martes, 9 de octubre de 2012

INFECTED LOVE

- Autora: Marta

- Twitter: @OrionTilenni


-Tipo: SHINee, TaeKey (Taemin x Key), yaoi, +18, serial



CAPÍTULO 1




Taemin

Estaba convencido de que ya no podía tener miedo, fuera como fuere, había perdido esa capacidad y no era algo de lo que me sintiera orgulloso, en realidad, era una sensación devastadora. Pensaba que ya no podía tener miedo porque todas las cosas que temía se habían hecho realidad, lo único que me esperaba era la muerte, cada vez más cercana, cada vez más cerca de mí, llegando quizás para liberarme.
Mis ojos estaban más que acostumbrados a la penumbra, mis oídos al silencio, mi acompañante en todo momento. Estaba adormilado, retorcido de cualquier manera sobre la improvisada cama en el suelo en la que llevaba durmiendo quién sabe... tantos meses que había perdido la cuenta. Entonces me vi arrancado de mi superficial sueño, con el corazón dolorosamente acelerado y las piernas dormidas. Al moverme tintineaban las cadenas que hacían mis extremidades más pesadas de lo que eran y el sonido quedó eclipsado con el chirrido metálico de la puerta al abrirse.
La luz blanca que se coló por ella me cegó unos segundos, demasiado intensa para mis ojos acostumbrados a los pobres tubos fluorescentes que de vez en cuando iluminaban el lugar. A medida que mis ojos se acostumbraban a la luz, la silueta deforme que no podía diferenciar fue cobrando nitidez y sentido, un sentido escalofriante que por alguna razón estuvo a punto de pararme el corazón.
 Era él. Era el demonio. Era mi carcelero. Era... por la fuerza, el dueño de mi vida. El odio ardía en mis venas cuando le veía, cuando venía y me tocaba, cuando me susurraba, cuando... me destrozaba. Involuntariamente me pegué contra la pared, como si estúpidamente pudiera alejarme de él y me miró con una macabra sonrisa en sus asquerosos labios. Llevaba algo a la espalda, o mejor dicho, alguien. Apenas podía verlo, solo una capucha de un color azul claro y unos mechones rubios que se escapaban por ella. Inerte, parecía un cuerpo sin vida cuando quedó tendido en el suelo. Seguía sin poder verle pero parecía más pequeño que yo. Me revolví cuando vi como le rodeaba las muñecas y los tobillos con unos grilletes iguales a los que yo tenía, anclados al suelo.
 Le dejó allí, de cualquier manera en el helado suelo de cemento, mirándome después y como un cazador que ronda a su presa se acercó y me sujetó la barbilla con sus dedos que parecían de hierro y se me clavaban en la piel. Me intoxicó con su aliento en mi boca, no llegó a besarme, solo a morderme y saboreé la sangre en la lengua. Cuando se fue, y todo quedó oscuro otra vez, no fui capaz de moverme.
 Me llevé los dedos a la boca, intentando que no sangrara, el sabor de la sangre no me gustaba y después no era capaz de borrarlo. Me senté tratando de no enredarme de nuevo con las cadenas y cada vez que me movía, notaba las puntas de mi pelo rozándome la espalda descubierta... había crecido bastante, me llegaba por debajo de los hombros así que quizás si, llevaba allí mucho, mucho tiempo. Y aún no me había vuelto loco, que supiera. Intenté no pensar en que fuera de aquellas paredes había mundo, un mundo sin cadenas, sin golpes y sin dolor, un mundo que quizás... quizás ya me había olvidado.
 Abracé la pequeña almohada e intenté controlar los sollozos que atacaron sin piedad mis hombros, no me di cuenta, antes de volver a caer en un sueño superficial, que había susurrado su nombre... Onew...
 Ya no existía diferencia entre día y noche para mi, quizás eso era una de las cosas que más odiaba. El tiempo parecía haberse olvidado de aquella cárcel y me había abandonado a mi suerte. Dormía cuando mi cuerpo quería, nunca sabía si había dormido días, horas o minutos. Aunque de vez en cuando, era el sonido del metal chirriando en mis oídos el que me despertaba de un sueño vacío a una pesadilla de la que no podía salir. En aquel momento me despertó un sonido muy diferente y que, tras tanto tiempo solo, no sabía como enfrentar.
 Era una voz. Una voz temblorosa y baja acompañada del sonido de las cadenas al arrastrarse mientras el chico atado a ellas luchaba inútilmente por soltarse. Apenas podía ver nada en aquella oscuridad.
 -No... No... No...- repetía una y otra vez, el miedo era evidente en su voz y por un segundo, me pareció estar contemplándome a mi mismo en aquella situación. Pero yo no susurraba, yo lloraba, gritaba. Me incorporé con los pies en el suelo helado, me recorrió una sensación fría por todo el cuerpo, despertándome del todo.- ¿Hay alguien ahí?- preguntó, temeroso.
 No hagas ruido.- mi voz, apenas podía reconocerla.- No hagas ruido o vendrá.
Se hizo el silencio, aunque su acelerada respiración, por mucho que intentase controlarla lo rompía. Había algo extraño en aquella respiración, algo forzado, como si en vez de simplemente respirar, jadeara.
 -¿Tienes asma?-susurré.
 -S...sí.
Intenté pensar con rapidez, pero lo cierto era que me costaba hacerlo, su respiración cada vez más histérica me estaba sacando de quicio, parecía que iba a ahogarse de un momento a otro. ¿Que mierda iba a hacer yo encadenado a una pared a varios metros de él?
 -Tranquilízate o te ahogarás, tienes que tranquilizarte.
-Mi... vent...
-No, no lo tienes. Tienes que tranquilizarte.
Yo no era un portento con las palabras, ni sabía como podía encontrar una solución, solo le decía la verdad, fría como la realidad, si no se tranquilizaba no podría respirar, si no podía respirar, se ahogaría. Así de claro.
-¿Como te llamas?
-Ke...Key.
-Vale Key, ahora vas a centrarte en mi voz, a cerrar los ojos y a tranquilizarte.
Los minutos que siguieron a ese o el tiempo que quiera que hubiera pasado se hizo eterno. No sabía que decir, solo escuchaba como lenta, muy lentamente su respiración se tranquilizaba, aunque a veces flaqueaba, se detenía o aumentaba audiblemente. Su voz sonó extraña cuando habló, como si estuviera mordiendo algo, quizás sus nudillos.
 -¿Quién eres?
No quería decirle mi nombre, aunque yo si sabía el suyo, quizás, si me había dicho la verdad. ¿Que ganaba ocultándoselo? En realidad nada. Suspiré, apretando una de las cadenas oxidadas ente mis dedos.
 -Tae... Taemin.
-Tú eres...
-¿Yo soy qué?
-Tú eres el chico que... desapareció hace año y medio.- tan anonadado parecía que pensaba en voz alta clavándome las palabras en el corazón. Me golpearon tan fuerte que me quedé helado.
Año y medio. Año y medio solo, sin nada, sin él, sin vida. Año y medio perdido, y quizás así sería siempre. Encerrado en el mismo infierno.
-¿Año y medio?
-Sí.
-Han... ¿Han dejado de buscarme?
 -Escuché tu nombre en la televisión, no dejaban de buscarte, diste la vuelta al país pero... al cumplir el año...
-Me dieron por muerto.
 Le escuché llorar, con tanta rabia y tristeza que quizás lloraba por los dos y por el miedo que tan bien podía recordar. Yo no podía, no era capaz de llorar ni de mover un solo músculo, respiraba por inercia en realidad, el aire sabía a veneno, tenía un sabor asqueroso en la lengua de llevar tanto tiempo sin beber.
 -¿Porqué estamos aquí?
Iba a contestar, iba a decirle cualquiera de las decenas de pensamientos que pululaban por mi cabeza sin tener sentido o conexión alguna cuando, haciéndonos temblar seguramente a los dos, el metal pesado arañó el suelo, cegándonos al abrirse la puerta con la repentina luz blanca.
 -¿Este estúpido gato te ha molestado pajarito?
Solo podía ver su silueta, la sombra crecía, opaca e inquebrantable en la zona donde parecía escuchar el sonido de la voz de Key. La puerta se cerró tras él y nos quedamos en silencio mientras chasqueaba la lengua con asco.
 Sus pasos se dirigieron hacia mí al no encontrar respuesta alguna de Key, o como él lo había llamado, "Pajarito".
 Le sentí frente a mí, me agarró por el pelo obligándome a levantarme hasta quedar frente a frente, hizo un puño tirando de él con fuerza y convirtió su voz en un intento de cruel dulzura.
 -Gatito estúpido... ¿Has asustado a mi pajarito?
No contesté, me gané un bofetón que me volteó la cabeza de golpe hacia el otro lado y me dejó caer sin ninguna delicadeza. Después sus pasos lentos se alejaron en la dirección contraria y escuché el desesperado arrastrar de las cadenas de Key. Ahogó una exclamación, no supe por qué, se quedó quieto, no había más sonido que sus ligeros sollozos y una risa cruel que flotaba en el aire y caía como una telaraña sobre la piel. Pegajosa, agobiante.
 -Eres demasiado inocente pajarito, demasiado inocente...
 Y volvió a mí, no me tocó. Me soltó las cadenas, pero antes me rodeó el cuello con un frío collar de metal que me arañaba la piel y me tiró al suelo. Conocía perfectamente aquel artefacto, la correa que me ataba a él y con la que me arrastraba sin miramientos por el suelo, arañándome las palmas de las manos y las rodillas.
-Vamos a hacer esto un poco más divertido, pequeños.
Escuché otro "click" de mi cadena, otro click y otra exclamación ahogada de Key. Un tirón me hizo echar adelante el cuerpo y me quedé helado cuando noté un aliento en mi boca, solo eso, una cálida respiración.
 Y la luz nos golpeó a los dos, sobre nuestras cabezas, fría y sin piedad, inundó la deprimente habitación. Pero no atendí a nada que no fueran sus ojos castaños. Mi reflejo en ellos y creo que en aquel momento, sentí tanto miedo como él.
 Su pelo rubio desordenado casi le tapaba los ojos, tenía las mejillas empapadas de lágrimas y la chaqueta azul sucia del polvo que cubría el suelo, una expresión casi horrorizada se dibujó en su rostro cuando me miró. Y seguramente no era para menos. Apenas podía ver mis ojos en los suyos, y no quería hacerlo. No quería verme y ver en lo que me había convertido.
Llevaba un collar como el mío rodeando su delgado cuello y una cadena pendiente de él terminaba en el mío. Estábamos atados el uno al otro, solo eso, y pensé, venga, él es uno, nosotros dos, matémosle, seamos libres. Pero no podía levantarme y de hacerlo, me derrumbaría solo con dar unos pasos, lo sabía por experiencia.
 -Gatito, enséñale al pajarito qué tiene que hacer si quiere vivir un día más. No tengo mucha paciencia, más vale que no saques las uñas o tiraré el vaso de agua que lleva tu nombre.


Hijo de puta... Maldije una y mil veces en mi cabeza sin dejar de mirar a Key que parecía no entender o no querer hacerlo. Vi como él se daba la vuelta para alcanzar una silla alejada de nosotros. Solo pensar en la idea del agua flaqueaba, mis labios cortados ardían por la fiebre que me atacaba, aun así, intenté mantener la calma.
-No te haré daño, no tengas miedo.
-Él si lo hará.
-Cállate, cállate y mírame a mí, no a él, y no grites, no grites o lo sufriremos los dos.
Porque a él le gustaban demasiados los gritos, le gustaban tanto que si los escuchaba una vez, los haría repetir hasta cansarse o hasta dejarte sin voz, haciendo cualquier cosa para arrancártelos, cuanto más desgarrados mejor. Cualquier cosa.
Se mordió el labio, asintió y me miró a los ojos. Cuando una mano se aferró a su nuca, otra a la mía y nos obligó a pegar nuestras frentes en un doloroso golpe. Nos quedamos así, ahora con los ojos cerrados y nuestros alientos mezclándose.
-No tengo todo el día, gato. Hazlo o tendré que hacerlo yo.
No. No quería que él y sus manos infectadas de crueldad le estrangulasen contra el suelo, como siempre hacía conmigo, no quería que le arrancase la ropa y le mordiera la boca hasta sangrar. Su expresión asustada, parecía susurrarme que él no lo soportaría.
Mis dedos temblaban, pero alcé la mano hasta su mejilla, dejando marcas negras de suciedad en su pálida piel, cálida contra la frialdad de mi mano. Le obligué a mirarme, después dejé caer los dedos a su cuello y lo acaricié despacio. Joder, me había olvidado de todo, no sabía que hacer, le notaba temblar. Le besé. Puse mis labios cortados en los suyos, cálidos y suaves pero no me moví hasta que pareció relajarse, cerró los ojos y suspiró en mi boca. Un suspiro que parecía un sollozo. Se rendía, no quería hacerlo, pero movió los labios y me encontré besándole, despacio, acercándome a él.

Le mantuve contra mí, enredando mis dedos en su pelo, sorprendemente suave igual que su boca. Él no se movía, solo me besaba y cerraba los ojos, sus labios temblaban sobre los míos. Me separé un poco para respirar, sin soltarle y susurré en la voz más baja que pude.
-Pon tus manos en mi cintura.
Lo hizo, me clavó los dedos en la piel y me miró como si se disculpara por ello, pero no me hacía daño, en realidad era todo lo contrario. Llevaba tanto tiempo solo, llevaba tanto tiempo teniendo miedo de todo aquello que se acercaba a mi, llevaba tanto tiempo sin besar unos labios que no me asquearan. Y sus manos dejaron de apretarme, descansaron sobre mi piel y empezaron a trazar círculos con los dedos.
 Me sorprendió notarle ascender por mi columna, detenerse en las marcas que marcaban mi piel y ver sus ojos abrirse desmesuradamente. Sonreí de lado y él se mordió el labio. Un dolor intenso y cortante casi me hace gritar cuando nuestro captor utilizó una fina cadena en forma de látigo para azotarme la espalda. Pensé que Key me soltaría y se alejaría, pero me apretó más contra él y puso su boca sobre la mía para que le besara. Un fino hilo de sangre se deslizaba por mi espalda, estaba caliente y notaba como descendía. Noté que la sangre llegaba a sus dedos y su lengua se encontró con la mía.
Enredé de nuevo mis dedos en su pelo y le besé intentando borrar el dolor que ardía en mi espalda, sus manos siguieron acariciándola despacio.
 -No lo pienses...- susurré, asintió con una lágrima deslizándose por su mejilla cuando empecé a deslizar por sus brazos la chaqueta azul cielo, dejando al descubierto una fina camiseta blanca que acompañaba la suave palidez de su piel.
 -Rómpela.- ordenó la asquerosa voz tras de mi.
Lo hice, la agarré con los puños y tiré en ambas direcciones rasgando la tela con mucho esfuerzo. Hacía frío, su piel empezó a enfriarse y le rodeé la cintura con los brazos. Le senté sobre mí, sus piernas rodearon mis caderas.
 Entre su pecho desnudo y el mio, la pesada cadena colgaba manchándonos la piel. Le miré a los ojos aunque los míos quedasen a la altura de su barbilla.
 Lo único que daba vueltas en aquel momento era una súplica callada que hervía y me quemaba... Que no me diga que le haga daño, que no me obligue a hacerle daño.
 Porque no lo haría aunque, en realidad, mis besos ya le herían, mis manos también y sus lágrimas hablaban por los dos.
Intenté no pensar, él hacía lo mismo, le arranqué la ropa, y me tumbé sobre mi espalda, siseé al notar el frío del suelo sobre el profundo arañazo. Mientras lo hacía le recorrí de nuevo con los ojos. Sus labios estaban ya enrojecidos por los míos y su expresión ligeramente infantil estaba eclipsada por el miedo. Le rocé con los dedos el labio inferior, la mejilla y deslicé después la mano por su cuello, la suave línea del hombro, los brazos y el suave vientre. Le hice cosquillas y se estremeció. Pero soltó una pequeña risa, suave, tan suave que podía haberla imaginado. La primera risa que veía en mucho tiempo y que por un segundo, lo iluminó todo con más fuerza que la luz artificial.
 Le besé con ganas, quería ahogarme en su boca, que me alejase de allí, que me curase las heridas y me hiciera libre, quería olvidar hasta mi nombre en la curva de su espalda y la forma de sus muslos erizándose bajo mis dedos.
 Mi delirante e incendiada mente me engañaba, al mirarle podía ver el rostro de Onew, mirándome, sonriendo y brillando con el sudor colándose entre su pelo, enredándose con mi cuerpo y susurrando, como siempre hacía, la frase que me volvía loco. Te deseo tanto que me duele.
 Onew... Onew... por primera vez en mucho tiempo me permití soñar con el, me permití imaginarle y echarle de menos tanto que no podía respirar. Le necesitaba, le necesitaba demasiado.
Estaba consumiéndome, sintiendo cada centímetro de la piel de Key ardiendo sobre la mía, ya desnudos los dos, en el suelo helado y besándonos con rabia. Su lengua y la mía jugaban en un frenesí agridulce, sabía a sus lágrimas y la locura que me arrastraba. Pasé de acariciarle la espalda al interior de los muslos, clavando las uñas y él siseó, mordiéndome el lóbulo de la oreja.
-Gatito, te he dicho que le enseñes como se hace, no que disfrutes haciéndolo.
 Me aparté de golpe de sus labios, le miré con odio y chasqueó la cadena contra el suelo, mirando ahora a Key que se acurrucó como acto reflejo sobre mi pecho, apretando su mejilla en el costado de mi cuerpo. No había dejado de temblar y deshizo todos mis sueños, dejándome caer de nuevo en la realidad sin miramientos. Él no era Onew, nunca sería Onew.
-Haz que se vaya... haz lo que sea, pero no quiero que me siga mirando...
-Dolerá, querrá que duela.
Me mordió el labio, se secó las lágrimas y fingió una determinación que en sus rasgos dulces solo le hizo parecer más indefenso.
-Quiero que grite gatito, haz que grite o lo haré yo mismo.
Le tumbé en el suelo, alzándome sobre él y deslizándome entre la suavidad de sus muslos, que al rozarme la cintura me enloquecían, sin quererlo, me excitaban, me hacían arder aunque no quisiera. Era lo más bonito que había visto en mucho tiempo, era dulce, tan dulce que me atrapaba y sus manos dudosas, enredadas en la sangre de mi espalda y mi pelo me mantenían anclado a él.
Bajé la cabeza, oculté mi rostro detrás del pelo caído sobre su pecho que subía y baja frenético por el miedo y casi me ahogaba tirando de la cadena que nos unía. Apreté los dientes y empujé. Su grito se alzó por encima de mi respiración, rompió el silencio y me invadió, me destrozó igual que yo a él. Supe que jamás podría olvidarlo.
 No quería moverme ni mirarle, clavaba las uñas en mis hombros, estaba inmóvil debajo de mi.
-Grita.- la voz de nuevo ordenándole que dejase salir el dolor, el dolor que yo le provocaba... Seguí sin moverme, él se incorporó un poco hasta tener su boca sobre mi frente, respiraba despacio, seguía empapado en lágrimas y su voz era un susurro roto.
-Hazlo, hazlo...
Lo hice sin pensar. Movimientos rítmicos y controlados, intentando no hacerle daño, cada vez que siseaba, cada vez que intentaba huir yo me sentía más y más envenenado. No había vuelta atrás después de aquello. No podría volver a mirarle.
 Entonces los pasos se acercaron, la cadena cortó el aire y volvió a caer sobre mí. Esta vez no me cortó, me golpeó y me robó el aire, repitió dos veces más y yo estaba doblado sobre mi mismo y sobre él intentando no caerme. Mientras repetía el proceso, Key empezó a besarme, entre los besos, se movió, tan fuerte que supe que le dolió y gritó, muy alto, casi un alarido, otra vez parecía querer liberar también mi dolor.
-Así me gusta pajarito, tus gritos son... deliciosos.
Moverme me dolía, pero lo hacía, entraba y salía de él, con violencia y sin soltarle, sin mirarle, él seguía besándome y gritando tan cerca de mi piel que su aliento se deslizaba por ella. ¿Como podía besarme con aquella dulzura mientras yo le estaba destrozando? ¿Como podía acariciarme las mejillas mientras lloraba de puro dolor?
Le pegué contra el suelo, alejándome de mis labios. Gimió para que le dejase volver pero le apreté con mis dedos y entonces sí le miré. No estaba asustado, creo que mi miedo había aplacado el suyo y odié tener que volver a sentirlo de nuevo, pero me daba miedo imaginar que llegaría el momento en el que quién invadiese ese cuerpo sería alguien que le haría mil veces más daño que yo.
Negué con la cabeza, cerrando los ojos con fuerza. Su mano apretó mi mandíbula y me obligó a perderme en sus ojos brillantes, castaños, expresivos e inocentes y en mi destrozado reflejo.
Sonrió de lado, apretó ahí los dedos y arqueó la espalda gritando de nuevo. Pensé, quizás él era el más fuerte de los dos. Quizás él si podía salvarse. No como yo, que no podía más y tras una serie de embestidas en las que desgarré mi garganta y el la suya, caí asfixiado sobre él, deslizando por su piel perlada en sudor.
Le besé en la mejilla, sabía dulce y salada por las lágrimas y el sudor.
-Lo siento.- susurré y supliqué que hubiera terminado todo ya.
Pero no era así.
Ahora los ojos de aquel hijo de puta estaban fijos en mí, mientras se deshacía de los botones de su camisa y apagaba la luz.
Me ató de nuevo lejos de Key sobre mi colchón y le dejó a él al otro lado de la habitación anclado a su lado de la pared, sin dejar ni tan siquiera que terminase de vestirse.
Yo no grité. No gemí. No hablé. No consiguió nada de mi más que puro terror que tragué a duras penas cuando me susurró que la vida de los pajaritos, nunca suele ser muy larga.

3 comentarios:

  1. Qué increíble forma de narrar, me hago fan. *______* El último párrafo ha sido simplemente UNF. Bueno, todo el capítulo ha sido UNF. Me encanta, that's all. <3

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    1. Muchas gracias ^-^ Al principio dudé un poco sobre si debía subirlo aquí o no pero por tu comentario me alegro de haberlo hecho, pronto enviaré el segundo capítulo. Por el momento llevo escrito hasta el 6º.
      Gracias por leerme~

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  2. Me ha encantado. Narras muy bien y has hecho unas buenas descripciones, detallando cada momento.
    Me ha gustado este primer capitulo. Por favor sigue escribiendolo, por que yo lo leeré ya que me ha encantado. Este TaeKey tiene muy buena pinta.

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