sábado, 23 de marzo de 2013

EYES ON FIRE


- Autora: @DisabledComplex

- Tipo: BIG BANG, serial, hetero, +18, idol x fan, fantasía/terror


CAPÍTULO 1


Todo empezó esa noche, esa maldita noche. Recuerdo ese sueño como si de una buena película se tratase. Puedo volver a ver esos ojos color sangre, intensos, cada vez que quiera, mirándome hasta el alma. Puedo recrear la escena en la que sus delgados dedos me ahogaban y mi cuerpo no era capaz de responder y, sobre todo, puedo recordar lo indefensa que estaba ante "eso". 

Ya hace una semana de esa noche, fue la primera que pasé en mi nuevo piso justamente en el centro de Seúl. Al principio suspuse que sería una reacción de mi susconciente al echar de menos a mi familia, ya que nunca había vivido sola, alomejor era miedo. Pero, si fuera eso, este miedo era excesivamente real. Luego pensé que tantas películas me habían tocado la cabeza pero ahora estaba segura de que no era mi imaginación.

Empezaré haciendo un repaso mental: me levanté esa mañana sudando, tras esa pesadilla, con el corazón en la boca. Lo intenté olvidar para concentrarme en buscar un trabajo, recorriéndome esa gran capital de arriba a abajo. Llegué a mi casa a las 10 de la noche y por culpa del cansancio me zambullí en la cama justo después de cenar. Estaba exausta pero había algo que no me dejaba dormir, que hacía que me revolviera en la cama de un lado para otro. Tras unas pocas muchas vueltas, conseguí conciliar el sueño para volver a verlo, vivirlo. 

Digamos que esto se lleva repitiendo una semana así que decidí tomar medidas. Con una tostada en la mano, abro el periódico por la página de los anuncios buscando números de teléfono. Necesitaba alguien que viviera conmigo igual que había gente que necesitaba un sitio para vivir. 
Pasé el dedo leyendo rápidamente, buscando palabras claves y fui apuntando esos dígitos en un folio a parte, recopilándolos con sus nombres al lado. Cuando acabé miré la hora, supongo que no sería demasiado temprano para empezar mi ligero interrogatorio telefónico. 

- ¿Dígame? - me contestó mi primer candidato.
- Buenos días, le llamaba por el anuncio que puso, busco compañero de piso - 

En esas dos frases se basó mi mañana, simple y monótonamente. Fui tachando como si no hubiera mañana, soy así de especial, aunque algún que otro puede quedó en el aire. Ya era casi la hora de comer y solo me quedaba un número, esperaba poder tener suerte.

- Buenos días - una dulce voz me sorprendió al otro lado del teléfono.
- Buenos días, le llamaba por el anuncio que puso, busco compañera de piso - me volví a repetir por Dios sabe cuanta vez.
- No me trates de usted, por favor - rió.
- Está bien - la seguí - Mi nombre es Andrea - aclaré.
- Yo soy Tamara, si quieres podemos quedar esta tarde y tomarnos un café, no me gusta hablar de estas cosas por teléfono - parecía precabida, estaba bien.
- Me parece perfecto, en "Caffé Bene" a las 6, ¿te viene bien? - me adelanté.
- Claro, ¡hasta entonces! - se despidió enérgicamente.
- Hasta luego - colgué, espero que fuera igual de simpática en persona.
Teniendo en cuenta que ya eran las 2 rebusqué un poco en mi cocina a ver qué podía comer. Tras prepararme un ramen instantáneo, esperé a que enfriara un poco y almorcé viendo la televisión. Cuando acabé miré hacia arriba, observando el salón.
- Pues no es pequeño, la verdad - suspiré y me levanté.

Di una pequeña vuelta a la casa, tenía que recordarla perfectamente para describirla. Repasé el salón, el cual tenía en el centro un sofá negro con una pequeña mesa de café a sus pies del mismo color, las cuales estaban en frente de una televisión más o menos grande. Las paredes eran rojas hasta la mitad donde se volvían blancas igual que el techo en el que colgaba una lámpara dorada y blanca. 

Unos pasos más adelante me adentré en el pasillo, blanco con puertas blancas pinceladas con bordes dorados, haciendo juego con la lámpara anterior. El pasillo constaba de 4 puertas, dos a dos. La primera a mi izquierda era la próxima habitación de mi próxima huesped, así que solo había una cama, una mesa a su lado y un armario, color madera. La siguiente era otra habitación, exactamente igual, era el problema de comprar una casa amueblada. Me pasé al lado derecho, la primera puerta era el baño el cual era espacioso, en tonos blancos y azules, constando de un retrete, un lavabo con un espejo y algún que otro armario debajo de este, sin olvidar la ducha la cual era un baño a la vez. 

Y, por último, presidiendo el pasillo, por decirlo de alguna manera, mi habitación. Esta era diferente ya que me gustaba tener las cosas a mi manera. Las paredes eran azul cielo, igual que un baul que había en la pared izquierda, en frente de la cama. El cabecero de esta era dorado con barras formando una especie de espirales acabadas en una pequeña esfera transparente, con una colcha de fondo blanco casi invisible gracias a la mayoría de estrellas del mismo celeste que la pared y algunas rojas, dándoles un toque que hacía juego con la bandera que estaba sobre la pared, cogiendo el mismo espacio que la cama. Era la bandera de Japón, aunque no era lo único que estaba en la pared. También tenía algunas fotos de mi familia y amigos, como posters de algún que otro grupo. 

A los pies de la cama, había un perchero el cual era un desastre, parecía una montaña de ropa. Este escondía un pequeño escritorio metálico con cristal lleno de cosas. En frente había un armario, blanco, donde guardaba toda mi ropa. 

Me gustaba mi habitación, la verdad. Me di la vuelta para salir, cuando la puerta se entrecerró un poco. Sería el viento. Volví al pasillo, dando pasos lentos y escuchando mi corazón bastante más rápido, siempre me asustaba por tonterías. Pisé la primera baldosa del salón y de repente todas las puertas que había dejado anteriormente abiertas se cerraron de golpe, solas. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, haciendo que me sentara lo más rápido posible en el sofá, tenía que tranquilizarme.

Eso de mezclar vivir sola, ser asustadiza y el viento no era buena idea. Miré la hora, respiré y decidí ir a cambiarme, aun estaba en pijama. Me levanté, era el viento, seguro. Volví a mirar al pasillo, fijándome en que las puertas estaban exactamente igual a como las dejé cuando entré en las habitaciones, abiertas. Me froté los ojos, sería falta de sueño.

Volví a mi cuarto, cerrando todas las puertas del pasillo, y abrí el armario, buscando un conjunto más bien calentito, corría algo de frío. Me puse mis pantalones azules, una camiseta de mangas largas a rayas blancas y negras y mi chaquetón, enfundándome los primero zapatos que vi. Cogí los auriculares, el móvil y las llaves del escritorio para salir rápidamente, cerrándolo todo detrás mía, encontrándome en un santiamén en la calle. 

Encendí mi "ipod" y me sumergí en la música, dejando a un lado mis alucinaciones y recorriendo las calles con soltura, ya que no era la primera vez que estaba aquí. Decidí ir andando, era muy temprano, así me daba un paseo y me refrescaba las ideas.

Llegué cinco minutos antes de la hora que dijimos para sorprenderme al ver a una chica un poco más bajita que yo, morena. Me saludó con la mano, llamándome la atención, sería Tamara.

- Hola - me acerqué y le cedí la mano.
- ¿Espera? ¿No eres coreana? - se sorprendió.
- Soy española - reí.
- Yo también - me contestó en un español con un toque del sur.
- ¿Eso que oigo es acento andaluz? - quedamos las dos boquiabiertas.
- Claro mi "arma" - bromeó, reimos, no podía creérmelo.

Entramos y nos sentamos en una mesa para que un camarero nos viniera a tomar nota en un santiamén. Yo pedí un chocolate y ella un café, no vendría nada mal algo caliente para el cuerpo. 

- Y bueno, ¿cómo llegaste para hasta aquí? - me preguntó Tamara.
- Digamos que siempre he estado aquí - reí - Siempre me ha gustado este sitio y justo al acabar la carrera decidí mudarme.
- ¿Carrera? ¿Qué estudiaste? - se interesó, apoyando un codo sobre la mesa y posando la mejilla sobre su mano.
- Medicina - le di un trago a mi chocolate - De especialidad forense, pero de momento no tengo trabajo - vi como se le cambió la cara al acabar la frase, siempre impactaba a la gente - ¿Tú a qué te dedicas? 
- Bailo, de momento soy profesora en una academia, pero me gustaría llegar a conseguir algo más... Profesional - me contó.
- Te entiendo - asentí - Cuando acabes, si quieres te enseño la casa, aunque está un poco lejos - sonreí.
- Tengo coche - rió.

Nos acabamos nuestras bebidas, pagamos y salimos, buscando un pequeño coche rojo bastante "cuqui". Mientras yo le daba indicaciones a Tamara, llegamos al edificio. Aparcamos el coche por allí cerca y entramos, subiendo hasta la planta 7, el apartamento 13. 
Me adelanté y abrí la puerta, presionando los interruptores que estaban a mi izquierda. 

- Pasa, como en tu casa - sonreí amablemente.

Le di la misma vuelta por la casa que la que di yo: cocina, salón y pasillo, explicándole que su habitación podía decorarla como quisiera, igual que hice con la mía, la que creo que le gustó bastante. Mi discreta bandera sacó un nuevo tema de conversación entre nosotras, surgiéndonos las ganas de ir a Japón de vacaciones, como no. 

- Bueno, ¿qué me dices? ¿Te quedas? - me entusiasmé como una niña pequeña.
- ¡Claro! Mañana mismo empiezo a traer cosas - sonrió, sería fácil convivir con ella.

La llevé hacia la puerta y me despedí de ella, esperando a que se cerraran las puertas del ascensor haciendo lo mismo con la de mi casa. Sin saber por qué, tras echar la llave me quedé petrificada, sintiendo como si alguien sonriera contra mi cuello, excesivamente cerca mía. Di una bocanada de aire y volví a la realidad, necesitaba dormir. 

Sin nisiquiera cenar busqué el pijama más cómodo que tuviera y me enfundé, me tomé un vaso de leche para asegurarme no dar vueltas de campana y me metí entre las colchas, resguardándome del frío de la noche. Estiré el brazo y apagué la luz, hundiéndome en el colchón.

Abrí los ojos para acostumbrarme a la oscuridad y cambiar de postura. Levanté un poco el cuerpo intentando no mover mucho las mantas, dando un salto. En esa oscuridad resaltaban unos ojos rojos, bastante familiares a mi vista, precedidos por una sonrisa blanca, brillante con un destello bajo las paletas inferiores, como una argolla. Me incorporé sentándome, mirando hacia esa silueta la cual me observaba, hiperventilando. Esa silueta se acercó a mí, sentándose a mi lado pero sin dejarme verla con claridad, cuando me acarició la mejilla.

La luz del sol me despertó tranquilamente, haciendo que me estirara aun en la cama. Había dormido muy bien, demasiado. Sería simplemente el hecho de saber que era mi última noche sola lo que me había tranquilizado, lo que ha hecho que ese sueño no volviera a molestarme más. 

Tenía los párpados pegados de tenerlos tantas horas cerrados, así que fui al baño para enjuagarme la cara. Abrí el grifo y salpiqué mi rostro, sorprendiéndome al estar tan fría. Abrí los ojos, levantando la vista, reflejándome en el espejo. Algo me llamó la atención, mis iris estaba rojos, rojo sangre, ese rojo familiar. En el momento en el que di un salto mi color cobrizo volvió a la normalidad, llevándome a acercarme a mi reflejo, inspeccionándome.

Cuando decidí ignorarlo fui a la cocina para prepararme unas tostadas. Desayuné lo más tranquilamente que pude, aunque ya eran más de las doce.
El sonido de mi teléfono me sobresaltó de una manera increíble, maldita casa.

- Buenos días - contesté.
- Hola, soy Tamara, ¿te he despertado? - se preocupó.
- Qué va, acababa de levantarme - reí.
- Igual que yo - me imitó - Me visto y voy para allá.
- Sí por favor - reí nerviosa - Voy a vestirme para no recibirte en pijama, hasta luego.
- Hasta ahora - dijo divertida y colgó.

Recogí los restos y las migas y me arrastré hasta mi habitación, encontrando las puertas de mi armario abiertas. Por lo que veo esa cosa quería que me cambiara. Cogí los primeros vaqueros que encontré y una camiseta cualquiera, dejándolos encima de mi cama. Me quité el pijama, pero cuando quise darme cuenta me había olvidado de coger los calcetines. Volví a abrir el armario y me agaché para buscar en esos dos cajones un par de trozos de tela. Cerré el cajón de un empujón y me puse de pie, sintiendo como si alguien respirara en mi nuca. Me quedé quieta, si era un ladrón no tardaría en noquearme si me opusiera. Al seguir sintiéndolo y ver que no pasaba nada me giré bruscamente encontrándome... 

Nada, absolutamente. Suspiré, seguro que no había otra casa en todo Seúl en la que hubiera más viento que en la mía. Acabé de vestirme para que me interrumpiera el timbre. 

- ¡Al fin! - le abrí a mi nueva compañera con una gran sonrisa.
- ¿Qué tal has dormido? Porque espero que estés descansada - rió, entrando con una gran caja entre manos.
Bajamos y me encontré un camión de mudanzas, ¿en serio?
- ¿Tantas cosas traes? - me sorprendí.
- No, solo que mi padre se ofreció a ayudarme - rió.
Mientras cogíamos las cosas me contó que su familia era propietaria de una empresa de mudanzas, así que el camión dejó de impactarme. Gracias a eso, pudimos llevar algún que otro mueble en una carretilla que había por allí.
- Bueno, ahora subo, voy a devolverle esto - salió Tamara por la puerta mientras yo seguía con una caja en las manos.

Me puse de puntillas e intenté amontonar esa última caja aunque se tambalearan mucho. La solté pero no calculé bien, así que me doblé el tobillo, empujando ese montículo. 

De repente, fue como si se hubiera parado el tiempo: las cajas se quedaron heladas y yo sentía que volaba por unos segundos, cuando una fuerza atrajo mis pies al suelo, la misma que hizo que las cajas cayeran justamente a mis lados, sin hacerme un rasguño.

- Ten cuidado - escuché una voz masculina advertirme desde mi espalda.
- Oh, lo siento, gracias por... - 

Nada, volvía a estar vacío, absolutamente nada. Salí corriendo hacia el baño, abriendo la ventana y bebiendo agua tal y como pude, doblada, directamente del grifo.

Respiré, no me estoy volviendo loca. 

- ¡Andrea! ¿Dónde estás? - me llamó Tamara, entrando - ¡Oh dios mío! ¡¿Estás bien!?
- Sí, estoy en el baño - dije alzando la voz.
- ¿Se te han caido encima? - vino corriendo.
- No, no te preocupes - le sonreí intentando no parecer nerviosa, como siempre.

Lo colocamos todo, modelando su cuarto lo mejor que pudimos con el limitado espacio que teníamos, esta chica traía muchas cosas. Con una cosa y otra, se nos hizo de noche, pero la habitación la dejamos perfecta.

- Qué bonita - suspiré.
- Sí - me sonrió - Estoy contenta de vivir contigo, Andrea.
- Ann, dime Ann - la miré - Puedo decirte... 
- Como quieras - rió y se tiró en la cama.
- ¡Tae! ¡Sí, Tae! - me tiré a su lado.
- Me encanta - reimos.

Nos quedamos allí un rato, observando los buenos resultados. Cuando nos levantamos no fuimos a otro sitio que no fuera la cocina, donde preparamos una pizza y unas patatas fritas, que acompañaron perfectamente a la película que vimos hasta las tantas de la madrugada.

No caimos dormidas tan pronto, pero ya era hora de acostarse, así que entré al baño a lavarme los dientes, cerrando la puerta. Justo cuando el molesto sonido vibrante del cepillo eléctrico dejó de taladarme los tímpanos, un leve susurro llegó a ellos.

"Que comience el juego"

De repente se fue la luz a la vez que una mano me tapaba la boca, impidiéndome emitir sonido alguno. Empecé a hiperventilar y a escuchar a Tamara llamarme pero, claramente, no obtuvo respuesta.

- Voy a buscar los fusibles - dijo.

En mientras yo estaba, a parte de petrificada, inmovilizada. Esa persona - quiero creer - aguantó mis brazos a mi espalda sin desplazar ni un dedo de mi boca, acercándose a la curva bajo mi cuello, sonriendo y mordiéndolo suavemente, como divertido. Sentí, a parte de sus dientes, algo frío, como una argolla, y fui capaz de ver por el rabillo del ojo una mancha roja que supongo que sería su pelo, siendo lo último que vi esa noche.

Abrí los ojos, estaba en mi cama, era por la mañana y esto no había sido ningún sueño. Me levanté de un salto buscando a mi compañera de piso, esperando que ya estuviera despierta. Me asomé a su cuarto, encontrándola sentada en la cama con su portátil.

- Buenos días - bostezó.
- Buenos días - contesté - Tamara, ¿puedo preguntarte algo? 
- Dime - se sorprendió.
- Anoche, cuando se fue la luz... ¿Puedes decirme lo que pasó? - dije intentando que no me malinterpretara.
- Que encontré la caja de luces - contestó.
- Sé más específica, por favor - le pedí.
- Esto... Bueno, te estuve llamando pero no contestaste así que, como ya te dije, encontré los fusibles y volvió la luz. Fui a buscarte al baño, abrí la puerta y estabas allí de pie, te pregunté si estabas bien, asentiste y te fuiste a tu cuarto - me contó - ¿Por qué?
- Porque no lo recordaba, será que estaba demasiado cansada - reí.
- Puede - sonrió - Por cierto, por la noche los ojos se te ponen de un color rojizo super bonito - me alagó.
- ¿E-en serio? Gracias - rojo, me golpeó la mente.

Fui a la cocina, miré lo que había y volví al salón, no tenía hambre. Me senté a ver la tele, realmente a pensar, llegando a una conclusión: en esta casa había algo y me quería a mí.

Se me pasó el tiempo volando, siendo la hora de comer. Intenté llevar las cosas con normalidad pero no podía sacarme los hechos de la cabeza, aunque hubiera bastantes de los que puede que no sea consciente.
Por la tarde salí en busca de mi primera entrevista de trabajo, esperando tener suerte. Me costó encontrar aparcamiento, así que aparqué un poco más lejos y llegué hasta allí andando, llamándome la atención una tienda. Era una tienda "mística" llamada Talismán, en la cual también vendían ropa gótica, inciensos, accesorios, amuletos... Eché una ojeada y algo saltó a mis ojos: un tablero de "ouija". Me di cuenta de que tenía que irme y salí rápidamente, encontrando ese edificio donde se podría encontrar mi próximo trabajo.

Llegué a recepción y pregunté, mandándome a subir por el ascensor hasta la 5ª planta, recorrer un largo pasillo lleno de habitaciones y acabar encontrando el despacho.

Digamos que no fue muy mal, me preguntaron lo típico extrañándose de que haya acabado viviendo aquí y disgustándoles algo mis piercings, menos mal que los tatuajes no se me veían. 

Salí de allí ansiosa por tener una respuesta pero era obvio que no me llamarían hasta dentro de al menos 2 días. Salí por el mismo camino por el cual entré y recorrí las mismas calles por las que antes pasé, deteniéndome un momento de nuevo en esa tienda.

Esto podría llevar las cosas a mejor o a peor, pero al menos las cambiaría. Miré por última vez ese tablón y decidí comprarlo. Acabé pensando en qué decirle a Tamara para no parecer una loca, decantándome por la idea de la decoración.

- ¡He vuelto! - grité cerrando la puerta pero me encontré todas las luces apagadas.

5 comentarios:

  1. huy , me dio algo de calosfrios pero jajaja , nada le quita lo interesante, espero pronto comience la acción, y acaso ella es vampiresa????, escribes muy bien, gracias x compartir saluditos nena!!!

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  2. •W• Me enxanto espero lo sigas pronto X3

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  3. olas, olas, querida autora espero pronto actualices este fic que esta muy bueno, y también el de B vs B, la verdad escribes super chevere!!!

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  4. Escribes demasiado bien!
    Amo tus creaciones, se que lleva muchos meses desde que fue publicado, pero tengo la esperanza de que la actualizarás <3
    Un beso!


    nekielgnomo~

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  5. C'mon!!! babyy!!! contiiii esta super duper geniaaaaaaaaaaal *O*

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