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viernes, 12 de octubre de 2012

OBSESSION

- Autora: Marta

- Twitter: @OrionTilenni

-Tipo: SHINee, JongKey (Jonghyun x Key), yaoi, +18, serial


CAPÍTULO 1



Era el mismísimo diablo. Era el mismísimo diablo colándose por mis oídos y quebrando mis sentidos, impregnando mi sangre con su ponzoñosa sensualidad. Me envenenaba cada palabra susurrada entre sus labios flotando por el aire con aquella melodía machacante.
Había escuchado todo sobre él, aunque nada que me importase realmente. Había escuchado que era dulce, tan dulce que incluso al cantar mantenía una sonrisa perfecta, había escuchado que nunca movía sus ojos cuando cantaba, que nunca los fijaba en nadie, que nunca fallaba. No me gustaba, la aparente perfección ni la frialdad que sus ojos destilaban cuando le veía en televisión.
No quería prestarle atención, solo tenía que bailar, mi trabajo empezaba y terminaba ahí. Pero algo me desconcentraba mientras mi cuerpo se movía bajo las luces intensas y parpadeantes que en ocasiones me cegaban... su voz. Maldita voz, sonaba en mis oídos como cristales rotos arañando mi concentración, mi determinación y algo más que no podía entender.
Giraba, exactamente como tenía que hacerlo, había ojos sobre mí, recorriéndome con curiosidad. Me alegraba de que aquella máscara cubriera la mitad de mi rostro, estaba solo, solo con la música y las miradas hambrientas que se deslizaban por mi cuerpo.
Las luces disminuían, la penumbra crecía imparable a mí alrededor, mientras el ritmo de la música se convertía en un susurro candente, suave, melodioso y sugerente. Estaba de espaldas al escenario, bailando ante él y un círculo que estaba reservado para mí y el resto de bailarines que en aquel momento no me acompañaban.
Pero no estaba tan solo como pensaba.
Exclamaciones ahogadas se colaron entre la música y su voz, su voz susurrante que me golpeó cuando unas manos se aferraron a mi cintura. Expulsé el aire de golpe. Estaba pegado a mi, notaba su latido frenético en mi espalda, sus dedos clavándose en la piel de mi cintura y su boca arrasándome por dentro con su aliento serpenteando en mi oído. Sentí que me fallaban las rodillas pero me sujetó contra él, riendo en voz baja, tan baja que solo yo pude escucharla. Sus labios malditos recorrieron mi cuello sin apenas tocarlo y convirtió mi sangre en fuego.
-Lucifer...- susurró, cantando. Me arañó la cintura al acariciarla, estaba tan cerca que cada centímetro de él estaba en contacto con mi piel. Y yo no dejaba de moverme, no podía, mi trabajo era ese. Bailar, no parar, si la música sonaba, yo me movía. Y al hacerlo, su cuerpo se movía con el mío. Había convertido aquel sencillo repetir de pasos en una especie de danza complicada y sugerente en la que yo intentaba huir, pero él me retenía, me encerraba y volvía a buscar mi cuello con su boca. Me hacía parecer un juguete delante de aquellos ojos que nos miraban con fuego, relamiéndose como hienas, esperando a que aquel chico de voz delirante me comiera allí mismo. Los nervios a flor de piel me estaban comiendo, el corazón bombeaba sangre demasiado caliente por mi cuerpo y parecía estar apunto de estallar. Vergüenza, eso sentía, descontrol, empezaba a dejarme llevar por aquellas manos que me sujetaron las muñecas, me giraron y me dejaron frente a frente con él, sus ojos que me atraparon y su boca entreabierta por la que asomaba su lengua jugando, me buscaba sin falta de palabras.
Era un monstruo, como tal lo sentí en aquel momento, intentando alejarme. Me dejó ir, mirándome con sus furtivos ojos negros, rasgados y brillantes. Parecían haber encerrado mi reflejo y con él, a mi. Seguí bailando lejos de él, huyendo de lo que parecía parte del espectáculo, notando mis mejillas arder y el camino de sus labios en mi cuello.
Había empezado a ignorar el ritmo de la música, me movía por simple instinto hasta que cambió por completo, se tornó agresiva en cuestión de segundos, las luces se apagaron casi de golpe y tropecé con mis propios pies por la impresión. Me fui hacia atrás intentando dar pasos cortos para no caerme de una forma verdaderamente ridícula si la luz hubiera permitido verlo. Pero unos brazos pararon mi inminente caída. Intenté soltarme, incluso sentí la tentación de patearle cuando sus dedos se enredaron en mi pelo, inmovilizándome con el rostro alzado hacia él.
Su aliento se deslizaba por mis mejillas, otra vez su risa, suave, íntima y grave cruzaba el aire que nos separaba y estallaba en mis oídos. Se inclinó tanto sobre mí que me obligó a arquear la espalda mientras me sujetaba. Solo la máscara que me tapaba medio rostro impedía que su frente y la mía se tocasen. Sentí su lengua acariciando mi labio inferior helándome y prendiéndome al mismo tiempo.
Me quedé sin aliento al perderlo en su boca, la dejó caer sobre la mía como un aguacero sobre el desierto, y estaba tan sediento de él que suspiré cuando sentí su lengua rozando la mía. El sudor de sus mejillas resbalaba por las mías y sus dedos ansiosos buscaban por debajo de mi camiseta la curva de mi espalda. Jadeé cuando me mordió la lengua y volvió a besarme, yo no le respondía, o si lo hacía estaba demasiado aturdido como para darme cuenta. Seguía con una mano en mi pelo, la otra jugando con la temperatura de mi cuerpo cuando las luces nos rodearon de nuevo. Y él sonrió en mi boca. Porque lo sabía, porque había caído en su trampa y por qué mis manos, estaban aferradas a su espalda.
El fin del espectáculo, aplausos, gritos sorprendidos y yo alejándome de él con violencia y pasos temblorosos. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué no podía respirar? ¿Por qué me ardían las mejillas? Y sus ojos, no querían salir de mi cabeza.
Maldije por lo bajo, sin girarme en ningún momento, ignorando a todo aquél que se me acercaba. La máscara cubría mi expresión aun cuando me detuve en la barra y pedí un chupito doble con un gruñido.
La camarera me miró de arriba abajo, un rubor ligero adornada la palidez de sus mejillas y me sonreía con timidez cuando se acercó con el vaso, el limón, la sal y el tequila. Fantástico, ahora era la comidilla del local. Porque Onew me había besado, me había arañado y porque yo había caído. Como un idiota. Y volvería  a hacerlo... pensé traicionándome a mi mismo, en mi confusión. Dejé caer la máscara aún lado, cogí el vaso entre mis dedos y el limón con la otra mano y unos murmullos me indicaron que él se acercaba, lo sentí, aún en el atestado lugar su presencia no pasaba por alto, ni su olor, ese estúpido olor que se había quedado impregnado en mi piel. Me giré hacia atrás y ahí estaba, rodeado de gente que le gritaba, revoloteaban a su alrededor como moscas y él, con una calculada sonrisa fijaba sus ojos en mi. Parecían los ojos de un depredador y yo no volvería a ser su presa.
Llamé a la dulce camarera de melena azabache y se acercó a mi apresurada, le indiqué que se acercara más y lo hizo algo confundida. Le acaricié el cuello con la punta de los dedos y su sonrojo se hizo más que notable pero no se apartó. Me acerqué más y recorrí aquella suave extensión de piel cálida con la lengua, ella tembló y dejé caer granitos de sal que quedaron atrapados en la humedad de mi saliva. Cogí el limón con una expresión juguetona que no era propia de mí y lo puse en sus labios. Lamí de nuevo su cuello llevándome la sal con la lengua, el alcohol ardió en mi garganta y mordí la ácida fruta entre sus labios, la acidez se mezcló en su boca y en la mía.
Sonreí con un ronroneo escapando de mi garganta cuando me alejé, quería que la besara, la tensión de sus ojos recorriendo mis labios era casi palpable pero no estaba dispuesto a dejar mi boca en labios desconocidos otra vez, y los juegos nunca debían ser más de eso, juegos. Recé por dentro para que ya le hubiera quedado claro con la escenita de que palo iba yo, una gran mentira, si, pero eso no tenía porqué saberlo él.
-Gracias.- susurré cuando ella con sus encantadoras mejillas sonrojadas se alejó a seguir trabajando, con una sonrisa en los labios. Ojalá yo pudiera sonreír de esa manera con un beso, ni siquiera eso, con un roce. Pero la única boca que me hacía sentir algo me había arrancado sin piedad el corazón y se lo había quedado entre sus manos para desgarrarlo a placer. Yo era un muñeco movido por la música y la incansable insistencia del idiota que tenía por mejor amigo y culpable de que yo estuviera allí aquella noche. En aquel momento se encontraba correteando por la pista como un histérico, señalándome.
-¡Tú, tú, tú!
-¡Yo, yo, yo!
-No te hagas el loco. ¡TE HAS COMIDO A ONEW EN MITAD DE LA MALDITA PISTA!
-Para el carro princesa, él ha intentado comerme a mí.
-¿Princesa?- se indignó sin borrar la sonrisa divertida de sus labios.
-Ahora enserio Key ¿Qué quieres?
-Ver si estabas vivo o si ibas a partirle las piernas a mi amigo.
-No me tientes, lo haría si no hubiera tanto gorila rodeándole.
-Que mal mientes Tae, te ha gustado, sigues colorado.
-Estoy cansado, al contrario que tú yo he estado trabajando.
-¡Y yo he estado...!
-¿Dándole amor a Jonghyun?
. Ahora el que parecía un semáforo era él. Una voz le llamó antes de poder contestar, ahora le tocaba bailar a él, también a Jonghyun y me acerqué lo más que pude a la zona donde ellos bailaban quedando casi delante de todo, por desgracia. Intenté huir hacia un lugar más alejado pero estaba demasiado atestado como para poder moverme y las luces cada vez me dejaban ver menos. Entonces, un escalofrío me recorrió la espalda y me mordí el labio, como si de un momento a otro el calor fuera a acumularse en mis ojos y salir en forma de lágrimas. No, otra vez no.
Los ojos de Minho estaban fijos en mí, sin expresión, fríos como un témpano de hielo y la misma sonrisa ladeada en los labios que tan bien conocía, que tantas veces había probado y que ahora me agujereaban por dentro. Le di la espalda quedándome anclado en primera fila sin atender a nada. Las luces demasiado brillantes hacían que la humedad repentina de mis ojos llorasen, me sentía idiota, pequeño e invisible, sobre todo, idiota. Me mordí el labio para que no temblara y apreté los puños, el flequillo me tapaba los ojos.
Era de esperar que estaría allí, al fin y al cabo Key, Jonghyun y yo trabajábamos en su compañía, era de esperar que me encontraría, pero se suponía que el dolor era el pasado, se suponía que ya no me importaba pero mi maldito corazón iba por libre y se hacía daño recordando como había sido estar a su lado y como había sido descubrir que no era el único.
Subí la mirada y los ojos de Key estaban fijos en mí mientras bailaba, intentaba no pasear la mirada por donde Onew se movía, lo único que me faltaba era que después de besarme me viera lloriqueando como un niño en mitad de la muchedumbre. La expresión de Key no podía disimular la preocupación y dibujé una sonrisa calculada que ni por un momento se creyó.
Sentí unos dedos rozando mi hombro, me giré notando a pocos centímetros de mí el cuerpo de Minho que me miraba tratando de decir algo. No quería escucharle, más no, otra vez no.
Entonces me dejé llevar.
Me encontré de nuevo con la voz de Onew, con sus brazos agarrándome y arrastrándome a la pista ante las miradas incrédulas que caían sobre nosotros. Parecía hecho para encajar su cuerpo contra el mío y moverlo al mismo tiempo, era una sensación extraña que no dejaba de sorprenderme, pero aún me ardía el pecho y podía ver los ojos de Minho recorriéndome sin expresión.
Yo ya no era suyo, nunca debí serlo.
-Si lloras tendré que besarte.- me susurró Onew mientras tomaba aire.
-Te arrancaré la lengua si te atreves.
-Y yo a él la cabeza si te hace algo.
No pude seguir hablando porque la música se deshizo a nuestro alrededor y me mordió la boca, me recorrió los labios con la lengua y no dejó de sonreír mientras deslizaba sus dedos entre los míos.
Terminamos así, enredados entre sudor y aplausos.
Jadeé, la marca de sus dientes palpitaba en mi labio y me miraba con expresión divertida, sin moverse hasta que las luces se apagaron y pude apartarme, agarrarle del cuello de la camisa y arrastrarle conmigo.
Le estampé contra la pared más alejada de la multitud, medio oculta por la penumbra aunque las luces habían vuelto. Me crispaba los nervios aquella imborrable sonrisa socarrona y su forma de intentar enredar los dedos en mi pelo mientras le apretaba contra la pared, ardiendo de rabia.
-¿Qué cojones estás haciendo?
-Creo que es evidente.
-¿Porqué?
-Porque me gustas.
-No me conoces.
-Pero quiero hacerlo.
-Te dije que te arrancaría la lengua.
Empezó a asomarla entre sus labios, como si quisiera tentarme, calentarme los sentidos... y aparté los ojos, me centré en los suyos.
-¿Porqué dijiste eso?
-¿Qué te besaría si llorabas?
-Que le arrancarías la cabeza si me hacía algo. ¿A qué venía eso?- apretaba el cuello de su camiseta entre mis dedos tirando más de lo que pretendía.
-Estabas temblando cuando te tocaba, parecías a punto de romperte y él te miraba como a un juguete.
-¿Y no es así como me has tratado tú?
-Pero yo no te hago daño.
-Tú no sabes nada, no me haces daño y él tampoco.
-¿Alguna vez te han dicho que mientes fatal?
Me cansaba del juego, no le conocía y él a mi tampoco pero hablaba como si lo hiciera, me tocaba como si hubiera una total confianza entre nosotros. Empezó a deslizar las manos por mi espalda hasta dejarlas en la parte baja de mi cintura.
-No tengo porqué mentirte y a ti no tiene porqué importarte.
-Tampoco tienes porqué resistirte...
Gruñó fundiéndose en mi boca, subiendo la tela ajustada por mi espalda y apretándome tanto contra él hasta que su pulso golpeó contra mi piel. Su lengua encontró la mía, recorriéndome la boca y mezclándose con mi saliva que aún tenía un ácido recuerdo del limón. Se relamió mirándome y me sujetó la barbilla con los dedos, inclinándose hacia mí. Habló en voz tan baja y tan cerca de mis labios que sentí las palabras bailando sobre ellos.
-Cierra los ojos.
-No...
-Cierra los ojos y olvídale.
-No puedo.
-Hazlo...
No sé como ni porqué, con sus dedos entre los míos me llevó entre la gente, pasó por la barra y agarró una botella de tequila, como fuera suya y siguió tirando de mí hasta que el frío de la calle me arrancó de mi ensimismamiento. La puerta trasera del local se cerraba a nuestra espalda con un estruendo y el eco que lo siguió por las paredes del aparcamiento.
Llegamos hasta un enorme coche negro de cristales tintados. Realmente enorme, imponente y de aspecto caro solo con mirarlo. No me gustaban los coches y no era un entendido en el tema pero era de esa clase que al verlos piensas "Joder".
La impresión debió de dibujarse en mi cara porque Onew empezó a reírse mientras abría la parte trasera y me invitaba a entrar moviendo la botella entre los dedos como si ello hiciera más intensa la tentación.
Pero la tentación era su cuello brillante de sudor y la curva de sus hombros que me invitaba a morderla con demasiada insistencia. Tiró de mí hasta que estaba sentado a su lado sobre la tapicería de cuero del oscuro coche, que, una vez cerrada la puerta, estaba sumido en absoluta penumbra.
Encendió el equipo de música aunque con un volumen tan bajo que el acelerado ritmo de mis latidos retumbando en mis oídos no me dejaba escucharla. Una suave luz azul nos iluminó a los dos, callados, sin tocarnos y mirándonos a los ojos. Dos desconocidos, solo éramos eso, dos desconocidos. Quizás por eso me sentía tan libre al mirarle.
Me atrajo hacia él, quedando su boca a solamente unos centímetros de la mía, su piel estaba pintada aquí y allá con suaves sombras que recorrí sin pensarlo con la punta de los dedos. Suspiró bajo mi tacto y llevó sus manos a mi cintura, empezando a levantar la tela negra pegada a mi piel de forma amenazante. Le miré enarcando una ceja y volvió a sonreír de esa forma burlona y pícara.
-Ni se te ocurra.
-¿Me vas a obligar a convencerte?