- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol x fan, hetero
CAPÍTULO 10: UNA DOSIS DE COBARDÍA Y OTRA DE VALOR
Cogió su mano. Cogió aquella mano fría y
electrizada por el bofetón que le había propinado y la mimó como si de un
tesoro se tratase, cobijándola entre las propias. Permaneció como una estatua,
allí, frente a ella, cuidando de su mano en silencio. Yoori veía su rostro
enrojecido por el impacto, y la culpa empezaba a pesar sobre ella como una gran
roca.
Él
la observaba en silencio. Simulaba que no hacía caso a sus gestos, a su
flagrante sentimiento de culpabilidad, pero en realidad lo notaba. Lo notaba
fuertemente, en el interior de su pecho, como un calor incómodo, una llamarada
intensamente dolorosa que necesitaba sofocar.
—
Eso te pasa por tener las manos tan largas — la sensación de culpabilidad de la
chica subió como la espuma al escuchar aquella voz, tan suave, tan… impropia
del Yongguk que creía conocer. A pesar de las ganas de hacerlo, no alzó la
vista; no se atrevía. Frunció el ceño y permaneció mirando al suelo como si
aquello fuese la decisión correcta, convenciéndose a sí misma de que lo era. Pero
Yongguk podía leer sus pensamientos, sin necesidad de ser adivino; tan sólo
viendo el brillo de sus ojos.
Ambos
escuchaban el murmullo de la otra habitación, donde el resto del grupo parecía
estar. Que hiciesen oídos sordos de todo lo que ocurriese más allá de las
paredes de aquella habitación no iba a bastar para cambiar la realidad. Todo
aquello había sucedido, todos estaban pagando las consecuencias por sus malos
actos. Cada uno sufría de una forma diferente, en silencio.
Yongguk
sabía que aquel era el momento idóneo para hablar. Para terminar conversaciones
a medias. Pero antes de ello tenía que calmar el dolor que lo estaba matando
por dentro. Un dolor punzante y filoso, envenenado, incesante, cuyo antídoto
era la respuesta a una simple pregunta que dudó en hacer. Aquellas palabras
fueron las más difíciles que sin duda pronunció nunca, en contra de la
parálisis que sus labios parecían haber adquirido como defensa propia, en
contra de la sequedad de su garganta y el temblor de sus manos. Yongguk habló a
pesar de que todo su cuerpo le pedía que permaneciese callado. No podía
soportarlo más.
—
¿Algo de lo que haya podido ocurrir… ha sido en contra de tu voluntad? — habló
muy lento. Su cuerpo no le dio tiempo tan siquiera a recibir una respuesta
antes de que el dolor se extendiese por todos sus músculos. Más que dolor,
había sido una oleada de nervios imparable que viajaba de un lado a otro de su
cuerpo, haciéndolo sentir como una botella bruscamente agitada ante la
impaciencia de una contestación.
Pero
Yoori no parecía dispuesta a hablar. Había escondido la cabeza, como una
tortuga asustada. Yongguk no podía ver su rostro, oculto entre su gran mata de
cabello lacio cayendo frente a sus ojos, pero no le hacía falta verlo para
preocuparse. El murmullo del exterior se hizo mayor, e inmediatamente todo pasó
a ser silencio.
—
No.
Se
esperaba esa respuesta. Lo peor de todo es que se la esperaba. Pero quizá es
cierto eso de que la esperanza es lo último que se pierde y un desesperado
trozo de su corazón seguía esperando una respuesta que no hiciese tan doloroso
aquel tormento. Aprovechó que ella no lo miraba para cerrar los ojos y
permanecer quieto, dejando que todo su dolor y su rabia explotasen en su
interior como bruscos petardos, como fuegos artificiales, como peligrosas
bombas nucleares sin control, como carnívoros animales que parecían devorar su
corazón a grandes dentelladas.
Yoori
se sentía como una auténtica mierda. Nunca se le había dado bien mentir.
—
No tengo por qué darte explicaciones.
—
Pero vas a hacerlo — bramó Yongguk con un tono que hizo temblar el suelo bajo a
sus pies. Yoori no se sintió capaz de desestimar aquella orden indirecta.
—
So-… Sólo… Ocurrió, y ya está — musitó, con un hilo de voz, después de
habérselo pensado muy bien.
—
¿Te das cuenta los problemas que puede traernos esto?
—
¿Por qué no aprendes a separar lo profesional de lo privado, Yongguk? — Yoori
estaba siendo dominada por un ataque de pánico. O quizá era sólo la vergüenza
de tener que hablar sobre aquel tema con él — Esto… ¡Esto no tiene nada que ver
con el grupo!
—
¿Sabes lo que pasará si sale al exterior? — al contrario que la chica, el líder
parecía saber mantener la compostura bastante bien; al menos, exteriormente. Y
eso le bastaba.
—
¿Cómo diablos va a salir al exterior? ¡Sólo lo sabéis vosotros! — con cada
palabra su rostro iba adoptando un color rojizo. Se daba cuenta de lo que
realmente eso significaba y no podía terminar de creérselo — ¿Por qué… Por qué
iríais a decir algo que os perjudicaría?
Yoori
soltó con un nervioso tirón su mano del agarre de Yongguk y entrelazó sus
dedos. Aún sentía el calor que el líder había dejado en su piel y eso sólo lo
empeoraba todo. Se separó con pasos torpes, dándole la espalda e intentando no
echarse a llorar allí mismo, respirando con agitación. La estaticidad del chico
que permanecía detrás de ella sin hacer o decir nada la helaba por dentro. Era
capaz de escuchar su respiración, nasal, lenta; falsamente tranquila.
—
¿Por qué sigues su juego? — hablo muy lentamente, intentando calar sus palabras
en la chica. Entrecerró los ojos con suavidad, analizando cada uno de sus
gestos.
—
¿Juego?
—
Él no quiere nada contigo.
A
Yoori le costó unos segundos buscarle un sentido a lo que había dicho.
—
¿Qué estás diciendo? — respondió, sonriendo atónita.
—
Lo que oyes. ¿No me he expresado con suficiente claridad? — sonaba tan frío
que… daba miedo — A él no le interesas. Nunca le interesaste. Lo único que
quiere es-
—
¡Por el amor de Dios, cállate! — Yoori se echó las manos a la cabeza, tapándose
ambos oídos y encogiéndose con suavidad hacia delante, hecha una furia. En ese
momento sí se giró, sí lo miró directamente. No podía creerse lo que estaba
oyendo salir de sus labios. Caminó varios pasos hasta acercarse a Yongguk, y lo
miró fijamente, con rencor — Jongup tenía razón… ¡Sólo piensas en tu propio
beneficio!
—
¿Mi propio beneficio? — el tono de Yongguk empezaba a alzarse peligrosamente.
Arqueó ambas cejas con sorpresa ante esa contestación — ¿Intento alejarte de
algo que puede hacerte daño y dices que actúo en base a “mi propio beneficio”?
¿Tienes los ojos abiertos, Yoori?
—
¡Sólo te preocupa tu fama! ¡Tú! ¡Tú, tú, y tú! Si las cosas no van como a ti te
gusta siempre estás metiéndote en medio para que todo siga el cauce que tú vas
marcando. ¡Siempre tú! ¡Pues no, Yongguk! ¡No! — Yoori le dio un empujón en el
pecho, alterada — La gente tiene sus propias vidas, su privacidad. ¡Tiene
derecho a seguir su propio camino! Tú… Sigues desconfiando de mí, ¿verdad?
Aquella
vocecilla tan suplicante rompió a Yongguk por dentro.
—
¿Qué estás diciendo?
—
Sigues creyendo que no soy más que una… aprovechada que intenta sacar el mejor
beneficio de “tu grupo”… ¿Es eso? ¿Por eso te molesta que Jongup y yo-?
—
¡Cállate! — bramó el líder, interrumpiéndola, en un grito que retumbó en su
cabeza. Frunció el ceño y los labios, y dejó que todo su enfado saliese por sus
ojos venenoso y burbujeante, empapando a Yoori.
—
¿Acaso vas a decirme que hay otro motivo? — ahora era ella la que mantenía la
calma. No era precisamente calma lo que guiaba sus casi estáticos movimientos y
su hilo de voz, sino un pesar arrastrado por la decepción y el sentirse… engañada. Una opresión en su garganta
que le daba ganas de llorar. “Nunca ha confiado
en mí. Nunca.”
“Este
es el momento.” Algo dentro de Yongguk parecía querer comunicarse con su
cuerpo; quizá era su alma, quizá su conciencia. Su yo interior, su parte buena,
la que sabía que aquel era el momento ideal para… aclarar las cosas; tan sólo hacía falta estudiar la situación.
Estaban ambos en la habitación, solos, a apenas un paso de distancia. Los ojos
de Yoori lo miraban tan fijamente que el verde de sus orbes parecía impregnar
cada inspiración del líder con un olor a menta fresca que lo llenaba de
valentía inconsciente. “Es el momento
perfecto, Yongguk… Estáis los dos, solos. La tienes frente a ti, esperando
atentamente una respuesta. No la has engañado, nunca la has engañado. De lo
único que puede acusarte es de no haber sido lo suficientemente valiente como
para decirle cara a cara lo que sientes.
Díselo, Yongguk. Dile que la
quieres.”
— …
Pero las cosas en el exterior no
parecían estar resultando tan utópicas como el líder pensaba. De un momento a
otro le resultó imposible pronunciar vocablo alguno, como si repentinamente se
le hubiese olvidado cómo hablar. Permanecía con los labios ligeramente
entreabiertos sin despegar la mirada de los ojos verdes de la chica, que
lentamente iban perdiendo expresión. Como una luz que se apagaba, que perdía
toda su fuerza y su vida. Yongguk no se dio cuenta de que se le acababa el
tiempo, hasta que fue demasiado tarde.
—
Lo sabía…
Bastó
un pestañeo para que el brillo cristalino y húmedo en los ojos de Yoori se
hiciese más que evidente. Fue entonces cuando Yongguk se dio cuenta de que su
última oportunidad había expirado.
—
No, espera… ¡Yoori! — la persiguió cuando se giró y echó a correr hacia la
puerta. La agarró con fuerza por una de sus muñecas justo antes de que sus
dedos agarrasen el pomo de la puerta, y tiró de su mano hacia atrás para
retenerla junto a él. La giró, haciendo que lo mirase fijamente, intentando
calmar sus intentos de liberación. De haber sabido lo sencillo que había sido
calmarla con una sola frase, lo habría dicho mucho antes — Sigues queriendo a
Daehyun, ¿verdad?
—
¿Qué? — sollozó disimuladamente Yoori, con un nudo en la garganta.
—
Todo esto… Ha sido por simple despecho, ¿verdad? — las palabras de Yongguk
resonaron en la cabeza de Yoori, bruscas y dolorosamente confusas. ¿Realmente
era incapaz de entender que ni siquiera ella misma podía terminar de comprender
lo que había ocurrido?
—
Déjalo ya, Yongguk. No sé de qué hablas — respondió, escueta.
—
Así que es… Es cierto… Sigues colada por Daehyun…
Por
su tono de voz parecía que ni se había molestado en escuchar sus excusas.
Seguía firme en su afirmación, y por su mirada parecía estar esperando que
Yoori le diese la razón de una buena vez. Cosa que, por desgracia para él, no
iba a ocurrir.
Se
libró como pudo del agarre y abrió con firmeza la puerta. Caminó un paso sin
despegar la mirada de enfado de Yongguk, y quizá por eso el sobresalto al
voltearse hacia delante y ver a Youngjae a apenas varios centímetros de ella
fue mayor. Con un suave brinco alzó la mirada a sus ojos, aparentando
normalidad.
—
Buenas noches.
Era
tarde. El sonido de la puerta de entrada cerrándose devolvió el silencio al
apartamento.
……….
Hacía
frío. Todos los miembros del equipo daban la bienvenida a la mañana con grandes
abrigos de plumas y bufandas que apenas dejaban a la vista sus pequeños y
rasgados ojos. Entre bocanadas de aire que dejaba rastros de vaho suspendidos
en la nada se saludaban con ligeras reverencias y murmullos adormilados.
Jongup
se miraba en el espejo la suave marca morada que aún quedaba alrededor de su
ojo derecho, quizá intentando encontrar un ángulo en que no se viese demasiado,
sin éxito. Habían pasado dos días desde la pelea
y ya no tenía sensibilidad en esa zona de la cara de tanto hielo que había
puesto contra su piel.
—
Déjate de espejos y ponle más hielo — vio por el reflejo como un sonriente
Daehyun lo miraba desde el marco de la puerta, apoyado en él.
—
No, gracias. Creo que me basta con haber perdido un 70% de sensibilidad.
Daehyun
rió. Se adentró en el camerino y se sentó en un sillón, mirando a su compañero.
—
El director ha dicho que no puedes grabar así.
—
No, ¿en serio? — susurró, bruscamente sarcástico.
—
Quizá es mejor que te vayas a casa, descanses, y…
Daehyun
dejó de hablar cuando vio a Jongup mirándolo fijamente, con las manos alrededor
de su ojo herido y una de sus cejas alzadas.
—
¿Acaso tienes miedo?
—
¿Miedo? — preguntó, risueño.
—
De que Don Puños de Acero quiera repetir lo mismo en mi otro ojo.
—
¿Yo? En absoluto. ¿Sabes? En el fondo, creo que conozco bastante bien a
Yongguk. Y… — Daehyun alzó la mirada lentamente hacia Jongup, sonriendo con
tranquilidad, intentando transmitir la seguridad y convicción que arrastraban
sus sinceras palabras — …sé que no golpearía a nadie así como así. Y mucho
menos a uno de nosotros.
Jongup
gruñó, molesto.
—
Se le ha ido la pinza. Todo desde la llegada de Yoori.
—
Hm. ¿Por qué será? — canturreó, risueño.
—
Pregúntale a él — Jongup parecía evasivo, sin ganas de conversar; y mucho menos
sobre Yongguk.
—
Lo sabes de sobra. Todos lo sabemos. Parece como si Yoori fuese la única que no
es capaz de darse cuenta de cómo la mira.
Jongup
sonrió, misterioso.
—
Bueno — susurró, separándose del espejo y girándose con suavidad para encarar a
Daehyun — No parece ser el único que no se da cuenta de las cosas evidentes.
—
¿A qué te refieres?
……….
Los
cinco miembros preparados para grabar estaban allí, en el pabellón principal,
rodeando a un enfurecido director que parecía ofuscado tras haber tenido que
tomar la decisión de aplazar las escenas de Jongup, y junto con ellas, las del
grupo completo.
—
Grabaremos tomas individuales — bramó, enfadado. Estableció el orden de
grabación, por miembro y por decorado, mientras los chicos del grupo asentían
en silencio, mirando al suelo. No parecía ser recomendable eso de llevarle la
contraria al director cuando estaba enfadado — ¡¿Y dónde está esa chica?!
¡Llega tarde!
Yongguk
cerró los ojos. Himchan y Zelo intercambiaron miradas.
—
Creo que es culpa del tráfico — Yongguk frunció los labios disimuladamente sin
levantar la mirada hacia el director.
—
¿Tráfico? — si las miradas matasen, Yongguk ya estaría camino al otro barrio —
¡Ni que estuviese a 100km de aquí!
Bastó
nombrarla para que el eco de unos grititos apurados empezase a acercarse a la
posición de los chicos. La vieron acercarse a lo lejos, con el bolso medio
caído y a medio peinar, y con signos evidentes de no estar aún completamente
despierta.
—
Por fin llegas — bufó el director.
—
¿Qué tal el tráfico? — preguntó Himchan, clavando la mirada en ella como si
quisiese hacerle entender sus intenciones antes de que mencionase una palabra.
—
¿Qué tráfico?
Frunció
el ceño, inocente, viendo las expresiones de todos los miembros, y la del
director, y su mueca cambió al instante.
—
¡Oh, claro! ¡El tráfico! Sí, estaba todo… atascado. ¡Lleno! — los miembros
asentían sonriendo mientras hablaba. Pero la sonrisa les duró poco — Aunque eso
no fue lo peor, me ha costado horrores entrar aquí dentro.
—
¿Qué ha pasado?
—
¿Acaso no sabéis como está todo eso ahí fuera? — señaló hacia atrás, incrédula —
¡Todo el recinto está rodeado de fans!
Eso
sí pareció tomarlos por sorpresa. Todos empezaron a cuchichear entre sí,
dejando a la chica pensativa sobre si debería haber dicho eso o no.
—
¡No deberían saber que estamos aquí! — el director entró en cólera.
—
¿Cómo ha podido filtrarse la información?
—
Quizá algún miembro del staff… — opinó Zelo.
—
Y el material aún no ha llegado… ¡Chica!
—
¡Qué! — Yoori pegó un brinco del sobresalto ante aquel rugido furioso.
—
Ve a la entrada. Encárgate de abrirles el portal a las furgonetas del material.
—
¿E-Eso no deberían hacerlo los miembros del e-?
Yoori
no había acabado de formular su pregunta
y ya podía sentir como la furia de los ojos de aquel hombre bien entrado en los
cincuenta la hacía sentir como si se estuviese quemando viva. Tampoco le dio tiempo
tan siquiera a arrepentirse de haber preguntado semejante cuestión antes de
sentir a Yongguk agarrándola por una muñeca y tirando de ella hacia el portal.
—
¡Bang Yongguk! ¡A dónde vas!
La
voz del director se perdió en la distancia.
……….
—
No sé qué haces aquí.
Uno,
apoyado contra la pared, mirando hacia un lateral; la otra, apoyada en el marco
de la puerta, mirando hacia el lado contrario. Ambos a una distancia prudente,
como si temiesen contagiarse la peor enfermedad.
—
Salvarte el trasero — le espetó, sin mirarla.
—
No necesitaba tu ayuda.
¿Momentos
tan tensos como ese? Pocos. Yoori agradeció los bocinazos que empezaron a
resonar por encima del alboroto del exterior y el pasillo que se abrió dejando
paso a la furgoneta blanca que esperaba. Sentía los flashes llegar hasta ella
desde las barandillas que los miembros de seguridad habían colocado para evitar
el acercamiento extremo de las fans y ello no le gustaba. Distinguía llamadas a
los chicos desde el alboroto, saludos, y también insultos. Demasiados insultos.
Pero
el alboroto moderado pronto se convirtió en una explosión de decibelios que
aturdió a Yoori por instantes. Se giró hacia atrás y vio a Yongguk asomado al
portal, saludando a la marabunta de fans que luchaban contra los guardias de
seguridad buscando acercarse un poco al líder, que sonreía y saludaba sin decir
nada. Sus miradas se cruzaron durante una décima de segundo que a Yoori le
bastó para entender su intención de servir como cebo a la muchedumbre.
“No necesito tu ayuda, imbécil.”
Con el orgullo dañado y los humos
subidos, se acercó a la puerta trasera de la furgoneta para abrirla, pero, para
desgracia de Yoori, ella misma se abrió antes de que llegase a tocarla. Con un
brinco torpe y un golpe rojizo en la frente salió despedida hacia atrás, y
abrió los ojos justo para ver una seria e imponente figura que se alzaba y
salía del interior del vehículo, impasible ante lo sucedido.
—
Ha-Haneul…
—
Tú y tu manía de estar siempre en el medio.
—
¿Qué haces aquí?
Haneul
la miró con cierta indiferencia.
—
Y la de hacer preguntas estúpidas.
Dos
hombres salieron tras ella del furgón y empezaron a bajar cajas y armatostes
repletos de ropa y material de grabación. Yoori les indicó a los hombres el
camino y se quedó fuera con su estilista mientras esta disfrutaba de un
cigarro.
—
Deberías estar ya preparándote — dijo, como saludo.
—
Parece que el director sólo me quiere de recadera.
—
Será por las pintas que traes — Haneul alzó una ceja cuando vio a Yoori inspeccionar
su propio atuendo sin entenderla del todo — pareces la chica del pan — añadió,
seca.
—
No voy a pasearme por ahí con minifaldas y tacones de aquí al cielo. No soy famosa ni he esperado serlo jamás.
Haneul
sonrió.
—
Sí eres famosa. Pero del modo en que a nadie le gustaría serlo.
Yoori
no se sintió capaz de responder. El gran alboroto y las llamadas desesperadas
hacia el líder, que seguía saludando, era todo lo que llenaba el silencio en
ese momento, pero solo en el exterior. Dentro de Yoori cada insulto, cada
palabra malsonante seguía dañando cada vez un poco más su corazón. No estaba
hecha para ese mundo.
—
¡Eh! ¿Necesitáis ayuda? — el alboroto se intensificó doblemente con la llegada
de Himchan, que apareció de repente al lado de Yongguk y obligó a Yoori a girarse hacia su voz como acto reflejo.
—
Ese mocoso…
No
cayó en el alto índice de peligro de esa situación hasta que vio la mueca de
Yongguk, quien parecía estar luchando contra viento y marea para no mirar hacia
su posición.
—
Oh, Dios mío — Yoori recordó las palabras de Yongguk y dejó escapar las
palabras de la desesperación como un siseo ahogado y nervioso. Miró rápidamente
a Haneul y sintió en sus carnes sin necesidad de palabra alguna que no iba a
hacer caso de nada que pudiese pedirle.
—
Que afronte sus problemas de una vez — se limitó a decir, llevándose el cigarro
a los labios.
Yoori
corrió a un lateral de la furgoneta, agarró una de las puertas y la entrecerró
de forma que quedase alineada con la pared del vehículo, dejando a Haneul
oculta tras ella, justo cuando el visual se giró y la saludó con un enfático
movimiento de manos. Yoori, apoyada en la puerta, le respondió al gesto
mostrando la sonrisa menos nerviosa que podía articular. “Disimula, disimula…”
Haneul no se había movido ni un ápice.
—
Estás haciendo el ridículo. En algún momento se dará cuenta de que estoy aquí.
—
Prefiero retrasarlo lo máximo posible — palabreó disimuladamente Yoori, sin
dejar de mirar a ambos chicos y saludar.
—
¿Qué le pasa a Yoori? — susurró Himchan disimuladamente, sin dejar de
saludarla.
—
Creo que está nerviosa por la… multitud — Yongguk no podía quitar la mirada de
la parte inferior a la puerta de la furgoneta, donde unas estilizadas piernas
de mujer adulta asomaban. Quietas, relajadas. Ello le había bastado para
comprender de donde provenía la mueca de Yoori.
—
Supongo que en el fondo ella no pertenece a este mundo — Himchan se giró un
segundo hacia Yongguk, que, a pesar de mantener los ojos fijos en él, no lo
estaba mirando. En segundo plano podía ver a Yoori de espaldas discutiendo con
aquel par de piernas que no se movía, sucesos que pasaron muy rápidos y a la
vez muy lentos — Iré a ayudarle, a veces no entiendo al director.
Pero
aquel par de piernas se movió de repente, y una estoica mujer apareció ante los
ojos del líder durante dos segundos, cruzada de brazos, recta y solemne, y
desapareció en el interior del edificio justo cuando Himchan se dio la vuelta y
se encaminó hacia la situación de Yoori, que sentía su corazón latir en su
garganta.
—
Vaya, ¿y tú por aquí? — susurró, risueña y nerviosa. Era una de las formas más
disimuladas que tenía de decir “lárgate” en aquel momento.
—
Soy todo un caballero — sonrió, haciendo un gesto con su cabeza hacia un lado.
Yoori se dio cuenta en ese momento que nunca se había parado a pensar en lo
atractivo que podía llegar a ser Himchan.
—
Y un inoportuno… — susurró, de forma
inaudible para Himchan, dándose la vuelta y acercándose a la furgoneta.
—
Están preparando a Youngjae para grabar… Y si me quedo allí sentado me aburro.
Necesito estar en movimiento — Himchan seguía hablando y hablando, como si
necesitase excusarse por estar allí. Movía sus brazos como un gimnasta en medio
de un calentamiento previo, y seguía a Yoori hacia el montón de cajas que aún
quedaban por descargar — Vamos, señorita. Empieza a darme órdenes. ¿No hay nada
que pueda hacer?
Yoori
se quedó mirando al visual mientras este hacía pequeños montoncitos con cajas.
“Es como… un niño hiperactivo. Siempre
activo y alerta. Habla y habla, pero no dice nada. Tan sólo llena el vacío”. Sonrió.
—
¿De verdad crees que voy a usarte como transportista de material, señor visual súper famoso? No quiero que ese tropel de chicas que grita por
vosotros ahí fuera venga y me linche, gracias — dijo.
Pero
entonces se giró hacia dentro y la sonrisa desapareció al ver a Haneul a pocos
pasos hablando con uno de los miembros
del equipo. Volvió a mirar a Himchan, y otra vez a Haneul. “No se va a ir de ahí ni aunque se lo pida…”;
incluso sin conocerla, Yoori la conocía.
—
¿Sabes? — dijo de repente, sin quitar la mirada de Haneul — Creo que he
cambiado de opinión — dijo, apurada.
—
¿Ah, sí? — Himchan parecía sorprendido.
—
Sí, ¿por qué no? — asintió, acercándose a él — Mira la cantidad de mierda que
hay aquí metida, sin un poco de ayuda no acabaremos ni mañana… — hablaba
demasiado rápido como para disimular que estaba nerviosa. Con un salto ágil se
subió a la furgoneta y empezó a buscar algo que le fuese útil — ¡Oh! Sí, esto.
¡Esto!
Himchan
observó a Yoori, no muy seguro de lo que intentaba conseguir. Pero era gracioso
verla intentando coger aquella caja, intentando suspenderla en peso sin éxito.
Parecía más probable que de la caja brotasen dos piernas y empezase a caminar
hacia él antes de que consiguiese moverla sin arrastrarla.
—
¿Te ayudo? — susurró, aguantando una carcajada.
—
¡No! Está todo controlado — Yoori iba acercando la caja a Himchan empujándola
con uno de sus hombros, haciendo gestos de que no se moviese. El visual la
cogió entre sus brazos como pudo cuando la tuvo a su alcance, intentando
mantener el equilibrio. En cuanto Yoori se giró hacia él pudo comprobar que la
caja era lo suficientemente alargada como para que llegase hasta su cuello.
Cogió una caja más pequeña y se la puso sobre la parte superior de la otra,
tapándole completamente la visión. Y en vez de sentir pena por él, estaba contenta. “Soy una hija puta”, pensaba.
—
¿No será demasiado? — escuchó la voz de Himchan, risueña e insegura detrás de
aquellas dos grandes cajas.
—
¿No puedes con dos cajas, caballero?
—
Claro que sí, señorita.
— Déjame ser tus ojos. ¿Confías en mí? —
Yoori se puso de cuclillas en el límite de la zona de carga, sonriendo. Himchan
asomó la cabeza por uno de los laterales con bastante dificultad y sonrió al
verla.
—
Con sonrisas así, ¿cómo no hacerlo?
Yoori
sonrió, vergonzosa. En el fondo, sí que era todo un caballero.
……….
A
Yongguk iba a explotarle la cabeza. Tanto tiempo expuesto directamente a
semejante griterío sumado a la falta de sueño que arrastraba desde hacía días
habían dado lugar a un cóctel explosivo de dolor que sentía hasta al caminar.
Entre suspiros caminaba hasta el pabellón principal, buscando un poco de
tranquilidad. Iba tan despistado que casi se lleva por delante un armatoste
cargado de ropa que dos chicas transportaban en medio de una animada charla.
Detuvo sus pasos de golpe antes de girar la cabeza hacia un par de grandes ojos
que lo miraban, culpabilizadores.
—
Lo siento — se disculpó, haciendo una ligera reverencia.
—
Vigila tus pasos Bang Yongguk, todo este amasijo de tela puede valer más que tu
cabeza — Haneul alzó una de sus cejas — o casi — añadió, insegura.
—
Mensaje captado — alzó sus manos en señal de rendición y retrocedió un par de
pasos para que las chicas pudiesen seguir caminando. Haneul las siguió sin
decir nada más, con su común paso erguido y elegante.
—
Daos prisa, aún quedan tres perchas más que llevar al almacén — les dijo, antes
de desaparecer por una esquina.
Yongguk
suspiró.
—
Está hecha de hielo — sentenció, resignado. No pudo ni caminar dos minutos
antes de encontrarse a Yoori apoyada con su espalda contra la pared del pasillo,
con la mirada perdida — ¿Qué haces ahí? — le preguntó, desganado.
Yoori
giró la mirada hacia él con furia.
—
¿Por qué diablos me has endilgado a Himchan cuando sabías que Haneul estaba en
mi órbita? — preguntó, enrabietada.
—
No lo sabía. Y no te equivoques. No estaba ella en tu órbita, tú estabas en la
suya — puntualizó, bastante tranquilo.
—
Oh, déjate de bromas. Me vuelvo loca por hacerte caso y evitar un encuentro que
realmente es ineludible sólo por ayudarte, y tú…-
Yoori
tuvo que dejar su nerviosa, rápida y graciosa
verborrea al sentir una suave risa que no pegaba en aquella discusión. Miró a
Yongguk con mala cara, intentando no caer ante la sensación que siempre brotaba
en su estómago cuando lo veía sonreír de aquel modo.
—
Gracias por querer ayudarme — respondió, aún con suaves resquicios de aquella
sonrisa tan dulce a la vez que cansada. Yoori no sabía cómo reaccionar ante él.
¿Esperaba que las cosas fuesen así de fáciles? “No hace falta que me sonrías así si sólo me consideras un estorbo”,
pensaba — Ya sé que es algo inevitable, pero… alarguémoslo lo máximo posible.
—
He oído eso en alguna parte — respondió, misteriosa. Cedía ante Yongguk casi
sin darse cuenta, y ese punto de debilidad era quizá el que le daba al líder
una razón para sonreír.
—
Bueno, ahora ya no creo que haya mucho por lo que preocuparse. Ve a tomar un
café y espera tu turno para grabar. O quizá una infusión relajante, te hará
falta.
—
¿Qué no hay que preocuparse? — Yoori se peinó el cabello hacia atrás con los
dedos, suspirando profundamente — He visto cómo se iba hacia el almacén, hasta
arriba de material.
—
Ya, yo también. ¿Y el problema está en…?
—
¿Y si coinciden allí? — Yoori lo miró — No me ha dejado ir, “ese era su trabajo
ahora, y no tenía que preocuparme”, decía…
—
Claro que es su trabajo — Yongguk alzó una ceja. Le costaba mucho, bastante,
realmente demasiado, imaginarse a Haneul diciendo esas palabras — Y además,
¿qué probabilidades hay de que Himchan suba al almacén? — añadió, riendo
convencido.
Yoori
miró a Yongguk.
—
Yo hablaba de Himchan.
Ambos
se quedaron mirándose en silencio, con muecas vacías. Pensaban, y al mismo
tiempo estaban en blanco, intentando comprender la mirada del otro, repasando
en sus mentes la conversación que acababa de tener lugar. Se dieron cuenta de
que ambos lo habían entendido todo mal desde el principio y que las cosas
podían ponerse muy peligrosas. Una chispa brotó en las mentes de ambos casi al
mismo tiempo, que les obligó a esbozar una mueca que simbolizaba la perdición en
todo su esplendor.
—
¡¡Himchan!!
—
¡¡Haneul!!
Ambos
salieron corriendo, gritando al unísono, torpes y avergonzados de lo que
acababa de ocurrir. Ambos se sentían idiotas a partes iguales, y Yoori temía
que todos sus esfuerzos por evitar aquel encuentro hubiesen resultado inútiles
si llegaban a encontrarse. Las puertas del ascensor se cerraron ante sus ojos y
no tuvieron otro remedio que subir las escaleras. Yoori las subía de dos en
dos, había dejado atrás a Yongguk, realmente porque él se lo había permitido.
No tenía demasiadas esperanzas ya, y al llegar al piso del almacén estas se
redujeron a cero. El líder esprintó lo suficiente como para detener de repente
la carrera de Yoori y pararla justo antes de doblar la última esquina, antes de
llegar a la plaza de la discordia. La agarró por una de sus muñecas, tiró de
ella hacia atrás y cubrió su boca con su otra mano.
Yoori
miró hacia atrás y se dio cuenta de que habían llegado tarde.
—
¿Por qué estás aquí? — una voz los sobresaltó a ambos. Era Himchan… Lo era,
¿verdad? En verdad, Yoori no era capaz de reconocer a Himchan con tan solo oír
esa voz. Lo recordaba junto a ella minutos antes, junto a aquella furgoneta, y
no era capaz de sentir la chispa de ese niño hiperactivo hablando tras aquella
pared.
—
Trabajo — así era Haneul. Impávida, fría como un iceberg.
—
Te dije que no quería volver a verte cerca y mucho menos si se trataba de algo
relacionado con mi trabajo — bramó, con un tono moderado pero repleto de furia.
—
No seas inmaduro, Himchan. Si me ofrecen un trabajo no voy simplemente a
decirles “lo siento, no puedo aceptar porque mi hermano no quiere verme.”
—
¡Me da igual lo que tengas que decirles! — en ese momento su voz explotó.
Yongguk notó el brinco de susto de Yoori y la miró disimuladamente. Estaba
quieta, de espaldas a él. Yongguk quiso abrazarla, pero no lo hizo — ¡Tan sólo
quiero que te largues de este sitio y te alejes de todo lo que me importa!
—
¿Acaso yo no te importo?
Himchan
dejó escapar un suspiro de incredulidad.
—
¿De verdad me estás preguntando eso, Haneul?
—
Quieras o no, soy tu hermana mayor. Soy sangre de tu sangre y voy a serlo toda
tu patética vida, Kim Himchan.
—
¡Tú no eres nada! ¡Y mucho menos relacionado conmigo! Incluso podría dudar que
lo que corre por tus venas sea sangre... ¡Es veneno, Haneul! ¡Un veneno que me
enferma y que en mi vida quisiera tener!
Se
hizo un breve silencio. Yongguk y Yoori intercambiaron miradas.
—
Vamos a dejar las cosas claras de una vez, Kim Himchan — las palabras de Haneul
erizaron la piel de Yoori.
—
¡No hay nada que aclarar, tan sólo lárgate de aquí y no vuelvas a-!
—
¿Me odias por intentar abrirte los ojos? — lo ignoró olímpicamente. Himchan
cedió ante ella, y permaneció en silencio — ¿Me odias por demostrarte que no
eres más que un patético y miserable mocoso que no sabe nada de la vida? Ese es
tu gran problema, Kim Himchan. Vives creyendo que el mundo está hecho para ti y
que las cosas se consiguen así de rápido — Yoori escuchó el chasquido de sus
dedos — No sabes lo que es la perseverancia. No sabes lo que es el trabajo
duro. Te pasas la vida quejándote por no alcanzar la manzana cuando ni siquiera
estiras la mano hacia el árbol.
—
¿Qué no sé-…? ¿Cómo puedes decir eso, Haneul? ¡Sabes todo lo que he tenido que
pasar para que me aceptasen en este sitio?
—
¿Y quién te ayudó, Himchan? — el berrido de Haneul paralizó a Yoori. Nunca la
había oído alzar la voz de esa forma y había sido algo realmente impactante —
¿Recuerdas quién te animó? ¿Quién te insistía todos los días para que hicieses
ejercicio, para que practicases?
—
¡Tú sólo me decías que este no era mi lugar!
—
¡Porque este es el mundo de los fuertes, Himchan! ¿Te suena de algo? ¡La ley
del más fuerte! — los dos intentaban superponer el tono de sus voces, uno sobre
otro. Y Haneul parecía llevar la voz cantante — Te has metido en el peor mundo
de Corea. Un mundo en el que o lo das todo o no eres nada. Absolutamente nada,
Himchan — añadió, puntualizando la última frase con lentitud y fuerza.
“Se han callado”. Yongguk era consciente
de que un suceso así era inminente si ambos coincidían en el mismo lugar. No se
esperaba realmente el silencio, esa estaticidad en Yoori. En verdad la mantenía
agarrada porque temía que fuese capaz de salir corriendo a junto Himchan y
abofetearlo por ser un estúpido bocazas, pero no; no se había movido, ni un
ápice. Ni siquiera había hecho el amago de moverse. Tan sólo se había quedado
allí, escuchando y juzgando. Ambos oyeron las puertas del ascensor abrirse y
cerrarse, y tras ello, el silencio.
—
¿Vais a seguir ahí por mucho más tiempo?
Volvieron
a mirarse, compartiendo el mismo pensamiento. “La próxima vez que queramos
escuchar conversaciones a escondidas… seamos más silenciosos.”
—
¿No crees que te has pasado? — ambos salieron de su escondite y se enfrentaron
a Haneul, que los miraba de brazos cruzados, tranquila. Todo su nerviosismo
parecía haberse evaporado, y simulaba igual de férrea que de costumbre. Como si
no hubiese pasado nada.
—
No — le espetó, sin ápice de duda.
—
Sabes cómo es Himchan y…
—
Precisamente por eso.
Yongguk
calló. Pero entonces, un susurro provino, suave y casi inaudible desde los
labios de Yoori, sorprendiendo a ambos.
—
Eres tan… insensible — Yoori mantenía la mirada en el suelo, pensativa, sin
mirar realmente a ningún sitio. Fruncía el ceño, buscando la palabra adecuada,
la reacción adecuada, pero no entendía aquella situación. Alzó la cabeza
suavemente, con lentitud, y terminó mirando a Haneul con una cara de lástima
que habría hecho sentirse como una basura al ser más despreciable — que creo
que siento lástima por tu alma, Haneul…
No
dijo nada más. Negó con suavidad, se dio la vuelta y volvió al primer piso.
Yongguk empezó a alternar miradas entre ambas, sin saber exactamente si
quedarse con una o seguir a la otra, aunque terminó decantándose por la segunda
opción.
……….
Los
dos espías habían vuelto al pabellón
principal, silenciosos, y observaban como en ese momento era Daehyun el que
filmaba sus escenas en solitario. Yoori fue con paso ligero a sentarse junto a
Zelo, y el líder ocupó la silla al lado de Youngjae.
—
Himchan hyung parece… enfadado — el menor miraba al visual, que se sentaba
alejado del grupo y con un aura oscura y peligrosa a su alrededor.
—
Problemas — le respondió Yongguk.
—
¿Con qué? — Zelo ladeó la cabeza.
—
O con quién, más bien… — susurró Yoori, misteriosa.
—
¿Quién? — Zelo alzó la mirada hacia
Yongguk — ¿Con quién?
Yongguk
sonrió, resignado.
—
Con Haneul.
Zelo
abrió mucho los ojos, alzando las cejas y adoptando la mueca de un cachorro
sorprendido. Youngjae, que parecía ausente de la conversación, se giró hacia
Yongguk como si temiese haber entendido mal sus palabras, o como si alguna
parte de él no quisiese realmente oír lo que había dicho. Incluso Daehyun alzó
la cabeza hacia ellos, sorprendido, al escuchar aquel nombre.
—
¿Haneul-ssi? — cuestionó, en un susurro.
—
Es la estilista personal de Yoori.
—
¿Qué? — un sorprendido Daehyun se unió al grupo a toda prisa tras acabar su
turno, sentándose al lado de Yongguk — ¿En qué están pensando?
—
En Himchan no, desde luego…
—
¡Bang Yongguk, mueve el culo al escenario de la cabina! — la voz del director
hizo reír a los miembros, que vieron escurrirse a su líder por entre los
miembros del equipo y las cámaras disimuladamente hacia donde el hombre le
había ordenado, sin mediar palabra.
—
Y usted, señorita, a los vestuarios — una de las maquilladoras se acercó a
Yoori con una sonrisa, acompañada de otra chica.
—
Eres la siguiente — dijo la segunda.
—
No jodas, ¿en serio? — susurró, en su español más bruto.
Ambas
se echaron a reír y se la llevaron prácticamente en volandas.
—
No te preocupes, cariño — dijo la primera, mientras caminaban por los pasillos.
—
Vamos a convertirte en una estrella.
……….
La
grabación transcurría sin problemas, al menos, sin más problemas de los ya
causados. No se había visto rastro de Jongup durante todo lo que llevaban de
día –y eso que habían pasado varias horas desde que habían llegado- y Himchan
estaba de un humor de perros, pero quitando esas dos minucias, todo estaba
saliendo bastante bien. Los miembros charlaban animadamente mientras veían a
Yongguk en mitad de la grabación, y alabaron a su líder con una oleada de
aplausos cuando la primera mitad de sus tomas individuales terminó.
—
¡Ese es nuestro líder! — canturreó Daehyun, sonriente.
—
¡Se nos hace tarde, chicos! ¡La chica! ¿Dónde está la chica? — el director
parecía cada vez más apurado, pero el hecho de que las horas se pasaban volando
era innegable — Daehyun, empezarás con ella, prepárate.
—
Sí, sí — respondió, levantándose de su asiento. Y al girarse descubrió algo que
le hizo abrir los ojos como platos. Dejó escapar una carcajada de flagrante
emoción al ver como alguien se acercaba a ellos, desde el pasillo de los
camerinos — ¡Who… Whoa!
Empezó
a reír, incrédulo, y todos se giraron hacia el mismo punto, haciendo que Yoori
se avergonzase de sí misma.
—
¡C-Cállate, Daehyun!
Yongguk
se giró hacia ella y sintió el mundo detenerse ante sus ojos. Estaba… realmente
preciosa, más que de costumbre. Su gran cabellera ahora estaba peinada en
perfectos tirabuzones que caían a ambos lados de su cuello, sedosos y
elegantes. La fina capa de maquillaje que llevaba le daba un toque elegante, y
sus ojos verdes parecían mucho más grandes y expresivos de lo normal con
aquella raya negra delineándolos. El vestido blanco que ondeaba a cada paso
daba dejaba imaginar perfectamente cada una de sus curvas, que en aquellos
lugares podría decirse que eran bastante poco comunes. Podía ver sus piernas,
estilizadas y largas, que se movían aún con torpeza infantil por culpa de
aquellos asesinos de catorce centímetros que llevaba en sus pequeños pies.
Levantó
la cabeza y vio que ella lo estaba mirando fijamente.
“No me mires”, le dijo, con la mirada.
“¿Cómo no voy a mirarte?”. Yongguk sonrió
plácidamente, desde lejos.
—
Siento interrumpiros — Daehyun se acercó a Yoori y le susurró solamente a ella,
sonriendo cómplice — pero ahora eres sólo para mí — le tendió una mano y se la
llevó al escenario de grabación.
Las
escenas salían una tras otra, como la espuma. Cierto era que en los primeros
momentos Yoori no podía controlar nada bien el temblor de sus piernas y el
control de sus expresiones, pero a fuerza de repetir las escenas una y otra vez
terminó consiguiendo que el director la viese como algo más que la chica de los
recados.
La
trama del vídeo giraba en torno a un chico que, por culpa de las mentiras,
perdía al amor de su vida. Pero a pesar de todo ambos se querían, por lo que el
destino volvía a unirlos. A pesar de todo, la canción se desenvolvía en un
ambiente hostil y con ritmos electrónicos y fuertes.
Aún
así, como era obvio en Yoori… No todo podía salir bien. ¿Qué diablos le pasaba
con Yongguk? Había grabado sus escenas con Daehyun, Con Zelo, incluso con
Himchan, quien había dejado de lado su enfado para mostrar su cara más amable,
pero aquella escena con Yongguk era probablemente la veinteava vez que se
repetía, y seguía sin convencer al director.
—
No, no, para. Corta — volvió a parar al cámara por vigésimo primera vez,
haciendo que todo el estudio resoplase de desesperación — ¿A eso le llamas
enfado, chica?
—
Lo… Lo siento — Yoori parecía realmente avergonzada. El líder podía ver lo
mucho que temblaban sus piernas.
—
Estás enfadada. ¿Lo entiendes? Enfadada — el director se acercó a ella y empezó
a explicarle la escena — Tienes que odiarlo. Es un capullo que no deja de
mentirte y le odias.
—
Lo es — susurró, haciendo que Yongguk frunciese el ceño disimuladamente.
—
¿Entiendes ahora la mecánica? No puedes ser permisiva. Estás enfadada.
Demuéstrame que puedes enfadarte — Yoori asintió tímidamente, y el director
volvió a su asiento — ¡Intentémoslo de nuevo!
Y
lo intentaron.
—
¡Corta, corta, corta! — aquel hombre parecía al borde de la desesperación. Se
inclinó hacia delante en su silla, tapándose la cara con una de sus manos,
quizá buscando una solución a no encontrarle forma a la escena o quizá
blasfemando por tener a una chica tan inútil en el reparto. Suspiró
profundamente. Todos los presentes estaban atentos a sus palabras — Hagamos un
descanso, ¿de acuerdo?
Todos
se desperdigaron por la sala, agotados de tanto trabajo. Yoori suspiró,
llevándose una mano al rostro y caminando hasta sentarse en la pequeña y
desvencijada silla al lado de la mesa del decorado. Yongguk caminó hasta
apoyarse suavemente en la mesa, a su lado, de pie. De brazos cruzados y con la
mirada al frente, más orgulloso que otra cosa.
—
No es una escena tan difícil — dijo, de repente — Ni que te costase demasiado
enfadarte conmigo.
Yoori
lo miró unos segundos en silencio antes de decir nada.
—
Cierto. Y más cuando se trata de mentirosos — le espetó, con la mirada clavada
en el suelo.
—
¿Se puede saber de dónde diablos has sacado esa idea? — Yongguk se giró
ligeramente hacia ella, molesto.
—
De ti, Yongguk. De tus actos, de tus palabras y tus silencios. Eres más
transparente de lo que imaginas.
—
O quizá es que a ti te gusta sacar ideas equivocadas de todo — Yongguk le
aguantó la mirada cuando por fin consiguió que Yoori alzase la vista hacia él
con claros signos de molestia.
—
¿Ideas equivocadas?
—
¡Yo nunca te he mentido! — exclamó Yongguk, molesto.
Aquella
exclamación furiosa pareció pasar desapercibida para todos los presentes en el
pabellón excepto para el cámara, que se giró con cierta indiferencia hacia
detrás para toparse con algo que, extrañamente, le llamó la atención. Le dio un
manotazo disimulado al director en el abdomen sin dejar de mirar y, cuando el
hombre respondió a su gesto, le hizo un ademán con la cabeza para que viese lo
que él estaba viendo.
—
¡¿Cómo puedes decir eso?! — Yoori se levantó de su asiento, plantándole cara.
—
¡Dime una sola vez en que te haya mentido, Yoori!
—
¡Pues-!
—
Cuando hiciste las cosas bien, te felicité; cuando las hiciste mal, te reprendí
— Yongguk la interrumpió — ¡Cuando se me ocurrió llamarte aprovechada lo hice
delante de un maldito hospital lleno de gente, además de mis compañeros! ¿Por
qué iba ahora a ocultarlo, Yoori?
El
director observaba aquella fuente de expresividad con los labios entreabiertos,
asombrado. Empezó a darle manotazos disimulados al cámara para que encendiese
la maquinaria y no perdiese ni un solo plano de lo que estaba ocurriendo.
—
Eso… Eso mismo me pregunto yo, Yongguk — cuestionó, asintiendo con suavidad —
¿Por qué ocultarlo ahora?
—
¡No te he ocultado nada!
—
¡Sí lo haces! ¡Y lo que más me molesta de todo es que actúes como si todo lo
que ha pasado… no hubiese pasado! — Yoori le dio un suave toque en el pecho con
sus dedos índice y corazón.
—
¿Te refieres a…?
—
Sí, exacto, Yongguk. Me refiero a lo que ocurrió hace dos días. ¿Por qué esa
noche me mirabas como si no quisieras saber nada más de mí y hoy como si nada
vienes a salvarme cuando el director
me reprende? ¿Qué diablos es lo que pasa por tu cabeza?
Yongguk
frunció el ceño, aumentando la tensión entre ambos. Incluso sin darse cuenta de
ello, el aumento en su tono de voz había llamado la atención de los presentes,
cada vez de más y más. Zelo se había levantado con la intención de separarlos,
pero Daehyun le hizo un gesto disimulado para que volviese a sentarse. El
director parecía emocionado.
—
¡El problema no soy yo, eres tú! ¡Tú eres la que se lo toma todo a la
defensiva! ¡La mayoría del tiempo yo sólo intentaba ayudarte!
—
¡¿Ayudarme?!
—
¡Si, ayudarte! — ambos se aproximaron el uno al otro, provocadores, con el
orgullo herido. Toda su rabia se había salido de control y ya no había quien
los tranquilizase — ¡Pero eres una desagradecida!
—
¡¿Será capullo?! — le dio un golpe en un hombro — ¡¿Desagradecida yo?! ¡Maldita
sea, Yongguk, no vayas de héroe a estas alturas! ¡Un héroe al menos sabe
argumentar sus actos!
—
¿Qué más quieres que argumente? ¡Dímelo!
—
Ni siquiera pudiste darme una explicación a tu comportamiento de hace dos días…
¡Ni siquiera eso!
—
Esa noche dije todo lo que tenía que decir — sentenció, enfadado — ¿Qué mas
querías que dijese?
—
Dices que no me mientes, pero tampoco me dices la verdad. Dices que mi teoría
de que me consideras una aprovechada es errónea, pero tampoco me dices la
correcta… ¿A qué juegas?
Yoori
empezó a caminar fuera del decorado, y Yongguk la seguía; y el cámara también,
realmente. Seguía todos sus movimientos, empujado por un director al que sólo
le faltaba llorar de la emoción. Yongguk la agarró de una de sus muñecas y la
giró hacia él, dejándola cerca, muy cerca.
—
¿Qué es lo que quieres, Yoori?
Yoori
lo miró, furiosa. Respiraba agitadamente, en silencio. Todos cuchicheaban y se
miraban entre ellos, y sin embargo ellos dos eran ajenos al resto del mundo.
—
Te pedí una razón. Sólo un por qué, para estar tan decepcionado… Y ni siquiera
eso pudiste darme — sentenció, susurrando.
Yoori
se soltó de su agarre y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse a descansar a
su camerino. A Yongguk le bastó el hecho de imaginársela alejándose para que
algo despertase en su interior. Fue una décima de segundo, un pensamiento fugaz
que lo cambió todo, y unas sabias palabras que resonaron en su cabeza en el
momento oportuno.
“Habla con
ella, Yongguk. Estás ahí quieto, sin hacer nada, y se te va a escapar de entre
los dedos antes de que te des cuenta.”
Yongguk lo entendió. Al fin, lo entendió.
El líder detuvo la huída de la chica, y los murmullos
cesaron al unísono. Yoori calló, el director calló, los miembros del grupo
callaron. El equipo se sumió en muecas de estupor y curiosidad, todos sumidos
en el más absoluto silencio, un silencio tan violento que podía palparse. Los
chicos intercambiaron miradas con la boca abierta, sin terminar de creerse lo
que estaban viendo. Queriendo gritar, y sintiendo que aquel momento era
demasiado sagrado como para estropearlo con una oleada de vítores demasiado
anticipados. Todos estaban sumidos en el más profundo estupor, y luego… y luego
estaban ellos dos.
Totalmente ajenos al mundo que los rodeaba. Aquella voz
interior que había escuchado cuando hablaban hace dos días en la misma
habitación había vuelto a aparecer en el momento en que agarró su muñeca para
no dejarla ir.
“Es demasiado tarde
para hablar. Tan sólo…”
Y dejó
que su cuerpo y sus sentimientos hiciesen el resto. La empujó hacia él, como en
el paso más elegante de baile, y cuando la tuvo pegada a su cuerpo, uno de sus
brazos la rodeó por la cintura, rápido y viperino, apresándola con una fuerza
desesperada contra él, contra su calor. Y entonces, la voz dictó sentencia.
“…Tan sólo bésala.”
Sus
labios impactaron con una suavidad posesiva y brusca contra los de la chica,
húmedos por el suave carmín de fresa que le habían colocado. Con el ceño fruncido
y su única mano libre colocada suavemente en su mejilla, Yongguk se fundió con
ella en un beso que hizo historia, y que desde el minuto cero se grabó a fuego
en lo más profundo de Yoori. Su primer impulso fue la resistencia, obviamente.
Se resistía entre gritos ahogados y un sonrojo inevitable, pero el agarre del
líder era demasiado fuerte… y no podía negar eternamente una verdad como
aquella. Sus fuerzas iban menguando a medida que Yongguk se apoderaba de sus
labios, y con ello de todo su cuerpo, como si cada bocanada de aire expulsase
una dosis de morfina directa a su cuerpo. Se bebía sus labios a grandes sorbos
y succionaba toda su energía sin querer. Yoori quería pensar que era eso,
quería buscar una explicación racional al fuerte temblor de sus piernas y
brazos, a su debilidad, a aquella sumisión total. Todo su cuerpo explotó en un
mar de sensaciones que nunca antes había sentido con un solo beso. Nunca antes.
El rostro de Yongguk fue serenándose a medida que los segundos pasaban. Quizá
de lo único que había huido hasta ese entonces había sido de la posibilidad al
rechazo. Había dejado que el miedo se apoderase de él de tal forma que llegase
a olvidar lo realmente importante…
Ella.
—
Dios mío, ¡Dios mío! Es perfecto, ¡esto va a ser una bomba! ¡Corta ya, es
suficiente! — el director parecía rebosante de júbilo. Era increíble lo fácil
que era cambiarle el humor. Pero pronto se dio cuenta de que el ambiente
alrededor de él se había llenado de suaves risitas que no cesaban, y todas las
miradas del pabellón se centraban en aquellos dos sujetos, que parecían reacios
a separarse. El director esbozó una mueca de molestia al notar que, al
contrario a como él había dicho, Yongguk pareció agarrar aún con más fuerza a
Yoori, sin separarse ni un solo segundo de ella.
—
Diablos, ¿no me habéis oído? ¡He dicho que ya es suficiente! — el director
gesticulaba con ambas manos, elevando la voz, pero ninguno de sus métodos
parecía efectivo. Ninguno de los dos implicados parecía tan siquiera haberse
dado cuenta de que había hablado. Tan sólo… seguían a lo suyo. Yongguk no tenía
pensado soltarla ni aunque un ejército lo obligase a hacerlo.
—
¡Pero…!
—
¡Director! — exclamó la chica de maquillaje.
—
Le invitamos a un café — añadió la de vestuario.
Y
sin dejarle mencionar una sola palabra más, se lo llevaron a la fuerza de allí.
En
cuanto al beso… Fue para largo. Todos los presentes llegaron a la conclusión de
que ellos y los implicados estaban en ese momento en mundos diferentes. Todos
empezaron a hacer sus cosas, sus tareas. Tenían sus charlas, reían en grupo, ya
cansados de observar como idiotas como Yongguk se comía a Yoori sin descanso.
Pero ellos no se cansaban. Podrían haberse pasado todo el día así, podrían
haberse quedado sin aire y morir felices, siendo ese beso su último recuerdo.
Yoori, que tenía las manos sobre el pecho del líder, podía sentir lo rápido que
latía su corazón… aunque no era el único.
Yoori
sintió como el beso llegaba a su fin, y se negaba a ello. De forma
inconscientemente desesperada agarró el cuello de la chaqueta del líder y lo
empujó hacia ella, dándole un último beso que se quedaría en su memoria para
siempre. Y entonces, ambos se quedaron abrazados, rozando sus labios y sus
pequeñas narices con un cariño esquimal. Dejaban escapar tímidas bocanadas de
aire cálido sobre los labios del otro y evitaban mirarse a los ojos, aún no muy
seguros de lo que había pasado.
—
Te… ¿Te sirve esto como explicación? — Yongguk apoyó su frente sobre la de ella
y susurró aquellas casi inaudibles palabras con el tono más vergonzoso y dulce
que Yoori había oído en toda su vida. El
líder no pudo evitar esbozar una sonrisa al ver como la mueca de Yoori hablaba
por sí sola. La chica se mordió los labios intentando no sonrojarse más, sin
éxito, y asintió tímidamente, en silencio.
Yoori
habría querido que el tiempo se detuviese en ese momento. No entendía por qué,
pero le gustaría que ocurriese. Ese momento era simplemente perfecto.
¿Qué
podía salir mal?
—
¡Aigoo…! ¡Ese beso ha sido increíble...! Espero que sea parte del MV…
A
Yoori se le partió el corazón en mil pedazos al escuchar aquella voz tan
repentina. Se alejó de Yongguk de repente, quien parecía compartir su misma
mueca de incredulidad, y buscó la raíz de aquellas palabras. Los restantes
miembros, que seguían sentados en un semicírculo cerca del decorado, se giraron
hacia atrás y vieron cómo sonreía allí, de pie, sujetando su pequeño bolso
blanco con aquella sonrisa de víbora que tan sólo ella sabía esbozar con tanta
profesionalidad.
—
¿Qué estás haciendo aquí, Eunhee?
La
coreana sonrió, entornando los ojos y ladeando la cabeza. Su voz sonó cantarina
y llena de rencor oculto.
—
¡Sorpresa…!
¡¡¡Aigoo!!! ¡¡¡Que capitulazo!!! Entre que lo estaba esperando con muchas ganas y que el otro terminó muy asdfasdfasdfasdf me he quedado O.O *3* (y seguiría una larga lista de emoticonos xDDD)
ResponderEliminar¡¡¡Por fin Yongguk!!! ¡¡¡Por fin lo haces!!! Si es que hasta he visto el beso. Ha habido un momento en que parecía que los tenía a los dos enfrente de mi dándose ese ultra-mega-pedazo de BESO, igual que con la discusión entre Himchan (babeo con su actitud caballerosa *-*) y su hermana Haneul.
¡¡Ah!! Y no me olvido de la guarra/asquerosa/pedazo de zorra/toca pelotas etc etc etc de Eunhee. Dios, si existiera yo ya la habría descuartizado >___< Mira que solo es un personaje, pero le tengo un odio inmenso. "Espero que sea parte del MV" dhdjdkzhdhhcdinch Uf uf uf que me altero xDDDDDD
¡¡¡GRAN CAPÍTULO, SI SEÑOR!!!
P.D.1: ¿Dónde hay que firmar para poder ser la presidenta de tu club de fans? Asdfasdfasdfasdf No me hagas sufrir más esperas como esta >__< ;_____;
P.D.2: Lo que dije, este fic va mejorando capítulo a capítulo ^^ (Me gusta ;) )
YAH! *^* lo ame ;-; siguelo!!! okey paro HAHAHA pero quiero saber que pasa con esa zorra y como seguiran las cosas con yongguk y yoori :c
ResponderEliminarAh~ Lo amé! -Rueda por el piso- Me encanto!, Amo como escribes!!!!! alskdjaldkjl No puedo despegarme :3333
ResponderEliminarGracias por el nuevo capitulo *-*
me hiciste gritar como perra XD <3 amo tu fic u-u es hermosooooooooooooooo *-*
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