro motivo? — ahora era ella la que mantenía la calma. No era precisamente calma lo que guiaba sus casi estáticos movimientos y su hilo de voz, sino un pesar arrastrado por la decepción y el sentirse… engañada. Una opresión en su garganta que le daba ganas de llorar. “Nunca ha confiado en mí. Nunca.”
            Este es el momento.” Algo dentro de Yongguk parecía querer comunicarse con su cuerpo; quizá era su alma, quizá su conciencia. Su yo interior, su parte buena, la que sabía que aquel era el momento ideal para… aclarar las cosas; tan sólo hacía falta estudiar la situación. Estaban ambos en la habitación, solos, a apenas un paso de distancia. Los ojos de Yoori lo miraban tan fijamente que el verde de sus orbes parecía impregnar cada inspiración del líder con un olor a menta fresca que lo llenaba de valentía inconsciente. “Es el momento perfecto, Yongguk… Estáis los dos, solos. La tienes frente a ti, esperando atentamente una respuesta. No la has engañado, nunca la has engañado. De lo único que puede acusarte es de no haber sido lo suficientemente valiente como para decirle cara a cara lo que sientes.
            Díselo, Yongguk. Dile que la quieres.”
            — …
            Pero las cosas en el exterior no parecían estar resultando tan utópicas como el líder pensaba. De un momento a otro le resultó imposible pronunciar vocablo alguno, como si repentinamente se le hubiese olvidado cómo hablar. Permanecía con los labios ligeramente entreabiertos sin despegar la mirada de los ojos verdes de la chica, que lentamente iban perdiendo expresión. Como una luz que se apagaba, que perdía toda su fuerza y su vida. Yongguk no se dio cuenta de que se le acababa el tiempo, hasta que fue demasiado tarde.
            — Lo sabía…
            Bastó un pestañeo para que el brillo cristalino y húmedo en los ojos de Yoori se hiciese más que evidente. Fue entonces cuando Yongguk se dio cuenta de que su última oportunidad había expirado.
            — No, espera… ¡Yoori! — la persiguió cuando se giró y echó a correr hacia la puerta. La agarró con fuerza por una de sus muñecas justo antes de que sus dedos agarrasen el pomo de la puerta, y tiró de su mano hacia atrás para retenerla junto a él. La giró, haciendo que lo mirase fijamente, intentando calmar sus intentos de liberación. De haber sabido lo sencillo que había sido calmarla con una sola frase, lo habría dicho mucho antes — Sigues queriendo a Daehyun, ¿verdad?
            — ¿Qué? — sollozó disimuladamente Yoori, con un nudo en la garganta.
            — Todo esto… Ha sido por simple despecho, ¿verdad? — las palabras de Yongguk resonaron en la cabeza de Yoori, bruscas y dolorosamente confusas. ¿Realmente era incapaz de entender que ni siquiera ella misma podía terminar de comprender lo que había ocurrido?
            — Déjalo ya, Yongguk. No sé de qué hablas — respondió, escueta.
            — Así que es… Es cierto… Sigues colada por Daehyun…
            Por su tono de voz parecía que ni se había molestado en escuchar sus excusas. Seguía firme en su afirmación, y por su mirada parecía estar esperando que Yoori le diese la razón de una buena vez. Cosa que, por desgracia para él, no iba a ocurrir.
            Se libró como pudo del agarre y abrió con firmeza la puerta. Caminó un paso sin despegar la mirada de enfado de Yongguk, y quizá por eso el sobresalto al voltearse hacia delante y ver a Youngjae a apenas varios centímetros de ella fue mayor. Con un suave brinco alzó la mirada a sus ojos, aparentando normalidad.
            — Buenas noches.
            Era tarde. El sonido de la puerta de entrada cerrándose devolvió el silencio al apartamento.

……….


            Hacía frío. Todos los miembros del equipo daban la bienvenida a la mañana con grandes abrigos de plumas y bufandas que apenas dejaban a la vista sus pequeños y rasgados ojos. Entre bocanadas de aire que dejaba rastros de vaho suspendidos en la nada se saludaban con ligeras reverencias y murmullos adormilados.
            Jongup se miraba en el espejo la suave marca morada que aún quedaba alrededor de su ojo derecho, quizá intentando encontrar un ángulo en que no se viese demasiado, sin éxito. Habían pasado dos días desde la pelea y ya no tenía sensibilidad en esa zona de la cara de tanto hielo que había puesto contra su piel.
            — Déjate de espejos y ponle más hielo — vio por el reflejo como un sonriente Daehyun lo miraba desde el marco de la puerta, apoyado en él.
            — No, gracias. Creo que me basta con haber perdido un 70% de sensibilidad.
            Daehyun rió. Se adentró en el camerino y se sentó en un sillón, mirando a su compañero.
            — El director ha dicho que no puedes grabar así.
            — No, ¿en serio? — susurró, bruscamente sarcástico.
            — Quizá es mejor que te vayas a casa, descanses, y…
            Daehyun dejó de hablar cuando vio a Jongup mirándolo fijamente, con las manos alrededor de su ojo herido y una de sus cejas alzadas.
            — ¿Acaso tienes miedo?
            — ¿Miedo? — preguntó, risueño.
            — De que Don Puños de Acero quiera repetir lo mismo en mi otro ojo.
            — ¿Yo? En absoluto. ¿Sabes? En el fondo, creo que conozco bastante bien a Yongguk. Y… — Daehyun alzó la mirada lentamente hacia Jongup, sonriendo con tranquilidad, intentando transmitir la seguridad y convicción que arrastraban sus sinceras palabras — …sé que no golpearía a nadie así como así. Y mucho menos a uno de nosotros.
            Jongup gruñó, molesto.
            — Se le ha ido la pinza. Todo desde la llegada de Yoori.
            — Hm. ¿Por qué será? — canturreó, risueño.
            — Pregúntale a él — Jongup parecía evasivo, sin ganas de conversar; y mucho menos sobre Yongguk.
            — Lo sabes de sobra. Todos lo sabemos. Parece como si Yoori fuese la única que no es capaz de darse cuenta de cómo la mira.
            Jongup sonrió, misterioso.
            — Bueno — susurró, separándose del espejo y girándose con suavidad para encarar a Daehyun — No parece ser el único que no se da cuenta de las cosas evidentes.
            — ¿A qué te refieres?

……….


            Los cinco miembros preparados para grabar estaban allí, en el pabellón principal, rodeando a un enfurecido director que parecía ofuscado tras haber tenido que tomar la decisión de aplazar las escenas de Jongup, y junto con ellas, las del grupo completo.
            — Grabaremos tomas individuales — bramó, enfadado. Estableció el orden de grabación, por miembro y por decorado, mientras los chicos del grupo asentían en silencio, mirando al suelo. No parecía ser recomendable eso de llevarle la contraria al director cuando estaba enfadado — ¡¿Y dónde está esa chica?! ¡Llega tarde!
            Yongguk cerró los ojos. Himchan y Zelo intercambiaron miradas.
            — Creo que es culpa del tráfico — Yongguk frunció los labios disimuladamente sin levantar la mirada hacia el director.
            — ¿Tráfico? — si las miradas matasen, Yongguk ya estaría camino al otro barrio — ¡Ni que estuviese a 100km de aquí!
            Bastó nombrarla para que el eco de unos grititos apurados empezase a acercarse a la posición de los chicos. La vieron acercarse a lo lejos, con el bolso medio caído y a medio peinar, y con signos evidentes de no estar aún completamente despierta.
            — Por fin llegas — bufó el director.
            — ¿Qué tal el tráfico? — preguntó Himchan, clavando la mirada en ella como si quisiese hacerle entender sus intenciones antes de que mencionase una palabra.
            — ¿Qué tráfico?
            Frunció el ceño, inocente, viendo las expresiones de todos los miembros, y la del director, y su mueca cambió al instante.
            — ¡Oh, claro! ¡El tráfico! Sí, estaba todo… atascado. ¡Lleno! — los miembros asentían sonriendo mientras hablaba. Pero la sonrisa les duró poco — Aunque eso no fue lo peor, me ha costado horrores entrar aquí dentro.
            — ¿Qué ha pasado?
            — ¿Acaso no sabéis como está todo eso ahí fuera? — señaló hacia atrás, incrédula — ¡Todo el recinto está rodeado de fans!
            Eso sí pareció tomarlos por sorpresa. Todos empezaron a cuchichear entre sí, dejando a la chica pensativa sobre si debería haber dicho eso o no.
            — ¡No deberían saber que estamos aquí! — el director entró en cólera.
            — ¿Cómo ha podido filtrarse la información?
            — Quizá algún miembro del staff… — opinó Zelo.
            — Y el material aún no ha llegado… ¡Chica!
            — ¡Qué! — Yoori pegó un brinco del sobresalto ante aquel rugido furioso.
            — Ve a la entrada. Encárgate de abrirles el portal a las furgonetas del material.
            — ¿E-Eso no deberían hacerlo los miembros del e-?
            Yoori no  había acabado de formular su pregunta y ya podía sentir como la furia de los ojos de aquel hombre bien entrado en los cincuenta la hacía sentir como si se estuviese quemando viva. Tampoco le dio tiempo tan siquiera a arrepentirse de haber preguntado semejante cuestión antes de sentir a Yongguk agarrándola por una muñeca y tirando de ella hacia el portal.
            — ¡Bang Yongguk! ¡A dónde vas!
            La voz del director se perdió en la distancia.

……….


            — No sé qué haces aquí.
            Uno, apoyado contra la pared, mirando hacia un lateral; la otra, apoyada en el marco de la puerta, mirando hacia el lado contrario. Ambos a una distancia prudente, como si temiesen contagiarse la peor enfermedad.
            — Salvarte el trasero — le espetó, sin mirarla.
            — No necesitaba tu ayuda.
            ¿Momentos tan tensos como ese? Pocos. Yoori agradeció los bocinazos que empezaron a resonar por encima del alboroto del exterior y el pasillo que se abrió dejando paso a la furgoneta blanca que esperaba. Sentía los flashes llegar hasta ella desde las barandillas que los miembros de seguridad habían colocado para evitar el acercamiento extremo de las fans y ello no le gustaba. Distinguía llamadas a los chicos desde el alboroto, saludos, y también insultos. Demasiados insultos.
            Pero el alboroto moderado pronto se convirtió en una explosión de decibelios que aturdió a Yoori por instantes. Se giró hacia atrás y vio a Yongguk asomado al portal, saludando a la marabunta de fans que luchaban contra los guardias de seguridad buscando acercarse un poco al líder, que sonreía y saludaba sin decir nada. Sus miradas se cruzaron durante una décima de segundo que a Yoori le bastó para entender su intención de servir como cebo a la muchedumbre.
            “No necesito tu ayuda, imbécil.”
            Con el orgullo dañado y los humos subidos, se acercó a la puerta trasera de la furgoneta para abrirla, pero, para desgracia de Yoori, ella misma se abrió antes de que llegase a tocarla. Con un brinco torpe y un golpe rojizo en la frente salió despedida hacia atrás, y abrió los ojos justo para ver una seria e imponente figura que se alzaba y salía del interior del vehículo, impasible ante lo sucedido.
            — Ha-Haneul…
            — Tú y tu manía de estar siempre en el medio.
            — ¿Qué haces aquí?
            Haneul la miró con cierta indiferencia.
            — Y la de hacer preguntas estúpidas.
            Dos hombres salieron tras ella del furgón y empezaron a bajar cajas y armatostes repletos de ropa y material de grabación. Yoori les indicó a los hombres el camino y se quedó fuera con su estilista mientras esta disfrutaba de un cigarro.
            — Deberías estar ya preparándote — dijo, como saludo.
            — Parece que el director sólo me quiere de recadera.
            — Será por las pintas que traes — Haneul alzó una ceja cuando vio a Yoori inspeccionar su propio atuendo sin entenderla del todo — pareces la chica del pan — añadió, seca.
            — No voy a pasearme por ahí con minifaldas y tacones de aquí al cielo. No soy famosa ni he esperado serlo jamás.
            Haneul sonrió.
            — Sí eres famosa. Pero del modo en que a nadie le gustaría serlo.
            Yoori no se sintió capaz de responder. El gran alboroto y las llamadas desesperadas hacia el líder, que seguía saludando, era todo lo que llenaba el silencio en ese momento, pero solo en el exterior. Dentro de Yoori cada insulto, cada palabra malsonante seguía dañando cada vez un poco más su corazón. No estaba hecha para ese mundo.

            — ¡Eh! ¿Necesitáis ayuda? — el alboroto se intensificó doblemente con la llegada de Himchan, que apareció de repente al lado de Yongguk y obligó a Yoori  a girarse hacia su voz como acto reflejo.
            — Ese mocoso…
            No cayó en el alto índice de peligro de esa situación hasta que vio la mueca de Yongguk, quien parecía estar luchando contra viento y marea para no mirar hacia su posición.
            — Oh, Dios mío — Yoori recordó las palabras de Yongguk y dejó escapar las palabras de la desesperación como un siseo ahogado y nervioso. Miró rápidamente a Haneul y sintió en sus carnes sin necesidad de palabra alguna que no iba a hacer caso de nada que pudiese pedirle.
            — Que afronte sus problemas de una vez — se limitó a decir, llevándose el cigarro a los labios.
            Yoori corrió a un lateral de la furgoneta, agarró una de las puertas y la entrecerró de forma que quedase alineada con la pared del vehículo, dejando a Haneul oculta tras ella, justo cuando el visual se giró y la saludó con un enfático movimiento de manos. Yoori, apoyada en la puerta, le respondió al gesto mostrando la sonrisa menos nerviosa que podía articular. “Disimula, disimula…” Haneul no se había movido ni un ápice.
            — Estás haciendo el ridículo. En algún momento se dará cuenta de que estoy aquí.
            — Prefiero retrasarlo lo máximo posible — palabreó disimuladamente Yoori, sin dejar de mirar a ambos chicos y saludar.


            — ¿Qué le pasa a Yoori? — susurró Himchan disimuladamente, sin dejar de saludarla.
            — Creo que está nerviosa por la… multitud — Yongguk no podía quitar la mirada de la parte inferior a la puerta de la furgoneta, donde unas estilizadas piernas de mujer adulta asomaban. Quietas, relajadas. Ello le había bastado para comprender de donde provenía la mueca de Yoori.
            — Supongo que en el fondo ella no pertenece a este mundo — Himchan se giró un segundo hacia Yongguk, que, a pesar de mantener los ojos fijos en él, no lo estaba mirando. En segundo plano podía ver a Yoori de espaldas discutiendo con aquel par de piernas que no se movía, sucesos que pasaron muy rápidos y a la vez muy lentos — Iré a ayudarle, a veces no entiendo al director.
            Pero aquel par de piernas se movió de repente, y una estoica mujer apareció ante los ojos del líder durante dos segundos, cruzada de brazos, recta y solemne, y desapareció en el interior del edificio justo cuando Himchan se dio la vuelta y se encaminó hacia la situación de Yoori, que sentía su corazón latir en su garganta.
            — Vaya, ¿y tú por aquí? — susurró, risueña y nerviosa. Era una de las formas más disimuladas que tenía de decir “lárgate” en aquel momento.
            — Soy todo un caballero — sonrió, haciendo un gesto con su cabeza hacia un lado. Yoori se dio cuenta en ese momento que nunca se había parado a pensar en lo atractivo que podía llegar a ser Himchan.
            — Y un inoportuno… — susurró, de forma inaudible para Himchan, dándose la vuelta y acercándose a la furgoneta.
            — Están preparando a Youngjae para grabar… Y si me quedo allí sentado me aburro. Necesito estar en movimiento — Himchan seguía hablando y hablando, como si necesitase excusarse por estar allí. Movía sus brazos como un gimnasta en medio de un calentamiento previo, y seguía a Yoori hacia el montón de cajas que aún quedaban por descargar — Vamos, señorita. Empieza a darme órdenes. ¿No hay nada que pueda hacer?
            Yoori se quedó mirando al visual mientras este hacía pequeños montoncitos con cajas. “Es como… un niño hiperactivo. Siempre activo y alerta. Habla y habla, pero no dice nada. Tan sólo llena el vacío”. Sonrió.
            — ¿De verdad crees que voy a usarte como transportista de material, señor visual súper famoso? No quiero que ese tropel de chicas que grita por vosotros ahí fuera venga y me linche, gracias — dijo.
            Pero entonces se giró hacia dentro y la sonrisa desapareció al ver a Haneul a pocos pasos  hablando con uno de los miembros del equipo. Volvió a mirar a Himchan, y otra vez a Haneul. “No se va a ir de ahí ni aunque se lo pida…”; incluso sin conocerla, Yoori la conocía.
            — ¿Sabes? — dijo de repente, sin quitar la mirada de Haneul — Creo que he cambiado de opinión — dijo, apurada.
            — ¿Ah, sí? — Himchan parecía sorprendido.
            — Sí, ¿por qué no? — asintió, acercándose a él — Mira la cantidad de mierda que hay aquí metida, sin un poco de ayuda no acabaremos ni mañana… — hablaba demasiado rápido como para disimular que estaba nerviosa. Con un salto ágil se subió a la furgoneta y empezó a buscar algo que le fuese útil — ¡Oh! Sí, esto. ¡Esto!
            Himchan observó a Yoori, no muy seguro de lo que intentaba conseguir. Pero era gracioso verla intentando coger aquella caja, intentando suspenderla en peso sin éxito. Parecía más probable que de la caja brotasen dos piernas y empezase a caminar hacia él antes de que consiguiese moverla sin arrastrarla.
            — ¿Te ayudo? — susurró, aguantando una carcajada.
            — ¡No! Está todo controlado — Yoori iba acercando la caja a Himchan empujándola con uno de sus hombros, haciendo gestos de que no se moviese. El visual la cogió entre sus brazos como pudo cuando la tuvo a su alcance, intentando mantener el equilibrio. En cuanto Yoori se giró hacia él pudo comprobar que la caja era lo suficientemente alargada como para que llegase hasta su cuello. Cogió una caja más pequeña y se la puso sobre la parte superior de la otra, tapándole completamente la visión. Y en vez de sentir pena por él, estaba contenta. “Soy una hija puta”, pensaba.
            — ¿No será demasiado? — escuchó la voz de Himchan, risueña e insegura detrás de aquellas dos grandes cajas.
            — ¿No puedes con dos cajas, caballero?
            — Claro que sí, señorita.
            — Déjame ser tus ojos. ¿Confías en mí? — Yoori se puso de cuclillas en el límite de la zona de carga, sonriendo. Himchan asomó la cabeza por uno de los laterales con bastante dificultad y sonrió al verla.
            — Con sonrisas así, ¿cómo no hacerlo?
            Yoori sonrió, vergonzosa. En el fondo, sí que era todo un caballero.

……….

            A Yongguk iba a explotarle la cabeza. Tanto tiempo expuesto directamente a semejante griterío sumado a la falta de sueño que arrastraba desde hacía días habían dado lugar a un cóctel explosivo de dolor que sentía hasta al caminar. Entre suspiros caminaba hasta el pabellón principal, buscando un poco de tranquilidad. Iba tan despistado que casi se lleva por delante un armatoste cargado de ropa que dos chicas transportaban en medio de una animada charla. Detuvo sus pasos de golpe antes de girar la cabeza hacia un par de grandes ojos que lo miraban, culpabilizadores.
            — Lo siento — se disculpó, haciendo una ligera reverencia.
            — Vigila tus pasos Bang Yongguk, todo este amasijo de tela puede valer más que tu cabeza — Haneul alzó una de sus cejas — o casi — añadió, insegura.
            — Mensaje captado — alzó sus manos en señal de rendición y retrocedió un par de pasos para que las chicas pudiesen seguir caminando. Haneul las siguió sin decir nada más, con su común paso erguido y elegante.
            — Daos prisa, aún quedan tres perchas más que llevar al almacén — les dijo, antes de desaparecer por una esquina.
            Yongguk suspiró.
            — Está hecha de hielo — sentenció, resignado. No pudo ni caminar dos minutos antes de encontrarse a Yoori apoyada con su espalda contra la pared del pasillo, con la mirada perdida — ¿Qué haces ahí? — le preguntó, desganado.
            Yoori giró la mirada hacia él con furia.
            — ¿Por qué diablos me has endilgado a Himchan cuando sabías que Haneul estaba en mi órbita? — preguntó, enrabietada.
            — No lo sabía. Y no te equivoques. No estaba ella en tu órbita, tú estabas en la suya — puntualizó, bastante tranquilo.
            — Oh, déjate de bromas. Me vuelvo loca por hacerte caso y evitar un encuentro que realmente es ineludible sólo por ayudarte, y tú…-
            Yoori tuvo que dejar su nerviosa, rápida y graciosa verborrea al sentir una suave risa que no pegaba en aquella discusión. Miró a Yongguk con mala cara, intentando no caer ante la sensación que siempre brotaba en su estómago cuando lo veía sonreír de aquel modo.
            — Gracias por querer ayudarme — respondió, aún con suaves resquicios de aquella sonrisa tan dulce a la vez que cansada. Yoori no sabía cómo reaccionar ante él. ¿Esperaba que las cosas fuesen así de fáciles? “No hace falta que me sonrías así si sólo me consideras un estorbo”, pensaba — Ya sé que es algo inevitable, pero… alarguémoslo lo máximo posible.
            — He oído eso en alguna parte — respondió, misteriosa. Cedía ante Yongguk casi sin darse cuenta, y ese punto de debilidad era quizá el que le daba al líder una razón para sonreír.
            — Bueno, ahora ya no creo que haya mucho por lo que preocuparse. Ve a tomar un café y espera tu turno para grabar. O quizá una infusión relajante, te hará falta.
            — ¿Qué no hay que preocuparse? — Yoori se peinó el cabello hacia atrás con los dedos, suspirando profundamente — He visto cómo se iba hacia el almacén, hasta arriba de material.
            — Ya, yo también. ¿Y el problema está en…?
            — ¿Y si coinciden allí? — Yoori lo miró — No me ha dejado ir, “ese era su trabajo ahora, y no tenía que preocuparme”, decía…
            — Claro que es su trabajo — Yongguk alzó una ceja. Le costaba mucho, bastante, realmente demasiado, imaginarse a Haneul diciendo esas palabras — Y además, ¿qué probabilidades hay de que Himchan suba al almacén? — añadió, riendo convencido.
            Yoori miró a Yongguk.
            — Yo hablaba de Himchan.
            Ambos se quedaron mirándose en silencio, con muecas vacías. Pensaban, y al mismo tiempo estaban en blanco, intentando comprender la mirada del otro, repasando en sus mentes la conversación que acababa de tener lugar. Se dieron cuenta de que ambos lo habían entendido todo mal desde el principio y que las cosas podían ponerse muy peligrosas. Una chispa brotó en las mentes de ambos casi al mismo tiempo, que les obligó a esbozar una mueca que simbolizaba la perdición en todo su esplendor.
            — ¡¡Himchan!!
            — ¡¡Haneul!!
            Ambos salieron corriendo, gritando al unísono, torpes y avergonzados de lo que acababa de ocurrir. Ambos se sentían idiotas a partes iguales, y Yoori temía que todos sus esfuerzos por evitar aquel encuentro hubiesen resultado inútiles si llegaban a encontrarse. Las puertas del ascensor se cerraron ante sus ojos y no tuvieron otro remedio que subir las escaleras. Yoori las subía de dos en dos, había dejado atrás a Yongguk, realmente porque él se lo había permitido. No tenía demasiadas esperanzas ya, y al llegar al piso del almacén estas se redujeron a cero. El líder esprintó lo suficiente como para detener de repente la carrera de Yoori y pararla justo antes de doblar la última esquina, antes de llegar a la plaza de la discordia. La agarró por una de sus muñecas, tiró de ella hacia atrás y cubrió su boca con su otra mano.
            Yoori miró hacia atrás y se dio cuenta de que habían llegado tarde.
            — ¿Por qué estás aquí? — una voz los sobresaltó a ambos. Era Himchan… Lo era, ¿verdad? En verdad, Yoori no era capaz de reconocer a Himchan con tan solo oír esa voz. Lo recordaba junto a ella minutos antes, junto a aquella furgoneta, y no era capaz de sentir la chispa de ese niño hiperactivo hablando tras aquella pared.
            — Trabajo — así era Haneul. Impávida, fría como un iceberg.
            — Te dije que no quería volver a verte cerca y mucho menos si se trataba de algo relacionado con mi trabajo — bramó, con un tono moderado pero repleto de furia.
            — No seas inmaduro, Himchan. Si me ofrecen un trabajo no voy simplemente a decirles “lo siento, no puedo aceptar porque mi hermano no quiere verme.”
            — ¡Me da igual lo que tengas que decirles! — en ese momento su voz explotó. Yongguk notó el brinco de susto de Yoori y la miró disimuladamente. Estaba quieta, de espaldas a él. Yongguk quiso abrazarla, pero no lo hizo — ¡Tan sólo quiero que te largues de este sitio y te alejes de todo lo que me importa!
            — ¿Acaso yo no te importo?
            Himchan dejó escapar un suspiro de incredulidad.
            — ¿De verdad me estás preguntando eso, Haneul?
            — Quieras o no, soy tu hermana mayor. Soy sangre de tu sangre y voy a serlo toda tu patética vida, Kim Himchan.
            — ¡Tú no eres nada! ¡Y mucho menos relacionado conmigo! Incluso podría dudar que lo que corre por tus venas sea sangre... ¡Es veneno, Haneul! ¡Un veneno que me enferma y que en mi vida quisiera tener!
            Se hizo un breve silencio. Yongguk y Yoori intercambiaron miradas.
            — Vamos a dejar las cosas claras de una vez, Kim Himchan — las palabras de Haneul erizaron la piel de Yoori.
            — ¡No hay nada que aclarar, tan sólo lárgate de aquí y no vuelvas a-!
            — ¿Me odias por intentar abrirte los ojos? — lo ignoró olímpicamente. Himchan cedió ante ella, y permaneció en silencio — ¿Me odias por demostrarte que no eres más que un patético y miserable mocoso que no sabe nada de la vida? Ese es tu gran problema, Kim Himchan. Vives creyendo que el mundo está hecho para ti y que las cosas se consiguen así de rápido — Yoori escuchó el chasquido de sus dedos — No sabes lo que es la perseverancia. No sabes lo que es el trabajo duro. Te pasas la vida quejándote por no alcanzar la manzana cuando ni siquiera estiras la mano hacia el árbol.
            — ¿Qué no sé-…? ¿Cómo puedes decir eso, Haneul? ¡Sabes todo lo que he tenido que pasar para que me aceptasen en este sitio?
            — ¿Y quién te ayudó, Himchan? — el berrido de Haneul paralizó a Yoori. Nunca la había oído alzar la voz de esa forma y había sido algo realmente impactante — ¿Recuerdas quién te animó? ¿Quién te insistía todos los días para que hicieses ejercicio, para que practicases?
            — ¡Tú sólo me decías que este no era mi lugar!
            — ¡Porque este es el mundo de los fuertes, Himchan! ¿Te suena de algo? ¡La ley del más fuerte! — los dos intentaban superponer el tono de sus voces, uno sobre otro. Y Haneul parecía llevar la voz cantante — Te has metido en el peor mundo de Corea. Un mundo en el que o lo das todo o no eres nada. Absolutamente nada, Himchan — añadió, puntualizando la última frase con lentitud y fuerza.
            “Se han callado”. Yongguk era consciente de que un suceso así era inminente si ambos coincidían en el mismo lugar. No se esperaba realmente el silencio, esa estaticidad en Yoori. En verdad la mantenía agarrada porque temía que fuese capaz de salir corriendo a junto Himchan y abofetearlo por ser un estúpido bocazas, pero no; no se había movido, ni un ápice. Ni siquiera había hecho el amago de moverse. Tan sólo se había quedado allí, escuchando y juzgando. Ambos oyeron las puertas del ascensor abrirse y cerrarse, y tras ello, el silencio.
            — ¿Vais a seguir ahí por mucho más tiempo?
            Volvieron a mirarse, compartiendo el mismo pensamiento. “La próxima vez que queramos escuchar conversaciones a escondidas… seamos más silenciosos.”
            — ¿No crees que te has pasado? — ambos salieron de su escondite y se enfrentaron a Haneul, que los miraba de brazos cruzados, tranquila. Todo su nerviosismo parecía haberse evaporado, y simulaba igual de férrea que de costumbre. Como si no hubiese pasado nada.
            — No — le espetó, sin ápice de duda.
            — Sabes cómo es Himchan y…
            — Precisamente por eso.
            Yongguk calló. Pero entonces, un susurro provino, suave y casi inaudible desde los labios de Yoori, sorprendiendo a ambos.
            — Eres tan… insensible — Yoori mantenía la mirada en el suelo, pensativa, sin mirar realmente a ningún sitio. Fruncía el ceño, buscando la palabra adecuada, la reacción adecuada, pero no entendía aquella situación. Alzó la cabeza suavemente, con lentitud, y terminó mirando a Haneul con una cara de lástima que habría hecho sentirse como una basura al ser más despreciable — que creo que siento lástima por tu alma, Haneul…
            No dijo nada más. Negó con suavidad, se dio la vuelta y volvió al primer piso. Yongguk empezó a alternar miradas entre ambas, sin saber exactamente si quedarse con una o seguir a la otra, aunque terminó decantándose por la segunda opción.

……….


            Los dos espías habían vuelto al pabellón principal, silenciosos, y observaban como en ese momento era Daehyun el que filmaba sus escenas en solitario. Yoori fue con paso ligero a sentarse junto a Zelo, y el líder ocupó la silla al lado de Youngjae.
            — Himchan hyung parece… enfadado — el menor miraba al visual, que se sentaba alejado del grupo y con un aura oscura y peligrosa a su alrededor.
            — Problemas — le respondió Yongguk.
            — ¿Con qué? — Zelo ladeó la cabeza.
            — O con quién, más bien… — susurró Yoori, misteriosa.
            — ¿Quién? — Zelo alzó la mirada hacia Yongguk — ¿Con quién?
            Yongguk sonrió, resignado.
            — Con Haneul.
            Zelo abrió mucho los ojos, alzando las cejas y adoptando la mueca de un cachorro sorprendido. Youngjae, que parecía ausente de la conversación, se giró hacia Yongguk como si temiese haber entendido mal sus palabras, o como si alguna parte de él no quisiese realmente oír lo que había dicho. Incluso Daehyun alzó la cabeza hacia ellos, sorprendido, al escuchar aquel nombre.
            — ¿Haneul-ssi? — cuestionó, en un susurro.
            — Es la estilista personal de Yoori.
            — ¿Qué? — un sorprendido Daehyun se unió al grupo a toda prisa tras acabar su turno, sentándose al lado de Yongguk — ¿En qué están pensando?
            — En Himchan no, desde luego…
            — ¡Bang Yongguk, mueve el culo al escenario de la cabina! — la voz del director hizo reír a los miembros, que vieron escurrirse a su líder por entre los miembros del equipo y las cámaras disimuladamente hacia donde el hombre le había ordenado, sin mediar palabra.
            — Y usted, señorita, a los vestuarios — una de las maquilladoras se acercó a Yoori con una sonrisa, acompañada de otra chica.
            — Eres la siguiente — dijo la segunda.
            — No jodas, ¿en serio? — susurró, en su español más bruto.
            Ambas se echaron a reír y se la llevaron prácticamente en volandas.
            — No te preocupes, cariño — dijo la primera, mientras caminaban por los pasillos.
            — Vamos a convertirte en una estrella.

……….

            La grabación transcurría sin problemas, al menos, sin más problemas de los ya causados. No se había visto rastro de Jongup durante todo lo que llevaban de día –y eso que habían pasado varias horas desde que habían llegado- y Himchan estaba de un humor de perros, pero quitando esas dos minucias, todo estaba saliendo bastante bien. Los miembros charlaban animadamente mientras veían a Yongguk en mitad de la grabación, y alabaron a su líder con una oleada de aplausos cuando la primera mitad de sus tomas individuales terminó.
            — ¡Ese es nuestro líder! — canturreó Daehyun, sonriente.
            — ¡Se nos hace tarde, chicos! ¡La chica! ¿Dónde está la chica? — el director parecía cada vez más apurado, pero el hecho de que las horas se pasaban volando era innegable — Daehyun, empezarás con ella, prepárate.
            — Sí, sí — respondió, levantándose de su asiento. Y al girarse descubrió algo que le hizo abrir los ojos como platos. Dejó escapar una carcajada de flagrante emoción al ver como alguien se acercaba a ellos, desde el pasillo de los camerinos — ¡Who… Whoa!
            Empezó a reír, incrédulo, y todos se giraron hacia el mismo punto, haciendo que Yoori se avergonzase de sí misma.
            — ¡C-Cállate, Daehyun!
            Yongguk se giró hacia ella y sintió el mundo detenerse ante sus ojos. Estaba… realmente preciosa, más que de costumbre. Su gran cabellera ahora estaba peinada en perfectos tirabuzones que caían a ambos lados de su cuello, sedosos y elegantes. La fina capa de maquillaje que llevaba le daba un toque elegante, y sus ojos verdes parecían mucho más grandes y expresivos de lo normal con aquella raya negra delineándolos. El vestido blanco que ondeaba a cada paso daba dejaba imaginar perfectamente cada una de sus curvas, que en aquellos lugares podría decirse que eran bastante poco comunes. Podía ver sus piernas, estilizadas y largas, que se movían aún con torpeza infantil por culpa de aquellos asesinos de catorce centímetros que llevaba en sus pequeños pies.
            Levantó la cabeza y vio que ella lo estaba mirando fijamente.
            “No me mires”, le dijo, con la mirada.
            “¿Cómo no voy a mirarte?”. Yongguk sonrió plácidamente, desde lejos.
            — Siento interrumpiros — Daehyun se acercó a Yoori y le susurró solamente a ella, sonriendo cómplice — pero ahora eres sólo para mí — le tendió una mano y se la llevó al escenario de grabación.

            Las escenas salían una tras otra, como la espuma. Cierto era que en los primeros momentos Yoori no podía controlar nada bien el temblor de sus piernas y el control de sus expresiones, pero a fuerza de repetir las escenas una y otra vez terminó consiguiendo que el director la viese como algo más que la chica de los recados.
            La trama del vídeo giraba en torno a un chico que, por culpa de las mentiras, perdía al amor de su vida. Pero a pesar de todo ambos se querían, por lo que el destino volvía a unirlos. A pesar de todo, la canción se desenvolvía en un ambiente hostil y con ritmos electrónicos y fuertes.
            Aún así, como era obvio en Yoori… No todo podía salir bien. ¿Qué diablos le pasaba con Yongguk? Había grabado sus escenas con Daehyun, Con Zelo, incluso con Himchan, quien había dejado de lado su enfado para mostrar su cara más amable, pero aquella escena con Yongguk era probablemente la veinteava vez que se repetía, y seguía sin convencer al director.
            — No, no, para. Corta — volvió a parar al cámara por vigésimo primera vez, haciendo que todo el estudio resoplase de desesperación — ¿A eso le llamas enfado, chica?
            — Lo… Lo siento — Yoori parecía realmente avergonzada. El líder podía ver lo mucho que temblaban sus piernas.
            — Estás enfadada. ¿Lo entiendes? Enfadada — el director se acercó a ella y empezó a explicarle la escena — Tienes que odiarlo. Es un capullo que no deja de mentirte y le odias.
            — Lo es — susurró, haciendo que Yongguk frunciese el ceño disimuladamente.
            — ¿Entiendes ahora la mecánica? No puedes ser permisiva. Estás enfadada. Demuéstrame que puedes enfadarte — Yoori asintió tímidamente, y el director volvió a su asiento — ¡Intentémoslo de nuevo!
            Y lo intentaron.
            — ¡Corta, corta, corta! — aquel hombre parecía al borde de la desesperación. Se inclinó hacia delante en su silla, tapándose la cara con una de sus manos, quizá buscando una solución a no encontrarle forma a la escena o quizá blasfemando por tener a una chica tan inútil en el reparto. Suspiró profundamente. Todos los presentes estaban atentos a sus palabras — Hagamos un descanso, ¿de acuerdo?
            Todos se desperdigaron por la sala, agotados de tanto trabajo. Yoori suspiró, llevándose una mano al rostro y caminando hasta sentarse en la pequeña y desvencijada silla al lado de la mesa del decorado. Yongguk caminó hasta apoyarse suavemente en la mesa, a su lado, de pie. De brazos cruzados y con la mirada al frente, más orgulloso que otra cosa.
            — No es una escena tan difícil — dijo, de repente — Ni que te costase demasiado enfadarte conmigo.
            Yoori lo miró unos segundos en silencio antes de decir nada.
            — Cierto. Y más cuando se trata de mentirosos — le espetó, con la mirada clavada en el suelo.
            — ¿Se puede saber de dónde diablos has sacado esa idea? — Yongguk se giró ligeramente hacia ella, molesto.
            — De ti, Yongguk. De tus actos, de tus palabras y tus silencios. Eres más transparente de lo que imaginas.
            — O quizá es que a ti te gusta sacar ideas equivocadas de todo — Yongguk le aguantó la mirada cuando por fin consiguió que Yoori alzase la vista hacia él con claros signos de molestia.
            — ¿Ideas equivocadas?
            — ¡Yo nunca te he mentido! — exclamó Yongguk, molesto.
            Aquella exclamación furiosa pareció pasar desapercibida para todos los presentes en el pabellón excepto para el cámara, que se giró con cierta indiferencia hacia detrás para toparse con algo que, extrañamente, le llamó la atención. Le dio un manotazo disimulado al director en el abdomen sin dejar de mirar y, cuando el hombre respondió a su gesto, le hizo un ademán con la cabeza para que viese lo que él estaba viendo.
            — ¡¿Cómo puedes decir eso?! — Yoori se levantó de su asiento, plantándole cara.
            — ¡Dime una sola vez en que te haya mentido, Yoori!
            — ¡Pues-!
            — Cuando hiciste las cosas bien, te felicité; cuando las hiciste mal, te reprendí — Yongguk la interrumpió — ¡Cuando se me ocurrió llamarte aprovechada lo hice delante de un maldito hospital lleno de gente, además de mis compañeros! ¿Por qué iba ahora a ocultarlo, Yoori?
            El director observaba aquella fuente de expresividad con los labios entreabiertos, asombrado. Empezó a darle manotazos disimulados al cámara para que encendiese la maquinaria y no perdiese ni un solo plano de lo que estaba ocurriendo.
            — Eso… Eso mismo me pregunto yo, Yongguk — cuestionó, asintiendo con suavidad — ¿Por qué ocultarlo ahora?
            — ¡No te he ocultado nada!
            — ¡Sí lo haces! ¡Y lo que más me molesta de todo es que actúes como si todo lo que ha pasado… no hubiese pasado! — Yoori le dio un suave toque en el pecho con sus dedos índice y corazón.
            — ¿Te refieres a…?
            — Sí, exacto, Yongguk. Me refiero a lo que ocurrió hace dos días. ¿Por qué esa noche me mirabas como si no quisieras saber nada más de mí y hoy como si nada vienes a salvarme cuando el director me reprende? ¿Qué diablos es lo que pasa por tu cabeza?
            Yongguk frunció el ceño, aumentando la tensión entre ambos. Incluso sin darse cuenta de ello, el aumento en su tono de voz había llamado la atención de los presentes, cada vez de más y más. Zelo se había levantado con la intención de separarlos, pero Daehyun le hizo un gesto disimulado para que volviese a sentarse. El director parecía emocionado.
            — ¡El problema no soy yo, eres tú! ¡Tú eres la que se lo toma todo a la defensiva! ¡La mayoría del tiempo yo sólo intentaba ayudarte!
            — ¡¿Ayudarme?!
            — ¡Si, ayudarte! — ambos se aproximaron el uno al otro, provocadores, con el orgullo herido. Toda su rabia se había salido de control y ya no había quien los tranquilizase — ¡Pero eres una desagradecida!
            — ¡¿Será capullo?! — le dio un golpe en un hombro — ¡¿Desagradecida yo?! ¡Maldita sea, Yongguk, no vayas de héroe a estas alturas! ¡Un héroe al menos sabe argumentar sus actos!
            — ¿Qué más quieres que argumente? ¡Dímelo!
            — Ni siquiera pudiste darme una explicación a tu comportamiento de hace dos días… ¡Ni siquiera eso!
            — Esa noche dije todo lo que tenía que decir — sentenció, enfadado — ¿Qué mas querías que dijese?
            — Dices que no me mientes, pero tampoco me dices la verdad. Dices que mi teoría de que me consideras una aprovechada es errónea, pero tampoco me dices la correcta… ¿A qué juegas?
            Yoori empezó a caminar fuera del decorado, y Yongguk la seguía; y el cámara también, realmente. Seguía todos sus movimientos, empujado por un director al que sólo le faltaba llorar de la emoción. Yongguk la agarró de una de sus muñecas y la giró hacia él, dejándola cerca, muy cerca.
            — ¿Qué es lo que quieres, Yoori?
            Yoori lo miró, furiosa. Respiraba agitadamente, en silencio. Todos cuchicheaban y se miraban entre ellos, y sin embargo ellos dos eran ajenos al resto del mundo.
            — Te pedí una razón. Sólo un por qué, para estar tan decepcionado… Y ni siquiera eso pudiste darme — sentenció, susurrando.
            Yoori se soltó de su agarre y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse a descansar a su camerino. A Yongguk le bastó el hecho de imaginársela alejándose para que algo despertase en su interior. Fue una décima de segundo, un pensamiento fugaz que lo cambió todo, y unas sabias palabras que resonaron en su cabeza en el momento oportuno.
            “Habla con ella, Yongguk. Estás ahí quieto, sin hacer nada, y se te va a escapar de entre los dedos antes de que te des cuenta.
            Yongguk lo entendió. Al fin, lo entendió.
            El líder detuvo la huída de la chica, y los murmullos cesaron al unísono. Yoori calló, el director calló, los miembros del grupo callaron. El equipo se sumió en muecas de estupor y curiosidad, todos sumidos en el más absoluto silencio, un silencio tan violento que podía palparse. Los chicos intercambiaron miradas con la boca abierta, sin terminar de creerse lo que estaban viendo. Queriendo gritar, y sintiendo que aquel momento era demasiado sagrado como para estropearlo con una oleada de vítores demasiado anticipados. Todos estaban sumidos en el más profundo estupor, y luego… y luego estaban ellos dos.
            Totalmente ajenos al mundo que los rodeaba. Aquella voz interior que había escuchado cuando hablaban hace dos días en la misma habitación había vuelto a aparecer en el momento en que agarró su muñeca para no dejarla ir.
            “Es demasiado tarde para hablar. Tan sólo…”
            Y dejó que su cuerpo y sus sentimientos hiciesen el resto. La empujó hacia él, como en el paso más elegante de baile, y cuando la tuvo pegada a su cuerpo, uno de sus brazos la rodeó por la cintura, rápido y viperino, apresándola con una fuerza desesperada contra él, contra su calor. Y entonces, la voz dictó sentencia.
            “…Tan sólo bésala.”  
            Sus labios impactaron con una suavidad posesiva y brusca contra los de la chica, húmedos por el suave carmín de fresa que le habían colocado. Con el ceño fruncido y su única mano libre colocada suavemente en su mejilla, Yongguk se fundió con ella en un beso que hizo historia, y que desde el minuto cero se grabó a fuego en lo más profundo de Yoori. Su primer impulso fue la resistencia, obviamente. Se resistía entre gritos ahogados y un sonrojo inevitable, pero el agarre del líder era demasiado fuerte… y no podía negar eternamente una verdad como aquella. Sus fuerzas iban menguando a medida que Yongguk se apoderaba de sus labios, y con ello de todo su cuerpo, como si cada bocanada de aire expulsase una dosis de morfina directa a su cuerpo. Se bebía sus labios a grandes sorbos y succionaba toda su energía sin querer. Yoori quería pensar que era eso, quería buscar una explicación racional al fuerte temblor de sus piernas y brazos, a su debilidad, a aquella sumisión total. Todo su cuerpo explotó en un mar de sensaciones que nunca antes había sentido con un solo beso. Nunca antes. El rostro de Yongguk fue serenándose a medida que los segundos pasaban. Quizá de lo único que había huido hasta ese entonces había sido de la posibilidad al rechazo. Había dejado que el miedo se apoderase de él de tal forma que llegase a olvidar lo realmente importante…
            Ella.
            — Dios mío, ¡Dios mío! Es perfecto, ¡esto va a ser una bomba! ¡Corta ya, es suficiente! — el director parecía rebosante de júbilo. Era increíble lo fácil que era cambiarle el humor. Pero pronto se dio cuenta de que el ambiente alrededor de él se había llenado de suaves risitas que no cesaban, y todas las miradas del pabellón se centraban en aquellos dos sujetos, que parecían reacios a separarse. El director esbozó una mueca de molestia al notar que, al contrario a como él había dicho, Yongguk pareció agarrar aún con más fuerza a Yoori, sin separarse ni un solo segundo de ella.
            — Diablos, ¿no me habéis oído? ¡He dicho que ya es suficiente! — el director gesticulaba con ambas manos, elevando la voz, pero ninguno de sus métodos parecía efectivo. Ninguno de los dos implicados parecía tan siquiera haberse dado cuenta de que había hablado. Tan sólo… seguían a lo suyo. Yongguk no tenía pensado soltarla ni aunque un ejército lo obligase a hacerlo.
            — ¡Pero…!
            — ¡Director! — exclamó la chica de maquillaje.
            — Le invitamos a un café — añadió la de vestuario.
            Y sin dejarle mencionar una sola palabra más, se lo llevaron a la fuerza de allí.

            En cuanto al beso… Fue para largo. Todos los presentes llegaron a la conclusión de que ellos y los implicados estaban en ese momento en mundos diferentes. Todos empezaron a hacer sus cosas, sus tareas. Tenían sus charlas, reían en grupo, ya cansados de observar como idiotas como Yongguk se comía a Yoori sin descanso. Pero ellos no se cansaban. Podrían haberse pasado todo el día así, podrían haberse quedado sin aire y morir felices, siendo ese beso su último recuerdo. Yoori, que tenía las manos sobre el pecho del líder, podía sentir lo rápido que latía su corazón… aunque no era el único.
            Yoori sintió como el beso llegaba a su fin, y se negaba a ello. De forma inconscientemente desesperada agarró el cuello de la chaqueta del líder y lo empujó hacia ella, dándole un último beso que se quedaría en su memoria para siempre. Y entonces, ambos se quedaron abrazados, rozando sus labios y sus pequeñas narices con un cariño esquimal. Dejaban escapar tímidas bocanadas de aire cálido sobre los labios del otro y evitaban mirarse a los ojos, aún no muy seguros de lo que había pasado.
            — Te… ¿Te sirve esto como explicación? — Yongguk apoyó su frente sobre la de ella y susurró aquellas casi inaudibles palabras con el tono más vergonzoso y dulce que  Yoori había oído en toda su vida. El líder no pudo evitar esbozar una sonrisa al ver como la mueca de Yoori hablaba por sí sola. La chica se mordió los labios intentando no sonrojarse más, sin éxito, y asintió tímidamente, en silencio.
            Yoori habría querido que el tiempo se detuviese en ese momento. No entendía por qué, pero le gustaría que ocurriese. Ese momento era simplemente perfecto.
            ¿Qué podía salir mal?
            — ¡Aigoo…! ¡Ese beso ha sido increíble...! Espero que sea parte del MV…
            A Yoori se le partió el corazón en mil pedazos al escuchar aquella voz tan repentina. Se alejó de Yongguk de repente, quien parecía compartir su misma mueca de incredulidad, y buscó la raíz de aquellas palabras. Los restantes miembros, que seguían sentados en un semicírculo cerca del decorado, se giraron hacia atrás y vieron cómo sonreía allí, de pie, sujetando su pequeño bolso blanco con aquella sonrisa de víbora que tan sólo ella sabía esbozar con tanta profesionalidad.
            — ¿Qué estás haciendo aquí, Eunhee?
            La coreana sonrió, entornando los ojos y ladeando la cabeza. Su voz sonó cantarina y llena de rencor oculto.
            — ¡Sorpresa…!

4 comentarios:

  1. ¡¡¡Aigoo!!! ¡¡¡Que capitulazo!!! Entre que lo estaba esperando con muchas ganas y que el otro terminó muy asdfasdfasdfasdf me he quedado O.O *3* (y seguiría una larga lista de emoticonos xDDD)

    ¡¡¡Por fin Yongguk!!! ¡¡¡Por fin lo haces!!! Si es que hasta he visto el beso. Ha habido un momento en que parecía que los tenía a los dos enfrente de mi dándose ese ultra-mega-pedazo de BESO, igual que con la discusión entre Himchan (babeo con su actitud caballerosa *-*) y su hermana Haneul.
    ¡¡Ah!! Y no me olvido de la guarra/asquerosa/pedazo de zorra/toca pelotas etc etc etc de Eunhee. Dios, si existiera yo ya la habría descuartizado >___< Mira que solo es un personaje, pero le tengo un odio inmenso. "Espero que sea parte del MV" dhdjdkzhdhhcdinch Uf uf uf que me altero xDDDDDD

    ¡¡¡GRAN CAPÍTULO, SI SEÑOR!!!

    P.D.1: ¿Dónde hay que firmar para poder ser la presidenta de tu club de fans? Asdfasdfasdfasdf No me hagas sufrir más esperas como esta >__< ;_____;

    P.D.2: Lo que dije, este fic va mejorando capítulo a capítulo ^^ (Me gusta ;) )

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  2. YAH! *^* lo ame ;-; siguelo!!! okey paro HAHAHA pero quiero saber que pasa con esa zorra y como seguiran las cosas con yongguk y yoori :c

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  3. Ah~ Lo amé! -Rueda por el piso- Me encanto!, Amo como escribes!!!!! alskdjaldkjl No puedo despegarme :3333
    Gracias por el nuevo capitulo *-*

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  4. me hiciste gritar como perra XD <3 amo tu fic u-u es hermosooooooooooooooo *-*

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