viernes, 12 de octubre de 2012

OBSESSION

- Autora: Marta

- Twitter: @OrionTilenni

-Tipo: SHINee, JongKey (Jonghyun x Key), yaoi, +18, serial


CAPÍTULO 1



Era el mismísimo diablo. Era el mismísimo diablo colándose por mis oídos y quebrando mis sentidos, impregnando mi sangre con su ponzoñosa sensualidad. Me envenenaba cada palabra susurrada entre sus labios flotando por el aire con aquella melodía machacante.
Había escuchado todo sobre él, aunque nada que me importase realmente. Había escuchado que era dulce, tan dulce que incluso al cantar mantenía una sonrisa perfecta, había escuchado que nunca movía sus ojos cuando cantaba, que nunca los fijaba en nadie, que nunca fallaba. No me gustaba, la aparente perfección ni la frialdad que sus ojos destilaban cuando le veía en televisión.
No quería prestarle atención, solo tenía que bailar, mi trabajo empezaba y terminaba ahí. Pero algo me desconcentraba mientras mi cuerpo se movía bajo las luces intensas y parpadeantes que en ocasiones me cegaban... su voz. Maldita voz, sonaba en mis oídos como cristales rotos arañando mi concentración, mi determinación y algo más que no podía entender.
Giraba, exactamente como tenía que hacerlo, había ojos sobre mí, recorriéndome con curiosidad. Me alegraba de que aquella máscara cubriera la mitad de mi rostro, estaba solo, solo con la música y las miradas hambrientas que se deslizaban por mi cuerpo.
Las luces disminuían, la penumbra crecía imparable a mí alrededor, mientras el ritmo de la música se convertía en un susurro candente, suave, melodioso y sugerente. Estaba de espaldas al escenario, bailando ante él y un círculo que estaba reservado para mí y el resto de bailarines que en aquel momento no me acompañaban.
Pero no estaba tan solo como pensaba.
Exclamaciones ahogadas se colaron entre la música y su voz, su voz susurrante que me golpeó cuando unas manos se aferraron a mi cintura. Expulsé el aire de golpe. Estaba pegado a mi, notaba su latido frenético en mi espalda, sus dedos clavándose en la piel de mi cintura y su boca arrasándome por dentro con su aliento serpenteando en mi oído. Sentí que me fallaban las rodillas pero me sujetó contra él, riendo en voz baja, tan baja que solo yo pude escucharla. Sus labios malditos recorrieron mi cuello sin apenas tocarlo y convirtió mi sangre en fuego.
-Lucifer...- susurró, cantando. Me arañó la cintura al acariciarla, estaba tan cerca que cada centímetro de él estaba en contacto con mi piel. Y yo no dejaba de moverme, no podía, mi trabajo era ese. Bailar, no parar, si la música sonaba, yo me movía. Y al hacerlo, su cuerpo se movía con el mío. Había convertido aquel sencillo repetir de pasos en una especie de danza complicada y sugerente en la que yo intentaba huir, pero él me retenía, me encerraba y volvía a buscar mi cuello con su boca. Me hacía parecer un juguete delante de aquellos ojos que nos miraban con fuego, relamiéndose como hienas, esperando a que aquel chico de voz delirante me comiera allí mismo. Los nervios a flor de piel me estaban comiendo, el corazón bombeaba sangre demasiado caliente por mi cuerpo y parecía estar apunto de estallar. Vergüenza, eso sentía, descontrol, empezaba a dejarme llevar por aquellas manos que me sujetaron las muñecas, me giraron y me dejaron frente a frente con él, sus ojos que me atraparon y su boca entreabierta por la que asomaba su lengua jugando, me buscaba sin falta de palabras.
Era un monstruo, como tal lo sentí en aquel momento, intentando alejarme. Me dejó ir, mirándome con sus furtivos ojos negros, rasgados y brillantes. Parecían haber encerrado mi reflejo y con él, a mi. Seguí bailando lejos de él, huyendo de lo que parecía parte del espectáculo, notando mis mejillas arder y el camino de sus labios en mi cuello.
Había empezado a ignorar el ritmo de la música, me movía por simple instinto hasta que cambió por completo, se tornó agresiva en cuestión de segundos, las luces se apagaron casi de golpe y tropecé con mis propios pies por la impresión. Me fui hacia atrás intentando dar pasos cortos para no caerme de una forma verdaderamente ridícula si la luz hubiera permitido verlo. Pero unos brazos pararon mi inminente caída. Intenté soltarme, incluso sentí la tentación de patearle cuando sus dedos se enredaron en mi pelo, inmovilizándome con el rostro alzado hacia él.
Su aliento se deslizaba por mis mejillas, otra vez su risa, suave, íntima y grave cruzaba el aire que nos separaba y estallaba en mis oídos. Se inclinó tanto sobre mí que me obligó a arquear la espalda mientras me sujetaba. Solo la máscara que me tapaba medio rostro impedía que su frente y la mía se tocasen. Sentí su lengua acariciando mi labio inferior helándome y prendiéndome al mismo tiempo.
Me quedé sin aliento al perderlo en su boca, la dejó caer sobre la mía como un aguacero sobre el desierto, y estaba tan sediento de él que suspiré cuando sentí su lengua rozando la mía. El sudor de sus mejillas resbalaba por las mías y sus dedos ansiosos buscaban por debajo de mi camiseta la curva de mi espalda. Jadeé cuando me mordió la lengua y volvió a besarme, yo no le respondía, o si lo hacía estaba demasiado aturdido como para darme cuenta. Seguía con una mano en mi pelo, la otra jugando con la temperatura de mi cuerpo cuando las luces nos rodearon de nuevo. Y él sonrió en mi boca. Porque lo sabía, porque había caído en su trampa y por qué mis manos, estaban aferradas a su espalda.
El fin del espectáculo, aplausos, gritos sorprendidos y yo alejándome de él con violencia y pasos temblorosos. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué no podía respirar? ¿Por qué me ardían las mejillas? Y sus ojos, no querían salir de mi cabeza.
Maldije por lo bajo, sin girarme en ningún momento, ignorando a todo aquél que se me acercaba. La máscara cubría mi expresión aun cuando me detuve en la barra y pedí un chupito doble con un gruñido.
La camarera me miró de arriba abajo, un rubor ligero adornada la palidez de sus mejillas y me sonreía con timidez cuando se acercó con el vaso, el limón, la sal y el tequila. Fantástico, ahora era la comidilla del local. Porque Onew me había besado, me había arañado y porque yo había caído. Como un idiota. Y volvería  a hacerlo... pensé traicionándome a mi mismo, en mi confusión. Dejé caer la máscara aún lado, cogí el vaso entre mis dedos y el limón con la otra mano y unos murmullos me indicaron que él se acercaba, lo sentí, aún en el atestado lugar su presencia no pasaba por alto, ni su olor, ese estúpido olor que se había quedado impregnado en mi piel. Me giré hacia atrás y ahí estaba, rodeado de gente que le gritaba, revoloteaban a su alrededor como moscas y él, con una calculada sonrisa fijaba sus ojos en mi. Parecían los ojos de un depredador y yo no volvería a ser su presa.
Llamé a la dulce camarera de melena azabache y se acercó a mi apresurada, le indiqué que se acercara más y lo hizo algo confundida. Le acaricié el cuello con la punta de los dedos y su sonrojo se hizo más que notable pero no se apartó. Me acerqué más y recorrí aquella suave extensión de piel cálida con la lengua, ella tembló y dejé caer granitos de sal que quedaron atrapados en la humedad de mi saliva. Cogí el limón con una expresión juguetona que no era propia de mí y lo puse en sus labios. Lamí de nuevo su cuello llevándome la sal con la lengua, el alcohol ardió en mi garganta y mordí la ácida fruta entre sus labios, la acidez se mezcló en su boca y en la mía.
Sonreí con un ronroneo escapando de mi garganta cuando me alejé, quería que la besara, la tensión de sus ojos recorriendo mis labios era casi palpable pero no estaba dispuesto a dejar mi boca en labios desconocidos otra vez, y los juegos nunca debían ser más de eso, juegos. Recé por dentro para que ya le hubiera quedado claro con la escenita de que palo iba yo, una gran mentira, si, pero eso no tenía porqué saberlo él.
-Gracias.- susurré cuando ella con sus encantadoras mejillas sonrojadas se alejó a seguir trabajando, con una sonrisa en los labios. Ojalá yo pudiera sonreír de esa manera con un beso, ni siquiera eso, con un roce. Pero la única boca que me hacía sentir algo me había arrancado sin piedad el corazón y se lo había quedado entre sus manos para desgarrarlo a placer. Yo era un muñeco movido por la música y la incansable insistencia del idiota que tenía por mejor amigo y culpable de que yo estuviera allí aquella noche. En aquel momento se encontraba correteando por la pista como un histérico, señalándome.
-¡Tú, tú, tú!
-¡Yo, yo, yo!
-No te hagas el loco. ¡TE HAS COMIDO A ONEW EN MITAD DE LA MALDITA PISTA!
-Para el carro princesa, él ha intentado comerme a mí.
-¿Princesa?- se indignó sin borrar la sonrisa divertida de sus labios.
-Ahora enserio Key ¿Qué quieres?
-Ver si estabas vivo o si ibas a partirle las piernas a mi amigo.
-No me tientes, lo haría si no hubiera tanto gorila rodeándole.
-Que mal mientes Tae, te ha gustado, sigues colorado.
-Estoy cansado, al contrario que tú yo he estado trabajando.
-¡Y yo he estado...!
-¿Dándole amor a Jonghyun?
. Ahora el que parecía un semáforo era él. Una voz le llamó antes de poder contestar, ahora le tocaba bailar a él, también a Jonghyun y me acerqué lo más que pude a la zona donde ellos bailaban quedando casi delante de todo, por desgracia. Intenté huir hacia un lugar más alejado pero estaba demasiado atestado como para poder moverme y las luces cada vez me dejaban ver menos. Entonces, un escalofrío me recorrió la espalda y me mordí el labio, como si de un momento a otro el calor fuera a acumularse en mis ojos y salir en forma de lágrimas. No, otra vez no.
Los ojos de Minho estaban fijos en mí, sin expresión, fríos como un témpano de hielo y la misma sonrisa ladeada en los labios que tan bien conocía, que tantas veces había probado y que ahora me agujereaban por dentro. Le di la espalda quedándome anclado en primera fila sin atender a nada. Las luces demasiado brillantes hacían que la humedad repentina de mis ojos llorasen, me sentía idiota, pequeño e invisible, sobre todo, idiota. Me mordí el labio para que no temblara y apreté los puños, el flequillo me tapaba los ojos.
Era de esperar que estaría allí, al fin y al cabo Key, Jonghyun y yo trabajábamos en su compañía, era de esperar que me encontraría, pero se suponía que el dolor era el pasado, se suponía que ya no me importaba pero mi maldito corazón iba por libre y se hacía daño recordando como había sido estar a su lado y como había sido descubrir que no era el único.
Subí la mirada y los ojos de Key estaban fijos en mí mientras bailaba, intentaba no pasear la mirada por donde Onew se movía, lo único que me faltaba era que después de besarme me viera lloriqueando como un niño en mitad de la muchedumbre. La expresión de Key no podía disimular la preocupación y dibujé una sonrisa calculada que ni por un momento se creyó.
Sentí unos dedos rozando mi hombro, me giré notando a pocos centímetros de mí el cuerpo de Minho que me miraba tratando de decir algo. No quería escucharle, más no, otra vez no.
Entonces me dejé llevar.
Me encontré de nuevo con la voz de Onew, con sus brazos agarrándome y arrastrándome a la pista ante las miradas incrédulas que caían sobre nosotros. Parecía hecho para encajar su cuerpo contra el mío y moverlo al mismo tiempo, era una sensación extraña que no dejaba de sorprenderme, pero aún me ardía el pecho y podía ver los ojos de Minho recorriéndome sin expresión.
Yo ya no era suyo, nunca debí serlo.
-Si lloras tendré que besarte.- me susurró Onew mientras tomaba aire.
-Te arrancaré la lengua si te atreves.
-Y yo a él la cabeza si te hace algo.
No pude seguir hablando porque la música se deshizo a nuestro alrededor y me mordió la boca, me recorrió los labios con la lengua y no dejó de sonreír mientras deslizaba sus dedos entre los míos.
Terminamos así, enredados entre sudor y aplausos.
Jadeé, la marca de sus dientes palpitaba en mi labio y me miraba con expresión divertida, sin moverse hasta que las luces se apagaron y pude apartarme, agarrarle del cuello de la camisa y arrastrarle conmigo.
Le estampé contra la pared más alejada de la multitud, medio oculta por la penumbra aunque las luces habían vuelto. Me crispaba los nervios aquella imborrable sonrisa socarrona y su forma de intentar enredar los dedos en mi pelo mientras le apretaba contra la pared, ardiendo de rabia.
-¿Qué cojones estás haciendo?
-Creo que es evidente.
-¿Porqué?
-Porque me gustas.
-No me conoces.
-Pero quiero hacerlo.
-Te dije que te arrancaría la lengua.
Empezó a asomarla entre sus labios, como si quisiera tentarme, calentarme los sentidos... y aparté los ojos, me centré en los suyos.
-¿Porqué dijiste eso?
-¿Qué te besaría si llorabas?
-Que le arrancarías la cabeza si me hacía algo. ¿A qué venía eso?- apretaba el cuello de su camiseta entre mis dedos tirando más de lo que pretendía.
-Estabas temblando cuando te tocaba, parecías a punto de romperte y él te miraba como a un juguete.
-¿Y no es así como me has tratado tú?
-Pero yo no te hago daño.
-Tú no sabes nada, no me haces daño y él tampoco.
-¿Alguna vez te han dicho que mientes fatal?
Me cansaba del juego, no le conocía y él a mi tampoco pero hablaba como si lo hiciera, me tocaba como si hubiera una total confianza entre nosotros. Empezó a deslizar las manos por mi espalda hasta dejarlas en la parte baja de mi cintura.
-No tengo porqué mentirte y a ti no tiene porqué importarte.
-Tampoco tienes porqué resistirte...
Gruñó fundiéndose en mi boca, subiendo la tela ajustada por mi espalda y apretándome tanto contra él hasta que su pulso golpeó contra mi piel. Su lengua encontró la mía, recorriéndome la boca y mezclándose con mi saliva que aún tenía un ácido recuerdo del limón. Se relamió mirándome y me sujetó la barbilla con los dedos, inclinándose hacia mí. Habló en voz tan baja y tan cerca de mis labios que sentí las palabras bailando sobre ellos.
-Cierra los ojos.
-No...
-Cierra los ojos y olvídale.
-No puedo.
-Hazlo...
No sé como ni porqué, con sus dedos entre los míos me llevó entre la gente, pasó por la barra y agarró una botella de tequila, como fuera suya y siguió tirando de mí hasta que el frío de la calle me arrancó de mi ensimismamiento. La puerta trasera del local se cerraba a nuestra espalda con un estruendo y el eco que lo siguió por las paredes del aparcamiento.
Llegamos hasta un enorme coche negro de cristales tintados. Realmente enorme, imponente y de aspecto caro solo con mirarlo. No me gustaban los coches y no era un entendido en el tema pero era de esa clase que al verlos piensas "Joder".
La impresión debió de dibujarse en mi cara porque Onew empezó a reírse mientras abría la parte trasera y me invitaba a entrar moviendo la botella entre los dedos como si ello hiciera más intensa la tentación.
Pero la tentación era su cuello brillante de sudor y la curva de sus hombros que me invitaba a morderla con demasiada insistencia. Tiró de mí hasta que estaba sentado a su lado sobre la tapicería de cuero del oscuro coche, que, una vez cerrada la puerta, estaba sumido en absoluta penumbra.
Encendió el equipo de música aunque con un volumen tan bajo que el acelerado ritmo de mis latidos retumbando en mis oídos no me dejaba escucharla. Una suave luz azul nos iluminó a los dos, callados, sin tocarnos y mirándonos a los ojos. Dos desconocidos, solo éramos eso, dos desconocidos. Quizás por eso me sentía tan libre al mirarle.
Me atrajo hacia él, quedando su boca a solamente unos centímetros de la mía, su piel estaba pintada aquí y allá con suaves sombras que recorrí sin pensarlo con la punta de los dedos. Suspiró bajo mi tacto y llevó sus manos a mi cintura, empezando a levantar la tela negra pegada a mi piel de forma amenazante. Le miré enarcando una ceja y volvió a sonreír de esa forma burlona y pícara.
-Ni se te ocurra.
-¿Me vas a obligar a convencerte?




Me reí, en voz alta, retándole sin reparo a que lo intentase, negándome a mi mismo la certeza de que su voz jugaba con mi ritmo cardíaco. Parecía una montaña rusa dependiendo de donde estaban sus manos, del tono de su voz y de los gestos de su boca. Me eché hacia atrás hasta que mi espalda chocó con la ventanilla contraria, dejé asomar mi lengua lentamente entre mis labios y el negó con la cabeza murmurando algo que apenas entendí, pero creí entender "jugar" y "fuego".
Se acercó con movimientos casi felinos, sus ojos brillaban con una intensidad devastadora y empezó a levantarme la camiseta hasta el ombligo, recorrió toda aquella piel con sus delirantes labios, dejando caminos de cálida saliva sobre mí.
Ahogué una exclamación cuando me mordió, riéndose y enredé mis dedos en su pelo hasta alzarle a mi boca.
-Repítelo y te pateo.

Enseñó la lengua y jugueteó con la botella entre sus dedos, abriéndola con total parsimonia. Bebió un trago tan largo que creí que se ahogaría y pensé que se lo había tragado todo cuando se inclinó tan cerca de mi que sus labios y los míos rozaban de forma superficial.
Entreabrió su boca, la calidez del alcohol y el calor de su aliento se colaron en la mía y me cortó la respiración cuando recorrió con su lengua mi labio inferior. Era la mezcla de sensualidad y alcohol más desmesurada que había visto nunca. ¿De donde había salido semejante chico?

El amargo líquido se deslizó por la comisura de mis labios huyendo hacia mis mejillas, deslizó la lengua por ellas muy despacio, si dejar rastro. El hilo de mis pensamientos se cortó de golpe cuando el líquido impactó de golpe sobre mi pecho, empapándome el abdomen y deslizando juguetones regueros transparentes bajo mi ropa, hasta mi cintura.
-Si fuera tú, por el bien de la camiseta, me la quitaría.
-Si fuera tú, buscaría ayuda psicológica. ¿¡Es que te has vuelto loco!?
-Estás demasiado sexy cuando te enfadas, tendré que hacerte rabiar un poco más.

Intenté resistirme, tironeó de mi camiseta mientras me revolvía como un loco bajo su cuerpo, tirando de la suya. Terminamos aún más empapados, enredados y muertos de risa por las cosquillas que nos hacíamos el uno al otro. Descubrí que rozar sus costados era una potente arma de tortura en su contra que le hacía incluso llorar.
-Pide clemencia.
-¡Te comeré hasta el alma!
-Tienes demasiada fe en ti mismo.
Dejamos de reír, acostados frente a frente en el incómodo asiento de cuero negro que se nos pegaba a la piel y estaba tan cálido como nosotros, éramos cerillas encendidas al borde de consumirse cuando nuestros alientos se mezclaron otra vez y me arrancó la ropa sin más miramientos hasta dejarme en boxers bajo su mirada hambrienta.

-Volveré a verte, después de esta noche. Volveré a verte.- no lo preguntaba, lo afirmaba y yo también lo hice, sin pensar, moviendo la cabeza. Volvió a sonreír y sus ojos negros brillaban tanto que pude verme en ellos.
Yo no era así, nunca lo había sido pero él me hacía querer ser diferente, querer volverme loco y hacerme pedazos allí mismo, sobre su piel suave con sabor a alcohol y sudor. Me sujetó las mejillas para besarme con una fuerza que me dejó sin respiración y anclado en el sitio. Se apoderaba de mi boca y mi espalda, arañándome la piel muy despacio, de forma desquiciante.
El momento infantil de cosquillas se había teñido de una oscura diversión, un fuego interno que amenazaba con convertir cada beso en un mordisco. Aunque mi cuerpo susurraba en alguna parte de mi cerebro lo agotado que estaba... lo muchísimo que me excitaba tenerle sobre mi y el embotamiento de mis sentidos a causa del alcohol no era capaz de notarlo, solo ahogaba jadeos mordiéndome el labio cuando colaba su lengua delirante en mi oído, la deslizaba por mi cuello. Sentía que me retorcía y me descontrolaba, cuando sus dedos traviesos empezaron a recorrer mis muslos, su lengua la parte baja de mi cintura, provocándome un millar de cosquilleos que ascendieron y descendieron al mismo tiempo por todo mi cuerpo. Arqueé la espalda cuando sentí su aliento en una zona mil veces más sensible, le escuché reír en voz baja, una risa tan dulce que me golpeó en el pecho.
No entendía por qué sonaba tan dulce, y porqué repetí el movimiento solo para escucharle reír otra vez, ni entendí por qué, cuando me besó con la sonrisa aún tatuada en sus labios enrojecidos, la imagen de Minho susurrándome mil "te quiero" cuando hacíamos aquello entre sus sábanas me atacó sin piedad. Temblé, esta vez con un frío repentino en el pecho y el calor se acumuló en mis ojos obligándome a cerrarlos con fuerza.
No podía, me ahogaban los recuerdos con tanta fuerza que no sabía como salir de ellos. Le había perdido, o él me había perdido a mi, eso no importaba, el dolor era el mismo y yo, deseaba tanto a Onew que me costaba respirar y pensaba... eso era exactamente lo que Minho no volvería a sentir por mi, era exactamente lo que sentía por la persona que era ahora parte de su vida. "Tu eras mi juguete favorito" esa era la última frase que él me había dicho. Le aparté con las manos temblorosas aun mordiéndome el labio. Me miró sin entender, preocupado, intentando calmar su respiración aunque yo cada vez controlaba menos la mía.

-Eh... ¿Te he hecho daño?- me reí de lado, con dolor, pero no físico y negué con la cabeza. -¿Es por él?
Asentí rebuscando mi camiseta y apretándola contra mi pecho, me aparté todo lo que pude de él, no quería que me viera rompiéndome sin razón, que me viera como un chico asustado y débil, yo no era así, pero estaba cansado, borracho y cansado. Aunque intenté apartarle de nuevo, se apoyó en mí, me acarició con el cuello y deslizó de nuevo sus dedos entre los míos.
-El amor es una mierda...- susurré- Duele...

No dijo nada, me miró a los ojos y esperó a que me vistiera del todo, dando un par de tragos a la botella y besándome cuando no lo esperaba. No dejaban de temblarme los hombros con sollozos silenciosos que azotaban todo mi cuerpo y cuando lo hacía me apretaba contra él y apoyaba su mejilla en mi pelo, seguía en silencio y sin dejar de mirarme.
Salimos del coche directos al mundo real, nos detuvimos ante la puerta negra por la que se colaban retazos de luces de diferentes colores y el ritmo machacante de la excesiva música del interior. Antes de entrar, enredó sus dedos con los míos y me arrastró con él entre los cuerpos que se movían al ritmo pesado de la música, chocamos un par de veces, tiró de mi con fuerza para no perderme en el camino y llegamos al centro de la pista. Alcancé a ver a Key y Jonghyun bailando en el medio, el pelo de Key destellaba con las luces y saltaba riendo como un loco, los ojos de Jonghyun no le soltaban, parecía estar a punto de caérsele la baba solo de mirarle.
Y más allá, Minho me miraba con una hermosa chica de cabellera rubia enredada en su cuello. Sentí las agujas de mi interior clavarse con insistencia hasta los huesos, incluso en mis ojos, obligándome a pestañear varias veces para detener las lágrimas.
Onew se pegó a mi espalda, me abrazó por los hombros y susurró.
-No siempre duele.- me besó bajo la oreja, justo en el cuello, dejándome una huella que ardía y desapareció entre la multitud.
Dejándome solo con el calor, la tristeza y la confusión.

Key llegó pegando saltos hacia mi y me obligó a reaccionar saltando encima de mi como si fuera un niño y cruzando las piernas en mi cintura.
-¿Donde estabas?- arrugó la nariz en un gesto que me hizo reír.- Apestas a tequila.
-Por ahí...

Abrió la boca en una muda "O" y saltó al suelo, empezando a bailar otra vez a mi alrededor hasta que sus ojos se detuvieron en la misma imagen que yo intentaba evitar. Se paró en seco, se giró y me miró. No necesitaba más que una mirada de Key,  me calmaba más que las palabras, contenía todas mis emociones y las calmaba, eclipsando la tristeza con su calma. Viéndole bajo las luces brillantes, arrancando destellos de su piel y el maquillaje brillante que se deslizaba por sus párpados pensé en donde estaría yo a aquellas alturas sin él... y sin Jonghyun, que saltó a mi espalda en ese momento pegándome un susto digno de infarto.
Nos convertimos en niños en cuestión de segundos, haciendo esa clase de estupideces que solo hacíamos cuando estábamos juntos, cuando nos necesitábamos. Incluso nos tiramos vasos llenos de agua en una guerra improvisada de la que la gente escapaba como si fueran gatos alérgicos a ella. Nosotros estábamos demasiado preocupados lidiando con el dolor de estómago que nos provocaba reír de aquella manera.
Les agradecí ser el par de idiotas más grandes que existían.

El sol despuntaba en el horizonte y asomaba por las azoteas de los edificios cuando salimos del local y nos arrastramos por las calles que nos separaban de nuestro ático. Agotado y adormilado, Key pasaba de la espalda de Jonghyun a la mía, hacía ruiditos cuando le movíamos como si fuera un gatito y frotaba su mejilla contra mi cuello. Estaba realmente lejos pero aún agotados y medio afectados por el alcohol caminamos hasta media mañana por las calles siendo objetivo de muchas miradas poco disimuladas. Llegar a casa fue una auténtica odisea, por no decir que fue un acto casi heroico lograr subir a Key los seis pisos sin despertarle. A veces era como un niño, con su rostro tranquilo cuando dormía.
Sin fuerza alguna para movernos, nos dormimos los tres en cama de Jonghyun y Key, tirados de cualquier manera y aún vestidos. Antes de caer dormido, el móvil se deslizó de mi bolsillo, vibrando sin parar. Leí aquellas letras en la pantalla vibrante procedentes de un número desconocido.
 "Buenos días encanto.
¿Pensabas en mí? Sé que si. Quiero invitarte a desayunar, te espero cuando despiertes.
Onew."

Miré a Key, estaba medio despierto y mirándome con un deje divertido en su suave sonrisa.
-Te mataré.
-Le dije que viniera directamente, es tonto...-  susurró cerrando los ojos con la voz tomada por el sueño y me enseñó la lengua y antes de acurrucarse en el pecho de Jonghyun que, aún dormido le abrazó con fuerza. Me di la vuelta, escondido en mis pensamientos... ¿En qué momento acepté aquel trabajo sabiendo que siendo un amigo de Key estaría tan loco como él? ¿En qué momento me dejé llevar por aquellos ojos negros que fueron dueños de mi sueño?


Desperté solo a punto de caerme de la cama. Me zumbaban los oídos y me dolía cabeza tanto que me mareaba, la ropa arrugada del día anterior se me pegaba a la piel con el sudor. Odiaba las resacas con toda mi alma. Me metí en la ducha maldiciendo por lo bajo y torturándome bajo el agua helada lamiéndome la piel ardiendo y llevándose todos los restos de sudor y saliva de mi cuerpo. Pasé lo que pudo ser una eternidad rememorando todo lo que había pasado la noche anterior, pero no era capaz de creerme lo que había pasado con Onew. Un sueño, eso tenía que ser un sueño... pero vi en el espejo sus dientes marcados en mi piel.

Ahogué una exclamación y salí de la habitación solo con un pantalón suelto que se deslizaba por mis caderas y antes de llegar a la cocina pensé que aún estaba dormido o definitivamente loco.
La risa de Onew flotaba en el aire cuando entré y se cortó poco a poco cuando sus ojos y los míos se encontraron.

-¡Buenos días princesa!- canturreó Key claramente animado y sin rastro de la resaca que a mi me atenazaba. Le fulminé con la mirada, estaba convencido de que lo que había dicho antes de dormir había sido una broma. Me giré hacia Onew y mi voz salió algo rasposa y con un tono extraño.
-¿Y tú que coño haces aquí?
-¿Listo para desayunar, encanto?
-Deduzco que aún te dura la borrachera de ayer.
-Al contrario que a ti ¿No?- Se echó a reír al mismo tiempo que Key y los ignoré deliberadamente dándome la vuelta absolutamente decidido a invadir mi propia cama, deslizándome con los calcetines como si arrastrara pesadas piedras con los pies. Antes de girar por la esquina del pasillo le escuché venir tras de mi. Me giré tan rápido que me mareé y él casi choca contra mi.
-Solo un desayuno.
-¿Un desayuno a las... 3 de la tarde?
-Claro ¿A que hora desayunas tú?
Me reí, él también y nos miramos en silencio después.

-Sigo sin saber qué quieres de mí.
-Yo tampoco, pero ven conmigo.
Suspiré y asentí, echando un vistazo rápido a la cabellera de Key que curioseaba desde el quicio de la puerta de la cocina, le dirigí una mirada asesina y se apartó riendo en voz baja. Salí corriendo tras él.

-Dame un momento.- le dije a Onew pasando a su lado como un rayo y entrando al salón donde Key intentaba esconderse sin éxito detrás del sofá. Salté hacia él y caímos rodando por el sofá, yo sobre él, torturándole a base de las más crueles cosquillas. Él intentaba arañarme, odiaba perder contra mí pero a decir verdad me reía tanto como él o más. No había reparado en que en el otro lado del sofá estaba Jonghyun con cara de pocos amigos por haberlo despertado.
-¡Socórreme! ¡Sácame a este animal de encima!- gritó Key asfixiado bajo mi peso.

En ese momento temí por mi vida, entre los dos me tumbaron y repté como pude por el suelo mientras me tiraban de una pierna hasta quitarme incluso el calcetín.
-¡Jamás me cogeréis con vida!- Grité.
Corrimos por todo el salón, nos tiramos cojines y uno de ellos hizo peligrar la poca estabilidad de la televisión. Paramos jadeando y cada uno en una esquina de la habitación.
-Tregua.
-Por esta vez, pero no quedará así.- alzó un dedo Jonghyun completamente despierto ya.

Cuando ya podíamos considerarnos personas un poco más normales me encaminé de nuevo al pasillo y reparé en la expresión de Onew que nos miraba distraído con una especie de tristeza o melancolía en sus ojos y en su sonrisa, en aquel momento me pareció realmente triste aunque, cambió de expresión tan rápido que quizás fuera solo un destello de mi imaginación trastornada por la falta de oxígeno después de tanto reír.
Me miró cuando pasé a su lado y nuestros hombros se rozaron. Recordé como se sentía su boca recorriéndome la piel.
Me puse una coleta rápida con el pelo algo mojado, una camiseta que me veía un poco grande y un pantalón que al contrario del de la noche anterior, me dejase respirar. Salimos de casa bajo la atenta mirada de la acaramelada parejita que se quedaba en el sofá enredándose en besos que amenazaban con convertirse en mucho más cuando estuvieran solos.

Antes de desparecer por la puerta, asomé la cabeza y les grité.
-¡En el sofá no, pervertidos!
Lo último que escuché antes de cerrar la puerta fue el ataque de risa de Key, ahogado por un beso de Jonghyun. Bajamos las escaleras en silencio y yo seguía preguntándome `qué estábamos haciendo.
Sentí unas ganas desmesuradas de echar a correr cuando le vi sacar las llaves y dos cascos de una brillante moto roja de proporciones bíblicas.

Me miró como si esperase que yo fuera a subirme en aquel cacharro.
-Has dicho desayunar.
-En mi casa.
-No, ahí, en la cafetería de la esquina.
-En mi casa.
-Que no.
-Cabezota.
-Imbécil.
Se empezó a reír, por lo visto mi resistencia le resultaba de lo más entretenida, se acercó a mi despacio, sin borrar la expresión divertida y sentí la tentación de arrearle, pero no pude y de hecho, olvidé el instinto asesino cuando me besó en la mejilla.
-¿Eso era un chantaje?
-Puede... ¿Funciona?
Suspiré, dando un paso hacia atrás y mirándole a él, a la moto, a él de nuevo.
-No me gustan las motos...- en realidad no era así, si me gustaban pero ir montado en algo sobre lo que yo no tuviera control me asustaba.
-Tendré cuidado.
-Si estás tan loco como creo...
-Estoy más loco de lo que crees.

Me levantó del suelo, arrastrándome a aquel diablo rojo y su asiento de cuero negro, yo empecé a gritar, más bien para incomodarle pero parecía que se lo estaba pasando realmente bien. Forcejeamos hasta que se rindió y quedé apoyado en ella y en su cuerpo, tan cerca del mío como la noche anterior. Me dio un beso rápido en los labios, me eché hacia atrás.
-Si morimos, te perseguiré hasta los confines del infierno.
-Si vivimos, desearás estar en los confines del infierno.

Y así, me tragué el miedo y descansé en su espalda durante lo que pudieron ser 20 minutos de trayecto. Había olvidado mi resaca pero se alzó con toda su crueldad jugando vertiginosamente con mi estómago y una serie de arcadas que retuve a duras penas. Al llegar y sacarme el casco debía de estar verde, como poco y me agarró para no estamparme contra el suelo cuando bajé de aquella ruidosa bestia.
Estábamos ante un edificio de aspecto antiguo y altura imponente, su fachada estaba pintada de colores blancos en los lugares que no estaban formados de piedra y madera antigua. Estaba casi seguro de aquello era uno de los hoteles más caros de la ciudad.
-Dijiste que íbamos a tu casa.
-Es mi casa.
-¿Vives en un hotel?
-Es de mis padres, antes de ser un hotel, vivíamos aquí, hace mucho tiempo.

Se me quedó cara de idiota, era tan bonito que me sentía torpe caminando por sus iluminados y perfectamente ordenados pasillos, llenos de colores suaves, puertas numeradas y una recepción más grande que mi casa entera.
Pero no me llevó a ninguna habitación, subió al piso más alto en el ascensor y me cogió la mano, había una puerta blanca al final del último pasillo. Unas escaleras de metal y aspecto de no tener mucho uso nos llevaron al aire libre, a la vista más espectacular que podía haber imaginado.
La ciudad entera se alzaba ante nuestros ojos, silenciosa, en calma y bañada por la luz del día despejado, las puntas de los edificios se clavaban en el cielo, aquí y allá los pájaros trazaban dibujos en el cielo, y por un segundo, en aquella inmensidad, me sentí tan libre como ellos.
Y era lo que llevaba necesitando demasiado tiempo.
-Era mi vista favorita cuando era niño y sigue siéndolo.
-Es...

No supe que decir, estaba hipnotizado y sorprendido, había olvidado el dolor, el mareo, había olvidado mi vida entera por un minuto en aquel momento y después le miré a él.
Estaba sentado en una mesa redonda de aspecto antiguo, había una silla frente a él y un montón de comida y café. Lo ignoré todo, me acerqué a él y tiré del cuello de su camisa hasta levantarle y estamparle con mi boca. Noté su sorpresa en el segundo que tardó en reaccionar.

Mi boca se apoderó de la suya, al aire de la libertad se enredó en mi pelo y sus dedos en los míos.
-Definitivamente loco.- susurré. 

1 comentario:

  1. wow me encanto!! pero porq no seguiste!! esta genial!! me encanta como escribes.......
    aunq habla taemin y el fic dice JongKey jeje pero igual esta genial!!! ^^

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