sábado, 2 de marzo de 2013

HARU HARU

- Autora: Araceli

- Twitter: @AuraBrianPoker


- Tipo: EXO, BaekTao (Baekhyun x Tao), menores 18, serial (2 capítulos + 1 epílogo), yaoi, angst, drama, tragedia, AU



CAPÍTULO 2



– ¡BAEKHYUN!

El nombrado se giró, extrañado de escuchar su nombre, pero solo sintió como alguien se echaba sobre él, empujándolo, y después el pitido de un coche.

Se quedó inmóvil, con sus lágrimas secas, congeladas en su cara, sintiendo aquel peso, aquella respiración agitada y cálida en su cuello, aquellos brazos rodeándole... protegido... No sabía quién era ese chico ni qué había ocurrido, tampoco le importaba, Prefería concentrarse en la cálida sensación que lo inundaba, sobrecogiendo a su corazón por la fuerza de aquel sentimiento.

– ¿Estás bien? El chico, el que parecía su salvador, se incorporó levemente para mirarlo a la cara.

– ¡T-Tao! Yo... tú... -se incorporó hasta quedar sentado, aún en shock.

Su cerebro iba a toda máquina, tratando de procesar lo que había ocurrido y por qué estaba Tao allí, con él.

– Te... te iba a atropellar y yo no podía permitirlo... no de nuevo.

Antes de que pudiera procesar sus palabras, BaekHyun se dio cuenta de que estaban llorando los dos, pero no entendía las razones del menor, así que se limitó a limpiar sus lágrimas como lo hizo él aquel día que el médico les dio malas noticias y el castaño no pudo evitar entristecerse; lo abrazó como cuando, a la despedida, no querían separarse; y lloró como no lo había hecho desde que se marchó... porque creía que estaba muerto y ahí lo tenía, frente a él, aferrado a él después de haberlo salvado por segunda vez en su vida...

– L-lo siento... debería llevarte a casa... o...

– ¡No! -BaekHyun lo interrumpió, cogiéndolo de la mano y evitando que se alejara más de él-. No me dejes... por favor... no me dejes solo de nuevo.

Tao sentía que tal vez no debería haber entrado de nuevo a la vida del chico, que estaba pisando terreno peligroso, pero ¿qué más podía hacer? Aunque no fuese capaz de recordarlo, aunque no lograba rescatar aquellos momentos que compartieron años atrás, sabía que los lazos que los unieron de niños eran demasiado fuertes como para haberse roto a pesar del paso del tiempo.

Abrazó a BaekHyun, levantándolo del suelo con cuidado. Temblaba ligeramente así que se quitó su cazadora para colocársela al más bajo, tratando de transmitirle algo de calor.

– ¿Te... acompaño a casa?
           
El castaño negó con la cabeza lentamente, aferrándose a la camiseta negra de Tao como un niño pequeño, asustado.

– Entonces... -el mayor apoyó la cabeza en el pecho del chino, le gustaba escuchar el palpitar de su corazón y cómo su voz retumbaba ligeramente-. ¿Te parece que te lleve a... mi apartamento?

Tao se sonrojó un poco al soltar aquella proposición porque sonaba un poco extraña a sus oídos, pero el otro no pareció inmutarse en lo más mínimo y asintió de nuevo con la cabeza, dando su aprobación. Por suerte no estaban muy lejos de su destino y, en unos minutos, ambos chicos estaban dentro del ascensor que los llevaba hasta la planta correspondiente. En todo ese rato, ZiTao no dejó de abrazar a BaekHyun, cuidando de que estuviera bien, más calmado; aunque era él mismo es que se sentía protegido y seguro con su contacto.

Nada más abrir la puerta, LuHan y Yixing se lanzaron contra el menor bombardeándolo a preguntas.

– ¿Qué tal?

– Has vuelto muy pronto, ¿no?

– ¿Has descubierto algo interesante?

– ¿Has tenido problemas para llegar?

– Nos tienes que contar todo, ¿eh?

– ¿Te han entendido bien? ¿Has tenido algún problema?

Tao estaba al borde de la paciencia, escondiendo al castaño tras él, cuando escuchó un fuerte silbido que había dado YiFan.

– ¡Ya basta, plastas! Dejad al chiquillo que entre siquiera.

– Gracias, gege -suspiró el moreno, aliviado-. Creía que moriría aquí de pie.

El moreno se apartó ligeramente, dando paso a un desconcertado BaekHyun ya que no se había enterado de nada de lo que habían dicho con su parloteo rápido en chino. Los dos muchachos que se encontraban en la entrada se le quedaron mirando boquiabiertos y el castaño sintió ganas de que se lo tragase la tierra, pero lo más parecido a eso que tenía era esconderse en la chaqueta enorme de Tao... y eso hizo, encogiéndose sobre sí mismo.

ZiTao lo animó a pasar, entrando él también y cerrando la puerta tras ellos.

– Puedes esperarme en mi habitación, es la primera puerta a la derecha.

La verdad es que a BaekHyun le había costado procesar aquella frase y aún más dar el primer paso camino al lugar señalado “gracias” a aquellos tres pares de ojos sobre él.

– ¡No me lo puedo creer! -vale, aquello lo había entendido sin necesidad de tener grandes conocimientos en chino-. ¡Lo has traído a casa!

– ¿Pero tú no ibas al centro de la mujer?

– Sí, pero... -esa era la voz de Tao, era muy reconocible para él- Digamos que se cruzó por mi camino e hice... un cambio de planes...

El coreano estaba dando lo mejor de sí para entender algo, pero lo cierto es que no pillaba nada... Y no era que no supiera chino –aunque fuera de forma básica–, era que hablaban muy, demasiado rápido.

La conversación seguía, pero ya no prestaba atención. ¿Para qué? Sabía que el chino no era para nada su fuerte –lo asumió el día que suspendió la asignatura por primera vez–, así que se dedicó a curiosear por el dormitorio.

Había dos camas, supuso que la del menor era la que tenía el panda de peluche gigante encima. BaekHyun sonrió para sí, Tao siempre había adorado a esos animales, les parecía nobles y fuertes, resistentes a pesar de las adversidades y... monos, sobre todo monos. Por eso, a las dos semanas de conocerse, ZiTao le regaló al castaño un gorro de panda, porque le recordaba a la concepción que tenía de aquellos osos. Y aún lo conservaba como su tesoro más preciado...

En la mesilla de noche había un libro de teatro y una foto. La cogió, curioso, descubriendo a la mujer que fue su enfermera con el pequeño Tao que él recordaba en brazos. Sonrió un poco, rozando con la yema de sus dedos la imagen del niño. Le resultaba irreal tenerlo otra vez a su lado... tan igual y tan diferente al de doce años atrás.

– Es mi madre. 

BaekHyun se giró de golpe hacia la puerta. Ahí estaba ZiTao, apoyado contra la puerta cerrada.

– Aunque... supongo que ya la... conoces.

– S-sí... -dejó la foto en su sitio-. Me cuidó cuando...

– Tenías seis años -completó el menor-. En el hospital.

– Fue la mejor enfermera que tuve -el castaño bajó la cabeza, tímido-. Casi como una segunda madre.  

Tao sonrió como un niño pequeño que había conseguido el helado por el que tanto había pataleado y llorado.

– Me alegro de que alguien la recuerde como una madre.

– ¿Eh? -el moreno negó con la cabeza, quitándole importancia, y le hizo un gesto para que se sentara en la cama.

Baek obedeció, quitándose la chaqueta y dejándola con cuidado a su lado. El chino, por su parte, cogió la silla que había en el escritorio y se sentó frente a él, observándolo con curiosidad, lo cual hizo que el mayor se sonrojara y agachara la cabeza.

– Sigues sin hacerme caso, ¿eh? -murmuró, nervioso, tratando de romper el silencio que se había instalado entre el moreno y él.

Tao lo miró girando la cabeza como un perro que no comprendía la orden de su dueño.

– ¿A qué te refieres?

– Pues...  a tu forma de mirarme... Ya sabes, como si me estuvieras investigando.

– Oh, lo siento. No sabía que te incomodaba.

– ¡Pero si te regañaba un montón por eso!

– Oh... ¿en serio? -esta vez fue el menor el que bajó la mirada- No... -tranquilo... tú puedes- Y-yo no lo... -sabía- recordaba...

El silencio volvió a extender sus alas pesadas sobre los dos chicos cada vez más hundidos en sus propios pensamientos, imaginando mil maneras de volver a hablar, de contarle sus problemas al otro, de volver a aquellos días de la infancia en los que estaban juntos y eso hacía que todo fuese fácil, simple... entre ellos no existían los problemas...

– O-oye... -BaekHyun levantó la vista para toparse con los ojos de Tao-. Gracias por lo de antes...

– No tienes por qué dármelas -ZiTao sonrió abiertamente haciendo que el mayor se sonrojara levemente-. Jamás permitiría que te ocurriera algo si yo puedo evitarlo.

El castaño sentía sus mejillas arder con fuerza, incluso pensaba que se podría echar a llorar. Habría matado por escuchar esas palabras cada vez que volvía a estar ingresado y sentía que su mundo se derrumbaba de nuevo, y ahí estaban... taladrando sus tímpanos, buscando un hueco en su cerrado corazón...

Baek bajó la cabeza de nuevo, ahora sí que podría llorar y lo estaba haciendo. Sus hombros temblaban ligeramente y las lágrimas corrían rebeldes por sus mejillas rojas. Sintió como el colchón se hundía levemente a su lado y pronto estaba arropado por los brazos de Tao. Una mano sobre su hombro y la otra en el hueco de su cuello, su frente contra el pelo de BaekHyun y sus labios susurrando suaves: “todo está bien...”

Aquello fue como el detonante de una bomba, el chico ya no lo soportaba más, los sentimientos se desbordaban, escapaban de su control y necesitaba sacar todo lo que se había callado durante años.

– Te he echado tanto de menos -susurró con dificultad por el llanto, agarrándose con fuerza a la camiseta de Tao-. Creí... creí que jamás te vería de nuevo, que habías desaparecido -paró para tratar de tranquilizarse antes de continuar-. ¿Sabes? Luché con todas mis fuerzas solo porque estabas conmigo. Yo... yo quería recuperarme para ir contigo al parque, para enseñarte que éramos niños como los demás... pero no apareciste -Baek levantó la cabeza para mirar al menor a los ojos-. Me sentí tan... destrozado... porque había peleado y no había conseguido nada... quería llorar, gritar, huir... cerrar los ojos y pensar que había sido un sueño, pero no era así... Y ahora... fíjate -BaekHyun acarició suavemente la mejilla de menor con la yema de sus dedos-, estás aquí, conmigo... Ya no me importa volver al hospital, desmayarme... ni siquiera morir... Al menos sé que me llevo tu recuerdo conmigo.

– No digas eso, por favor... -Tao no pudo evitar que aquella lágrima cayera mientras limpiaba con suavidad las mejillas del chico a su lado.

BaekHyun negó lentamente con la cabeza.

– Mírame, Tao... Tengo sida... un simple resfriado me puede matar.

– No pienses en eso... Yo te protegeré, cuidaré de ti...

El mayor sonrió débilmente al escucharlo. El niño que él conoció seguía dentro de aquel chico.

– Hace años -comenzó lentamente, cogiendo las manos del menor-, me dijiste lo mismo, ¿recuerdas?

– No... -murmuró de forma lánguida, con la decepción y tristeza acentuadas en su expresión-. Yo no... yo no recuerdo nada... hy-hyung... Tuve un accidenten de coche y estuve en coma durante un tiempo -suspiró-. Cuando desperté no recordaba nada.

– ¿Q-qué...?

– ¡Pero quiero recordarte! -se apresuró a completar, mirándolo a los ojos- Necesito recordarte... porque sé que fuiste, que eres importante para mía... Por favor, ayúdame a recordarte.

* * *

BaekHyun estaba sentado en su cama del hospital, observando cómo Tao hacía algunas posturas y golpes de wushu –la disciplina que llevaba a cabo desde que tenía ocho años–.

Estaba ingresado otra vez de forma rutinaria, solamente para comprobar que todo seguía en ordena, y ZiTao se daba la molestia de visitarlo todos los días a las cinco y media de la tarde puntualmente. No faltaba ni un solo día y, si no podía ir, lo llamaba para avisarlo.

Había coincidido con KyungSoo y ChanYeol y el primero lo había relacionado rápido con el amigo misterioso del que Baek nunca hablaba aunque no había dicho nada y se había limitado a reírse con las propuestas poro discretas de Channie de llevarse al pobre chino de fiesta; había vuelto a ver a la señora Byun, quien celebró el tenerlo de vuelta; y, por último, tuvo la oportunidad de preguntar por su madre a sus antiguos compañeros de forma un tanto infructuosa. Sin embargo, ya no le importaba tanto.

ChanYeol aplaudió con efusiva exageración cuando el menor acabó mientras el mayor solo sonreía bastante orgulloso de su dongsaeng.

– ¡Tíiiio! ¡Me tienes que enseñar a hacer esa patada tó' molona en el aire a lo David Bisbal pero más guay!

– Channie, respira, que te ahogas -rió divertido el enfermo viendo como el alto cogía mucho aire algo agitado.

– ¡Pero es que mola un montón! -gritó de nuevo.

– Algún día te enseñaré wushu, hyung -contestó Tao feliz, sentándose en una silla frente a BaekHyun.

– ¡Te tomo la palabra! Mañana te llamo y quedamos -comentó ChanYeol ya desde el pasillo y sin despedirse siquiera.

– Este chico no tiene remedio -negó el castaño resignadamente, quitándole importancia al comportamiento infantil del otro.

– No pasa nada, a mí no me molesta.

 – Bueno... a lo mejor así se cansa y se le quitan las ganas de ir de fiesta.

Ambos chicos rieron, sabiendo que aquello era totalmente imposible, antes de sumirse en un ligero silencio que Baek no tardó en romper.

– ¿Te apetece ver la tele?

El chino asintió, colocándose en la cama para estar más cómodo. El castaño comenzó a pasar canales hasta encontrar un programa que fuera más o menos interesante, o en su defecto algo entretenido; pero, cuando dio con algo decente, la presentadora cortó el programa para pasar a publicidad.

– Jooo... ¡menuda mierda!

– ¿Qué más da, hyung? Tampoco es para tanto... podemos esperar, ¿no?

– Ya, pero... -la sintonía de uno de los anuncios cortó el hilo de sus pensamientos mientras una sonrisa se expandía por su cara-. ¡Yo tenía ese juguete! -gritó con alegría señalando a la televisión.

– ¿En serio? ¡A mí me habría gustado tener algo así!

– Sep, molaba mucho. Aunque duró menos de veinticuatro horas -BaekHyun soltó una pequeña risita-. El mismo día que me lo regalaron lo rompí... Bueno... en teoría lo rompiste tú...

– ¿Yo? -el castaño asintió con la cabeza-. ¿Qué es lo que hice? -preguntó un poco desconcertado.

– Si te digo la verdad, no me acuerdo exactamente de qué pasó -BaekHyun se encogió de hombros ligeramente-. Solo recuerdo que viniste llorando y pidiéndome perdón por haberlo roto...

– Lo siento mucho, hyung...

– ¿Ahora a qué viene eso? -una pequeña sonrisa comenzaba a nacer en sus labios.

– Porque rompí algo que era tuyo, ¡y encima el día que te lo dieron!

El castaño rió un poco al ver como Tao se sentía culpable de nuevo a pesar de no recordarlo.

– Tonterías -le cogió la mano, acariciándosela con suavidad-. Te voy a decir lo mismo que te dije aquel día... tú eras y eres más importante... -lo miró a los ojos con decisión, porque sabía que esa era su mayor realidad.

– Hyung...

– Es así, Tao... Creo que desde que te conozco siempre has sido lo más importante para mí... -bajó la mirada, algo avergonzado, pero ya no quería callárselo más-. Prométeme que no lo olvidarás.

ZiTao tomó de la barbilla a BaekHyun para obligarlo a mirarlo de nuevo, descubriendo sus ojos llorosos.

– Te lo juro -susurró suavemente-. Jamás permitiré que desaparezcas de mi memoria de nuevo -besó sus manos con suavidad, casi imperceptiblemente.

El castaño no lo soportó más y comenzó a llorar en silencio.

– ¿De verdad? -su voz temblaba.

– No lo dudes ni un segundo, hyung -se acercó lentamente a él para limpiar sus lágrimas con pequeños besos.

– No me dejes nunca solo... -sus manos subían por su pecho, aferrándose a él.

– Ni en mis sueños -contestó tras besar su frente con suavidad-. Siempre estás conmigo -besó su nariz-. Siempre en mi corazón... -algo dudoso posó sus labios sobre los contrarios con delicadeza.

Se sorprendió al notar como BaekHyun lo correspondió inmediatamente con la misma suavidad, pero desde luego no se iba a quejar.

Ninguno de los dos se habría imaginado jamás en aquella situación, pero eso poco importaba... porque se sentían completos, sentían que con aquel beso las piezas del puzzle volvían a encajar, recomponiendo lentamente sus corazones maltratados y malheridos.

En ese preciso instante el mundo dejó de existir, BaekHyun ya no tenía sida y la memoria de Tao estaba intacta, como si el tiempo no hubiera pasado dejando su huella sobre ellos. Los sentimientos volaban libres y ninguno tenía la intención de impedirlo porque se sentía demasiado bien como sus labios encajaban perfectamente, como si uno fuese la extensión del otro y hubieran sido separados al nacer.

Un besó llevó a otro y a otro más, lentos, muy lentos, pero cargados de un amor tan puto y sincero que había sido capaz de superar la barrera del olvido. Los besos dieron paso a las caricias cada vez menos inocentes y al deseo, el placer de sentir necesidad por el otro.

No sabía si al día siguiente deberían separarse de nuevo, si sería la última vez que se verían, por eso no querían que aquel momento terminase... BaekHyun quería perderse para siempre en el cuerpo perfecto de Tao y el menor quería vivir eternamente mirando los dulces ojos chocolateados de su hyung bañados por la lujuria y nublados por el placer que le daba. Ninguna unión era tan perfecta como la de sus cuerpos y lo sabían, pero todo tiene un final...

Ambos chicos cayeron rendidos sobre la cama, sus respiraciones agitadas, sudorosos, pero con una sonrisa en sus labios. Había sido como si, durante años, sus cuerpos se hubieran buscado y deseado y por fin habían permitido que las cadenas que los apresaban cayesen para fundirse el uno con el otro.

BaekHyun se acurrucó en el pecho del chino, tapando a ambos. La cama era bastante estrecha para albergar a los dos, pero eso para los amantes solo significaba estar más juntos.

Tao no tardó en rodearlo con sus brazos, besando con suavidad su frente antes de que el castaño se incorporara levemente para saborear sus labios de nuevo y mostrarle la más brillante de sus sonrisas. Así, con sus mejillas encendidas, su pelo revuelto y su sonrisa, el menor creía que tenía a un ángel con él.

No era así porque no dejaban de ser imperfectos, no dejaban de cometer errores, no dejaban de ser humanos; pero aun así, por muy turbio que fuese su pasado o por muy oscuro que pareciese su futuro, su presente no dejaba de ser único e irrepetible para ambos. El mundo podía acabarse en ese preciso instante que a ninguno le importaría porque estaban juntos y ya nada los separaría...

* * *

ZiTao no había dejado de visitar a BaekHyun desde aquel día, incluso pasaba algunas noches con él. No sabía exactamente lo que eran, pero le daba igual, ellos eran felices así, compartiendo besos furtivos y miradas que los demás no entendían.

Aquella noches la iba a pasar con él así que iba equipado con su pijama y ropa para el día siguiente. Llegó algo tarde porque había huelga en el metro y le costó más llegar al hospital. Por suerte, la señora Byun se quedó hasta que Tao apareció.

BakeHyun ya se había dormido así que fue al baño a cambiarse. El pitido de la máquina que motorizaba los latidos ya no le resultaba irritante y molesto, se había acostumbrado tanto que ya no le prestaba casi atención. Pero eso no fue suficiente para no notar que su sonido intermitente había cambiado por uno constante.

Se terminó de poner la camiseta rápidamente y salió para comprobar con horror que la máquina no le encontraba pulso a BaekHyun.

– ¡BaekHyun! -se acercó corriendo a él, parecía tan tranquilo, tan dormido...

Su pecho no subía ni bajaba, no respiraba... Apoyó la cabeza en su pecho, pero no escuchaba nada, probó en su muñeca y cuello pero tampoco lograba encontrarle el pulso.

No podía ser... y si... ¿y si BaekHyun se moría?

Salió en busca de los médicos de guardia, horrorizado solo de pensar que podía desaparecer de su vida. No tardó en encontrar la sala donde estaban, entrando apresurado, alterado.

– ¡Ayudadme, por favor! ¡BaekHyun no tiene pulso! -pero nadie respondió, ni siquiera lo miraron- ¡Por favor! -repitió, pero no lograba nada.

Se acercó a un hombre que se levantaba y trató de cogerlo por el brazo, pero fue como intentar apresar el humo. ZiTao se miró la mano, asustado. Lo había... lo había atravesado... Reunió valor y lo volvió a intentar, pero esta vez atravesó su cara y pecho.

– No puede ser -murmuró atónito, mirando sus manos y al hombre que se marchaba intermitentemente-. ¡Eh! -gritó desesperado- ¡VAMOS ESCUCHADME! -pero todo seguía igual.

Tao notaba como cada vez se desesperaba más, BaekHyun se moría y nadie le hacía caso. Corrió de vuelta a la habitación, pensando que si nadie haría nada, él mismo le salvaría.

La máquina emitía un pitido constante que se le clavaba dolorosamente en los oídos, atravesándolo hasta su cerebro. Tenía los ojos húmedos y no veía bien pero le daba igual. Juró que lo protegería y eso iba a hacer.

Tiempo atrás le enseñaron a hacer un masaje cardíaco y, aunque estaba nervioso y le temblaba el pulso, debía intentarlo. Puso su mano derecha sobre la izquierda con la primera cerrada en torno a la segunda, dispuesto a salvarlo. Sin embargo, cuando fue a ponerlas sobre su pecho, lo traspasó, tal y como le pasó con el médico antes.

– No puede ser... ¡No puede ser! -estaba histérico, llorando sin controlarse más- ¡VAMOS, HYUNG! ¡No puedes dejarme, NO PUEDES!

Tao golpeó la cama con el puño, rabioso. Le estaban arrebatando a la única persona que lo unía con su pasado, a la única que había amado y a la que había jurado proteger y él no podía hacer nada... Y sin embargo BaekHyun parecía tan tranquilo... simplemente como si durmiese, con sus ojos cerrados y los labios entreabiertos...

– No puedes dejarme, hyung... -murmuró entre lágrimas, arrodillándose junto a su cama y cogiendo su mano- No me abandones...

* * *

La luz entraba con fuerza por la ventana, dando contra su cuerpo. Era molesta y demasiado brillante, denotando un nuevo día de vida, pero él se sentía demasiado muerto como para tan siquiera pensar en que todavía tenía una vida que vivir.

Sus párpados pesaban mucho, demasiado, toneladas, casi tanto como el resto de su cuerpo. De todas formas no quería despertar y ver que estaba solo de nuevo ahora que BaekHyun lo había abandonado para siempre esa vez... Solo de pensarlo se estremecía de dolor, solo de imaginar ver su cuerpo inerte y sus facciones relajadas le entraban ganas de llorar. Y eso hacía... lloraba, estaba llorando porque se sentía perdido, y quería gritar de rabia y dolor, pero no podía, su boca estaba muy seca. Quería limpiar sus lágrimas y enterrarse en su cama, cubrirse con tantas mantas que ni la luz ni el aire le pudieran encontrar, y esperar a que un día dejara de respirar. Pero no podía.

Sus músculos no respondían y ni siquiera era capaz de girarse para que el solo no le diera tan de lleno.

Trató de alzar su brazo derecho, pero solo logró mover su dedo índice levemente, golpeando sobre la superficie suave y cómoda bajo él. Movió un poco los ojos para intentar abrirlos sin ningún éxito. Sin embargo su dedo seguía golpeando, acompañado cada vez de más leves movimientos. Estiró los pies mientras su mano izquierda agarraba algo que no sabía distinguir; arrugó la nariz, molesto, no le gustaba el olor que percibía; entreabrió los labios porque quería pedir agua aunque no pudiera; y su sentido auditivo pareció revivir de golpe, permitiendo que miles de sonidos llegaran a él: los pájaros cantando, los pasos de alguien, el ruido de una cafetera y...

– ¡Está despertando! ¡Tao ha despertado, umma!
           
El chico se removió, inquieto. Deseaba abrir los ojos y ver a quien pertenecía esa voz aguda que creía recordar haber escuchado durante días.

Poco a poco se unieron más voces haciendo resonar diversas exclamaciones que no entendía. ¿Qué tenía de especial ese día?

– Tao... Tao, vamos, ¡tú puedes! -la voz del principio... ¿quién era?- Vamos... sé que me estás escuchando...

Y por fin se hizo la luz. Lenta, muy lentamente sus párpados se fueron elevando. Era molesto, hasta cierto punto doloroso, pero sabía que debía abrir los ojos ya.

Cuando lo logró los primero que vio fue su cara...

– Hy... hy... ung... -articuló con dificultad, de forma ronca, ni siquiera sabía que podía hablar.

Alzó un brazo con lentitud, siendo apresada su pequeña mano rápidamente entre las contrarias.

– ¡Sabía que despertarías! -exclamó feliz, con la voz del niño que aún era y la emoción e ilusión pura que solo se podían reflejar en su rostro.

– Hyung... -repitió.

Se sentía desubicado y perdido, pero feliz, extremadamente feliz porque no había perdido a BaekHyun.

– Estoy contigo, Tao -sonrió-. Ahora seré yo el que te proteja y cuide -sentenció antes de estirar su dedo meñique para hacer la promesa.

ZiTao imitó el gesto, contento. No sabía qué había pasado ni dónde estaba pero le gustaba ver que su hyung seguía ahí, con él.

– Nunca me abandones, hyung...

– Jamás -afirmó totalmente serio.

– Me lo has prometido -su voz sonaba cada vez más lejana y la sonrisa de Tao parecía desvanecerse por momentos, al igual que el resto de la estancia-. No lo olvides.

– Sabes que no podría hacerlo nunca.

– Tienes que vivir, hyung.

– ¿Qué? N-no te entiendo, Tao -ya casi no lo veía y eso lo estaba poniendo nervioso.

“No tiene pulso, ¡traed el desfibrilador!”

– ¿Q-qué pasa? -el pequeño BaekHyun miraba a todas partes, asustado. No veía nada, todo estaba demasiado oscuro.

“¿Quién es?”

“Byun BaekHyun, dieciocho años. Ha sido atropellado, ahora mismo está en parada cardíaca. Tiene varias hemorragias internas y externas.”

¿De dónde demonios venía esa voz? ¡¿Qué estaba pasando?!

“¿Antecedentes médicos?”

“Enfermo de sida.”

Escuchó un suspiro que resonó en aquel vacío, dando vueltas en su cabeza con el resto de aquella conversación. ¿Había muerto? ¿De verdad... todo había acabado?

Sintió que se quedaba sin aire y un dolor electrizante atravesó su pecho una, dos, tres veces.

“Vamos BaekHyun... tienes que ser fuerte...”

Movió sus manos por aquel espacio buscando algo que le indicara dónde estaba pero no logró nada porque simplemente no sentía nada. Ni el tacto de su piel ni la calidez de aquellas lágrimas que caían. Estaba muy asustado, jamás pensó que sería así, tan frío y solitario. Al menos su pequeño corazón había deseado parar junto al calor de su familia.

“Hora de la muerte...” -ni siquiera llegó a escuchar por última vez aquella voz cuando su vida se apagó por completo, haciéndole caer para siempre.

En su mente no estaban sus padres, en sus oídos no resonaban las risas de ChanYeol y KyungSoo como imaginó y su corazón no albergaba la calidez de Tao como había deseado. Simplemente caía... en contra de la gravedad, el tiempo y la velocidad... tal vez... solo flotaba en la nada...

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