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- Tipo: EXO, BaekTao (Baekhyun x Tao), menores 18, serial (2 capítulos + 1 epílogo), yaoi, angst, drama, tragedia, AU
CAPÍTULO 1
– BaekHyun, cariño, tenemos que irnos ya.
– ¿Yaaa? -el pequeño frente a
la ventana se giró para mirar a su madre con un puchero adornando su carita redonda y levemente sonrojada, después de todo no
dejaba de ser un niño-. Yo no quiero irme todavía, umma...
– BaekHyunnie... -suspiró la mujer,
colgándose la bolsa deportiva donde llevaba la ropa de su hijo al hombro-
Cielo, no podemos quedarnos en el hospital para siempre. ¿Es que no estás
contento de volver a casa? -se acercó a él, acariciándole el pelo con cariño y
dejando un beso en su frente.
– No es eso, umma... ¡Es que
todavía no ha llegado mi amigo! Y si no viene... -se mordió el interior de las
mejillas, pensativo- Él no sabe dónde vivimos...
La mujer rió suavemente,
agachándose para mirar a los ojos a su hijo.
– ¿Qué te parece si appa se
queda aquí y, si lo ve, lo trae a casa?
En ese momento, los ojos
almendrados del pequeño se abrieron enormemente, brillantes.
– ¡¿De verdad?! ¿Appa haría
eso por mí?
– Por supuesto que sí, cielo
-lo abrazó dulcemente, feliz de poder volver a tener a su pequeño de seis años
de nuevo en casa-. Venga, abrígate que hace frío.
– ¡Sí!
El pequeño fue hasta la cama
de hospital que había ocupado durante tres meses, donde tenía su abrigo y demás
cosas. Se colocó el chaquetón beige y los guantes de diferentes colores.
Después, su umma le colocó la larga bufanda igualmente beige alrededor de su
cuello, tapándole parte de la cara. Por último, cubrió sus cabellos castaños
rebeldes con el gorro que su amigo le había regalado meses atrás, cuando se conocieron.
Un pequeño gorro blanco y negro de panda con orejitas y ojos.
En cuanto estuvo listo,
BaekHyun corrió fuera de la habitación, atravesando el largo pasillo feliz de
que por una vez las enfermeras no lo regañaran. Llegó al ascensor, pero, como
tardaba mucho, decidió bajar por las escaleras a toda velocidad. Una vez en
recepción, corrió hasta su padre, quien lo elevó en el aire y lo tuvo en
brazos, esperando a que su madre se reuniera con ellos. El matrimonio se
despidió y ella cogió de la mano a su hijo para salir por fin del hospital.
Cuando BaekHyun pisó otra vez
la acera de la calle, no pudo evitar que una gran sonrisa se reflejara en su
rostro. Había olvidado lo que se sentía al salir a la calle, los árboles, las
calles cubiertas de nieve debido al invierno, el ruido de otros niños como él
que jugaban en el parque...
– ¡Umma! -llamó feliz- Cuando
appa llegue a casa con mi amigo, ¿podremos ir al parque?
– Claro que sí, BaekHyunnie.
Pero él nunca llegó...
* * *
– ¡Deberíamos llamarnos de
alguna forma!
– ¿Cómo que llamarnos?
– Ya sabes, somos un grupo,
¡una banda! ¡Algo como los gatos
atómicos!
– Dios mío...
– ¡Me vas a decir que no mola!
¿A ti qué te parece, BaekHyun? -...-¿BaekHyun? ¡BAEKHYUN!
El más alto de los tres amigos
empujó suavemente al muchacho castaño que parecía perdido, consiguiendo que
saliera de su ensoñación.
– ¿Eh? ¿Qué... qué ha pasado?
-miró a sus amigos algo desorientado; Do KyungSoo estaba frente a él,
visiblemente preocupado, y a su derecha estaba Park ChanYeol, con el ceño
levemente fruncido.
– ¿Estás bien, BaekHyun?
-KyungSoo, moreno y con cara de niño pequeño, lo miraba con sus grandes y
redondos ojos fijamente, expresando más con esa mirada que con sus palabras.
– S-sí... por supuesto. Solo
me he distraído un poco -el chico sonrió tímidamente, sonrojándose por el error
cometido al distraerse.
– ¿Seguro? -esa vez fue el
turno de ChanYeol de preguntar, rodeando los hombros del más bajo con su brazo,
envolviéndolo con su voz grave impropia de alguien tan infantil como él- Estás
muy pálido -señaló-. ¿Quieres ir a beber agua?
BaekHyun asintió aún algo
perdido.
– Será lo mejor -susurró
poniéndose en pie.
– ¿Quieres que te acompañe?
-KyungSoo se levantó también con él; eran amigos desde hacía años y lo sabían
todo el uno del otro, notaba que algo le pasaba. Pero BaekHyun declinó la
propuesta, necesitaba estar consigo mismo.
Se dirigió al baño más cercano
con pasos lentos, pesados. Pasó frente a los cubículos vacíos y se acercó a los
lavabos, apoyando ambas manos en uno de ellos. Se quedó ahí quieto, pensando.
Desde hacía algunos días no paraba de pensar en él –como lo llamaba para evitar
recordar su nombre y darle aún más vueltas–.
Él había desaparecido de su
vida doce años atrás, después de que le dieran el alta por segunda vez en su
corta vida de apenas seis años. Se habían conocido en el propio hospital porque
la madre del chico era enfermera y se llevaba a su hijo con ella para no
dejarlo solo.
En uno de esos tantos días,
los dos pequeños se habían encontrado en mitad de uno de los pasillos del
pabellón de pediatría. BaekHyun huía de la enfermera que quería ponerle un
supositorio porque tenía algo de fiebre; el otro niño, menudo y moreno, con sus
ojos rasgados llenos de vida, huía de su madre, quien pretendía retenerlo en la
guardería con todas aquellas mujeres viejas que le tiraban de las mejillas
hasta dejárselas rojas. Los dos pequeños chocaron, cayendo al suelo.
– ¡Byun BaekHyun!
– ¡Hwang ZiTao!
Se escucharon ambos gritos a
la vez, increpando a los menores, quienes se miraron sorprendidos antes de
señalar al contrario y gritar un:
– ¡Ha sido él! -pero no coló.
A partir de entonces, se
encontraron miles de veces más. Hasta el punto en que BaekHyun se escapaba de
su habitación para rescatar al pequeño Tao –un año menor que él– de la
guardería. Se hicieron prácticamente inseparables y, aunque años después jamás
lo admitiría, aquel chiquillo chino le hizo sentirse como un niño de verdad,
como si pudiese abandonar el hospital cuando quisiera e ir al parque a jugar...
y la verdad es que echaba de menos esa sensación de seguridad y cariño.
Hwang ZiTao se convirtió en su
razón para sonreír cada vez que el médico entraba a su habitación, en su razón
para tener esperanzas en una pronta recuperación aunque esta no llegara nunca.
Aquella enfermedad no desaparecería nunca, se dio cuenta el día que lo
ingresaron por segunda vez y su madre se echó a llorar tras hablar con los
médicos que trataban al pequeño BaekHyun. Pero ese peso se aliviaba con la
visita de Tao... Era como un pequeño huracán de vida, ilusión y diversión, tan
contrario a BaekHyun que sentía que se complementaban, supliendo las faltas del
contrario pues ZiTao no sabía nada de su padre y su madre no tenía todo el
tiempo que quisiera para él.
Lo cierto es que el pequeño
Byun se sentía dividido: quería volver a casa, pero se negaba a abandonar al
menor. Sin embargo, sus padres hablaron con la señora Hwang y ella, encantada,
dio su permiso para que su hijo pasara la noche en la casa de BaekHyun cuando
le dieran el alta. Pero Tao jamás llegó a ir a su casa...
El señor Byun volvió a su
hogar bastante tarde después de haber estado arreglando todo el papeleo con
relación a su hijo y de haber estado esperando al pequeño ZiTao. Lo había ido a
buscar a la guardería –donde supuso que estaría– pero le dijeron que no lo
habían visto en todo el día. Entonces, decidió buscar a su madre, pero no había
aparecido a pesar de que su turno ya había comenzado.
Cansado, el señor Byun
desistió y volvió a su casa. Para entonces, BaekHyun ya se había quedado
dormido y no se enteró de esto. A la mañana siguiente, su madre se lo contó y
el chiquillo asintió, serio, antes de correr a su cuarto. Le había prometido a
su umma que sería un hombrecito fuerte y, por eso, no debía verlo llorar.
A partir de aquel día no
volvió a mencionarlo jamás. Procuró retomar la vida que tenía antes, volviendo
a quedar así con Do KyungSoo, su mejor amigo, y, por consecuencia, con Park
ChanYeol, su vecino.
Los tres pasaban los días
enteros en casa de alguno de ellos jugando, riendo o ayudando a BaekHyun a
ponerse al día con las tareas del colegio. Y así fueron creciendo juntos,
algunos más que otros cabe destacar, porque el pequeño ChanYeollie les sacaba dos cabezas a cada uno.
Pasaron al instituto y a la preparatoria y tenían planes de mudarse juntos
cuando llegara el momento de ir a la universidad.
Para BaekHyun era agradable
saber que podía contar con ellos para todo y que estarían a su lado en todo
momento, incluso cuando lo tuvieran que ingresar de nuevo, pero jamás le harían
sentir como el pequeño ZiTao...
Byun BaekHyun agitó la cabeza,
tratando de volver a la realidad. Abrió el grifo del lavabo y se echó agua en
la cara para despejarse. Dio un golpe contra la cerámica de la pieza, cabreado.
¡Era tan frustrante! Quería saber lo que le había ocurrido a Tao, por qué jamás
fue a su casa, quería verlo y que lo abrazara de nuevo diciéndole por error
“oppa” en lugar de “hyung”... No lo quería en su vida, lo necesitaba. Fue una
persona tan importante para él que, doce años después, seguía añorando su
presencia.
Por supuesto nadie sabía de
esto. No se lo había contado a KyungSoo en alguna tarde tranquila de estudio a
pesar de tener plena confianza en él; ni siquiera se le había escapado delante
de ChanYeol en una de esas tantas noches de borrachera con aquel ser irracional
y alocado de rizos castaños –KyungSoo se negaba a salir con ellos de fiesta
porque decía que Channie lo agotaba tanto mental como físicamente–, y si alguna
vez lo había dicho, irían tan borrachos que ni se acordarían a la mañana
siguiente.
Pero lo prefería así... Aunque
le doliese, le gustaba guardar el recuerdo de Tao para sí mismo, como si solo
pudiera existir en su corazón...
Sacudió las manos para secárselas
un poco antes de salir. Se miró al espejo, recolocándose la camiseta, y le
sonrió a su reflejo. Si había llegado hasta ahí, podría continuar con su
vida... ¿no?
Se encaminó a la salida con
tranquilidad, aún algo perdido en los retazos de su memoria, algo que le costó
chocarse de frente con alguien.
BaekHyun retrocedió con un
quejido de dolor, acariciándose la frente.
– Lo siento -escuchó murmurar.
– ¿Lo sientes? ¡¿Lo sientes?!
-alzó la mirada, pero solo vio el pecho del otro chico cubierto por una
camiseta negra de manga corta. Encima había dado con un cachas sin cerebro-.
¡Yo sí que lo siento, imb...!
Se quedó en blanco al mirarlo
por fin a los ojos, las palabras se le atragantaron en la garganta y se le secó
levemente la boca.
– ¿Decías? -habló de nuevo,
con cierto aire de inocencia rodeándole, pero solo se le escapó un sollozo
estrangulado. ¡Era él! Había esperado ese momento día tras día, hasta había
vuelto al hospital para buscarlo. Y era entonces, cuando había decidido que no
habría más lamentaciones, cuando volvía.
Su pecho se oprimía con cada
latido desaforado, de esos que resuenan en sus tímpanos haciéndolo sentir
aislado del mundo. No había cambiado nada... aún tenía esa actitud inocente que
le daba un aspecto infantil, sus ojos negros seguían siendo tan expresivos como
siempre y, aunque ahora fuera alto y fuerte, BaekHyun solo podía ver al niño
moreno con un panda de peluche bajo el brazo que merodeaba por el hospital
hasta entrar a su habitación.
– ¿Te encuentras bien?
– T-Tao... -susurró aún en
shock, dejando escapar por fin una lágrima.
– ¿Nos conocemos?
Pero aquello fue un golpe que
no esperaba. ZiTao no se acordaba de él... ¡¿cómo no podía hacerlo?! ¡Habían
pasado tantas cosas juntos, tanto tiempo! ¿Y ahora no sabía quién era?
BaekHyun bajó la cabeza,
apretando los puños para evitar llorar más.
– Disculpa -murmuró pasando
por su lado para salir del baño.
Ese encuentro le había dolido
más de lo que jamás creyó, incluso más que haberlo perdido. Él creía que Tao lo
reconocería y lo volvería a abrazar, le contaría qué había sido de su vida y le
preguntaría qué había hecho durante esos años, pero no... nada de eso había
ocurrido... no sabía quién era BaekHyun... Tal vez jamás debería haber salido
de su mente...
* * *
– Disculpa...
Hwang ZiTao observó como el
muchacho bajito y castaño salía del baño sin mirarle a la cara. Se quedó de
pie, pensativo, viendo como huía a gran velocidad por el patio del instituto.
Había sido un encuentro extraño, casi tan extraño como esa sensación de que
había algo relacionado con ese chico que no lograba recordar... Tenía la
sensación de que lo había visto antes, su tono de voz bajo le resultó familiar
y estaba casi seguro de que la mirada de esos ojos marrones se habían clavado
en él tiempo atrás, podía ser que años, pero... ¿quién era? ¿De qué se
conocían? Porque lo había llamado por su nombre y aún no conocía a nadie en ese
instituto, acababa de llegar a Seúl.
¿Se habrían visto en China?
No, no recordaba a ninguna familia coreana en el pueblo de sus abuelos...
Aunque a lo mejor se lo presentó LuHan gege cuando lo arrastró hasta Beijing y
no se acordaba, pero eso no explicaba por qué había salido huyendo. Habría sido
más fácil decirle algo como: “oye, nos conocimos en Beijing, ¿recuerdas?”, no
huir como había hecho.
Tao negó lentamente con la
cabeza, saliendo del baño ya que había olvidado a qué había ido. Sin embargo,
no se podía quitar de encima la sensación de que había algo que se le estaba
olvidando, algún detalle que había obviado, pero ¿qué? ¿Qué podría ser? Eso le
hacía sentir estúpido, frustrado... Si su madre estuviera allí con él le habría
dicho qué hacer, cómo comportarse... casi seguro le habría pedido calma...
ZiTao sonrió, triste pero
sereno. Sabía que, aunque volviera a China, su madre no lo esperaría, solo sus
abuelos. Y su padre... nunca supo nada de él y su abuela se negaba a hablarle
del hombre gracias al cual tenía vida. Sin embargo prefirió desistir y no sacar
el tema pues sentía que a su abuela le dolía el simple hecho de nombrarlo. Así
que, después de descubrir que de pequeño había vivido en Seúl, decidió que allí
podría saber más de su antigua vida.
Según sus abuelos, sus padres
habían muerto en un accidente de tráfico y que él había sobrevivido de milagro.
Sentía que aquellos que tenía cerca culpaban de todo a su padre y eso era algo
que Tao no lograba entender. ¿Qué culpa tuvo? ¡Nadie podía controlar algo así!
Por eso supo que jamás le dirían la verdad y creyó que la única solución era
buscarla por sí mismo. Sin embargo... ese chico... lo había trastocado todo...
Había sido como rozar con la punta de los dedos su pasado...
Se removió el pelo, frustrado,
así no iba a llegar a ninguna parte... Tal vez podría averiguar el nombre del
muchacho y preguntar a su abuela ya que había olvidado parte de su pasado... y
eso había sido más fácil de lo que jamás creyó...
– ¡Byun BaekHyun! ¡¿Se puede
saber dónde estabas?! -escuchó vociferar a un tipo alto a la vez que el chico
de antes se acercaba rápidamente a él.
– ¡Cierra la boca, tarado!
– Byun BaekHyun... -susurró
Tao, memorizando el nombre.
¿Has estado en mi vida, BaekHyun?
* * *
ZiTao daba vueltas por el
salón del pequeño apartamento que compartía con YiFan, Yixing y LuHan gege.
Había decidido llamar a su abuela cuando estaba en el instituto, pero ya no lo
veía tan claro... ¿Y si ofendía a su abuela?
– ¿Vas a llamarla al final,
pequeño panda? -LuHan se había puesto de puntillas tras él, mirando por encima
de su hombro la pantalla del móvil con el número marcado.
– No lo sé, gege -suspiró,
girándose para mirarlo-. ¿Tú qué harías?
– Pues llamar -contestó como
si fuera la cosa más obvia del mundo.
– ¡Pero no es tan fácil!
– Sí lo es.
– No, ¡claro que no!
– ¿De qué hablamos? -entró
Yixing, limpiándose las manos después de haber estado haciendo a saber qué en
el baño.
– De que Tao no sabe si llamar
a su abuela o no para preguntarle por el chico de esta mañana.
– ¡Ah! Que lo haga.
– ¡¿Has visto?!
– ¡Que no es tan fácil! -bufó
ZiTao, tirándose en el sofá al lado de Yixing.
– ¿Pero por qué dices eso?
-Lay (como lo llamaban los coreanos) le acarició el pelo, tranquilizándolo.
– Porque no quiero que se
enfade y no me vuelva a hablar de mi vida...
– Aish, pequeño Tao...
-castaño lo abrazó-. No sé lo que es no recordar nada y que para colmo no
tengas a tus padres para saber cómo era tu vida, pero solo de verte, de haber
escuchado tus preocupaciones, sé que es algo a lo que nadie jamás debería
enfrentarse... ¡Pero mírate! -Yixing se separó de él para mirarlo a los ojos-
¡Llevas más de doce años luchando contra el olvido y rescatando recuerdos de
cada mínimo detalle! Eres una persona admirable y, tanto el bocazas de LuHan
como yo, vamos a estar a tu lado y te vamos a dar todo nuestro apoyo. Así que...
coge ese teléfono, marca el número y lucha por aquello que has venido a buscar.
Lay le sonrió, tranquilo, con
aquella sonrisa decorada con hoyuelos que calmaba.
– Gracias, gege... -Tao volvió
a coger su móvil, mirando la pantalla fijamente.
– ¡Ánimo, panda! -se sentó a
su otro lado LuHan, poniendo una de sus manos en el hombro del menor.
Respiró hondo y presionó la
tecla verde de llamada, llevando el aparato a su oído. Un tono, dos tonos y al
tercero ya escuchaba la voz dulce de su abuela materna.
– ¿Sí? ¿Quién es?
– Abuela... zoy ZiTao.
– ¡Tao, pequeño mío! ¿Cómo te
va? Espero que Yixing esté cuidando de ti, como me prometió.
– Sí, gege siempre está
pendiente de lo que hago -rió suavemente.
– ¿El lindo LuHan está
contigo? Dale un beso de mi parte, es un muchacho encantador.
– Yo se lo daré, yaya.
– ¿Y cómo se llamaba tu nuevo
amigo...? ¡Ah! YiFan, ¿cierto?
– Así es.
– Espero que él también se
encuentre bien...
– Todos estamos bien, yaya.
Seúl es una ciudad preciosa y nos hemos adaptado a la perfección.
–… ¿perdona? Yo solo quería...
– No me trates como a un
tonta, Hwang ZiTao. Puedo ser vieja, pero te conozco como si fuera tu madre y
sé que hay algo que te preocupa.
– A decir verdad sí... Yaya...
-cogió aire, reuniendo valor- ¿alguna vez tuve un amigo que se llamara
BaekHyun? Byun BaekHyun -se apresuró a completar.
–...
– ¿Yaya? ¿Te encuentras bi...?
– ¿Dónde has escuchado ese
nombre? -la voz de la mujer se volvió dura, fría.
– Es... un compañero del
instituto...
El silencio volvió a inundar
el otro lado de la línea hasta que pudo escuchar como su abuela suspiraba.
– Con lo grande que es Seúl y
tuviste que dar con él...
– Pero ¡¿quién fue?!
– Era tu amigo, ZiTao. No
durante mucho tiempo, pero lo querías mucho. No sé gran cosa de él, la
verdad... Tu madre me comentó alguna vez que era uno de los niños
hospitalizados que estaban a su cargo y que os encontrasteis por casualidad. Ya
sabes que te llevaba con ella al hospital.
– Ya... ¿No sabes nada más?
– Me temo que no, mi niño...
-la mujer volvió a suspirar, algo dubitativa-. ZiTao, ya sabes que yo he
procurado siempre protegerte, cuidar de ti... pero ahora que estás lejos de mí,
que de verdad has salido en busca de la verdad... yo... te voy a ayudar aunque
sea lo último que haga.
– Abue...
– No, por favor, déjame
terminar... Escucha atentamente, Tao, pase lo que pase, prométeme que no
buscarás a tu padre.
– ¡Pero!
– Prométemelo, ZiTao
– Pff... te lo prometo -acabó
aceptando a regañadientes.
– Ya entenderás por qué te
digo esto... Y ahora, te doy permiso para que busques noticias, pregunta en el
hospital donde trabajaba y... un consejo de tu abuela, ve al centro de la mujer
de Seúl.
– ¿El centro de la mujer?
– Así es, tal vez allí
encuentres respuesta a las preguntas que yo preferí no escuchar.
– Gracias, yaya.
– No me las des, Tao, estoy
haciendo lo justo. Sé fuerte, mi niño, muy fuerte -y colgó.
Tao soltó el teléfono,
colgando, pensando en aquella conversación.
– ¿Qué tal, panda?
– Supongo que... bien... Sí,
me ha ayudado -sonrió a sus amigos, decidiendo el siguiente paso.
* * *
Le había costado decidirse por
qué hacer primero, pero, tras hablarlo con Yixing y Luhan, se había dado cuenta
de que seguir el consejo de su abuela era lo más acertado. Después de todo,
parecía que solo ella sabía lo que había ocurrido en realidad.
Ambos chicos se ofrecieron a
acompañarlo, incluso YiFan, nada más llegar de su trabajo, le dijo que no le
importaría ir con él. Sin embargo, Tao se negó amablemente, eso era algo a lo
que debía enfrentarse solo.
Buscó la dirección del centro
de la mujer, comprobó las líneas de metro para ver cuál era la más adecuada y
salió abrigado con su chaqueta de cuero y con su mochila al hombro. Llevaba su
móvil, sus llaves, dinero y el diario en el que durante años había apuntado
cada ínfimo detalle que descubría, pistas, fotos...
Fuera hacía frío ya que se
acercaba la navidad con las primeras nevadas y, con ellas, el aniversario del accidente.
Era la primera vez que no iría al cementerio a honrar a su madre y eso le hacía
sentir raro, vacío... pero todo sacrificio era poco con tal de descubrir la
verdad...
Las calles estaban
prácticamente desiertas. Normal, a nadie le gustaba que las nevadas les
pillaran fuera de sus hogares. Pero aún había gente que se aventuraba y corría
para entrar al metro o a alguna cafetería. ZiTao no tardó en apresurarse en
busca de una bajada para el primero porque él no era la excepción, pero no
llegó a entrar.
Se quedó parado en mitad de la
calle sin saber bien por qué, simplemente aquellas dos personas que veía de
lejos le habían llamado la atención. No eran especiales o diferentes a los
demás, pero había algo que lo llamaba a seguirlos... como lo que sintió al
cruzarse con BaekHyun por primera vez después de haberlo olvidado.
Las dos personas giraron en
una esquina cercana y Tao corrió tras ellos con cuidado de no ser descubierto.
Entrecerró los ojos, fijándose en el muchacho... iba con una mujer y... parecía
BaekHyun... Aquello solo hizo más que incrementar las razones del chino para
seguirlos.
– Umma... -definitivamente
eres él-. Tengo que contarte algo...
– ¿Te ha pasado algo,
BaekHyunnie? -el tono de la mujer que parecía cálido y cariñoso se bañó de un
matiz de preocupación- ¿Te sientes mal? Porque si es así, te pido cita para el
médico y que te haga un nuevo análisis.
El chico castaño se apresuró a
negar con la cabeza, casi como un niño.
– No es eso, umma... -se quedó
en silencio, pensativo- ¿Tú...? ¿Tú recuerdas al niño que conocí en el
hospital? Ya sabes... Tao...
– Ah... Tao... sí, a-algo
recuerdo... Pero creía que no te gustaba hablar de él... -la mujer parecía algo
apenada y... casi se podía decir que nerviosa.
– Ya... pero ha ocurrido
algo... Umma, creo que lo he vuelto a ver.
– ¡¿Qué?! -ella paró de golpe,
alarmada, haciendo que ZiTao retrocediera para protegerse en el hueco de una
puerta y no ser visto-. ¡E-eso es imposible!
– Pero...
– BaekHyun, -trató de
calmarse- Tao está muerto.
–... ¿m-muerto...? -la voz del
chico apenas era un murmullo inentendible.
– Aquel día, cuando te dieron
el alta... su madre tuvo un accidente de coche camino al hospital... Ella murió
atropellada y el pequeño cayó en coma... BaekHyun, mírame, nunca supimos nada
de él ni de si se recuperó. Appa fue al hospital y le dijeron que lo daban por
perdido...
ZiTao se tapó la boca,
nervioso, para evitar que se el escapara algún sollozo, aunque uno sí salió de
labios de BaekHyun. Se sentía al borde de las lágrimas. ¿Atropello? ¿Cuándo? Su
abuela le dijo que chocaron contra otro coche...
– No te quisimos decir la
verdad porque eras un niño... Acababas de salir del hospital y el pequeño Tao
había sido tu único amigo, el uno para el otro -la primera lágrima se escurrió
por su mejilla, perdiéndose en su mano-. Siento tanto que te hayas tenido
que...
– ¡Basta! Déjalo ya, por favor
-la voz del él parecía afectada por las lágrimas-. ¡¿Por qué has tardado
tanto?! ¡Hace mucho que dejé de ser un niño!
– Baek...
– ¡¿POR QUÉ?! -volvió a
gritar- ¡Estoy harto de esto! ¡Si no tuviese sida esto nunca habría ocurrido!
Antes de que se diera cuenta,
Tao vio al castaño pasar corriendo por su lado con la cabeza baja. Aún no
estaba seguro de lo que había escuchado, pero, antes de procesar lo que iba a
hacer, salió corriendo tras BaekHyun.
El chico ni siquiera notaba
que lo seguía, estaba demasiado ensimismado en su carrera, con la cabeza
agachada, chocando con las pocas personas que se encontraba por la calle. Un
completo error el distraerse...
BaekHyun, ahogado en sus
pensamientos y lágrimas, no se paró a mirar antes de cruzar, no viendo el coche
que se acercaba a gran velocidad hacia él, coche que Tao sí vio.
El moreno se quedó paralizado,
viendo a cámara lenta cómo el vehículo casi podía acariciar el cuerpo de
BaekHyun, dándole al conductor el privilegio de tener su vida en sus manos. Sus
latidos se ralentizaron pero a la vez retumbaban con demasiada fuerza en su
pecho y...
«¡Mamá!»
Alguna vez gritó eso, lo sabía.
Su voz, pequeña, aguda, la del niño que fue, resonó en su cabeza con aquel
tinte de miedo.
«¡Mamá!»
Otra vez, una y otra vez.
Buscaba auxilio. Alguien... un hombre... lo tenía cogio en brazos, lo apretaba
con fuerza, demasiada para tratar a un niño.
«¡Tao! ¡Aguanta!»
Le metieron en un coche, más
bien lo tiraron dentro. Se sentó bien, mirando por la luna delantera, ahí
estaba su madre... ¡había ido a por él! Por primera vez en aquel rato que
llevaba con ese hombre, sintió que se aliviaba, que lloraba de felicidad...
felicidad que se rompió demasiado rápido...
El motor del coche rugió,
furioso, y comenzó a moverse con violencia, demasiado rápido. Aquella persona
gritó con rabia contenida, pisando aún más el acelerador, hasta dar contra el
cuerpo frágil y demacrado de su madre... Ella rodó por encima del vehículo,
quedando tirada en el asfalto de la calle cada vez más manchado con su sangre.
«¡Mam...!»
Ni siquiera consiguió procesar
lo que acababa de ver cuando un frenazo demasiado brusco golpeó a su cuerpo,
manejándolo a placer y haciendo que saliera disparado por el cristal de
delante.
ZiTao había perdido la consciencia antes de rozar el suelo con su piel fina y
blanca, consciencia que no sabían si algún día volvería...
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