domingo, 2 de diciembre de 2012

RIRIMATO

- Autora: @askthewind 

- Tipo: B.A.P, serial, menores 18, idol (misterio) x fan, hetero




Capítulo 7 – Después de la tormenta llega más tormenta.

Desde luego que aquella habitación no era un palacio, pero era bastante acogedora.
La pared del fondo estaba cubierta por un tocador que la ocupaba en su totalidad, lleno de espejos, luces… Desperdigados por la sala se encontraban varios armatostes para cargar perchas que a Yoori no le traían muy buenos recuerdos y, en una esquina de la habitación, un pequeño sofá que más bien parecía una cama. Era agradable. Podía sentir que pasaría en aquel lugar mucho tiempo.
— Así que… ¿Este será mi camerino? — Yoori se encogió de hombros, intentando romper el hielo con una sonrisilla amigable. Tras un rato charlando con los chicos en la habitación donde se había elegido a la ganadora del concurso, Jongup la cogió de la mano y le ofreció enseñarle su camerino. Ella, como era obvio, no se veía capaz de rechazar la invitación.
— Es acogedor.
— ¿Lo crees? — le respondió, sonriente. Se apoyó de espaldas contra el tocador y se cruzó de brazos, mirándola — Me alegro de que te guste.
La chica asintió en silencio. “¿Qué debería decir ahora?”, pensaba, frunciendo los labios con incomodidad. No podía quitarse de la cabeza que el chico que tenía delante ni siquiera la había votado para que se quedase, por lo que no podía entender tanta amabilidad de repente.
— Quiero disculparme, Yoori — le dijo de repente, casi como si pudiese adivinar lo que
estaba pensando — por lo de antes.
— ¿Qué? ¿A qué te refieres?
— Yo quería votarte a ti, pero… Youngjae me lo suplicó. Por eso aún no acabo de entender por qué dijo tu nombre al final — la miró fijamente, frunciendo el ceño — Nos hizo quedar mal para nada.
— Oh, bueno… No pasa nada. Sus razones tendrá, ¿no?
— Deja de sonreír de ese modo — le espetó él con una sonrisa tranquila — No hace falta que pongas esa mueca. Sé que sabes más que yo, no soy idiota.
Ante el silencio culpabilizador de la chica, Jongup se impulsó con suavidad para alzarse de donde estaba y caminó con una parsimonia atractiva hacia ella, sin descruzarse de brazos hasta quedarse a pocos centímetros de su posición. “¿Todos son siempre tan altos o qué pasa?”, pensaba ella sin saber si debía mirarlo a los ojos; la estaba mirando fijamente, apretando los labios y balanceándose suavemente en el sitio, como si quisiese decir algo pero
no supiese exactamente el qué.
— Realmente me alegro de que Youngjae te haya elegido — dijo, bajando la mirada tímidamente — Quiero decir… ni siquiera aunque hubiese ganado la otra chica hubiese podido dejar de pensar en ti — se encogía de hombros vagamente mientras una oleada de palabras torpes salían de su boca — No, quiero decir… Me gusta que estés aquí con nosotros, eres especial, así que… — Emuló una mueca de shock cuando se dio cuenta de lo que estaba diciendo. Su intento apurado por retractarse era incluso dulce — ¡No, es que…!
Jongup detuvo sus intentos por disculparse cuando escuchó una risa siseante que escapó de repente de entre los labios de Yoori, y que intentó ocultar cubriéndoselos con una de sus manos. Permaneció en el sitio mirándolo a los ojos y temblando con suavidad por culpa de la risita tonta que intentaba ocultar. Jongup suspiró, avergonzado.
— ¿De qué te ríes?
— De ti, ¿no es obvio? — le espetó con tranquilidad, sin quitar la mano — No sabía que eras tan mono cuando te ponías nervioso…

— ¡Yah!
Jongup la agarró por la cintura antes de que ella pudiese pensar en escapar, y ambos empezaron un juego repleto de risas y cosquillas por toda la habitación. Yoori luchaba por liberarse de aquel agarre; Jongup, sin soltarla ni un momento, permanecía con aquel aire risueño y juguetón que no permitía a la chica dejar de reír. En medio de una huída repentina, Jongup sufrió un tropezón con su propio pie y, con un grito torpe y gracioso, se llevó a rastro a
la chica en una caída fortuita que los sentó a ambos de golpe en aquel extraño sofá-cama. El eco de ambas risas, que fue menguando lentamente, no les permitió darse cuenta hasta varios segundos más tarde de la postura en que ambos se encontraban. Yoori mantenía las manos pegadas a su pecho mientras que él la rodeaba por la cintura con ambos brazos, sentándola fijamente sobre su regazo; como un Papá Noel que escucha pacientemente la petición de uno de sus niños, pero con un grado más intimo de lo que se podría considerar en esa situación.
Yoori no podía levantarse, y tampoco veía en aquel chico intenciones de dejar que lo hiciese.
— Suéltame ya — le ordenó, con una sonrisa, revolviéndose sobre su cuerpo.
— ¿Las palabras mágicas?
— O te mato, inútil — Yoori se encogió cuando sintió unas inesperadas cosquillas en su cintura después de aquel comentario — ¡Para, para…!
— ¿Las palabras mágicas? — repitió Jongup, riendo.
— ¡Por favor, por favor!
Pareció satisfecho con aquella súplica. Poco a poco las cosquillas fueron disminuyendo y Yoori pudo volver a respirar con tranquilidad. Por un momento incluso olvidó con quién estaba y en qué situación, y se permitió el lujo de dejarse caer suavemente contra su pecho con los ojos cerrados, la respiración agitada y una sonrisa que no podía ocultar. En medio de las carcajadas de la chica, alzó una mano y le retiró con suavidad hacia un lado un mechón de pelo que caía despeinado por su rostro; Yoori dejó de reír inmediatamente cuando se dio cuenta de cómo la estaba mirando.
— ¿Qué ocurre? — preguntó, alzando las manos y peinándose suavemente, en un gesto inconscientemente coqueto.
Jongup se encogió de hombros y negó, sin dejar de sonreír.
— Nada.
“Este es un buen momento para salir de aquí”. Yoori dejó escapar una suave risa antes de impulsarse y ponerse de pie con disimulo, centrándose en alisarse y colocarse la ropa para no prestar atención a la mirada que sentía a sus espaldas. Por desgracia, a pesar de sus intentos por abandonar aquella habitación, el destino quiso mantenerla allí. Le bastó con sentir un ruido a sus espaldas para girarse instintivamente y ver que Jongup se estaba acercando a
ella, sin intención de detenerse a pesar de ver cómo se giraba. Todo pasó demasiado rápido.
Los pies de Yoori se movieron instintivamente hacia atrás, intentando aumentar la distancia entre ambos, intento que terminó frustrado por culpa del pequeño mueble contra el que chocó de espaldas cuando alcanzó la pared, momento justo que el cantante aprovechó para acercarse a ella e impedirle la huída por cualquier lugar antes posible. Yoori estaba ligeramente reclinada hacia atrás en el mueble, sintiendo como el peso del cuerpo de Jongup iba presionando cada vez más su abdomen y su pecho. Los musculosos brazos del chico, colocados uno a cada lado de su cuerpo, le impedían moverse más allá del hueco que quedaba entre ambos. Una vez Jongup se vio satisfecho con la cercanía entre ellos, sonrió, sin moverse. Ambos estaban en aquella pose extraña y casi acrobática que a él no parecía molestarle, de hecho, el rostro encendido de la chica lo embelesaba.
— Yoori… No puedo más — por su tono de voz… realmente estaba diciendo la verdad, sin entrar en detalles en cuanto a lo que se refería. Sentía que la estaba devorando con aquellos ojos rasgados tan expresivos que la postura no le permitía esquivar — Deja de esquivarme. Mírame.
— ¿Por qué? — respondió, con la voz entrecortada, sin saber qué hacer. Lo peor de todo era que aquella situación se escapaba de tal forma de su límite de entendimiento que se sentía al borde de un vergonzoso ataque de risa. Jongup no quiso responderle, simplemente la obligó a cumplir sus órdenes. Antes de que pudiese seguir hablando, la cálida mano del chico cubrió una de sus mejillas y la obligó a mirarlo directamente, cortándole la respiración — J-
Jong-


— Ririmato… — un escalofrío la recorrió de arriba abajo cuando aquellos jugosos labios rozaron los suyos, finos y delicados, dejando un rastro débil de humedad sobre ellos y provocando una oleada de sensaciones en su interior que no comprendía del todo. No lo entendía realmente, pero lo que tenía claro era que no podía moverse. Simplemente, no podía hacerlo — Lo necesito…
Le hablaba con aquel tono tan jadeante, tan tranquilo, y al mismo tiempo tan lleno de vitalidad y excitación. Su voz se le clavó en los tímpanos grave, sensual e irresistible, y el corto lapso de tiempo que tuvo que tomarse para analizar la situación bastó para que los labios ajenos colisionasen suavemente con los de ella para dar lugar a un frágil beso, que perdió cualquier imagen de frágil adquirida al comienzo en cuanto Jongup se dio cuenta de que Yoori no pretendía moverse; al menos, durante el shock.
Ella no recordaba un beso así, en… Bueno, nunca. Aquella forma de beber de sus labios, de aprovechar cada una de sus oportunidades para un roce fortuito de lenguas que encendía la llama del momento. Aquella forma de tocarla, de hacerla sentir como si fuese un valioso y frágil jarrón al que hay que cuidar con mimo. La tocaba como si tuviese miedo de desgastar la suavidad de su piel, y al mismo tiempo con una seguridad inquebrantable. Yoori sentía sus dedos, el calor que emanaba su piel por encima de su ropa. Su cuerpo se consumía en escalofríos cada vez que Jongup hacía presión con su cuerpo sobre el de ella. A fin de cuentas, desde un punto de vista objetivo, aquella situación no le daba pie a nada más… y Yoori tampoco era de piedra.
Pero a pesar de ello, sabía diferenciar lo correcto de lo incorrecto.
— N-No, espera, espera… — luchando contra los movimientos de Jongup, Yoori alzó una de sus manos y la posó sobre su pecho, reduciendo aquella peligrosa presión que el chico no dejaba de ejercer contra sus caderas — Espera, Jongup… E-Esto no… Jongup no parecía tener la intención de hacer caso a las tímidas súplicas de la chica, de hecho tan sólo lo volcó todo hacia una perspectiva más pasional de la que ya de por sí era.
Ahora Yoori sí podía sentir su lengua danzando desvergonzadamente con la propia; la saliva corría sensualmente de boca en boca y el rubor se hacía insoportable. Yoori se dio cuenta de que aquel “Lo necesito” que se repetía una y otra vez en su cabeza se refería a algo mucho más explícito de lo que jamás hubiese llegado a pensar. Se dio cuenta quizá cuando una de las furtivas manos del chico se coló por dentro de su camiseta y se arrastró, imparable, hacia el cierre de su sujetador.
Su alarma corporal empezó a sonar bruscamente. Aquello se le iba de las manos.
Entonces, sonó.
Todos los movimientos de Jongup se detuvieron al instante en que una suave melodía electrónica llenó el sofocante silencio que se había formado en la habitación. Yoori no sabía hacia dónde mirar, sintiendo al chico aún rozando sus labios y desviando la mirada hacia el sofá, donde un móvil no paraba de sonar, emitiendo un monótono vibrar cada pocos segundos.
Sin embargo, él no se había movido. Aún permanecía sobre ella, parecía resistirse a abandonar sus labios; aquella mano caprichosa seguía anclada a la parte trasera de su sostén, habiendo dejado su tarea a medias.
— De… Deberías cogerlo — la voz de Yoori sonó increíblemente suave. Sintió que nada más decir una palabra, sus mejillas empezaron a arder de nuevo, sentimiento que se intensificó cuando la mirada de Jongup se fijó en ella.
— Déjalo sonar.
— Puede ser importante.
— O no.

Yoori frunció los labios y bajó la mirada. Quizá él pudo sentir la necesidad de espacio vital de la chica y, aún en contra de su voluntad y no totalmente seguro de que fuese la decisión correcta, se incorporó con lentitud y caminó a grandes zancadas hacia el teléfono, que seguramente se le había caído con aquel tropezón que los tumbó en el sofá. Jongup miró la pantalla, suspiró con el ceño fruncido y descolgó la llamada, dándole la espalda a Yoori.
— ¿Qué pasa? — se mantuvo en silencio varios segundos, con una mano sujetando el móvil y la otra en forma de jarra en su cintura, escuchando pacientemente lo que Yoori no sentía como más que el eco vibrante de una voz desconocida — Entiendo. No tardaré.
La llamada fue corta pero le transmitió a Yoori la sensación de libertad que estaba esperando. Jongup se giró hacia ella, alzó el móvil en alto y lo zarandeó con suavidad, mirándola fijamente.
— Aún no he terminado de hablar contigo, que lo sepas — esbozó una sonrisa ladina y dejó que toda la picardía de su voz se le escapase por los ojos, ardiente y lasciva — Nos queda la parte más interesante de la conversación.
No dio tiempo a que Yoori asimilase sus palabras antes de salir del camerino. Se quedó sola, inquieta y confusa. No podía creerse lo que había ocurrido. Se cubría la cabeza con ambas manos sin saber exactamente qué hacer, qué pensar. ¿Cómo iba a mirarlo a los ojos a partir de entonces? O lo que es peor… ¿Cómo iba a mirar a los demás? Corrió a sentarse en el sofá, hecha un manojo de nervios. Aún podía oír en su cabeza las suaves palabras que Jongup arrastró contra sus labios cuando ella le pidió que parase, petición a la
que se había negado firmemente.
“Llevo tanto tiempo esperando este momento…”

……….

Jongup caminaba por los silenciosos pasillos del pabellón preparándose mentalmente para empezar a trabajar duro. Aquel lugar parecía repeler bastante bien el sonido, porque en su situación apenas se escuchaba el eco lejano de la nave principal, donde el equipo y los miembros del grupo seguían con el comienzo de los preparativos. Como el chico obediente que a veces era, se había limitado a obedecer las órdenes que le habían dado por teléfono, ignorando que su lugar de destino era una trampa para ratones. E iba a caer de lleno en ella.
Nada más entrar en aquella sala de vestuario, le extrañó encontrárselo todo tan ordenado, cuando precisamente le habían pedido ayuda porque estaba todo hecho una estercolera. Cerró la puerta tras de sí y miró hacia todos lados con desconfianza, ignorando que, al fondo de la sala, una figura pasaba desaparecida por entre la penumbra. Jongup desvió la mirada finalmente hacia dicha silueta cuando unos pasos acercándose llamaron su atención.
— ¿Es una broma? — el chico se cruzó de brazos, alzando una ceja como gesto de intriga ante aquella situación. A pesar de su pregunta, la realidad era obvia, y el aire que se respiraba podía transmitir cualquier cosa menos broma. Jongup sentía la tensión entrar por sus fosas nasales cada vez que respiraba aquel aire pesado y sofocante, y los huesos se le calaban por cada segundo que mantenía la mirada en aquellos ojos fríos y repletos de ira que
lo observaban desde lejos. Realmente, no le llevó mucho tiempo conectar ideas, razones y motivos. No era tan difícil encontrar un por qué.
— Oh… Ya entiendo.
Jongup sonrió, curioso. Desgraciadamente, la sonrisa que esperaba recibir de Yongguk nunca apareció.
La conversación iba para largo.

……….

Después de calmarse un poco, Yoori salió del camerino en dirección al vestuario donde le habían dicho que una modista estaba esperándola para arreglar todo el tema de su vestuario lo antes posible. Nada más entrar en la habitación, una oleada de mujeres se abalanzaron sobre ella y empezaron a avasallarla a preguntas mientras la rodeaban de forma poco cuidadosa con cintas métricas de arriba abajo; realmente no eran preguntes demasiado transcendentes, como si sabía andar en tacones o si le disgustaba el color azul.
La mujer a cargo de la manada no parecía de muy buen humor. Igual influía el hecho de que Yoori había llegado tres cuartos de hora tarde y no sobraba el tiempo precisamente, pero la chica realmente esperaba que la razón de su malestar fuese por otro motivo.
— Tu ropa me hace daño a los ojos — la mujer se colocó las gafas y la revisó de arriba abajo con la mirada. Yoori la sintió como una máquina de rayos X.
— ¿P-Perdón?
— El nuevo concepto es underground… No sé que voy a hacer contigo — se frotó las sienes, suspirando — Por cierto, soy Kim Haneul. Seré tu estilista hasta que termine toda esta mierda.
— En…Entiendo.
“Me han asignado a una loca.”
A pesar de su mueca tensa y frustrada, aquella mujer era realmente atractiva, incluso Yoori podía darse cuenta de aquello. Era alta, delgada, con unas curvas perfectamente definidas por un traje de chaqueta y falda de tubo bien apretado. Llevaba unos tacones que sobrepasaban con creces los 10cm de alto y unas gafas de pasta negras que se resbalaban continuamente por su fino y estilizado tabique nasal. De ojos grandes y rasgados y labios carnosos, su rostro intrigaba a la extranjera. Apenas pudo pararse a pensar en sus cosas, antes de que aquella sargento volviese a la carga.
— ¿Qué haces ahí dormida? ¡Vamos, al probador! Quiero ver qué tal andas en tacones.
— ¿Qué?
— Y ponte este vestido.
— ¿Qué?
— Más tarde nos ocuparemos del maquillaje.
— ¿Maquillaj…?
— ¡Venga, venga, venga! — Haneul la empujó bruscamente hacia el vestidor y cerró la puerta de un portazo. Yoori escuchó el eco de su voz alejándose en el exterior, con un exceso de drama y sufrimiento — Ah, necesito un cigarro…
Se quedó quieta varios segundos, hasta que la ausencia de taconeo le dejó suponer que aquella mujer se había ido. No terminaba de entender qué había hecho mal para que le asignaran a tal cocodrilo. “¿Igual es la madre de Eunhee?” Aquel pensamiento se le hizo gracioso.
— ¡No tengo todo el día!
Yoori pegó un brinco legendario. El corazón empezó a latirle a mil por hora y la ropa se le escapaba de entre los dedos.
— ¡V-Vale, vale! ¡Ya voy!

Media hora más tarde, el silencio reinaba entre ambas. Todo el rebaño de estilistas que rodeaba a Haneul se habían ido a rematar las tareas que les habían sido encargadas y las únicas que permanecían en la habitación, eran una Yoori desganada… y ella. La mayor permanecía apoyada contra la pared, cigarro en mano, dejando que éste se consumiera mientras ella perdía la mirada en el techo con la frustración plasmada en su rostro. Yoori, sin embargo, permanecía de espaldas a ella, sentada y agazapada tímidamente en una de las sillas del tocador, molesta tras haber aguantado media hora de reproches y mofas sobre su aparente “poca feminidad”.
Entre las dos todo era silencio. A pesar de la tensión en el ambiente, las unía una extraña complicidad; aquella mujer no era todo maldad.

— Levántate de una vez, no vas a aprender a hacerlo si te quedas ahí sentada.
— Ya lo he intentado — se escuchó el eco de un murmullo, ya que Yoori ni siquiera se había girado hacia ella al hablar.
— No lo suficiente.
— Me duelen los pies.
— Eres una blanda.
No era capaz de contestarle. No era por falta de argumentos, sino de valentía. A Yoori le resultaba incluso envidiable la imponencia de Haneul, pero por desgracia, empezaba a dudar si ganar aquel concurso había sido una recompensa o un castigo para ella.
— ¿Crees que todos te van a dar las cosas hechas siempre? Pues te equivocas, cariño — se llevó el cigarro a los labios y expulsó una calada que sonó suave entre el silencio — Y más tratándose de este mundo. Espero que no creas que aquí se triunfa con dos horas de ensayo diarias.
— ¿por qué eres así? Maldita sea, hablas como si supieses de todo y no eres más que una estilis-
Yoori se calló de repente. Se había girado sin pensar y había dejado que la furia saliese por si sola en forma de palabras que se arrepintió de pronunciar. Compartió una mirada incómoda con Haneul y agachó la cabeza, como una disculpa en la que no hacían falta palabras. La estilista se limitó a chasquear la lengua y a volver a mirar al techo, zarandeando un poco su cigarro para dejar caer la ceniza al suelo.
— Principiantes…

……….

Yoori se vio recibida por una oleada de risas que se le clavaron como un doloroso puñal trapero.
— ¿Qué es tan gracioso? — la chica se desplomó en una silla al lado de Zelo, que aprovechó para removerle el cabello en un gesto amistoso para intentar borrar la amargura del rostro de la chica. Himchan seguía riéndose como si nada.
— Tu cara es graciosa — le espetó.
— No estoy de humor.
— Se nota — Zelo intercedió, como si supiese que su suave risa de ángel podía tranquilizar a Yoori en cualquier situación — ¿Qué te ha pasado?
— Nada. Hay ciertas personas que me irritan.
En medio de su frustración personal, Himchan y Zelo se giraron para recibir a un Youngjae que se acercaba a ellos desde lejos.
— Vaya. Acabo de recordar que tenemos algo importante que hacer — el visual se levantó de su silla y, casi sin esperar una respuesta, cogió al maknae por una de sus muñecas y lo arrastró lejos del lugar, ignorando sus quejas. Youngjae permaneció frente a Yoori con mueca de incomodidad cuando se dio cuenta de que ambos se habían quedado solos; y aquella indirecta tan mal fingida de su compañero, como si aquel fuese un buen momento para hablar; al fin y al cabo, ninguno de los dos habían cruzado una sola palabra tras las votaciones.
— ¿Por qué esa cara de molestia? — el vocal se atrevió finalmente a decir algo, a pesar de que aún no había mirado a la chica directamente a los ojos por más de dos segundos consecutivos — Deberías estar… contenta.
— Lo estoy — se apuró a decir ella casi antes de dejarle terminar, asintiendo con rapidez. No quería que aquella conversación sonase tan forzada como estaba resultando de forma inconsciente — Lo estoy, pero… no entiendo el comportamiento de algunas personas.
Se hizo el silencio. “¿Qué digo?”, pensaba Yoori.
“¿Qué hago?”, pensaba Youngjae.

— Gracias, Yoori — la chica pudo sentir lo mucho que le costó decir aquellas dos simples palabras. No sabía exactamente si era el temblor de su voz o aquella expresión de corderito rogando por perdón, pero podía notarlo; estaba arrepentido.
— No tienes que darme las gracias por nada. Era tu decisión.
— Les pedí que votaran a Eunhee — añadió, desviando la mirada.
— Me lo suponía.
— Pero no me hicieron caso.
— Y menos mal…
Youngjae rió, mirando a Yoori con ojos de melancolía.
— Sí, menos mal. Realmente esto no sería lo mismo sin ti — dejó que la risa inundase todo su perfecto rostro y se acercó a Yoori, la cogió por ambas muñecas para levantarla de la silla y se fundió en un amistoso y reconciliador abrazo con ella antes de darle tiempo a decir nada. Yoori se limitó a dejarse querer, sonriendo. Youngjae no era un mal chico, ni tenía la culpa de nada; quizá era demasiado cuidadoso, pero nada más.
— Espero que tu decisión no te traiga problemas, Youngjae — habló contra su pecho, frunciendo con suavidad el ceño. En ese momento el vocal se separó un poco y la miró fijamente, sin dejar de sonreír.
— Hay cosas que simplemente tienen que saberse, ¿recuerdas?
Yoori deshizo con lentitud el abrazo que los unía y sonrió, encogiéndose de hombros.
— Sí, supongo que si.
Ambos permanecieron quietos, riéndose de forma un tanto incómoda. Pero la risa de la chica duró bien poco. Apenas se separó de Youngjae, una presencia a su espalda la rodeó de forma instantánea como si de una enredadera se tratase, agarrándola por la cintura y pegándola a un cuerpo del que no se pudo separar. La mueca de sorpresa de Youngjae la bloqueó por momentos, entorpeciendo sus movimientos y reacciones. No tuvo ni que girarse para descubrir la identidad de aquel sujeto, puesto que nada más abrazarla, posó el mentón sobre uno de sus hombros y habló, con una sonrisa.
— Estabais demasiado pegados, voy a ponerme celoso — Jongup rió.
— ¿Qué? — preguntó Youngjae, alzando una de sus manos a sus labios para ocultar que se estaba riendo, intercalando miradas entre ambos.
— ¿Qué? — repitió torpemente Yoori, intentando separarlo de ella con disimulo.
— Vaya, vaya — Youngjae permitió finalmente que su risa traviesa saliese con
naturalidad, alzando las cejas. Levantó las manos y las zarandeó con suavidad en el aire, haciendo gestos como si fuese ajeno a todo lo que allí sucedía — Yo no he visto nada, no he visto nada. Ya me voy.
— ¡Yah, Youngj-!
No pudo detenerlo. Y realmente, Jongup tampoco parecía tener la intención de
detenerlo. Probablemente ni siquiera era capaz de ver lo incómoda que se estaba sintiendo la chica en aquel momento, siendo observada por múltiples miembros del equipo que pasaban de un lado a otro y que no disimulaban su sonrisa al verlos. Por el contrario, Jongup parecía feliz.
— Aquí no…
— ¿Por qué no?
— Nos están mirando todos — Yoori susurraba intentando que nadie más interpretase sus palabras, tímidamente. Se estremeció cuando escuchó las disimuladas palabras que Jongup deslizó sobre su cuello, sonriendo.
— Déjalos que miren.
Yoori dejó escapar un murmullo de insatisfacción que hizo sonreír al cantante. Su móvil empezó a sonar de repente, y fue la excusa perfecta para pedirle a Jongup que la soltara. Con disimulo lo sacó de su bolsillo, y pudo decir que esa era la primera vez que se alegraba de ver el nombre de la señora cocodrilo en la pantalla… Es decir, de su estilista.
“Gracias al cielo.”
— Tengo que ir a junto la estilista — dijo con apuro, alzando el móvil.

— ¿Ya? Hmph — Jongup torció los labios, insatisfecho con el tiempo que habían pasado juntos. Caminaba a junto Yoori al mismo tiempo que ella se alejaba, sintiéndose como el lobo en busca de Caperucita. En el fondo, aquella persecución se le antojaba divertida.
— ¿Por qué me sigues?
— Quiero ir contigo — le dijo, sonriendo.
— De eso nada.
— Vale, vale. Pero… espera — la agarró por una de sus muñecas, impidiéndole
escapar. Entonces se acercó a su oído y le habló con disimulo sin soltar su mano, quizá consciente de que sus palabras podían provocar una mala reacción en ella — Ven a mi camerino cuando termines, ¿de acuerdo?
No dijo nada más. La sonrisa que emuló al darse la vuelta e ir a junto Youngjae le dejó una sensación incómoda en el cuerpo. “No pienses en ello, no pienses en ello.” ¿Por qué se ponía tan nerviosa cuando aquel chico se comportaba así?

……….

— Gracias.
Haneul alzó sus perfectamente arregladas cejas con elegancia cuando vio entrar a Yoori. No se esperaba que fuese eso lo primero que iba a decirle nada más llegar, y de hecho, fue la única palabra que medió con ella en un lapso de aproximadamente cinco minutos. La mujer tampoco la obligó a hablar. Simplemente se limitó a quedarse de pie a su lado, con los brazos ligeramente cruzados y otro cigarrillo en mano, analizando su comportamiento.
— ¿Problemas? — indagó con curiosidad, mirándola de reojo.
— Puede decirse así — gruñó la chica, quitándose sus zapatillas de mala gana. Aún estaban sus tacones tirados a un lado de la habitación, y los pies le dolían sólo con pensar en volver a ponérselos.
— ¿Acaso tienen nombre?
Yoori se quedó a la pata coja con un zapato a medio poner, y la mirada clavada en los ojos furtivos de aquella mujer. Volvió a bajar la mirada y siguió peleándose con aquellos tacones de doce centímetros sin decir nada más.
— Ya veo.

— ¡Enderézate! Vamos, vamos, más recta. ¿Qué pasa con ese andar? ¡Pareces un pato mareado, cariño!
Yoori no podía seguir el ritmo de Haneul. Aquella situación era un tanto cómica. Ambas se habían pasado cerca de 20 minutos caminando de un lado a otro de la habitación, con un andar exagerado y dramático que Yoori no conseguía comprender. La estilista parecía decidida a conseguir que aprendiese a caminar sobre tacones de aguja en menos de una tarde y eso era algo imposible para alguien que se había pasado toda su vida en zapatillas planas.
— Levanta más los pies. Cabeza recta. No bajes los hombros ¡Enderézate!
— ¡Lo intento! — Yoori estaba al borde de la desesperación, con los ojos empañados.
— ¿A qué viene esa cara? ¿Ya estás agotada?
— ¡Me duelen los pies!
— Si no sabías a qué te exponías cuando aceptaste entrar aquí no es mi culpa, cariño.
¡Enderézate!
— ¡Ni siquiera quería presentarme a esta mierda! — y finalmente, explotó. Yoori se desató uno de los zapatos, lo cogió entre sus manos y lo tiró con tal furia contra el suelo de madera, que el tacón se desprendió del zapato con un ruido seco y brusco. Haneul la observó en silencio, pero no dijo nada — ¡Yo no me presenté a esto! ¡Yo no quería estar con este grupo!
¡No tuve la culpa del malentendido, maldita sea!

Yoori se echó las manos a la cabeza y le dio la espalda a la mujer, frunciendo los labios para aguantar unas lágrimas que aquella víbora no se merecía.
— Te entiendo. Yo tampoco querría — la voz de Haneul la sorprendió — Odio a este grupo de mocosos indisciplinados.
— ¿Y qué haces aquí entonces? — se atrevió a decir Yoori, sin girarse hacia ella.
— El trabajo es trabajo, querida. No puedo rechazarlo así como así. Sólo espero no verlos, oírlos o tan siquiera sentirlos mientras tenga que estar aquí — gruñó, frunciendo el ceño y esbozando una mueca de asco — Su mera presencia me pone de mal humor.
Haneul no recibió respuesta. Suspiró pesadamente.
— Y acabas de cargarte un zapato de cuatrocientos dólares. Iré al almacén a buscar otro par — la mujer se giró y caminó hacia la puerta, pero se detuvo justo antes de salir — Y más te vale no parecer un pato mareado cuando vuelva o sabrás lo que es el trabajo duro.
— ¡Pero si no tengo zapatos!
— No haberlos roto.
Y salió de la habitación.

……….

Yoori aprovechó aquella soledad para pensar en sus cosas. Los zapatos rotos
quedaron a un lado de la habitación y ella se fue al contrario, como si rehuyera de ellos. Se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra el lateral del pequeño cubículo que era el vestidor, mirando hacia la ventana de la habitación. Ya había pasado gran parte de la mañana y el cielo azul mostraba una tarde bien entrada. Mientras pensaba en todo lo que le había sucedido, intentaba adivinar la hora que era, como si esperase que las nubes le dijesen la respuesta correcta. “¿Las cinco? ¿Las seis?”
De pronto, unos pasos llamaron su atención. Se giró de repente hacia la puerta y la mueca de extrañeza salió por sí sola. Un tranquilo y extrañado Yongguk caminaba hacia ella con las manos en los bolsillos, una de sus cejas alzadas y la clara intención de preguntarle algo que no quería responder.
— ¿Te pasa algo?
— No — le respondió ella de mala gana, ladeando con suavidad la cabeza.
— Suena poco convincente.
— ¿Desde cuándo te preocupas de lo que pueda pasarme?
Yongguk se irguió, orgulloso, y rodó los ojos lejos de la mirada de Yoori, haciendo un gesto que ella no pudo ver. Por suerte, la chica no podía leer sus pensamientos.
— Cierto, no me importa — se limitó a responderle, con una sonrisa.
— Pues entonces cállate.
La veía desde las alturas y podía sentir que algo no estaba bien. Bueno, realmente…. Sabía que algo no estaba bien. ¿Qué debía hacer? Quizá el mayor defecto de Yongguk –uno de tantos- era el no saber expresar de forma abierta lo que sentía, o más bien no sabía expresarlo de la forma correcta. Quería ayudarla, borrar de su cara esa expresión tan amarga que lo incomodaba por dentro, pero no se sentía capaz de conseguirlo.
Sin sacar las manos de los bolsillos, se agachó con lentitud y se quedó en cuclillas a su lado, a la altura de su rostro. La miraba con una sonrisa, como si por un momento quisiese dejar todos los odios y rencores a un lado.
— Estoy, aquí, ¿sabes? — le susurró, con una sonrisa. Le daba realmente igual que ella ni siquiera estuviese mirándolo; sabía que prestaba atención a sus palabras, y eso, por el momento, le bastaba — Y no sólo sirvo para recordarte lo tonta que eres. Yoori no decía nada. Lo pensaba, pero no decía nada. Giró la mirada hacia él con disimulo, sin saber que él aún la estaba mirando a ella, y como dos tontos permanecieron en silencio, prescindiendo de palabras que no eran necesarias. A pesar de su seriedad, la sonrisa de idiota de Yongguk estaba sembrando una extraña calidez en su interior; como si se sintiese reconfortada de repente. Quería darle las gracias, pero algo le decía una sola palabra rompería la esencia de aquel momento. Por extraño que pareciese, Yongguk sentía lo mismo.
— Gracias — por fin, Yoori hizo una ligera y disimulada inclinación con su cabeza, dejando que una suave sonrisa curvase sus finos labios. Aquello bastó para que Yongguk agachase la cabeza, ocultando una sonrisa que cruzaba su cara de un lado a otro, alegre, sincera. Yoori recordó entonces el día en que conoció a Yongguk, la conversación que habían tenido al salir del despacho del director.
Estaba viendo la misma sonrisa que en aquel momento, y seguía pareciéndole igual de atractiva que antes. Nada había cambiado.
Pero cualquier gesto de felicidad se borró instantáneamente del rostro de Yoori cuando se dio cuenta de que el eco de un taconeo fuerte y rítmico se estaba clavando en su cabeza, cada vez más fuerte y próximo a su posición. Una oleada de pensamientos pasó por su mente, de recuerdos, como un déjà vu involuntario. El sentimiento de que algo malo estaba a punto de pasar dominó su cuerpo, y apenas tuvo un segundo para dirigir la mirada directamente hacia la razón de lo que podía causar un gran problema.
Yongguk se asustó con esa mirada.
— ¿Qué pasa? — cuestionó, extrañado.
— ¡Levanta, levanta! — ella se levantó torpemente del suelo, lo agarró por las muñecas y lo impulsó a la fuerza, arrastrándolo de un lado a otro de la habitación sin dejar entender al líder qué era lo que realmente estaba ocurriendo. Ahogaba sus gritos en susurros afónicos, intentando que nadie aparte de él pudiese escucharla — ¡Joder, la loca…!
— ¿Loca? ¿Qué loca? ¿Yoori? — sin saber por qué, Yongguk se había contagiado con el tono afónico de la chica. Miraba a todos lados pero no podía entender la razón de aquel malestar tan repentino.
— La estilista está loca, ¿de acuerdo? ¡Olvídalo! — Yoori no le dio tiempo a decir nada.
De repente, se dio cuenta de que la respuesta a todos sus temores había estado delante de ella todo el tiempo. Abrió la puerta del vestidor de la habitación y arrastró al líder dentro de él, ocultándolo en su interior y cerrando la puerta de golpe antes de darle tiempo a decir nada.
Con un gesto apurado adoptó la pose más natural posible apoyándose contra la puerta y mirando sus uñas, mientras intentaba disimular que el corazón le latía a mil por hora, justo en el momento en que Haneul hizo su aparición estelar en el lugar.
— ¿Qué haces ahí parada? Creía haberte dicho que debías practicar — le espetó nada más entrar, mirándola mal.
— Sí, pero… con un solo zapato es complicado, ya sabes — le contestó con disimulo.
A pesar de todo, su atención se mantenía fija en el interior del vestidor, o más concretamente, de que no saliese ningún ruido del interior de él.
— Si creías que lo del trabajo duro era una broma es que no me conoces, querida.
La mujer se acercó a ella y le dio una caja, empujándola contra su pecho y obligando a la chica a sujetarla incluso sin querer.
— Ahí tienes tus zapatos. Si vuelves a romperlos, haré que los pagues de tu bolsillo.
— De acuerdo, de acuerdo.
Yoori iba a sentarse en uno de los sillones del vestuario para calzarse, pero la voz de Haneul detuvo su intento. Levantó la cabeza justo a tiempo de recoger entre sus brazos una bolsa que cayó con todo su peso sobre ella, aturdiéndola durante varios segundos.
— También ha llegado esto al almacén. Es uno de tus trajes, así que pruébatelo, necesito saber cómo te queda.
— ¿Llegan tan rápido..? — susurró Yoori, mientras caminaba hacia el vestidor con mala cara.
— A eso se le llama eficiencia, cariño.
La extranjera emuló una mueca de desconfianza. Aún con la caja de zapatos y aquella gran bolsa entre sus brazos, bastó con que estirase torpemente una de sus manos y agarrase el pomo de la puerta para que la realidad cayese sobre ella como un cubo de agua helada, excesivamente helada. “¿Probarme ropa? ¿Ahí? ¡¿…Ahora?!” Se soltó al momento de la puerta y se alejó de ella como si aquella habitación fuese la entrada al infierno.
— E-Espera, podría… probármelo más tarde, ahora es mejor que practiquemos el andar, no se me da nada bien.
— Lo sé — le espetó Haneul, con una mirada ladina — Pero probártelo te lleva poco tiempo. O más te vale que te lleve poco tiempo. Cada segundo que malgastes será un minuto a la pata coja.
— ¡P-Pero…!
— ¡Entra ahí de una vez! — las esmaltadas uñas de Haneul señalaron la puerta del vestidor, y Yoori obedeció sin mirar atrás, metiéndose dentro y cerrando la puerta tras de sí.
Pegó la espalda a la puerta, y lo primero que vio nada más levantar la cabeza, fue a un Yongguk sonriente y tranquilo, que apoyaba la espalda contra la pared, con las manos en los bolsillos, y la miraba con una sonrisa que la hacía sentir desnuda antes de tiempo. Dio gracias porque aquel sitio estuviese medio en penumbra y el rubor excesivo de su cara no fuese tan notorio.
— Y acaba de una vez, no tengo todo el día — el eco de la voz de Haneul resonó desde fuera.
— ¿Esa es la loca? — susurró Yongguk. Yoori sentía que sonrisa crecía por
momentos. Ambos empezaron a hablar de nuevo en aquel estúpido tono ahogado y siseante, intentando que sus voces no se oyesen en el exterior.
— Date la vuelta.
— Parece simpática.
— ¡Date la vuelta!
— ¿Cómo se llama?
— ¡¿Quieres darte la vuelta de una vez?! — nada más abrir la bolsa, Yoori le tiró a la cabeza lo primero que pudo agarrar. En pocos segundos, una blusa blanca resbalaba lentamente por la cabeza y el cuello de Yongguk quien, a pesar de tener la cabeza tapada, seguía riendo y contaminando aquel pequeño cubículo con su tortuosa risa.
— ¿Por qué no puedo salir? — el líder parecía estar pasándoselo en grande.
— No le caéis bien.
— ¿Nos conoce?
— ¡Y yo que sé! ¡Date la vuelta!
— ¡Te he dicho que no tengo todo el día! — la voz de la estilista la hizo brincar. Agarró torpemente la caja de zapatos, que con el susto casi se cae al suelo de lleno.
— ¡L-Lo siento, es que….! ¡Me queda un poco… apretado! — Yoori se acercó a
Yongguk para coger su camisa, pero éste la sujetó en el aire, lejos de su alcance. Aquello estaba pasando de castaño oscuro — ¡¿…Qué diablos te pasa, inútil?!
— Me lo estoy pasando bien — susurró, con una sonrisa disimulada y atractiva, sin bajar el brazo en ningún momento — Además, tú me metiste aquí, así que esto es tu culpa.
— ¡¿Y quién te manda entrar en el vestuario?!
— ¡Quería hablar contigo!
— ¿Y por qué tenías que elegir un momento tan malo como este? ¡Mira en el lío en que me he metido por tu culpa!
— ¿Por mi culpa? — Yongguk empezaba a perder la sonrisa — ¡Tú fuiste la que me metió en este sitio!
— ¡¡Porque tú entraste en el vestuar-!!
Un carraspeo seco los sacó de su propio mundo. Yoori se giró hacia el haz de luz que impactaba sobre ellos y que, según recordaba, no estaba ahí segundos antes. El mundo se le vino encima cuando se dio cuenta de que la puerta estaba abierta, y Haneul los observaba colocada en medio de ella, estoica, de brazos cruzados. La luz hacía que su sombra impactase de forma aún más imponente sobre ellos y podía ver que estaba a punto de ganarse una buena reprimenda.
Sin dar tiempo a Yongguk a reaccionar, volvió a echarle la blusa sobre la cara, más como venganza apurada que por otra cosa.
— ¡O-Oh, espera, lo siento, es que…! No, ha venido solo a cambiar un enchufe — Yoori empezó a darle pequeños empujones a Yongguk, que se peleaba con la blusa como si esta fuese un pulpo gigante que no quería despegarse de su cabeza — Se irá ensegui-
— En el vestidor no hay enchufes.
Yoori se calló de repente y bajó la cabeza. La risa de Yongguk resonó como un eco estridente en el interior de la blusa.
— Menuda excusa. Te has lucido, Yoori — le espetó entre risas.
— Y tú también, Bang Yongguk, así que cállate.
La diversión de Yongguk cuajó de repente. Sus manos se alzaron con rapidez hacia aquel trozo de tela que cubría su rostro, y se liberó de él con excesiva prisa. Yoori pudo ver de primera mano la mueca que esbozó el líder cuando sus ojos se cruzaron con los de aquella mujer. Realmente… no podía describir aquella mueca. Aquel estupor, aquella incredulidad que se le antojó incluso exagerada. Con las cejas alzadas y los ojos excesivamente abiertos, la miraba de arriba abajo, como si, por mucho que la mirase, no pudiese terminar de creérselo.
— ¿Qué haces aquí? — presa del estupor, su voz sonó mucho más grave de lo normal.
— Trabajo — le respondió, sin cambiar su pose autoritaria.
— ¿Era necesario?
— Sí.
— ¿Él lo sabe?
Se hizo un silencio de varios segundos que parecieron horas.
— No.
Yoori no entendía nada. Intercalaba miradas de ingenuidad entre Haneul y el líder, intentando comprender qué era lo que ocurría. Pero, a primera instancia, ninguno de los dos parecía dispuesto a soltar prenda.
— ¿Qué… pasa? — se atrevió a preguntar, disimuladamente.
Yongguk bajó la mirada hacia ella y sonrió, mirando después a Haneul.
— ¿No se lo has contado? — la extranjera desvió la mirada hacia su estilista al igual que Yongguk, como si así estuviese más segura de que obtendría una respuesta.
— Soy su estilista y nada más. No hay nada que contar — permanecía igual de rígida que minutos antes.
— Sigues igual que siempre — Yongguk rió.
— ¿Vas a contarme de una vez qué es lo que pasa? — susurró Yoori, acercándose al líder con disimulo. Él volvió a mirarla, sonrió y se inclinó suavemente hacia delante, para dejar el rostro a la altura de su cara. A pesar de estar hablando con Yoori, Yongguk no despegó la mirada de los ojos de Haneul.
— ¿Ves a esta mujer? — era incapaz de dejar de sonreír. Después del shock, parecía extrañamente impresionado con aquella resolución de los hechos.
— ¿Qué ocurre? — Yoori frunció el ceño, mirándola también. Haneul no dijo nada, ni a favor ni en contra de su conversación acerca de ella.
Yongguk disfrutó pronunciando aquellas palabras.
— Es la hermana mayor de Himchan.
A Yoori se le atragantó el desayuno en la garganta. Incluso la cena de la noche anterior. La mueca que Yongguk había puesto al verla se quedó en nada comparada con la que Yoori esbozó cuando escuchó aquella risueña afirmación.
— ¡¿Q-Qué?!

Después de aquello, Haneul le dedicó una mirada rencorosa a ambos y salió de la habitación de brazos cruzados, ignorando a una petrificada Yoori que intentaba obtener una respuesta que no recibió.

Volvieron a quedarse solos en la habitación.
— ¿Qué? — repitió Yoori, aún en shock.
— Sí — Yongguk asintió con tranquilidad, dándole palmaditas en uno de sus hombros.
— ¿Su…?
— Hermana mayor, sí.
— ¿E-Ella?
— La misma — rió — Ya sabía que su voz me sonaba de algo…
Yongguk puso los brazos en jarra y suspiró.
— Pero que esté aquí puede ser un verdadero problema — añadió, ahora serio.
Demasiado serio como para que Yoori no llegase a preocuparse. El líder adivinó sus intenciones y se adelantó a ellas, mirándola y contestándole lo que quería saber — No se llevan bien.
“No me extraña”, pensó ella.
— Son como el agua y el aceite. Diablos, diablos. No puedo dejar que Himchan se entere que Haneul está pululando por aquí — la chispa del nerviosismo empezaba a brotar en el lado “líder” de Yongguk — Se alterará demasiado.
— ¿Por qué se llevan tan mal?
— Eso no es cosa tuya — Yongguk no parecía dispuesto a contar más de lo debido.
Ambos suspiraron. Tras el shock del momento, todo lo que quedó entre ambos fue silencio, un silencio incómodo y vacío que cada uno sentía de una forma diferente. Yongguk pensaba para sí mismo que quizá ese era un buen momento para hablar con ella sobre... temas pendientes. Yoori, por el contrario, había recordado que alguien la había citado en su camerino al terminar.
— Bueno-
— Bueno-
Hablaron sin mirarse y callaron haciéndolo, presas de la incomodidad. El contraste de sus dos voces era curioso, y más hablando al mismo tiempo. Probablemente ambos estaban sorprendidos de que el otro tuviese también algo que decir.
— Me han dicho que ya te han enseñado tu camerino — Yongguk no se atrevió a mirarla mientras hablaba. Aún así, era capaz de disimular sus intenciones.
— Oh, sí… Es acogedor — Yoori luchaba por no verse demasiado sospechosa al
intentar ocultar todo lo ocurrido. Por desgracia para ella, desconocía que Yongguk podía leer cada uno de sus gestos.
— ¿Todo te ha parecido bien? ¿No ha pasado nada?
— ¿Pasado? ¿Qué iba a pasar? No, no… En absoluto.
— Oh, entiendo.
Aquello pasaba los límites de la incomodidad hacia la estupidez.
— Bueno… Tengo que irme — Yoori hizo una ligera reverencia que nunca pensó hacer enfrente de aquel sujeto y se giró, saliendo de la sala. Yongguk se quedó quieto, no tenía la intención de seguirla.
— ¿A dónde vas?
— Tengo que… Hablar con Jongup.
Pero la intención brotó por sí sola. Antes de darse cuenta ya estaba corriendo detrás de ella, con el propósito de detener sus pasos grabada a fuego entre ceja y ceja y, si era posible, sin destapar todo lo que ya sabía.
— No, no, no, no — Yongguk la agarró de un brazo en medio del pasillo, girándola hacia él — Ahora no es un buen momento, ¿sabes? Se ha… peleado con Zelo. Está de muy mal humor. Y Jongup de mal humor es intratable — asentía frenéticamente.
— ¿Qué les ha pasado? — preguntó, conmovida por aquella mentira.
— Oh, bueno, esto es una grabación. Siempre pasan cosas así en las grabaciones…
Peleas estúpidas por razones estúpidas, no pidas más…
— Bueno, debería ir, así intentaré tranquilizarlo — susurró, preocupada.
— No, no deberías.
— ¿Qué diablos te pasa, Yongguk?
— No quiero que vayas, fin de la discusión.
El líder no contaba con que Yoori forcejearía con él de esa forma. Lo miró de tal forma que por momentos se sintió un secuestrador, y aún así sintió la obligación de ir tras ella cuando echó a correr, escapando. ¿Por qué huía? Ni ella misma lo sabía. Pero estaba claro que sus piernas, por muy largas que fuesen, no se podían comparar a la rapidez de Yongguk, que en apenas varios minutos de carrera la capturó, entre gritos e insultos. El eco de su estridente voz resonaba demasiado en el pasillo, la paciencia de Yongguk se estaba acabando a sorbos agigantados y la única solución que encontró al problema fue empujar a la chica al interior de la primera habitación que vio con la puerta entreabierta.
— ¿Qué es lo que quieres? — Yoori se alejó de espaldas al final de la habitación, terminando por chocar con un tocador igual al que había en su camerino. Yongguk cerró la puerta de golpe y se giró hacia ella, con el ceño fruncido. Quizá la furia que lo cegaba no podía verlo, pero Yoori estaba sintiendo verdadero miedo. Caminó hasta reducir el espacio entre ellos
a cero y entonces, habló.
— Aléjate de Jongup — a pesar de su mueca… su voz no era para nada aterradora.
Era seria y fría, quizá, pero sonaba más como un consejo, casi una súplica, que como una orden — No vuelvas a acercarte a él.
— ¿Perdón? — no podía creer lo que estaba escuchando. Y lo peor era que el silencio del líder le decía que no iba a expandirse mucho más explicando el por qué de aquella orden tan aleatoria — ¿Por q-?
— Tan sólo quiero… ayudarte.
Yongguk no se sentía cómodo. Él, en su interior, sólo albergaba la necesidad de ayudarla, de alejarla de cualquier mal que pudiese entristecerla. Se sentía malinterpretado cada vez que Yoori no era capaz de darse cuenta de que hacía su mayor esfuerzo por verla sonreír, por sentir que se encontraba cómoda con el grupo. Él lo daba todo por su comodidad, ¿y ella? Estaba allí, frente a él, mirándolo como si estuviese suplicándole que la dejase marchar, como si no fuese nada más que un vil extorsionador, y todo lo que había hecho fuese en contra de su voluntad. Aquel sentimiento era indescriptiblemente doloroso. “¿Por qué no puedes aceptarme del mismo modo que aceptas a los demás?” No era capaz de entenderlo. “No me mires así, Yoori…”
En un intento por aumentar la distancia que la separaba del cuerpo de Yongguk, una de las manos de Yoori se deslizó a donde no debía, y una montaña de papeles apilados en el tocador cayeron de bruces al suelo con un sonido seco. Ambos se giraron a la raíz del estropicio, viendo como aún algunos folios estaban cayendo como si de plumas se tratase, desperdigándose por el suelo. La chica miró a Yongguk como si estuviese pidiéndole permiso para recogerlo todo, pero esa vez fue él el que se adelantó, agachándose primero. Ella no tardó en hacer lo mismo, empezando a recogerlo todo.
— Deja que sea yo la que me equivoque, ¿de acuerdo? — Yoori habló tras un rato en silencio, sin levantar la mirada del suelo — Tan sólo quiero… aprender de mis errores.
— Quizá después sea demasiado tarde como para arrepentirte de decir eso.
— No quiero lástima, ni necesito que nadie me consuele.
— Claro que lo necesitas — Yoori se sorprendió de aquella afirmación — Llevas un buen rato rogando por consuelo, en silencio. Sin decir nada, pero eso no significa que las ganas de sentirte apoyada no estén ahí.
Yongguk le cedió un bloque de folios que había recogido, mirándola.
— Si me lo hubieses pedido, yo habría movido cielo y tierra para conseguirlo.
Siguió recogiendo papeles sin fijarse que su comentario había despertado un tierno rubor en el rostro de la chica. Entre la montaña de letras de canciones y papeleo vario que parecía no terminarse nunca, un trozo de papel amarillo llamó la atención el líder. Rebuscó para sacarlo de entre el montón de folios y vio que se trataba de un sobre amarillo, sin destinatario ni remitente, con una única frase escrita en su parte delantera con una perfecta caligrafía coreana: “Será nuestro pequeño secreto… si tú quieres.”
Yongguk sabía que aquello no estaba bien, pero la curiosidad fue el que llevó sus movimientos. Le dio la vuelta al sobre, y vio que estaba abierto, lo cual parecía una invitación a fisgonear.
El contenido del sobre sembró una semilla de pánico en su abdomen. No era exactamente pánico, sino un sentimiento incómodo, similar a sentirse traicionado, casi cercano a la incredulidad. Una avalancha de sentimientos así se arremolinó en torno a su estómago, oprimiéndolo. Sujetaba aquellas tres pequeñas fotos en una de sus manos, intentando asimilar como cierto lo que allí estaba viendo. Incluso se olvidó de la presencia de Yoori por varios segundos.
— ¿Yongguk? — susurró Yoori, preocupada — ¿Te encuentras bien?
Yongguk no respondió.
¿Era esa la prueba de lo que Youngjae había intentado ocultar con tanto ahínco?

2 comentarios:

  1. OMG CAPITULO NUEVO. Me ha alegrado ver que ya estaba el capitulo siete , tenia muchas ganas de seguir leyendo.
    Que cada vez que acabo de leer un capitulo , me quedo aun mas intrigada que con el anterior , eso no puede ser bueno(??).

    Dejas todas las cosas en el aire , vas solucionando algunas de las intrigas que hay y al mismo tiempo creas nuevas , dejándome con dudas de calibre existencial (??????????????)
    lol.

    No puedo evitar pensar en que será lo próximo que suceda y en intentar averiguar por dónde irán los tiros , enserio el misterio y el suspense con que lo dejas siempre me mata OTL.

    Jongup me tiene totalmente desconcertada , quiere tirarse a Yoori? (??????) LOL , es que nose apenas a cruzado dos palabras con ella WTF?!. No se ensero , necesito saber en que narices esta pensando este muchacho.

    Que encima Yongguk le ha citado en esa sala expresamente y no creo que haya sido precisamente para aplaudirle por lo del camerino. Esa es otra , lo que habrán hablado , porque los dos parecen comportarse de manera "normal" dentro de lo que cabe.
    Sinceramente pensaba que Yongguk le iba a partir la cara a Jongup LOOOOL , aunque por otro lado es el líder asi que nada de malos rollos y esas cosas (??).

    Pobre Yoori la que le espera con la practica subida en los andamios uù. La escena del camerino ha sido muy buena con Yongguk ahí dando por saco , pensaba que tendría que acabar cambiándose con el líder dentro xDDDDDD.
    Asi que la estilista es la hermana de Himchan , interesante , vale , ahora quiero saber porque no se llevan bien , aparte de por lo aparente -sus personalidades- me pregunto porque será E_E.

    Me alegra que las cosas entre Yoori y Youngjae estén solucionadas , espero que a partir de ahora puedan empezar a llevarse mejor. La aparición de Jongup en ese momento , OMG y Youngjae que la deja ahí sola con él , pobre. Menos mal que la estilista fue oportuna.

    Vale ahora mi querer saber la conversación pendiente de Yongguk con Yoori *cejas* lol , y que narices son esas fotos , que por lo visto pertenecen a Youngjae que es por lo que Eunhee lo tenia "a sus ordenes".

    Intrigas , intrigas everywhere ;_;.

    Que sepas que adoro lo largos que son los capítulos <3 . Me ha encantado , continua pronto.

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  2. Por dios sigue me moriremos con la intriga y por favor a los capítulos largos no me gusta que los acortes lprefiero esperar 1 semana y tener uno largo enserio es la mejor historia sin duda de todas

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