lunes, 30 de abril de 2012

LOCURA

-  Autora: Jeannelok

- Tipo: Hetero, horror, drama, sobrenatural, +18 (porque contiene escenas de terror)

- Personaje principal: SeungHo (MBLAQ)

CAPÍTULO 1: DEBER





No podía fallar el disparo. Todavía no se había acostumbrado al peso de las armas sobre sus brazos, apretar el gatillo y acertar a la primera parecía prácticamente un milagro cada vez más recurrente...Sin embargo, debía darse cuenta de la realidad y ser fuerte.
Aquella gente confiaba en él.
Por alguna extraña razón se había convertido en el guía de aquel grupo. Quizá porque fue él lo primero que vieron al lograr salir de aquellas cabinas de teléfonos donde se habían visto atrapados, tres en cada una, remetidos como buenamente podían.
En su coche, con apenas gasolina, había pasado cerca llamando la atención, tocando al claxon, corriendo lejos antes de ser atrapado. Dejó el coche abandonado en algún lugar y volvió donde se los había encontrado, vigilando de no ser atrapado por ellos. Un par de veces tuvo que lanzarse al suelo y arrastrarse al encontrarse algunos por el camino, pero por suerte la mayoría estaban siendo atraídos por el coche que pitaba estridentemente.
Finalmente llegó. Seguían remetidos en las cabinas, temerosos de salir, como si no se creyeran poder ser libres. Salieron a trompicones de allí al verlo, sollozando, acercándosele y una de ellos incluso acarició su rostro, incrédulo. Era la mayor, una anciana.
-Pensábamos que no sobreviviríamos. No sabíamos…
-Me propuse ser carnaza para distraerlos pero igualmente hubiera sido…
-Los niños, por nuestros hijos…
Las frases se entrecruzaban. A parte de la anciana había dos niños pequeños de unos doce años, una muchacha joven que debía rondar los veinte y pico y los que debían ser los padres. Una familia entera. Hacía mucho que no veía una familia al completo.
-No hay tiempo para hablar. La noche está al caer y será incluso más peligroso. Tenemos que alejarnos de aquí antes de que vuelvan. Os llevaré al lugar donde vivimos nosotros, pero no puedo… no puedo prometer que podamos manteneros allí mucho tiempo. Como todos lados, es seguro solo durante algún tiempo.
No hubo quejas. Cualquier cosa sería mejor que una cabina. Seungho se pasó el brazo de la anciana por el cuello y apremió al hombre a hacer lo mismo, pues es a la que veía peor. Se preguntó cuánto tiempo habrían estado en aquellos sitios encogidos, aguantando la puerta para no ser abierta, angustiados, escuchando los golpes, los niños encogidos para permitir mayor espacio, a sabiendas de que posiblemente aquellos serían sus últimos momentos de vida. Sus pieles estaban enrojecidas por las horas exponiéndolas al sol y se fijó en las manos del que debía ser el padre de familia, con ampollas, rojas y doloridas por haber estado sosteniendo la puerta para que no la abrieran. Por suerte aquellas bestias eran lo suficientemente idiotas como para dedicarse únicamente a golpear y no dirigirse simplemente a intentar abrir, y los cristales más recios y fuertes de lo que se hubiera pensado en cualquier instancia.
En otro momento se hubiera sentido orgulloso de sí mismo, pero en aquel momento, con el peso de la anciana sobre sí, solo se preguntaba cómo iba a sobrevivir aquella familia. La mujer no iba a aguantar mucho más así, era muy mayor y no podrían protegerla eternamente. Los críos eran débiles, y la madre un manojo de nervios que no les quitaba los ojos y que previsiblemente sería capaz de dar su vida por ellos para protegerlos, pero sin aprender a pelear.
Se acercaban al lugar donde estaban los suyos, estaban llegando pero…
-Maldita sea, no… ¡¡no!!-vociferó, percatándose de lo que había sucedido cuanto más cerca estaban. No podía ser, no…
-¡Se están acercando!-escuchó que gritaba la muchacha del grupo que había rescatado. Era cierto, no había tiempo de lamentaciones. Debían salir de allí por patas, o…
-No…-pudo verlo a lo lejos. Estaba seguro de que algunos podrían haber escapado, otros habrían sido… devorados y otros…transformados. Vio dos a lo lejos, uno medio levantándose y otro arrastrándose, sin piernas que lo sostuvieran.
Carne, carne fresca, carne, comida, comer… podía entender aquello entre los gruñidos. El instinto de supervivencia que les hacía simplemente querer despedazar con los dientes para alimentarse.
Llamó a la muchacha y le pidió que ayudara a llevar a la anciana. Él iba a arriesgarse. Todavía quedaban coches allí, pero tendría que arriesgarse e ir a por ellos. Se volvió hacia ellos para observarlos por última vez, por si eran lo último que veían sus ojos, al menos que recordase una familia entera ayudándose entre ellos.
Le miraron suplicantes a su vez, dependiendo de él. Se armó de valor. Apuntó el arma y salió corriendo. Intentó esquivarlos primero para no desperdiciar armamento, y no crear más bullicio del necesario y que lo atrapasen. En su mente seguía ardiendo la imagen de sus compañeros, mas no podía detenerse por ellos. Debía avanzar, avanzar por sí mismo, por la familia a la que sin pretenderlo, había dado nuevas esperanzas.
Llegó a un vehículo, ellos le seguían así que debía darse prisa o cuando estuvieran sobre él sería difícil arrancarlo. Se fijó prácticamente sin darse cuenta de que faltaban dos coches más, uno de ellos la furgoneta grande. Bien, como supuso algunos habían conseguido escapar.
Logró conectar los cables y arrancó justo cuando el primero de ellos se abalanzaba sobre la puerta. Las ruedas chirriaron contra el suelo, chillando por el repentino despertar y maltrato.
Las primeras estrellas comenzaron a asomar, marcando el final de un nuevo terrorífico día. Llegó hasta donde estaba la familia y los apremió a subir, remetidos como pudieron, la anciana delante para que estuviera más cómoda, los niños estirados sobre los adultos atrás para permitirle visión por los cristales traseros.
Solo pidió dos cosas: no quedarse con gasolina y que el vehículo no se resintiese por la caña que le estaba metiendo.
Después de dos horas finalmente vio algo que parecía adecuado para asentarse. Una gasolinera.
Si tenían suerte todavía debía quedar algo de comida allí, podrían atrancar la puerta e incluso si hubiera alguno de esos bichos por allí, no debían ser demasiados.
Debía arriesgarse, porque su cuerpo comenzaba a resentirse ya que no había probado ni una gota de agua desde la mañana.
Les dijo a las mujeres que se quedasen allí dentro y ofreció al hombre acompañarle. La muchacha más joven fue a negarse, no obstante él le entregó una pequeña pistola que sacó del maletero y se la tendió.
-Si quieres ser de ayuda, quédate aquí. Aunque te esté dando esto, es solo de total y completa emergencia. Si aparece alguno agachaos como podáis y quedaros en silencio y quietas. Pasarán de largo. Recuerda, no hagáis ruido-le explicó. Por otro lado le alargó una navaja al hombre-.Es mejor usar esto.-comentó, colgándose su propia arma y sacando otra navaja. Quería que la chica se quedase el arma porque si escuchaba un disparo significaría que debían acudir en su ayuda de inmediato.
Se acercaron a la gasolinera en silencio, protegiéndose las espaldas mutuamente. La oscuridad era lo peor en aquellos momentos, no obstante sus ojos habían terminado por acostumbrarse a ella.
Dentro reinaba el silencio. Un pie delante del otro, despacio.
La respiración era entrecortada. Notaba el hombro del padre de familia contra el suyo, y rezó porque nada le sucediera o aquella gente quedaría totalmente destrozada.
-¿Cómo se llama?
-Per…Perdona…-le respondió en el mismo tono a media voz que él había empleado.
-Yo soy Yang Seungho, ¿y usted?
-Choi… Choi Won Gak.
-De acuerdo. Muy bien, Won Gak. Vamos a salir de esta, ¿de acuerdo? Tú, yo, y los demás. Debemos ser fuertes.
-Voy a serlo.-a pesar de sus palabras le tembló la voz. Se imaginó que era un simple oficinista, cuya mayor alegría de cada día era terminar el trabajo, llegar a su hogar y encontrarse con su familia.
¿Qué le estaba sucediendo al mundo?
-Muy b…-no pudo terminar de hablar, una sombra moviéndose en la oscuridad y de repente un cuerpo sobre él. Al intentar esquivarlo empujó a Won Gak a quien escuchó golpearse con un mueble, mientras su atacante caía sobre él en el suelo. La saliva caliente de aquel ser entremezclada con sangre podrida gotearon sobre su mejilla y sintió náuseas. Intentó frenarlo con las manos. Con la caída, su navaja había desaparecido de entre sus manos.
-¡¡Won Gak!!-llamó alarmando a su compañero. Mierda, solo escuchaba su respiración alteraba- ¡Won Gak, vamos a vivir, ¿de acuerdo?! Pero para eso, ¡para eso debes ayudarme ahora! ¡Tienes que clavárselo en la cabeza, ¡en la cabeza!-golpeó con las piernas intentando zafarse a la vez que hablaba, pero el ansia de alimentarse de aquel ser era igual o incluso mayo que la suya por escapar- ¡Por favor, Won Gak!- no se escuchaba la respiración. No había sonido. Aquel hombre se había marchado y…
El sonido de un cráneo partiéndose. De una patada alejó el cuerpo de sí y se arrastró hasta quedar lo suficientemente lejos.
-Gracias…-musitó, clavando los ojos en el hombre antes de arrebatar del ser nuevamente muerto la navaja y tendérsela de nuevo- Sigamos investigando, puede no ser el único.


Media hora más tarde llevaron a las mujeres y los niños al interior de la gasolinera. No estaba cien por ciento seguro de que fuera fiable, no obstante habían mirado todos los rincones posibles y no habían encontrado nada. Por si acaso cogieron todo lo posible en la oscuridad de lo que quedaba en la planta baja y subieron a un despacho que había en la parte superior.
Encogidos en un rincón, comenzaron a  devorar. Sin valorar que alguno de los alimentos pudiera estar caducado, y convirtiendo aquellas bolsas de patatas, galletas y semejantes en un auténtico manjar de los dioses.
Seungho se mantuvo a parte, bebiendo y comiendo también. La muchacha se acercó a él.
-Me llamo Hyo Ah. Según mi hermano tú debes de ser Seungho…
-Mm…-no respondió, invitándola a que terminase de hablar.
-Muchas gracias, Seungho. Has salvado a mi familia. Jamás habrá manera de agradecértelo lo suficiente.
-No me lo agradezcas todavía. No hasta que este infierno acabe. Además, siempre podrías verte en la obligación de devolverme el favor, como tu hermano ha hecho antes.
-Entonces te deberé cinco favores. Ya que él te ha devuelto uno, quedarán cinco, uno por miembro de mi familia que has salvado.
-Espero no estar otras cinco veces más en peligro-bromeó, arrancándole una sonrisa a ella-. Pareces una chica valiente.
-Tenemos que…ser valientes.-musitó ella, compungida.
-Hay algo que me ha venido rondando la cabeza, ¿qué hacíais exactamente encerrados en unas cabinas de teléfono en una carretera tan poco transitada?-ella le dio la espalda, sin querer mostrarle su rostro. Seungho lo entendía y prácticamente sin darse cuenta, apoyó a su vez la espalda sobre la de ella. La media melena oscura de la chica le cosquilleó en el cuello.
Notó un estremecimiento por parte de ella ante el contacto.
-En realidad fui con mi madre a ver a mi hermano y a su familia. Nos quedamos a dormir a su casa, y al día siguiente… el caos se desató. Supongo que te pilló como a nosotros, desprevenido. Decidimos escapar justamente por esa carretera por lo intransitada que estaba, huir a… a quién sabe dónde. Llevábamos desde entonces viviendo en el coche, comiendo provisiones, escondiéndonos de ellos igual que antes cuando entrasteis a inspeccionar, durmiendo ahí… Alguna vez nos dábamos el capricho de bañarnos y limpiar la ropa en los lagos que encontrábamos por el camino. Arriesgado pero necesario… e imagina en lo que se convirtió hacer nuestras necesidades. Pero claro, el coche no está hecho para aguantar el trote que le dimos y acabó por dejarnos tirados. Decidimos buscar… no sé, llevamos desde que todo comenzó moviéndonos pero sin saber a dónde. El caso es que como imaginarás… nos vieron, nos persiguieron y acabamos en aquella situación. Creímos que no íbamos a salir de allí… escuché a mi hermano en la cabina con los niños decir que… que él se sacrificaría por ellos pero… pero era arriesgado, ¿sabes? Aunque saliera para distraerlos, ellos podrían colarse… Y yo… yo aguantaba la puerta con mi cuñada. Pudimos usar una mochila para mantenerla cerrada, o no hubiéramos aguantado nada… mi hermano no quiero imaginarme cómo debe de tener las manos… Y el cristal… ¿hasta cuándo iba a aguantar? El hambre y el sueño… esos seres no se cansan nunca… tú… de no haber sido por ti ahora todos nosotros…-el cosquilleo en el cuello volvió junto a la sacudida del cuerpo de Hyo Ah. Seungho se quedó un rato en silencio, dejándola descargar los sentimientos que la invadían. Él los conocía. El miedo, el desconcierto, el ansia… emociones con las garras clavadas fieramente en el corazón y el estómago, desgarrando desde el interior para salir… locura, todo aquello era una maldita locura.
-Aún no sé… qué tipo de honoríficos tengo que usar contigo. Yo tengo veinticinco años.
-¿Veinticinco?-suspiró ella. Su voz era ligeramente ahogada. Sorbió por la nariz- Ya puedes comenzar a llamarme noona.
-Con que noona…-sonrió él- Suena bien. Noona, tengo sueño, ¿qué te parece dejarme dormir unos minutos así?-desde que aquello había comenzado no había dormido como debiera. Agazapado en cualquier lugar, abrazado a su arma como única compañía, turnándose con los demás para vigilar… siempre le habían gastado bromas por sus ojeras. Hacía tiempo que dejaron de hacerlas porque poco a poco aquella sombra oscura se dibujó en los ojos de todos.
Por eso supuso que aquel repentino sueño… las ganas de cerrar los ojos y dejarse arrastrar en los brazos de Morfeo… debían ser por aquel cosquilleo en el cuello, el calor en la espalda… contacto humano, real. Cálido, tan cálido…
Seungho no llegó a escuchar la respuesta de Hyo Ah. De repente solo la oscuridad le rodeaba. Y por primera vez en mucho tiempo sintió algo más que desazón en aquella oscuridad.
El deber… estaba relacionado con el deber. Hasta entonces se había dejado llevar de un lado al otro, siguiendo órdenes para salvaguardar la supervivencia de todo el grupo… y de repente, en un parpadeo, cambiaba la rutina del títere por la del marionetista. Solo una promesa bajo el brazo: salvar a aquella familia… de momento… era lo más parecido que él tenía de una también.

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